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Tribuna
Montegancedo, o la tala de árboles como política
Montegancedo es una dehesa al suroeste de Pozuelo de Alarcón (Madrid) que casi nadie conoce. Se trata de un espacio de gran valor ecológico, actualmente amenazado por un proyecto urbanístico que cuenta con el visto bueno del Ayuntamiento de Pozuelo (PP). En las últimas semanas, las máquinas han entrado en la dehesa, talando pinos y encinas de gran porte, y se está procediendo al vallado de la zona para que la destrucción del bosque no tenga testigos. La movilización vecinal está teniendo impacto, y las obras se han paralizado por un recurso presentado por el PSOE. Pero el Ayuntamiento ha manifestado que, en cuanto se resuelvan las alegaciones, volverán a iniciarse las obras.
Montegancedo es sólo la punta del iceberg de una nueva ola especulativa que se cierne sobre algunas zonas de España, las más codiciadas.
Como si en España no hubiéramos tenido una burbuja inmobiliaria, cuyo estallido nos llevó al borde del crack económico y social en los años 2010/2011, Jorge Rodrigo, consejero de Vivienda de la Comunidad de Madrid (PP) afirmó hace unos días en una entrevista que “queremos llenar de grúas el cielo de Madrid, es la garantía para bajar los precios”. Esa declaración nos trae muy malos presagios: precisamente la ley del suelo del año 1997 del Gobierno Aznar prometía exactamente lo mismo.
Pozuelo de Alarcón es, por cierto, el municipio más rico de España. Podría permitirse perfectamente proteger su última zona natural mínimamente salvaje
Según el ministro Rodrigo Rato, aquella Ley impulsada por él contribuiría a abaratar la vivienda y a frenar la especulación del suelo. Desde entonces el precio de la vivienda creció de manera incontrolada y los especuladores del suelo se hicieron de oro. A partir de entonces ya sabemos lo que ocurrió, y la factura que tuvo que pagar la sociedad española como consecuencia de la liberalización del suelo que promovió Aznar. Nunca más se supo, por ejemplo, de los más de 60.000 millones con los que el Estado rescató a la banca.
Pero el medio ambiente también pagó un precio muy alto en aquel periodo especulativo. Miles de metros cuadrados de gran valor natural fueron urbanizados, en especial en el litoral, donde el ritmo de construcción fue brutal. Parece que la nueva ola negacionista que nos invade viene acompañada de un nuevo impulso a ese neoliberalismo urbanístico que se basa en que todo lo que no está especialmente protegido, debe ser urbanizable (como defendía Esperanza Aguirre), pero Montegancedo sí está protegido, o lo estaba hasta 2002 en que el Ayuntamiento de Pozuelo aprobó su nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU).
Llevamos ya años viendo como la tala de arboles es bandera para los ayuntamientos del Partido Popular: el árbol como enemigo, o la tala como acción política
El caso es que mientras las encinas y los pinos piñoneros son arrancados, y caen en Montegancedo, nadie en la derecha española tiene en consideración el necesario respeto que merecen nuestros ecosistemas. Pozuelo de Alarcón es, por cierto, el municipio más rico de España. Podría permitirse perfectamente proteger su última zona natural mínimamente salvaje, pero su Ayuntamiento prefiere optar por urbanizarla y destruirla.
Solo la movilización puede salvar Montegancedo. Aunque la protección de nuestros ecosistemas mas valiosos debía ser una política transversal, lo cierto es que llevamos ya años viendo como la tala de arboles es bandera para los ayuntamientos del Partido Popular: el árbol como enemigo, o la tala como acción política. Es una aberración, pero esa es la derecha que tenemos en España. La movilización está en marcha. Esperamos que esta vez las políticas especulativas sean derrotadas.