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Migración
La artificialidad del límite: 52 razones más
Hoy tenemos 52 razones más para ponernos en movimiento que las que teníamos el pasado sábado. A la política de cierre de fronteras, de muertes en el Mediterráneo, a la lógica de los CIE y de la explotación, este domingo más de tres millones y medio de personas han dicho abiertamente que sí, que incluso están dispuestas a ir más allá.
El Estado español no es una burbuja al margen de la tónica general que recorre el mundo. El fantasma de la extrema derecha viene recuperando fuerza en Europa y, como es habitual por estas tierras, importamos del continente con algo de retraso. Alemania, Italia, Holanda, Dinamarca, Polonia y un largo etcétera vienen observando cómo cada vez que se sacan las urnas, el odio, la explotación, el racismo y la exclusión se hacen más fuertes. Pero dejemos los análisis sociológicos al mundo académico y salgamos a las calles.
Sin duda el impacto institucional es sumamente relevante en nuestras sociedades, pero este no refleja sino un sentir que se respira en los centros de trabajo, en universidades, en las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades. El discurso mediático más mainstream en torno a las migraciones, que potencia visiones sesgadas y a menudo apoyadas en datos pocos fiables, ha parecido calar hondo en buena parte de la población. Un discurso que pretende culpabilizar de la desigualdad social a aquellas personas que deciden, por muy diversos motivos, atravesar las fronteras europeas. Un discurso que no flota en el aire, sino que se asienta sobre unas prácticas desde hace tiempo integradas en las instituciones y Estados europeos.
La política de exclusión, del titubeo permanente ante la emergencia humanitaria en las fronteras europeas, el mercadeo constante de la población refugiada y el gueto como opción, integran entre la población europea un sentido común racista y xenófobo. La criminalización de las personas migrantes y refugiadas no solo exime de responsabilidad a quien debería asumirla, sino que también asegura una construcción negativizada del otro. El otro como diferente, el otro como amenaza. La migración como “invasión”, como “ola”, como algo que se muestra inasumible por los estados europeos.
Aquí tienen nacimiento parte de los 52 diputados que la extrema derecha ha incluido en las pasadas elecciones en el parlamento español. Cierto es que otros venían compartiendo sus planteamientos, callando ante sus llamadas de odio e incluso legitimando su racismo. Pero más allá del impacto limitado o no en el poder legislativo, nos encontramos ante un cambio sustancial entre el sentir común de la sociedad. No podemos considerar como un hecho casual la coincidencia en el tiempo de estos discursos, con las agresiones a menores migrantes en Madrid o en Catalunya.
Cada voz es un relato que no debe perderse
La Europa fortaleza necesita más que nunca de un discurso crítico que la enfrente y vuelva a poner sobre la mesa un enfoque democrático de la ciudadanía. Ciudadanía como derecho para todos y todas sin excepción, una ciudadanía global que no dependa de la manera en que las fronteras construyen la alteridad.Poner en movimiento el pensamiento crítico implica acercarnos a las migraciones como un fenómeno complejo, acercarnos precisamente desde las voces de quienes las han vivido de cerca y también de quienes las han acompañado. Implica que tengamos ahora más en cuenta que nunca que la interseccionalidad hace de cada vivencia un proceso único y de cada voz, un relato que no debe perderse. Es ahí donde tenemos que escribir la historia. El movimiento tiene barreras y efectos distintos en función del género y la identidad, de la orientación sexual, la procedencia, la clase social y el color de piel, entre otras cosas. Generalizar nunca ha conseguido producir conocimiento fiable, pero lo que sí ha logrado es construir desigualdad.
Los límites son cuestionables cuando son barrera a la justicia social
La sociedad civil tiene que ponerse en movimiento y comenzar a desarticular el discurso. Reflexionar y actuar ante la amenaza palpable de quiénes gritan “¡a por ellos!”. ¿A por quién? ¿Para qué? Los límites son cuestionables cuando suponen una barrera para la justicia social y los derechos humanos. Las fronteras son parte de estos límites en torno a los que reflexionar.Con este horizonte desdibujado, hemos puesto en marcha las jornadas “La artificialidad del límite”, que durarán hasta este jueves 14 de noviembre, en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid. A través de diferentes películas y cortometrajes, nos adentraremos en temas como la construcción de la frontera en los cuerpos de las personas migrantes en clave de género y derechos humanos, o en los efectos de estos muros institucionalizados entre culturas.
Hoy tenemos 52 razones más para ponernos en movimiento.
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No hay más de 3 millones y medio de personas contrarias a la sustitución étnica, los votantes de la caspa voxera, sino que la inmensa mayoría de la población es contraria. En Hungría votaron y más del 90% de la población era contraria a meter refugiados. Aquí no sería tanto, pero si una amplia mayoría. Incluso entre los votantes de Podemos. Vivís en un mundo de ficción.