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Periodismo
Jessica Bruder: “Cuando has abandonado, o has sido expulsado de la sociedad de masas, la vida sigue sucediendo”
Decenas de miles de trabajadores estaounidenses se han lanzado a la vida en la carretera. Utilizan vehículos para alternar trabajos estacionales y han formado sus propios códigos. La periodista Jessica Bruder los siguió durante tres años para presentar un ensayo periodístico.
“No he dormido”, justifica Jessica Bruder para no conectar la cámara durante la entrevista. No es para menos, es 4 de noviembre y Estados Unidos sigue sin tener claro quién será el próximo presidente. De hecho, hoy es 15 de noviembre y aunque la victoria de Joe Biden ha sido clara, la transición presidencial no está tan clara como parece. “Nuestros nervios están disparados”, continúa Bruder “esperábamos que Biden ganase de manera aplastante. Sigo creyendo, sigo siendo optimista, en que va a ganar, pero el solo hecho de que Trump esté tan cerca es aterrador, es terrible para el futuro del país”.
Pero la llamada no es para discutir sobre las elecciones estadounidenses, sino para hablar de País Nómada (Capitán Swing, 2019) un ensayo periodístico sobre las vidas de un puñado de trabajadores que viven en la carretera, en furgonetas, autocaravanas y otros vehículos adaptados. El ensayo ha dado lugar a una película Nomadland, sin estrenar en España, que ganó el León de Oro del último festival de Venecia.
Esa vida nómada ha dado lugar a una subcultura pero, antes que eso, a un ejército laboral de temporeros formado mayoritariamente por personas mayores —muchas de ellas sobrepasan los 70 años— que migra en busca de currillos estacionales y aspira a no pasar demasiado frío en invierno y mantener unos ahorros para sus gastos imprevistos. Son, en gran medida, víctimas del colapso de la clase media en Estados Unidos que decidieron salirse por la tangente y eliminar el principal gasto que marcaba sus vidas: los derivados de un mercado de la vivienda averiado para las mayorías.
“Me pregunto si a la gente le habría llamado la atención en un libro como País Nómada si no hubiera sido por Trump y no se hubieran sentidos concernidos por los marginados, los desfavorecidos que hay en América”, valora Bruder. Pero el libro en su totalidad fue escrito durante la administración de Barack Obama, porque, como reconoce, los problemas que estaba siguiendo son muy profundos y sistémicos: “Cuando observas la desigualdad arraigada, los salarios planos y el creciente ritmo de crecimiento de los alquileres, te das cuenta que son problemas que estaban ahí hace mucho tiempo, que ya forman parte de la historia de Estados Unidos. No es que hayan comenzado con Trump, creo que antes de él ya teníamos mucho trabajo que hacer como sociedad. En primer lugar, para construir una economía que sirva a la sociedad antes que un mercado que tiene a la sociedad como un apéndice”.
Ha habido quien ha querido hacer un mapa que explicase que la subcultura “nómada” que he seguido la forman los blancos enfadados que están con Trump... No es algo que encaje completamente
¿De verdad había mucha diferencia, para gente como la que has seguido en País Nómada, entre que ganase Trump o que ganase Biden las elecciones del 3 de noviembre?
Bueno, sí me preocupa que Trump encuentre formas de atacar la Seguridad Social y el Medicare, así como muchos de los programas depauperados de la Seguridad Social que todavía tenemos. En la carretera, mucha de la gente que encontré no tenía ni siquiera la oportunidad de votar. Además, este año todo es distinto con el covid. El hecho es que, como son nómadas, tienen que tener direcciones postales falsas. Es muy probable también que, cuando se abrieron las urnas, ellos no estaban en el Estado en el que estaban registrados para votar. Así que muchos, pase lo que pase, están marginados de ese proceso.
Da la sensación de que son personas que viven al margen también de la dicotomía entre dos países que ha marcado estas elecciones.
Desde un punto de vista más general, cuando yo estaba en el camino, el país ya estaba dividido. Pero no de la manera en lo que está ahora. Entre la gente a la que seguí en ese viaje, conocí a algunos que no votaban, otras que iban a votar por Hillary Clinton y algunos otros más “libertarios”. Ha habido quien ha querido hacer un mapa que explicase que la subcultura nómada que he seguido la forman los blancos enfadados que están con Trump... No es algo que encaje completamente. En la carretera encontré a gente con todo tipo de experiencias. Pero, independientemente de eso, sí que pienso que lo que ha hecho la Administración Trump no ha sido positivo para ellos. Por ejemplo, ha aumentado la diferencia entre lo que cobra un CEO respecto a la paga de un trabajador. Si ves la desigualdad salarial en América, cuando yo estaba escribiendo el libro, era de 270 a uno. El año pasado, los CEO ganaron 320 veces más que el trabajador medio. Antes, en 1965, la diferencia era 21 a uno. Este es uno de los grandes problemas de Estados Unidos, es una nación muy rica pero la forma en que esa riqueza se distribuye es problemática. Hace que la movilidad social sea imposible. Es una amenaza real a nuestra democracia.
Pienso que, de una manera extraña, dejar de lado la cultura de la productividad, de las “metas”, del individualismo, aporta cierto alivio
Las personas que aparecen en País Nómada no cumplen el estereotipo de lo que de forma despectiva se llaman los “red necks”, son, de hecho náufragos del colapso de las clases medias a las que haces referencia.
Sí, son gente que lidia con toneladas de inestabilidad. Creo que es psicológicamente tranquilizador para la gente agrupar a estos nómadas en categorías: “son todos derechistas” o “son hijos del rust belt” o “son gente que se arruinó”. Y de nuevo, tengo que insistir en que no conocí a todas las personas que se lanzan a la carretera. Estuve trabajando en ello, viajando con este grupo de gente durante tres años. Mi experiencia no es la de una socióloga o una estadística, aunque sí pude ver que había múltiples procedencias y circunstancias. Creo que, en una cultura como la nuestra, especialmente en una época de miedos, es fácil para nosotros mirar a grupos de gente que no comprendemos y convertirlos en otros, en una especie de “sombra” u opuesto a lo que somos nosotros mismos. Una lección para mí es que esta gente puede ser cualquiera. Racialmente, étnicamente, no hay tanta diversidad, pero en términos de estatus socieconómico y nivel formativo hay mucha diversidad.
Son historias de crisis personales y de un sistema en crisis, pero también hay un canto a la alegría de vivir y la resiliencia.
Creo que es gente que está muy acostumbrada a sentirse machacada por el sistema. De nuevo, por los sueldos bajos, los alquileres altos, la ansiedad constante acerca de si serán capaces de seguir viviendo “una vida normal”. De forma que, cuando encuentran una manera de dar un paso al costado de ese día a día, encuentran un sentimiento de liberación. Pero las cosas van bien hasta que dejan de ir bien, porque si tú estás viviendo en una furgoneta, y ese es tu hogar, y no tienes ahorros, estás a una rotura de motor de llegar a la “ciudad del sinhogarismo”. Así que sí, puedes tomártelo como la libertad de la que hablaba Janis Joplin en esa vieja canción “Libertad es solo otra forma de decir nada que perder”. Pienso en George Orwell escribiendo en París y Londres y me doy cuenta de que cuando has abandonado o has sido expulsado de la sociedad de masas, la vida sigue sucediendo. Quizá se esperaba que la gente con la que me he encontrado iba a pasarse la vida quejándose o presentándose como víctimas, pero todos necesitamos despertarnos cada mañana y seguir haciendo lo que hacemos. Son los protagonistas de su historia. Así que fue bastante sorprendente ver cómo estaban tratando de sacar el máximo provecho de lo que tienen, aunque para muchos de nosotros lo que tienen no sea suficiente. También fue importante encontrar una especie de “comunidad” que empuja contra el tipo de alienación que domina nuestra cultura. Porque pienso que, de una manera extraña, dejar de lado la cultura de la productividad, de las “metas”, del individualismo, aporta cierto alivio. Por supuesto, viene con un montón de inconvenientes, pero esos vínculos, el sentimiento de compartir, de compañerismo… es algo de lo que la cultura mainstream debería aprender.
Pensamiento
Hartmut Rosa: “Los intentos de controlarlo todo, la ciencia, la tecnología, la política... nos han llevado a lo opuesto”
Este filósofo y sociólogo alemán defiende que la alienación de las sociedades desarrolladas está relacionada con la lógica del crecimiento continuo bajo la que funcionan.
País Nómada me recordó a una obra de Barbara Ehrenreich.
Por cuatro duros. Es increíble. Ella es increíble. Hay otra autora, Rebbeca Solnit, que me gusta mucho, que escribió Un paraíso construido en el infierno, que podría haber mencionado en mi libro. Solnit sostiene que hay una serie de micro-utopías que crecen rápidamente en torno a los desastres. Sucede cuando se producen terremotos que la gente se une, se encuentra. Lo vi en Nueva York como alguien que vivía en el centro de la ciudad durante el 11 de septiembre de 2001. En las semanas y los meses después de aquello, la gente se trataba mejor entre sí, y con el mayor espíritu de comunidad que nunca he visto en Nueva York. Es una paradoja horrible que esta respuesta conjunta se dé en circunstancias así. La pregunta sería cómo podemos aprender a hacerlo sin ese dolor.
El hecho de que la economía los excluye y el hecho de que la sociedad de masas los mira por encima del hombro y los contempla como inadaptados, los hace cohesionarse como una subcultura
País Nómada también me remitió a una obra de los años 30 del siglo XX, Boxcar Bertha, de Ben Reitman. ¿Crees que hay similitudes entre la historia de esa subcultura, la larga tradición de viajes en tren, con sus códigos, sus consejos y sus narrativas?
Sí, definitivamente hay paralelismos. El libro está dedicado a un amigo mío, Dale Maharidge. Su primer ensayo se llama Journey to nowhere (“Viaje a ninguna parte”). En los 80, se subió a trenes de carga con gente desposeída, que buscaba trabajos. Fue muy interesante hablar con él mientras llevaba a cabo este proyecto. Porque, en aquella época, a quien se encontró mayoritariamente fueron hombres, y en la actualidad ves a multitud de hombres y mujeres. Es un fenómeno interesante. Hay cosas que permanecen aunque hayan cambiado, como el hecho de que estas personas se dejaban mensajes unas a otras en forma de jeroglíficos para saber dónde pueden ir, qué sitios son seguros, etc. En la actualidad, utilizan la web para dejarse esos mensajes y consejos: qué Walmart es seguro para llevar la furgoneta, cuál no lo es. Hay un sentimiento de camaradería compartido en afrontar la adversidad juntos. El hecho de que la economía los excluye, y el hecho de que la sociedad de masas los mira por encima del hombro y los contempla como inadaptados, los hace cohesionarse como una subcultura.
¿Sigue aumentando el número de personas en esta situación?
Una de las cosas que más me preocupan en este momento es la situación con el covid. Y el hecho de que mucha gente ha perdido su trabajo. Cuando comience el año, vamos a ver una oleada de gente expulsada de sus casas, es cuando expira la moratoria de la mayoría de desahucios. Y vamos a ver esta situación terrible: hay tantísimas casas vacías y tantísima gente que ha sido desplazada que muchos de los nómadas que aparecen en el libro —incluidos los del Rubber Tramp Rendezvous— están posteando vídeos explicando cómo la gente puede vivir en un vehículo si es desahuciada. La cuestión es, cuando tienes cierta cantidad de personas viviendo en la carretera, pueden hacerlo de manera encubierta, pero cuando tienes masas y masas de gente viviendo así, en un país en el que muchas ciudades legislan para hacer ilegal dormir en un vehículo, tienes un problema importante. Y creo que es terrorífico. También está el simple hecho de saber que muy pronto va a haber mucha, mucha gente, ahí fuera, y cómo eso va a influir en la gente que ya está viviendo así.
Una de las cuestiones que explican el fenómeno que describes es el enorme beneficio que una compañía como Amazon obtiene de estos trabajadores itinerantes. ¿Hay alguna manera de hacerlos responsables de esta situación de precariedad?
La gente me pregunta, ¿por qué no se sindican, porque no funcionan en equipo? Básicamente porque están en tránsito y se quedan poco tiempo en los sitios. No tienes el tipo de solidaridad y de organización a largo plazo que te permitiría obtener derechos de un empleador como Amazon. Creo, sin embargo, que hay cosas importantes pasando en este momento en torno a Amazon. El pasado año saqué una historia, que fue portada de Wired, sobre la comunidad somalí y del África occidental en Minneapolis. Fueron de los primeros en organizarse y sentar a Amazon a una mesa para negociar con los trabajadores. Ahora, hay un grupo llamado Athena que es una organización enorme tratando de poner a esa compañía bajo control. En el caso de los nómadas es complicado estar a la cabeza de estos movimientos. Muchos de ellos son tan precarios que, tristemente, están agradecidos por el trabajo, incluso aunque se les explote. Pero esta gente que vive a tiempo completo en comunidades más tradicionales, han llegado a un punto de decir “basta ya”. No creo que vayamos a ver ese movimiento social partir de los nómadas. Es muy interesante que esté viniendo de esas comunidades procedentes de África occidental, en cuanto conservan lazos culturales muy fuertes. Si alguien viene a Estados Unidos desde Somalia hay muchas oportunidades de que hayan pasado por la guerra civil o situaciones extremas. Son comunidades fuertes, que están preparadas para unirse contra la adversidad, precisamente por esas experiencias anteriores.