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Culturas
Ser cultura haciendo comunidad
Es probable que todas las personas que leáis este texto hayáis formado parte de la cultura comunitaria: teatro, conciertos, festivales, danza o recitales, lecturas y creaciones colectivas, talleres y pasacalles, batucadas, tanto al aire libre como en espacios públicos, etc. Aún no siendo conscientes de que ese es su nombre, la cultura comunitaria abarca “cualquier práctica artística que, en un mismo proyecto o actividad, involucra a agentes y a comunidades en procesos creativos de carácter colaborativo y transformador”.
Esta prácticas, tradiciones, procesos, creaciones y transformaciones tan vivas (y a menudo críticas) conciben la creación, mediación y participación artística como parte de las comunidades en las que se inscriben. El término de “cultura comunitaria” incluye un amplio abanico de prácticas, modelos, iniciativas y formas de trabajo desde un enfoque de multidisciplinariedad, hibridación y experimentación lo que dificulta su inclusión en las políticas culturales clásicas (y esfuerzos de documentación y sistematización) que ordenan las prácticas artísticas por disciplinas y sectores .
Por eso seguramente, se hace muy extraño que la cultura comunitaria haya estado tan ausente del imaginario de la mayoría de la ciudadanía en España, mientras que cuenta con un extenso acervo en países del ámbito iberoamericano como Argentina, Ecuador o México; así como en Brasil, el continente africano y en las órbitas francófona y anglosajona. De vuelta en nuestro país, en medio de esta primera pandemia global que fue la Covid-19, un grupo de agentes y entidades de esta cultura se unieron para responder a la simple pregunta de “¿cómo estáis?” y, de ese impulso de ayuda mutua, surgió la potente energía solidaria de estas entidades y agentes que se dedican a la producción y mediación artística y cultural desde la sociedad civil para constituirse en la Red de Entidades y Agentes de Cultura Comunitaria (REACC). Desde entonces, más de 240 agentes y entidades se han adherido a la REACC.
Algunas de las claves que han facilitado el apoyo a la REACC tiene que ver con las necesidades compartidas, las dinámicas de trabajo abiertas y horizontales, el hecho de tener tareas urgentes por acometer... y la alegría. Una de esas tareas era hacer un primer acercamiento y un diagnóstico de la cultura comunitaria en España, un país que carece de medidas de protección social y laboral para profesionales del arte y la cultura y que, sin embargo, ha visto cómo en lo momentos más duros provocados por las crisis encadenadas que vivimos, la cultura y el arte emergía desde las propias comunidades, a menudo facilitadas por tecnologías de acceso abierto, para recordarnos de nuestro propio poder transformador y resiliencia.
Esta primera foto fija de nuestra cultura comunitaria nos la descubre presente y viva en todas las Comunidades Autónomas; de naturaleza híbrida y experimental y de tamaño micro. Además, se rompe la idea de la dependencia exclusiva de lo público al demostrar que es capaz de generar recursos para mantenerse, aunque las alianzas con las administraciones públicas son esenciales para asegurar los derechos culturales así como una cultura crítica y de calidad. Una cultura que es punta de lanza de innovación al combinar de forma accesible distintas áreas de acción que conectan con otros movimientos ciudadanos, cada vez más en pie por una manera de estar en el mundo que nos agota como individuos, sociedades y planeta. Las conexiones con la agroecología o el ecofeminismo así lo atestiguan. Una cultura que se siente incómoda ante las etiquetas, que analiza de forma crítica y propone poniendo el “nosotras” por delante. Así, es una cultura fuertemente conectada con otras luchas ciudadanas y con iniciativas transformadoras internacionales. La inclusión de la REACC en el proyecto europeo Amplify que ha logrado incluir la cultura como demanda ciudadana para el Parlamento Europeo da buena prueba de ello.
Esta forma de “ser cultura haciendo comunidad” encuentra en la Economía Social y Solidaria la mejor manera de consolidar una actividad económica para asegurar la sostenibilidad de sus actividades y las personas que lo hacen posible, como ya exploramos en el ciclo Cultur-ESS .. Ante el contexto desalentador de que solo el 5% de las personas que se dedican a la cultura comunitaria declaran poder vivir de ello, las asociaciones y cooperativas que conforman más del 50% de las iniciativas formalmente constituidas de la cultura comunitaria buscan ofrecen modos de vida basados en lo que de verdad necesitamos. Tras dos años de sólida andadura, la REACC prepara desde hace meses su primer encuentro presencial en Toledo a finales de febrero. Más de 40 representantes de la cultura comunitaria se encontrarán para intercambiar aprendizajes y dibujar, en común, las bases de una hoja de ruta para los próximos dos años que combine la acción y el soñar colectivo, entrelazándose con otras personas, colectivos, entidades e instituciones para poner a la cultura comunitaria en el mapa de las transiciones lideradas por la ciudadanía para el bien común.