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Opinión
Por una educación que rompa barreras
Hace unos años se publicó una noticia de un chico de 14 años de Mali que murió frente a las costas de Libia el 18 de abril de 2015, cuando el barco pesquero en el que viajaba naufragó antes de llegar a su destino en las costas italianas. El equipo forense encontró, cosido entre sus ropas, un boletín con sus calificaciones escolares que llevaba bien resguardado, probablemente pensando que le abriría las puertas de un futuro mejor en Europa.
Esta noticia me vino a la cabeza ante de la Cumbre sobre la Transformación de la Educación de Naciones Unidas en Nueva York. En concreto, ante la jornada de líderes que se celebra este lunes 19 de septiembre y sobre la que me gustaría creer que saldrán compromisos reales para garantizar de forma solidaria la educación de calidad de niñas y niños, sin que el lugar de procedencia, sexo, etnia o cualquier otra variable sea motivo de discriminación en su acceso.
Las guerras, las epidemias, los desastres naturales, la pobreza extrema o las dictaduras obligan a millones de personas a dejar atrás sus hogares para buscar sitios seguros donde vivir. Muchos de ellos no querrían hacerlo, pero no tienen otra opción para escapar de las balas, las enfermedades o el hambre. Aproximadamente, la mitad de las personas desplazadas están en la infancia o en la adolescencia. Según las estimaciones de Unicef, la cifra de niños y niñas que habían migrado de sus hogares a finales de 2021 era de 36,5 millones. Una cifra sin precedentes.
Para todos ellos, la educación es mucho más que el derecho a aprender. La Convención sobre los Derechos del Niño, en su artículo 29, establece los objetivos de la educación, entre ellos “preparar al niño para asumir una vida responsable en una sociedad libre, con espíritu de comprensión, paz, tolerancia, igualdad de los sexos y amistad entre todos los pueblos”. Pero hasta la fecha los países no han garantizado este compromiso y son muchas las barreras que se encuentran para acceder a una educación de calidad.
En 2018, cuatro millones de niñas y niños refugiados, más de la mitad del total, estaban sin escolarizar, según el último informe de Acnur sobre este problema. Esto ocurre también en España. Cientos de niños y niñas han sido privados del acceso a la educación en Melilla por la política de las autoridades de denegar la escolarización por no poder demostrar su residencia en la ciudad autónoma. Hasta dos familias se enfrentaron a ser deportadas en Marruecos por intentar matricular a sus hijos. Mientras que el Defensor del Pueblo ha constatado no solo estas dificultades, también las que sufren los niños y niñas y adolescentes internos de centros de reforma para acceder a la escolarización, en concreto en la provincia de Málaga.
Las causas tienen que ver con procesos administrativos que impiden que todos los niños y niñas puedan entrar en una escuela
Todos estos han sido casos mediáticos, pero suceden muchos más que no salen a la luz y que no ocupan páginas de periódicos ni minutos de televisión, aunque se esté incumpliendo el derecho a la educación. Las causas tienen que ver con procesos administrativos que impiden que todos los niños y niñas puedan entrar en una escuela. Por ello, es fundamental que de la Cumbre salga un compromiso de agilizar los procedimientos de escolarización, flexibilizar los requisitos de ingresos donde sea necesario y garantizar los recursos para la inmersión lingüística. No debe ser difícil porque consistiría en ampliar la buena práctica que se hizo por la guerra de Ucrania: escolarizar sin miramientos, sin fijarnos en documentos, porque lo importante son ellos, los niños y las niñas del mundo.
Aunque el compromiso no debería quedarse ahí y los gobiernos del mundo no deberían solo flexibilizar los procesos para la escolarización, deberían estar organizados para garantizar la educación de calidad, que va mucho más allá de este paso. Para la niñez migrante o refugiada la educación es la mejor oportunidad que van a tener para poder labrarse un futuro. A veces la única para poder integrarse en una comunidad.
No debe ser difícil porque consistiría en ampliar la buena práctica que se hizo por la guerra de Ucrania: escolarizar sin miramientos
Sin embargo, actualmente, el número de estudiantes que han nacido fuera de Europa que abandonan los estudios es casi el doble, en comparación con los niños que han nacido en Europa, según el informe publicado por Acnur, la OIM y UNICEF. Y mayor es, por supuesto, el problema de escolarización cuando no se está en edad de educación obligatoria. Un migrante en situación irregular directamente no podrá acceder a estudios postobligatorios, y por esto debemos romper con todas las barreras.
Pero el lugar de nacimiento no debería condicionar el derecho a recibir una educación calidad ni la posibilidad de continuar los estudios en un país diferente al que se iniciaron. Lo tenemos escrito en todos los documentos de alto nivel que guían las políticas de los países, especialmente de los europeos. Ahora toca llevarlo a la práctica.