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Medio rural
Las mujeres rurales reivindican su reconocimiento y piden facilidades para la conciliación
Cada mañana, mientras su pareja se va a ordeñar las cabras, Laura Martínez, ganadera en Bustarviejo (Madrid) se queda con el pequeño organizado la casa. La rutina se repite: a las nueve le lleva a la guardería, se va a la finca a recoger leche, comprueba que el resto de animales esté bien, les alimenta, se va a la quesería con la leche y entre ella y su compañera se reparten la elaboración y la atención de pedidos en tienda. Por la tarde vuelve a la finca a terminar de dar de comer a los animales que quedan, revisar chivitos, la paridera.., y termina recogiendo a su hijo de la guardería.
“El cuidado de los animales, de mi hijo; la puesta al día de los libros de explotación, pedidos, facturaciones en ratos libres e improvisar soluciones a lo que vaya surgiendo”, así define Martínez sus tareas diaria. Responsable de la quesería La Caperuza, madre, veterinaria e integrante de Ganaderas en Red, Laura Martínez aún tiene tiempo para atender a mercados y mesas redondas en la defensa de la importancia de la agricultura artesanal y de la figura de las mujeres dentro del sector.
Martínez insiste en que “es difícil conciliar el mundo rural con el trabajo como madre, pero que ha sido capaz de salir adelante con el apoyo de mi familia, mi pasión por su trabajo, y mi capacidad para la organización”. También asegura que, a pesar de la falta de apoyo y confianza inicial, cuando empezó con 25 años en el mundo rural, hay muchas compañeras en situación peor: “Tienen otros problemas muy injustos solo por ser mujer, ya que no son titulares o no cotizan, cobran menos o les cuesta más ser contratadas”, resume.
Esta gran barrera de la invisibilidad a la que se enfrentan muchas mujeres es la que intentan destruir desde la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR), quienes insisten en “una menor discriminación directa e indirecta en el sector agrícola” para enfrentarse así a los problemas en lo que respecta a la propiedad, la remuneración, la participación en la toma de decisiones, o el acceso a recursos y mercados.
Aunque ya hay algunos estatutos de mujeres rurales cociéndose en regiones como Aragón y Galicia, FADEMUR pide que se extiendan a todo el territorio los avances en igualdad conseguidos en algunas regiones, como la de Castilla-La Mancha
Aunque ya hay algunos estatutos de mujeres rurales cociéndose en regiones como Aragón y Galicia, FADEMUR pide que se extiendan a todo el territorio los avances en igualdad conseguidos en algunas regiones, como la de Castilla-La Mancha, y exigen igualmente que sus avances converjan en un Estatuto de las Mujeres Rurales global y transversal bajo requisitos como que “todos los gobiernos autonómicos lleven a pie de campo la primera PAC con perspectiva de género; que se facilite la Titularidad Compartida; profesionalizar los cuidados y remunerarlos; una participación equilibrada de las mujeres rurales en las entidades de la esfera pública y privada; y más recursos para evitar la violencia machista en los pueblos”.
Catalina García, presidenta de FADEMUR Extremadura, de la cooperativa Olivareros y Viticultores de Ribera del Fresno y miembro de la UPA-UCE Extremadura, insiste en que “sí que hay una brecha en el campo y la ciudad que impide que haya conciliación familiar, “ya que los servicios de proximidad que permiten llevarla a cabo no se encuentran en el ámbito rural, como la falta en algunos casos de comedores sociales, entidades bancarias, líneas de transporte o buenas redes digitales”.
García también reseña que las barreras estructurales que limitan la participación política de las mujeres está ligada a la invisibilidad de pertenencia de la propiedad de muchas de esas explotaciones, “que directamente las excluyen de la toma de decisiones”. Aunque recuerda que cada vez hay más mujeres dirigiendo explotaciones agrarias, y que “en Extremadura contamos con la ley de cooperativas agrarias que las ampara desde lo rural e insta a tener representación femenina en el Consejo Rector en el mismo porcentaje en el que son socias”, lamenta que las reuniones de este organismo a horas nocturnas “contribuyan al impedimento de la participación de algunas mujeres que deben dedicarse a la conciliación familiar”.
La presidenta, primera y única mujer hasta hace poco como secretaria de Denominación de Origen del Ribera del Guadiana, insiste en que aunque los grupos de acción local son paritarios, los consejos regulares de denominación de origen también deberían serlo, para ir cambiando la foto del rural poco a poco. En el mismo sentido, García insiste en que la cuestión de igualdad es cuestión de justicia social, y destaca “el papel reivindicativo de las mujeres como reinas del voluntariado, además del carácter revolucionario y dinamizador de muchas asociaciones y cooperativas de mujeres que han hecho una labor tan importante en los pueblos de gestión cultural y económica”.
Estas y otras reivindicaciones, sumado a la crudeza, la dificultad y el coraje de muchas mujeres y madres dentro del mundo rural son las que se reflejan en algunos títulos como “Y a la viña también”, o “La venus de las colmenas”, proyecciones que forman parte del 5º Ciclo Nacional de Cine y Mujeres Rurales organizado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en formato presencial entre los días 11 de octubre y 24 de noviembre y online hasta el 30 de octubre.
Así, mujeres mayores cuya vida se ha forjado como raíces al cuidado de la tierra —labradoras, segadoras, vendimiadoras, apicultoras, trabajadoras en campos de frambuesa, aceitunas, en bodegas o incluso en viñedos de caracoles...— o mujeres jóvenes, como Laura, cuya inexperiencia y curiosidad se mezcla con sus ganas de adquirir más conocimiento por el campo y lo rural, se unen para exigir traspasar esa barrera de la invisibilidad, para arrojar luz a mujeres que, aunque se sabe que siempre han estado ahí, nunca han estado visualmente “en la parte delantera”.