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Vivimos una profunda crisis de dos de los grandes derechos básicos que tenemos como ciudadanía, la vivienda y la alimentación. Igual que los fondos buitre echan a los vecinos de sus casas, estos mismos fondos buitre echan a los agricultores de sus campos y explotaciones.
Vivimos una época en que ambos derechos fundamentales, hogar y comida, han sido absolutamente privatizados; vivimos los efectos de políticas que durante décadas han estado dedicadas a desmantelar las pocas regulaciones públicas que existían y, como consecuencia, amplias capas de la población están quedando sin acceso a poder cubrir estas dos necesidades vitales. Parece que el nuevo ciclo de acumulación de capital se basa en precarizar y mercantilizar las necesidades más básicas, y en eso estamos.
Por ello, si abrimos el foco, vamos a encontrar que existen muchas más similitudes en estas dos crisis simultáneas. Una, la podemos encontrar en las respuestas que se ofrecen desde los poderes públicos, que son básicamente, no hacer nada y esperar a que el mercado lo resuelva con su oferta y demanda. O si se tarda en exceso, pues se da alguna ayuda temporal a los jóvenes para el acceso a la vivienda, o rebajas fiscales a los arrendatarios para motivarlos. Así como todas estas soluciones temporales acaban en manos de los arrendatarios, algo parecido sucede con el caso alimentario, ya que algo tan esencial como bajar el IVA de algunos alimentos básicos acaba en manos de los supermercados.
Otra de estas similitudes que explica buena parte de esta vorágine de precios es la concentración. Concretamente, la concentración de casas y de tierras agrícolas en pocas manos. La cual ha venido creada por la irrupción de grandes fondos de inversión. Fondos que han provocado una distorsión terrible e inasumible; ahí tenemos los datos de concentración de pisos de alquiler en manos de estos fondos o de sus empresas intermedias, y sus políticas de subida de rentas, desahucios, etc...
La ecuación es fácil, más gente que alimentar, menos tierra y más cambio climático es igual a precios más caros. Por tanto, mayor rentabilidad
En el campo han desembarcado estos mismos actores de igual manera. Y es que la tierra no se trata sólo de un valor refugio, sino que tiene una interesante rentabilidad, más si cabe en la nueva época en la que hemos entrado de alimentos caros. Un dato: se calcula que la producción alimentaria crecerá entre un 60 y 70% antes del 2050. La ecuación es fácil, más gente que alimentar, menos tierra y más cambio climático es igual a precios más caros. Por tanto, mayor rentabilidad.
España es un país apetecible, con buena calidad de tierras, buen clima, costos todavía bajos comparados con países del nuestro entorno, y con una expectativa de bajada de los mismos con el desarrollo de nuevas tecnologías y sustitución de la agricultura familiar. Recordemos que tenemos graves problemas de relevo generacional y un perfil de agricultores/as muy envejecidos, y además es una buena manera de no tener toda la inversión puesta en el ladrillo y gestionar mejor así el riesgo.
Los fondos que han adquirido tierras en España se han multiplicado por diez en los últimos años
Y no sólo la tierra, también compran empresas enteras, bodegas, cooperativas agrarias, o instalación de placas solares etc. No en vano, los fondos que han adquirido tierras en España se han multiplicado por diez en los últimos años y en el Estado la inversión de este tipo de actores globales ha crecido un 150% en solo dos años. Por poner ejemplos concretos, algunos de sus cultivos diana son los olivos, la vid, los árboles frutales o nuevos cultivos emergentes de moda como el pistacho o los aguacates. Los fondos de capital privado aprovechan al máximo la falta de relevo generacional y compran o alquilan durante décadas las tierras más rentables. La prueba es que el pasado año se cerró la compraventa de 160.398 fincas rústicas, el máximo desde 2007, de acuerdo con el INE.
Esto es una amenaza total y radical para la agricultura familiar, porque no viene si quiera a competir, viene directamente a sustituir el modelo tradicional europeo de pequeñas y medianas explotaciones familiares. La ventaja de estos enormes fondos de inversión es la creación de economías de escala, y su capitalización suficiente como para invertir en nuevas tecnologías agrarias, drones, robots y big data. Frente a este tsunami, hay directivos que abiertamente ya dicen abiertamente que el único rol de los actuales agricultores es el de vender la tierra o alquilarla. Una agricultura sin agricultores como resumen, si quieren, es lo que nos traen.
Si no reaccionamos, en pocos años veremos como la gran mayoría del campo quedará en pocas manos. Unas pocas manos que, por cierto, manejarán los precios de los alimentos y, por tanto, su derecho y el mío a comer. Es imprescindible sacar y prohibir a estos fondos la compra de nuestras casas y nuestras tierras. Oigan bien, IMPRESCINDIBLE. Esto no se arregla con cuatro subvenciones.
Deuda
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Opinión
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Cuando “los influencers” eran socialistas y comunistas, el dictador Bismark obligaba a vacunarse a todos los prusianos y los liberales franceses le acusaban de cesarismo,
pero cuando tuvo lugar la contienda entre ambos países, el poderoso ejército francés, era humillado, no derrotado por los teutones, sino por la viruela.
Bismark odiaba a los socialistas pero fue el primer mandatario del mundo en imponer el seguro de accidentes, seguro de vejez y seguridad social obligatorios, aunque muy a su pesar tuvo que reconocer que eran medidas socialistas.
También Franco odiaba a los socialistas, pero
creó multitud de nuevas aldeas en extensas zonas despobladas.
¿Por qué el Estado de Nevada (el desierto estadounidense), se promociona el vicio ludópata (Las Vegas, Reno) inversiones, instalaciones militares y se permite la prostitución?.
Un científico excéntrico fundó en un paraje semidesértico (SU PUEBLO NATAL) una poderosa Startup que hoy es nada menos que Silicon Valley.
Rodriguez Ibarra, para conseguir la aprobación de la autovía a Extremadura, tuvo que pelear duramente con Solchaga y vencer la resistencia de los economistas neoliberales, que la negaban por discurrir por una zona deprimida con poco tráfico.
Todavía les duele a los catalanes que el primer AVE no fuera el que enlazara Barcelona con Madrid, sino el de Madrid Sevilla, porque no se cumplía con el precepto neoliberal de mercado óptimo (utilización óptima de los recursos).
Para entonces la nueva “Influencer” en boga era la Sra. Thatcher, que promocionaba el culto generalizado al mercado, y el nuevo dogma pasaba a ser “laisez faire” o sea la desregulación total.
Optimizar beneficios dejando hacer al mercado a su “ libre albedrío”.
Bajo orden de la nueva religión, pujantes núcleos acaparan inversión, empresas, servicios, rentas y capital humano. Arruinan las oportunidades y expectativas de futuro de las regiones pobres, que por efectos del mercado (ataques a la divisa, paraísos fiscales, dumping, vulnerabilidad, geoestrategia política, potencial bélico,etc.) están en inferiores condiciones para negociar y sufren rapiña y competencia desleal; viendo asi como se esfuman sus mejores bazas. “A perro flaco todo son pulgas”.
Las avalanchas de inmigrantes cada vez más numerosas, alarmantes e imparables, así como la proliferación de “zonas tensionadas” en las grandes ciudades; no son sino la obra excelsa del mercado rentista, especulador y desregulado, el fruto de la desigualdad que genera.
Lo más inquietante es que la unica solución que plantea el hegemónico neoliberalismo es.-
“Mas mercado todavía”. Esa disciplina que los más desalmados sacan provecho de la desgracia ajena y a la que también sucumbe parte de la izquierda.
Como ya hemos entrado en la era del declive de los recursos, los fondos de inversión buscan nuevos nichos de negocio, y los han encontrado en los bienes que son, nada menos, la base de la vida: la salud, la vivienda, la producción de alimentos, el agua potable; y en nuestros propios cuerpos: los vientres de alquiler, la compraventa de niños, la prostitución (especialmente la infantil). Nuestra vida y nuestros cuerpos son los últimos campos de negocio de los fondos de inversión. Cuando los bancos son libres, la sociedad pierde su libertad.