Masculinidades
K-Pop, las nuevas masculinidades en tierras confucianas

En Corea un nuevo formato de hombre, los kkonminam, pone sobre la mesa formas más laxas de entender la masculinidad. Lo hace a través del k-pop, los dramas, el cine… Y bajo la atenta mirada del capital.

k-pop

La dinastía Joseon (1392-1897) institucionalizó en Corea el carácter neo-confuciano del Estado y de la sociedad. Con él se instaló una lógica patrilineal que hoy se manifiesta “a través de la conciencia, los patrones de comportamiento y las instituciones de la sociedad”, como lo plantea la investigadora de la Universidad Nacional de Seúl, Alejandra León. Tras el proceso industrializador y el salto a las urbes, más permeables, el confucianismo ha perdido vigencia pero permanece sedimentado en una serie de consensos implícitos.

Así, la configuración de la masculinidad en Corea del Sur se ha vinculado a la larga herencia confuciana. Tras la guerra (1950-1953) se hizo hegemónica una idea de masculinidad patriótica, militarizada, asociada a los “hombres guerreros” que tienen en el servicio militar —obligatorio desde 1957— “un rito de paso por el que se descubre la auténtica masculinidad”, según el sociólogo Seungsook Moon. Durante la dictadura de Park Chung-hee (1963-1979) se masculinizó la idea de traer gloria a la nación, ya fuera en lo militar o en lo económico, y no es casualidad. Fueron los años de configuración de la economía de los chaebol que hoy gobiernan Daehan Minguk, esos grandes conglomerados (Samsung, Hyundai, LG…) que actúan como un gran Leviatán donde se reproducen de manera explícita las jerarquías de clase y de género.

Tras la guerra se hizo hegemónica una idea de masculinidad patriótica, militarizada, asociada a los “hombres guerreros” que tienen en el servicio militar “un rito de paso por el que se descubre la auténtica masculinidad”

La incorporación de la mujer al mercado laboral actuó como el gran motor de transformación en materia familiar. Al percibir un ingreso, cambió su posición en la toma de decisiones, alterando por arrastre el modelo de paternidad. En conversación con María del Pilar Álvarez, investigadora y directora de la diplomatura en Estudios Coreanos de la USAL, se comprenden mejor aquellos años: “Tenemos un proceso de modernización acelerado que provoca unos cambios muy abruptos en las relaciones de género y, sobre todo, en las relaciones familiares y en las formas de organización social. Pero esa nueva Corea sigue siendo una Corea en la que si bien la mujer se incorpora al mercado laboral de lleno y es incentivada para acceder a la Universidad, también conserva patrones muy tradicionales. Tenemos una familia donde el hombre, como en toda sociedad patriarcal tradicional, es el jefe del hogar”.

ESOS CHICOS CON MAQUILLAJE

Cuando el gobierno surcoreano levantó las restricciones a la entrada de bienes japoneses en los años noventa, no lo hizo con la voluntad de esparcir los manga shōjo en el país, pero ocurrió. A menudo estas obras están protagonizadas por bishōnen, hombres asociados a un modelo de masculinidad en ocasiones cercano a la androginia y que definitivamente se aleja de los rígidos esquemas de la masculinidad corporativa y militar. Este formato de ser hombre penetró en Corea, siendo caldo de cultivo para los kkonminam o Flower Boys.

Ciertamente las condiciones para la emergencia de un nuevo modelo de masculinidad estaban dadas, pues se había generado un vacío. Como plantea Álvarez, “estamos pasando de una Corea donde el hombre muy joven se hacía cargo de su familia a una generación que ingresa al mercado laboral mucho más tarde”. Acceder al puesto de hombre proveedor es hoy un proceso mucho más complejo y, sobre todo, lento.

Desde luego, problematizar las masculinidades de Asia Oriental desde nuestros países es complejo. La mirada occidental sobre los hombres asiáticos ha estado durante mucho tiempo envuelta en un aura de negación, arrebatándoles cualquier atisbo de atractivo o carisma a través de las estereotipadas representaciones en el cine y la televisión. Pero esta reciente propuesta de cómo entender lo que significa ser hombre lo trastoca todo. A diferencia de experiencias concretas en la música occidental (MCR, Green Day, David Bowie…), las bandas surcoreanas de flower boys, que se fraguaron en el k-pop de los años noventa, con pioneros como Yang Joon-il, son el mainstream y no una transgresión. Dentro del país ya copan portadas y se erigen como uno de los grandes modelos de conducta.

A los rostros impolutos producto de las skincare routines, el maquillaje y las pequeñas cirugías se han de sumar hombros anchos, alturas de más de 1,80 metros y una expresividad típicamente masculina cuando la situación lo requiera, sin perder la sensibilidad. El chico perfecto de alguna forma recuerda a los antiguos guerreros hwarang. Como Yoo Shi-jin, del drama Taeyangui Hooye (“Descendientes del sol”, 2016) o Ri Jung Hyuk, de Sarangeui Bulsichak (Crash Landing on You, 2019)

Es una masculinidad versátil. La libertad de oscilar entre lo masculino y lo femenino abre un abanico de posibilidades que, por supuesto, desafían algunos marcos tradicionales. Basta observar a miembros de la banda BTS para comprobarlo. Ropas color pastel, patrones femeninos, pendientes, gargantillas… Toda una fabulosa carta de presentación. Además, y aunque pudiera pasarse por alto, el autocuidado y la puesta en conversación de su propia salud mental reman contra el estoicismo que se le presume al hombre. También los bailes combinan poses asociadas a lo masculino con la elegancia y la dulzura. Aquellos flower boys desbordan la categorización de “metrosexuales”, por cuanto amputan el binarismo de género a casi todo lo vinculado a la estética.

En 2011, Corea del Sur registraba el 21% del consumo global de productos cosméticos masculinos y las cifras de operaciones estéticas (invasivas y no invasivas) son astronómicas

Pero, ¿y si no es más que oro todo lo que reluce? Casi todo lo imaginable está inmerso en las dinámicas del capital y esta nueva forma de entender la masculinidad no queda fuera de la ecuación. En 2011, Corea del Sur registraba el 21% del consumo global de productos cosméticos masculinos y las cifras de operaciones estéticas (invasivas y no invasivas) son astronómicas. Además, estas nuevas figuras masculinas son utilizadas dentro del país como reclamo publicitario para vender productos incluso a mujeres.

Si bien esta lógica engancha con la tendencia global en las sociedades de consumo de comercializar todo tipo de productos que valorizan la imagen personal como factor de competitividad, en Corea adquiere una nueva dimensión por cuanto la apariencia física es, en muchos casos, verdaderamente diferencial a la hora de acceder al mercado laboral privado. Para muchos jóvenes en busca de trabajo, tener una buena presencia es tan importante como tener un buen currículum.

Que estas nuevas masculinidades están atravesadas por la clase y el estatus parece evidente. No por azar el barrio Gangnam es uno de los epicentros de la moda y la cosmética en Corea del Sur, también es uno de los barrios que concentra un mayor poder adquisitivo en el planeta y representa un verdadero locus amoenus. Por lo general, la representación de los kkonminam se conecta con cierto acceso al consumo. Sin dinero, difícilmente hay flower boy, lo que les eleva a la categoría de verdaderas figuras aspiracionales. No se piensa únicamente en el acceso a la ropa, las cremas y los accesorios, sino a la tecnología o a la presencia en determinados ambientes. Diferentes elementos que rodean el ideal y que no están al alcance de muchos jóvenes “de cuchara sucia”, es decir, del 90% de familias de clase trabajadora con bajos ingresos.

Además, cuando se observan ciertos elementos de la situación coreana en materia de género, sexualidad e identidades, podría pensarse que esta interesante reconfiguración de la masculinidad es un oasis en mitad de un gran desierto. De un total de 153 países, Corea del Sur ocupa el puesto 108 del Global Gender Gap Report para el año 2020, que mide la desigualdad de género. El matrimonio homosexual todavía no está contemplado por la ley y ciertos cambios se han producido —como casi todo en Corea desde los años sesenta— a un ritmo demasiado vertiginoso. Explica María del Pilar Álvarez que “en Corea hay que terminar de asimilar el divorcio y ya se quiere discutir el movimiento LGTB y de la familia ensamblada… Y todavía la sociedad no aceptó bien la idea del divorcio en sí mismo. Es muy complejo, que se den tantos cambios en tiempos tan cortos provoca cortocircuitos de asimilaciones”.

DE COREA AL MUNDO PASANDO POR CHINA

El término hallyu hace referencia a la ola que se extiende a diversos puntos del globo y que tiene que ver con el cine, los dramas, la gastronomía, la moda, la estética y la música coreanas. En Europa y América Latina es de rápida percepción esta lógica, con fandoms organizados y operando en redes sociales y un auténtico boom de todo lo coreano. En China, esta influencia tiene características propias. Ya en la década del 2000, bandas como H.O.T., Baby V.O.X. o S.E.S. ocupaban las revistas culturales de mayor tirada en el gigante asiático. La “Paz de Quinientos Años” que teoriza Giovanni Arrighi en su magnífica obra Adam Smith en Pekín pareciera encontrar un peculiar nuevo capítulo en este intercambio cultural dado que, pese a existir algunas restricciones, es indiscutible la presencia de producciones coreanas en la “nación del centro”.

Sucede que en China también existe una noción, junzi, que evoca una forma rígida de masculinidad que persigue la virtud, la caballerosidad y la prosperidad para la nación. Durante siglos, ha estado presente en el imaginario colectivo como una de las más importantes aspiraciones que han de tener los hombres chinos. Incluso para algunos, como el sociólogo experto en masculinidades Yu Qiuyu, solamente la existencia de la personalidad junzi permite la continuidad de la cultura china. Como en Corea, este diseño tradicional se comienza a percibir desprotegido frente a las nuevas y versátiles masculinidades. Y si bien los idols coreanos siguen estando varios pasos por delante, nuevos iconos chinos de características similares han ido emergiendo. Los xiao xian rou, equivalentes a los kkonminam, también subvierten las formas tradicionales.

Como sea, su expansión está todavía en estado embrionario y ofrece más dudas que certezas. Por ejemplo, no queda claro cómo podría incrustarse esta tendencia en economías en vías de desarrollo con un menor acceso al consumo, o cómo desplazaría formatos sostenidos por rígidos sistemas legales o religiosos. Y, sobre todo, no es posible asegurar que pueda tener espacio efectivo en sociedades que han dibujado sus masculinidades alejadas de la esfera confuciana.

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¿De verdad no compartimos nada con ese bombero, ese informático, ese concejal, ese periodista que participaron en el horror de Dominque Pélicot?
#72671
26/10/2020 12:03

Esto no es una nueva forma de concebir la masculinidad, ni una forma de flexibilizar el rol de género ni nada de eso. Esto es capitalismo, una moda para sacar pasta. Esto es otra forma de integrar en el sistema al disidente, venderle su disidencia online y mandársela a casa por Glovo para que se haga un selfie, lo cuelgue en Instagram y todo el mundo vea lo moderno que es.
Y la lucha de clases ¿pa cuando?.

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#72531
24/10/2020 8:18

hablaba de coreanos y ponía la foto de un tailandes, buen artículo igualmente 🤦‍♀️

26
2
#72469
23/10/2020 11:48

Si las feministas desean que los hombres se conviertan en esto, que venga ya el asteroide y que acabe con el planeta, así podremos empezar de cero

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38
#72497
23/10/2020 20:01

Las neofeministas no nos representa a nosotras, obviamente no me gustan los hombres maquillados y con las uñas pintadas

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32
#81204
27/1/2021 20:56

Pues tu te lo pierdes. Echa un vistazo Kim Taehjung BTS), una alegria para la vista...

23
0
#72522
24/10/2020 4:35

https://es.wikipedia.org/wiki/Sobao

0
14
#72666
26/10/2020 9:32

Vete a trabajar al circo, allí te esperan tus amigas

2
10
#72496
23/10/2020 19:54

Vaya nivel de misandría se percibe entre las lectoras de este medio

3
26
#72468
23/10/2020 11:47

Cada vez me cuesta más empatar con la intelectualización del gusto por un estilo o producto cultural ¡Y mira que me encantaba! Supongo que el presente contínuo, la cancelación del futuro y el eterno retorno de la nostalgia --más acerada, mejor reproducida, más atractiva-- hicieron mella en mis gustos.
El altísimo nivel de producción musical y escénica o la inmaculada presentación de los empleados/escogidos en cásting/ casi sirvientes/ me hace pensar en "Primeros materiales para una teoría de la Jovencita", o cómo los mismos métodos coercitivos y aplastantes que sometían a la juventud surcoreana a la tiranía de la servidumbre militar, ahora se reciclan en algo más suave, sin aristas, vendible pero por lo que hay que morir igualmente
¿O no sucede cada cierto (y no muy breve) tiempo que una persona empleada como cantante de estas bandas acaba con su vida?
Las "nuevas masculinidades" sigue siendo algo vago, que necesita escoger ejemplos ad hoc y sin contextualizar de "antiguas masculinidades". En cambio, la necesidad del Moloch/Mammón por sus sacrificios sigue fresca desde los tiempos de Fenicia.
Gracias a la autora del texto porque sí que me ayudó a estas reflexiones.

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#72479
23/10/2020 15:20

Yo creo que entender la masculinidad de forma más amplia es importante, pero tampoco lo proyectaría en el K-Pop, que al final como industria tampoco difiere mucho de lo que hace Disney con sus estrellas infantiles.

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#72456
23/10/2020 10:15

Qué buen artículo. Corea es un país muy poco conocido!

4
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#72452
23/10/2020 6:59

Interesante análisis de una tendencia cada día más presente en la vida de nuestros adolescentes. Gracias

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