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Se planteaba como una encerrona y se terminó convirtiendo en justo todo lo contrario. Si la entrevista en la COPE a José Luis Rodríguez Zapatero ha arrasado en redes sociales es porque las bases sociales del PSOE, y mucho más allá, de buena parte de la izquierda sociológica, necesitaban tras el palo del 28M una buena inyección de autoestima. El ex presidente agarró el toro por los cuernos, sacó pecho de su papel en el final de ETA, dio por muerto y enterrado el Procés, homologó a Bildu como partido democrático, alabó la política económica de Pedro Sánchez y defendió el legado de Irene Montero al frente del Ministerio de Igualdad. Casi nada. ¿Nos hemos hecho zapateristas a estas alturas? No, pero si algo cabe destacar de Zapatero es que ha sido el dirigente del PSOE que menos miedo le ha tenido en su partido a dar batallas culturales. Esta semana lo ha vuelto a demostrar.
ZP llegó casi por accidente a la secretaría general del PSOE en 2000, y de nuevo, contra todo pronóstico, ganó las elecciones en 2004. Liberal en lo económico, fue continuista con las políticas del PP del boom inmobiliario, pero supuso una fuerte ruptura tanto con el aznarismo como con el felipismo en materia social y cultural, dicho esto último, en el sentido más amplio de ambos términos.
Sin romper en ningún momento ni con las vigas maestras de la Transición ni con la ortodoxia económica neoliberal, ZP abrió muchos melones
Zapatero supo detectar bien que el proyecto felipista había caducado y que si el PSOE quería reconectar en el siglo XXI con jóvenes, clases medias y habitantes de la España plurinacional debía presentar una nueva oferta social y cultural más avanzada si no quería quedar relegado a ser sólo un partido de abuelos y abuelas de campo o clase obrera, es decir, de las generaciones criadas en la dureza de la postguerra y que habían vivido ya como adultas el nacimiento del Estado del bienestar. Había que ir más allá: feminismo, memoria histórica, derechos LGTBI, Alianza de Civilizaciones, Estatut de Catalunya, y una idea moderna y plural de España, el mejor destino Erasmus posible: mediterraneidad y modernidad maridados en un mismo país.
Sin romper en ningún momento ni con las vigas maestras de la Transición ni con la ortodoxia económica neoliberal, ZP abrió muchos melones, y por muy moderadas que nos puedan parecer sus reformas, se encontró con grandes enemigos, no sólo fuera, sino también dentro de sus filas. Los barones de la España meridional e interior, Alfonso Guerra, Juan Luis Cebrián y el Grupo PRISA…. ZP plantó batalla cultural y hasta buscó alternativas comunicativas que sirvieran de contrapeso a la hegemonía de PRISA. En 2008 ganó, no sin dificultades, frente a un PP que obtuvo el 40% de los votos. La crisis económica se lo llevó por delante y el movimiento destituyente del 15M le dejó caer después de que iniciara los recortes que el PP llevaría hasta las últimas consecuencias.
El PSOE de Pedro Sánchez debería tomar nota de la determinación de ZP para dar la batalla cultural frente a unas derechas venidas arriba por la ola global reaccionaria
Muy activo, desde la moción de censura ha sido uno de los pocos aliados de peso que ha tenido un bloque de la investidura al que esta semana Juan Luis Cebrián deseaba la muerte a página completa en El País. Y es que las elecciones del 28M han certificado que no basta con ofrecer buenos datos económicos para ganar. Por eso, el PSOE de Pedro Sánchez debería tomar nota de la determinación de ZP para dar la batalla cultural frente a unas derechas venidas arriba por la ola global reaccionaria. Olvidar quimeras como la búsqueda del supuesto votante perdido de Ciudadanos horrorizado por los pactos PP-Vox, movilizar con convicción a los propios y hacer un esfuerzo pedagógico por normalizar entre las bases más conservadoras del PSOE a los imprescindibles aliados, en especial a ERC y Bildu, deberían ser los primeros pasos para la gran confrontación que se viene el 23J. No queda mucho tiempo para tanto y tan atrasado trabajo.