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La vida y ya
Mujeres por la paz
Una amiga me dijo: te quiero presentar a Margaret, seguro que te gustará conocerla, estuvo en Greenham Common.
No nos dio tiempo a hablar mucho, pero esa pequeña charla fue suficiente para imaginarla como parte de ese movimiento, conformado por mujeres, que tuvo la convicción de que conseguirían que la base militar Royal Air Force Greenham Common no siguiera instalada cerca de sus casas, en Berkshire, Inglaterra. Una base militar en la que, además de otros instrumentos para matar, había armamento nuclear.
Fueron solo un puñado de mujeres las que, en 1981, decidieron acampar al lado de la base. Formaban parte de la organización Women for Life on Earth (Mujeres por la vida en la Tierra). Pero, esas pocas mujeres, fueron suficientes para impulsar un movimiento del que participaron miles de personas venidas de diferentes lugares. Una de sus acciones multitudinarias fue en 1982, bajo el lema “Invita a diez amigas”, se convocó una acción llamada “Abraza la base”, en la que rodearon el recinto llenando las vallas de juguetes, fotografías y otros símbolos que hacían recordar que los objetivos de esas armas son seres humanos. Treinta mil personas se unieron en ese abrazo.
Además de ser un movimiento pacifista, este campamento de mujeres tuvo como seña de identidad la creatividad en sus acciones de protesta y el uso de otros lenguajes diferentes a los que solían utilizar los movimientos sociales, lenguajes más artísticos y gráficos que buscaban llamar la atención desde otros lugares.
La represión policial en la acampada fue fuerte. Hubo detenciones y violencia hacia estas mujeres cuyas formas de protesta y de resistencia fueron siempre pacíficas. Algunas fueron encarceladas. Pero esta no fue la única violencia que surgió hacia ellas, también estuvo presente esa otra violencia que se ve menos, la de infravalorar sus propuestas políticas, su capacidad de organización y de generar resistencias porque eran un grupo formado solo por mujeres, la de invisibilizar sus acciones en los medios de comunicación, la de tratar de mantenerlas en la esfera de lo irrelevante, de lo que no existe.
Ellas querían dejar un mundo para las siguientes generaciones en el que la vida fuera posible y, como eran tenaces, permanecieron en la acampada hasta el año 2000. Casi dos décadas de convivencia entre mujeres diversas, a veces acompañadas por sus hijas e hijos, que no se rindieron en su empeño por construir la paz.
En estos momentos de rearme armamentístico por parte de muchos países, de incremento del gasto militar, de genocidios y guerras, quizás sea importante recordar a estas mujeres. También a otras muchas mujeres de otros movimientos que trabajan por la paz. Mujeres que están convencidas de que la mejor forma de proteger a las personas es creando vínculos de comunidad y teniendo la convicción de que ninguna lucha está perdida antes de intentar ganarla.