Opinión
Von der Leyen, Borrell y los 75 años de su jardín colonial en Palestina

La letanía de Israel como “vibrante democracia” es el dogma occidental con el que se encubre la limpieza étnica a los nativos palestinos, su despojo, su expulsión, su apartheid o su reclusión en guetos.
Ursula Von Der Leyen Israel
Von der Leyen declaró que Israel es "una democracia vibrante en el corazón de Medio Oriente" Foto:Pool
28 abr 2023 07:50

El miércoles 26 de abril Ursula von der Leyen felicitó el 75º aniversario de la construcción del Estado de Israel en Palestina. Von der Leyen sólo necesitó los primeros 45 segundos de su homenaje para hacer toda la acumulación que le fue posible de la mitología fraudulenta, racista y fascista con la que occidente siempre ha justificado la invasión de Palestina iniciada por colonos europeos hace algo más de un siglo.

Para que no hubiera dudas sobre la orientación ideológica de su discurso, Von der Leyen desde el inicio mostró su júbilo por el “sueño hecho realidad” del artefacto colonial israelí. El sueño de la creación de Israel fue el sueño de la ideología sionista, y por tanto Von der Leyen asumió de inicio el primer postulado del sionismo. Es decir, el sueño de crear un Estado de colonos extranjeros en Palestina, “y eso es más importante que los deseos de los habitantes árabes que viven en esa tierra”, en palabras de Arthur Balfour, ministro de AAEE británico que en 1917 prometió entregar Palestina a los colonos europeos. La Presidenta de la Comisión Europea hizo suyo el desprecio de Balfour hacia los nativos palestinos, su derechos y su mera existencia, ya que ni siquiera los nombró en su discurso. El aplastamiento a la población nativa, junto con otros rasgos, caracterizan al sionismo como una ideología fascista.

Hay que recordar que el sionismo se declaró ideología criminal y racista por la Asamblea General de la ONU en 1975, y que esa resolución se derogó en 1991 para complacer a Israel y así facilitar los fraudulentos Acuerdos de Oslo de 1993. Fueron derrotas de las luchas descolonizadoras en aquel contexto de inicio de la hegemonía de EEUU tras la caída del bloque soviético. Treinta años después nos encontramos con la paradoja de que lobbies israelíes buscan que la ONU respalde oficialmente el sionismo, el colonialismo y el apartheid en Palestina. Intentan persuadir a Antonio Guterres y Miguel Ángel Moratinos para que la ONU adopte la definición de antisemitismo de la IHRA, que no es más que un burdo contrato de obligación de lealtad al régimen colonial israelí.

En sus encadenados estereotipos, Von der Leyen utilizó las masacres contra las personas judías perpetradas durante siglos en Europa para justificar su “refugio seguro” en Palestina

En sus encadenados estereotipos, Von der Leyen utilizó las masacres contra las personas judías perpetradas durante siglos en Europa para justificar su “refugio seguro” en Palestina. Al expresar esta idea, involuntariamente hizo dos reconocimientos atroces. El primero, que los palestinos deben costear la factura de los crímenes de Alemania y otros países europeos contra las personas judías sin importar el precio que esos nativos palestinos tengan que pagar. El segundo, que todavía hoy las presuntas democracias europeas siguen sin poder garantizar la seguridad de las personas judías y, por eso es necesario que éstas tengan un refugio lejano, siendo eternamente ajenas y casi extranjeras en sus propios países occidentales de nacimiento. Imaginemos si en lugar de personas judías hubiera expresado que, por las persecuciones sufridas en la historia, las personas LGTBI de Europa, completamente diversas y de diferentes países, deberían marcharse y erigir su propio Estado-refugio en un territorio lejano de Asia arrebatado a los habitantes autóctonos.

Ursula von der Leyen también recitó la Biblia para afirmar que Palestina es la “tierra prometida de los judíos”. Utilizar la Biblia como el acta registral de la propiedad de un territorio eleva a una nueva dimensión mitológica ese “mundo basado en reglas” que repetidamente proclaman EEUU y su subordinada UE. Un mundo “basado en reglas” desconocidas al contrario que la definida legalidad internacional que ha triturado Israel. Si la máxima representante de la UE además hubiera alzado y agitado una Biblia con sus manos ante la cámara, se habría replicado el mismo esperpento que vimos en 2019 en el Consejo de Seguridad de la ONU a cargo del entonces embajador del régimen israelí, Danny Danon.

La calificación de Israel en el vídeo como “vibrante democracia en el corazón de Oriente Medio” tiene un significado supremacista idéntico al “jardín europeo frente a la jungla salvaje del resto del mundo” de Josep Borrell. La letanía de “vibrante democracia” es el dogma occidental con el que se encubre la limpieza étnica a los nativos palestinos, su despojo, su expulsión, su apartheid o su reclusión en guetos. Es un elogio idéntico a la democracia de blancos del apartheid en Sudáfrica que expresaban Ronald Reagan y Margaret Thatcher en los últimos años del régimen colonial de Pretoria. Las disputas políticas y judiciales que observamos en la sociedad colona israelí no son diferentes a las que se daban en la sociedad colona blanca sudafricana en el inicio de su cuenta atrás.

Las disputas políticas y judiciales que observamos en la sociedad colona israelí no son diferentes a las que se daban en la sociedad colona blanca sudafricana en el inicio de su cuenta atrás

Ursula von der Leyen nos narra con fingida emoción que ella misma ha visto como el régimen colonial israelí ha hecho “florecer el desierto del Negev”, Naqab en su nombre original palestino. En su visita a esa parte de Palestina renombrada como Israel, la máxima representante de la UE sin embargo no quiso ver las políticas de desposesión de tierras y guetificación forzosa que ese gobierno aplica a los palestinos que tienen ciudadanía israelí. Han vivido durante siglos en el Naqab, han aprovechado de forma autóctona y tradicional los recursos naturales e incluso tienen escrituras de propiedad de la tierra de época otomana. Todo eso no importa, ya que para ella esa región florece cuando, tras la usurpación de la tierra y desalojo de sus dueños, Israel impone una agricultura y ganadería industrial capitalista, acorde con el concepto de economía circular entre metrópoli y colonia. La maquinaria israelí aplica las mismas políticas de expolio y desplazamiento forzoso a sus propios ciudadanos indígenas de tercera categoría que las que aplica a los indígenas no ciudadanos de los guetos de Cisjordania y el de Gaza que sobreviven bajo su dictadura militar.

Al igual que el régimen parasitario de Palestina, Von der Leyen llama a este aniversario el “Día de la Independencia” israelí, buscando crear la idea de que los diferentes colonos de diferentes países que han invadido Palestina estos cien años se estaban independizando de alguien, aunque no se sepa de quién.

Los 45 segundos finales del mensaje son un alegato a “los vínculos y valores compartidos” entre la UE y el artefacto colonial israelí. Al igual que la colonización de Argelia tenía su metrópoli en Francia, o la colonización de Angola en Portugal, la colonización de Palestina tiene en la actualidad una metrópoli conjunta formada por EEUU y la UE, y defenderán ese artilugio supremacista hasta el día antes de su futuro colapso. Ese día no habrá disculpas ni rendición de cuentas por occidente, como tampoco Francia acepta asumir las responsabilidades de sus masacres en Argelia.

La pareja Von der Leyen-Borrell es la sucesora de la pareja Reagan-Thatcher en su defensa del apartheid y el colonialismo hasta que suene la campana. La historia se repite dos veces, ambas como tragedia para los nativos sudafricanos y palestinos, aunque no falta el componente de farsa en esta versión actual al utilizarse la mitología bíblica como argumento.

¿Y qué hay de los indígenas palestinos excluidos en el discurso de Von der Leyen? El negacionismo de su existencia, de sus derechos y de toda la legalidad que les ampara, incluida la legítima resistencia armada, no consigue silenciar los crímenes contra la humanidad perpetrados por el régimen colonial sionista. Ni siquiera los clichés mitológicos y coloniales de su discurso son novedosos u originales.

Todas las colonizaciones europeas por asentamiento de colonos contra poblaciones indígenas (Norteamérica, Australia, Sudáfrica, Argelia, etc.) han sido justificadas de forma similar a la que ha empleado la máxima representante de la UE: “los nativos no existen, y si existieron, no estaban exactamente en ese lugar. Y si estaban en el lugar, no aprovechaban la tierra ni la merecían. Y si utilizaban la tierra, lamentablemente la perdieron y eso es irreversible, ya no se puede cambiar, como mucho les podemos otorgar algunos derechos humanos. Nosotros también tuvimos la necesidad de instalarnos en esa tierra, porque nosotros también somos indígenas de esa tierra”. Éste es el esquema argumental de la negación al indígena y de la justificación invasora que hoy se aplica en regímenes coloniales victoriosos disfrazados de democracias liberales como EEUU, Canadá o Australia. Israel desearía encontrarse en ese grupo en el futuro, pero no será así.

La colonización de Palestina tiene en la actualidad una metrópoli conjunta formada por EEUU y la UE, y defenderán ese artilugio supremacista hasta el día antes de su futuro colapso

Setenta y cinco años después, el constructo israelí está derrotado y acabado en el horizonte. Primero, por la población indígena palestina que resiste por todas las vías legítimas en su tierra, y que ya es mayoría demográfica (52% de la población entre el río Jordán y el Mediterráneo, y aumentando) frente a la sociedad colona israelí (48% de la población y decreciendo). Segundo, porque está derrotado militarmente frente a los palestinos, Líbano y otros aliados, y explicar esto excede del objeto de este artículo.

Por delante sólo tiene una cuenta atrás de menos de veinte años. Cuanto antes descolonice sus estructuras menor será el sufrimiento para los nativos, y menor será el precio a pagar y el sufrimiento que irá creciendo día a día para la sociedad colona.

Mientras tanto, durante los años en que Israel se mantenga en pie, Josep Borrell, Ursula von der Leyen y otros cabecillas de la metrópoli occidental seguirán cuidando ese jardín colonial instalado en el corazón de su racista jungla.

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