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Empresas recuperadas
Andrés Ruggeri: “Macri dejó un desastre difícil de imaginar, las empresas recuperadas sufrieron mucho”
Andrés Ruggeri es uno de los investigadores que ha documentado de forma más extensa y profunda el fenómeno de las empresas recuperadas en Argentina.
La tradición de autogestión y toma —término referido a la ocupación del lugar de trabajo— en Argentina viene de lejos. Los inmigrantes anarquistas europeos, sobre todo españoles e italianos, influyeron notoriamente en el ambiente ideológico del país latinoamericano durante la primera mitad del pasado siglo XX. Aún resuenan los ecos de las insurrecciones populares y tomas de los 70, los conocidos como cordobazo y mendozazo (Azzelini y Ness, 2017. Poder Obrero. La Oveja Roja. Madrid).
Hijo de estos movimientos, inseparables del peronismo, tras la turbulenta crisis del corralito, se sucedió un nuevo fenómeno de tomas. Es aquí donde nacen las Empresas Recuperadas por sus Trabajadores (ERT). En constante amenaza, estas cooperativas de trabajadores tratan de dar una solución a un problema que ni el mercado ni el Estado logran solventar: la precariedad y la pobreza.
Uno de los mayores entendidos en la materia es el profesor Andrés Ruggeri, que lleva años trabajando estrechamente con las ERT. Su trabajo de recopilación en la Capital Federal se antoja fundamental. ¿Qué son las empresas recuperadas?, escrito por Ruggeri en 2017, es imprescindible para aquellos que quieran aproximarse a estas iniciativas.
En Europa existen pequeñas iniciativas autogestionadas, prácticamente de subsistencia, sin embargo, en Argentina hay empresas recuperadas de todos los tamaños, desde pequeños restaurantes en el barrio de Palermo a fábricas enormes como FaSinPat-Zanón. ¿Cómo son las ERT?
Las ERT son muy diversas y heterogéneas, pero, aunque hay pequeñas, no se tratan de iniciativas de subsistencia, sino de empresas, unidades económicas que los colectivos de trabajo mantienen en funcionamiento a través de la autogestión. Si hay niveles de subsistencia es por las enormes dificultades que el capitalismo actual le pone a todo lo que no respete el molde de la economía del fundamentalismo de mercado.
Muchas de estas cooperativas están al borde de la desaparición porque nunca pudieron superar obstáculos jurídicos, falta de financiamiento o políticas macro que destruyen la industria. Pero en la mayoría de los casos, se trata de empresas que tienen un promedio de 40 trabajadores, en muy diversos rubros productivos o de servicios, incluyendo fábricas relativamente grandes como FaSinPat-Zanón o Textiles Pigüé.
El Hotel Bauen se encuentra en una posición complicada. ¿Cuál es la situación actual?
Creo que es difícil de explicar fuera del contexto argentino. Ahora no pasa nada, a pesar de que el hotel tiene una orden de desalojo vigente y sin posibilidad de apelación porque pasó por todas las instancias —aunque hay un recurso presentado a la Corte Suprema — y varias clausuras por distintas causas. A pesar de todo esto la cooperativa no fue desalojada y el hotel está funcionando bajo gestión obrera.
“En el caso del Hotel Bauen, los trabajadores se dieron una estrategia de legitimación social y política que hace que un desalojo sea un costo político que nadie quiere asumir, empezando por la jueza”
Lo que sucede es que los trabajadores se dieron una estrategia de legitimación social y política que hace que un desalojo sea un costo político que nadie quiere asumir, empezando por la jueza. Es como si los gobiernos y jueces se pasaran la pelota para ver quién lo hace, y finalmente no lo hace nadie. Ahora se supone que hay un Gobierno que no va a avalar una acción violenta contra el Bauen, y por lo tanto todo está parado.
Ahora bien, esa situación de impasse tampoco es buena para la cooperativa porque no puede desarrollar una estrategia de consolidación del Bauen, que al final de cuentas es un hotel y vive de tener clientes. Es muy difícil alojarse en un lugar donde no se hacen inversiones porque no se sabe cuánto va a durar y que puede ser desalojado en cualquier momento. Ese es un gran costo para la cooperativa.
Tras 2001 hubo una gran oleada de tomas y parece que se produjo un repunte en los últimos años. ¿Qué lleva a un grupo de trabajadores a decidir dar este complicado paso? ¿Cómo son los trabajadores de las ERT?
Los trabajadores recuperan empresas cuando no ven otra opción para seguir trabajando. La legislación en seguridad social en Argentina se ha ido debilitando desde los años 80, no hay seguros de paro dignos de ese nombre, por lo tanto, la pérdida del trabajo es un salto a la precariedad estructural.
La ocupación generalmente se hace como forma de protesta y de llamado de atención, esperando la resolución del problema por intervención del Estado, pero al no haber soluciones, y si logran conservar la empresa en su poder, el camino de la autogestión aparece como una opción válida y posible.
“La defensa del trabajo es un valor social ampliamente aceptado y hace que los trabajadores que recuperan fábricas y empresas sean bien vistos por la sociedad”
Otro aspecto importante es que la defensa del trabajo es un valor social ampliamente aceptado y hace que los trabajadores que recuperan fábricas y empresas sean bien vistos por la sociedad.
Digamos que principalmente logran mantener la fuente de ingresos, frente a la alternativa del desempleo, pero ¿en qué cambia su situación laboral tras la toma?
En muchas cosas. Para bien se sacan de encima al patrón, se autoorganizan, definen por sí mismos muchos aspectos del trabajo: cuánto ganan, el reparto de excedentes, fines sociales, etc. Pero al mismo tiempo pierden derechos laborales de los asalariados porque la legislación argentina para las cooperativas no contempla a los trabajadores de la autogestión como tales, sino como miembros de una sociedad empresaria. Eso tiene costos en cuanto a derechos ganados por el movimiento obrero.
Digamos que es un poco la paradoja de la autogestión, en cierta manera, siguen necesitando el mercado y la mediación del Estado.
Porque son islas de autogestión dentro del capitalismo, no hay forma de que no se desempeñen en el mercado, por lo menos para mantener salarios para cierto número de trabajadores que sostienen familias, viviendas, con necesidades de salud, educación. Esa es la gran diferencia con los ejemplos de experiencias de autogestión de subsistencia que mencionabas al principio, o con experimentos radicales conformados por militantes que están dispuestos al sacrificio o que tienen una familia con una casa cómoda en que respaldarse cuando la cosa se pone dura.
Aquí también nos encontramos con los límites de la herramienta estatal. ¿Qué puede hacer el Estado por las ERT?
Como mínimo no atacarlas. Y desde esa base hay muchas cosas que puede hacer para, por ejemplo, devolver derechos laborales, reparar injusticias de la legislación que solo está pensada para las empresas de capital. Lo ideal es que la herramienta estatal esté disponible para asegurar el traspaso de la empresa a los trabajadores, brindar herramientas de inversión y de tecnología que de otro modo serían inalcanzables para un grupo de trabajadores que estuvo meses o años sin salario, pero no intervenir en el desarrollo de la autogestión, solo ser palanca para su desarrollo. Esto, por supuesto, solo se puede dar en circunstancias políticas muy particulares.
La etapa de Macri desde 2015 fue dura en este aspecto: el tarifazo, desalojos violentos, etc. Sin embargo, el kirchnerismo se mostró históricamente más permisible. ¿Qué escenario se abre tras la llegada al poder de Alberto Fernández?
Hay esperanzas de que la situación mejore, pero el escenario es muy complejo, Macri dejó un desastre difícil de imaginar, las empresas recuperadas sufrieron mucho en ese período. Llegan con deudas enormes, capacidad productiva mínima, nula capacidad financiera, etc. Se espera que mejore la macroeconomía y se recupere el mercado interno, pero sobre todo hay expectativa en que aparezcan esas herramientas de apoyo que hablábamos antes.
“Especialmente en temas de género, hay mucho campo para avanzar porque la autogestión permite introducir el problema de una manera que sería imposible en empresas bajo patrón”
Por otro lado, vemos como en todo el mundo proliferan los nuevos movimientos sociales como el feminismo o el ecologismo. ¿Hay cabida para ello en las ERT?
Sí, por supuesto, pero siempre que tengamos en cuenta las particularidades del movimiento y la situación que atravesaron, que no se trata de sectores medios universitarios sino de trabajadores y trabajadoras que en muchos casos están al borde de la supervivencia y en graves problemas sociales. Eso no significa que no se pueda avanzar, sino que no siempre se van a tratar de la misma manera que en otros ambientes sociales.
Especialmente en temas de género, hay mucho campo para avanzar porque la autogestión permite introducir el problema de una manera que sería imposible en empresas bajo patrón. En muchas fábricas hay comisiones de mujeres, y las líderes femeninas son frecuentes.
Existen movimientos de un carácter similar o, que al menos, buscan poner en duda la propiedad de los medios de producción, por una cuestión de supervivencia; como bien podría ser el Movimiento Campesino de Santiago del Estero. ¿Qué similitudes encuentras?
Hay algunas cuestiones similares porque el origen y la razón de ser de los movimientos tienen que ver con la resolución de necesidades como el acceso al trabajo o a la tierra, pero también grandes diferencias. La lucha en ambientes urbanos y fabriles es más típica del viejo movimiento obrero que de los llamados nuevos movimientos sociales. Las ERT se pueden pensar en una suerte de combinación de ambos, pero con una perspectiva futura de creación de una alternativa a la economía capitalista en la propia práctica colectiva.
De alguna forma las ERT contribuyen a crear comunidad allí donde se encuentran. ¿Qué rol desempeñan?
Un rol activo, porque para recuperar una empresa hace falta la comunidad, y después es la empresa autogestionada la que debe volcarse a la comunidad. Esto se manifiesta en muchas instancias de lo que se llama la fábrica abierta: actividades culturales, educativas, solidarias, en los espacios de la ERT, y también la participación junto con otros movimientos.
Soy antropólogo de la Universidad de Buenos Aires, empecé a trabajar con las empresas recuperadas a principios de 2002, a través de lo que en Argentina se llama extensión universitaria, algo así como un departamento de relaciones comunitarias, para trabajar con sectores no universitarios. Ese año creamos en la Facultad de Filosofía y Letras el programa Facultad Abierta, con la idea una acción amplia con movimientos sociales. Pronto nos concentramos en la autogestión, en lo que sigo hasta hoy.
Al principio éramos uno de tantos grupos que íbamos a visitarlas o a intentar ayudar. En la crisis de 2001 y los años siguientes, las recuperadas como otros movimientos sociales despertaron mucho interés y solidaridad, pero también se convirtieron en una especie de moda académica.Después, con el correr de los años, nos fuimos quedando solos, y nuestra relación con la organización se estrechó porque nos empezaron a ver más como pares. Creo que es mucho más lo que nos dieron estas experiencias a nosotros que al revés: un campo de estudio y reflexión, de aprendizaje, incluso de organización y de militancia. Lo que les damos es visibilidad, incluso internacional, apoyo cuando podemos, herramientas de formación y asesoramiento, etc.
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Excelente artículo y trabajo.
Solo me gustaría puntualizar que el concepto "toma" es más amplio, que va desde okupaciones permanentes, en cuanto a lo laboral, como a temporales como las tomas de sedes univerisitarias o colegios. Y lo temporal es entrecomillado porque es temporal en cuanto a lo edilicio pero permanente en cuanto a activimo político.