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Lobo
El lobo, la democracia y el infierno
Este mes de diciembre se celebrará la 44ª reunión del Comité Permanente del Convenio de Berna que se encarga de evaluar el estado de conservación de las especies silvestres. En ella se votará acerca de la propuesta aprobada por la Unión Europea el pasado 26 de Septiembre para rebajar la protección del lobo, de modo que esta especie pase de estar incluida en el apéndice II de especies estrictamente protegidas ―que prohíbe totalmente su caza― a figurar en el apéndice III de especies protegidas, que permitiría a los estados firmantes su caza “teniendo en cuenta la conservación de sus poblaciones”.
Esta propuesta comunitaria se aprobó con 21 votos favorables, 4 abstenciones (de Bélgica, Chequia, Eslovenia y Malta) y sólo dos votos en contra, los de Irlanda y España. Contó también con el rechazo manifiesto de más de 300 organizaciones sociales, ecologistas y animalistas de todo el continente. Por fortuna, para ser aprobada necesita dos tercios de los votos de los países firmantes del Convenio de Berna y no parece probable que se consiga esa mayoría, pero de lograrse sería el paso previo para la modificación de la legislación europea en el sentido de rebajar la protección actual de la especie en la Directiva Hábitat, lo que daría base legal a los países miembros para sacar al lobo del Listado de Especies Protegidas, desandando el largo camino de la protección del más emblemático carnívoro de los ecosistemas europeos.
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El lobo en el futuro pospetróleo
La razón que se aduce para este paso atrás es que la población europea del lobo ha mejorado su estado de conservación y duplicado su contingente en la última década, pasando de 11.193 ejemplares en 2012 a 20.300 en 2023. Esto, según las autoridades comunitarias, “ha generado problemas socioeconómicos… y daños al ganado”, reportando una cifra redonda de 65.000 cabezas de ganado muertas al año por la predación de los lobos. Pero todos esos datos no están respaldados por ningún estudio solvente, ni por informes científicos fiables. De hecho, las cifras de ganado caído son sistemáticamente exageradas, y nuestro país es un claro ejemplo de como las organizaciones agrarias aportan, lógicamente sin prueba alguna, unos datos que son sencillamente imposibles y en los que encima se adjudican al lobo ataques que son responsabilidad de perros asilvestrados, descuidados y abandonados.
Abandonados muchos de ellos, precisamente, por otro sector que clama contra la protección del lobo: el de la caza. Aunque los perros son, de largo, los principales responsables de ataques al ganado, nadie plantea su exterminio, al contrario de lo que pasa con el lobo, lo que demuestra que la inquina que ciertos sectores sostienen contra el lobo obedece más a prejuicios irracionales y subjetivos que a los perjuicios objetivos que el lobo produce a la desmesurada e insostenible cabaña ganadera peninsular y europea. A veces, un simple prefijo explica todo.
La inquina que ciertos sectores sostienen contra el lobo obedece más a prejuicios irracionales y subjetivos que a los perjuicios objetivos que el lobo produce a la desmesurada e insostenible cabaña ganadera peninsular y europea
La propuesta de rebajar la protección del lobo impulsada por la UE y, muy específicamente, por la presidenta de la Comisión, Úrsula von der Leyen, no responde por tanto a una mejora sustancial de la conservación del lobo ni a ningún criterio avalado por la ciencia, sino que forma parte de la batalla cultural que las derechas extremas están dando en toda Europa. Una batalla paralela a la emprendida contra las tímidas políticas verdes y la muy débil la inquina que ciertos sectores sostienen contra el lobo obedece más a prejuicios irracionales y subjetivos que a los perjuicios objetivos que el lobo produce a la desmesurada e insostenible cabaña ganadera peninsular y europea, por no decir ridícula e inexistente, lucha contra el cambio climático, en la que las derechas radicales todas, con su negacionismo climático y su ecofobia están instrumentalizando hábilmente el malestar del mundo rural para la obtención de sus objetivos espurios.
Países como el nuestro, en que el sistema electoral concede una sobrerrepresentación a las provincias más deshabitadas y con más extensos espacios rurales, son un ejemplo de cómo la demagogia contra el lobo sirve para obtener votos para una derecha ideológica cerril que no se circunscribe al PP y sus excrecencias más extremistas, sino que incluso coloniza a muchas federaciones del PSOE. Ahí tenemos el ejemplo asturiano, en dónde a base de atizar el odio y el conflicto con el lobo, Adrián Barbón cosecha buenos réditos electorales. Otro ejemplo es el interés del gobierno de la Junta de Castilla y León en ofrecer datos falsos tanto de manadas presentes en su territorio, como de ataques a la cabaña ganadera, con el insidioso objetivo de generar miedo, tensión y una opinión pública que presione para la desprotección del lobo, mientras sigue tolerando prácticas ilegales como el uso de veneno y el furtivismo.
Esta presión desde diversos niveles institucionales e instancias sociales para que se pueda volver a cazar al lobo en nombre de la protección de los ganaderos y del mundo rural parte de un argumento que la etología y la ciencia ecológica ha demostrado absolutamente erróneo: el control letal de esta especie no evita daños al ganado sino que es contraproducente porque al abatir ejemplares se desestructuran las manadas, se reduce la capacidad de éstas de predar sobre ungulados salvajes y se provoca justo lo contrario de lo que en teoría se pretende: de este modo aumentan los ataques desesperados a la ganadería, que siempre es un objetivo más fácil, sobre todo porque los ganaderos se han acostumbrado en estos decenios pasados a dejar a los rebaños sin guarda y protección, sin pastoreo presencial, sin redileo, sin mastines. Por el contrario, si los grupos permanecen cohesionados y sin perturbaciones los lobos cazan fundamentalmente presas silvestres, especialmente corzos, algo que demuestran estudios sobre la dieta de estos cánidos realizados por el CSIC.
Lo que motiva esta estrategia implementada por las derechas no es defender a la ganadería y al campo, sino exacerbar el conflicto y la polarización política, deslegitimar a la ciencia como hacen igualmente con su negacionismo climático y desgastar la democracia
En el fondo lo que motiva esta estrategia implementada por las derechas no es defender a la ganadería y al campo, sino exacerbar el conflicto y la polarización política, deslegitimar a la ciencia como hacen igualmente con su negacionismo climático y desgastar la democracia, utilizando de un modo maligno y tóxico la incultura y la marginación del mundo rural. Lo triste es que esta táctica retrógrada cosecha complicidades incluso entre segmentos sociales y políticos a los que se les presumía algo más de sentido común; valga un ejemplo: Bildu, vergonzosa e inexplicablemente, se abstuvo en la votación de la propuesta parlamentaria del PP para sacar al lobo del LESPRE (Listado de Especies Protegidas).
Que en la región extremeña no se hayan tomados medidas de concienciación, divulgación e implementación de medidas de autoprotección para los rebaños extensivos, pese a tener la evidencia de que el norte de Cáceres es zona de expansión del lobo, forma parte de esta misma estrategia ecófoba y de polarización ideológica: la administración regional parece que prefiere tener conflictividad rural y desviar así la atención de los muchos problemas reales de la ganadería culpando al chivo expiatorio del lobo, como hacen en Castilla y León. Y, en este sentido, lo mismo da el gobierno del PP con o sin Vox, que el del PSOE. En el odio al lobo y a la naturaleza salvaje en esta región hay consenso. Y el odio, por desgracia, da votos.
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Lobo en Extremadura El lobo viene, y viene para quedarse… Bienvenido sea
Incluso en el conservacionismo cuecen habas: la postura ambigua respecto al lobo de organizaciones como la SEO, la Fundación Oso Pardo y otras es sencillamente aberrante, como si la protección de unas especies fuera posible mientras otras son perseguidas, como si el patrimonio faunístico fuera divisible en reinos de taifas particulares. También hay organizaciones que en nombre de la “mediación” y equidistancia en el conflicto dan peso y legitimidad a sectores que se oponen a la protección y a la conservación por motivos puramente particulares, como los ganaderos y los cazadores. Angel M. Sánchez, Director del Voluntariado Nacional Censo Lobo Ibérico que, en coordinación con la Universidad de Alcalá, realiza en la actualidad el censo más solvente de la especie, afirma que “los sectores privados, que a veces tienen intereses contrarios a la protección de la biodiversidad, no deberían formar parte de las mesas de decisión sobre conservación”.
Y es que, efectivamente, la conservación del lobo y del resto de los grandes carnívoros es una cuestión patrimonial de interés general para toda la sociedad y un deber para con las generaciones venideras, y contra este interés general no deben atentar los intereses particulares crematísticos de tal o cual sector, y mucho menos los intereses políticos más oscuros y anticientíficos de fuerzas políticas extremistas que buscan erosionar la convivencia democrática.
Que el lobo haya tardado tanto en tener la protección que merece como patrimonio natural de toda la sociedad, con los beneficios irrefutables que esto conlleva para los ecosistemas y el medio ambiente como súper-depredador apical y especie clave, se ha debido a que sectores como el ganadero y el cinegético han tenido un poder de decisión en el debate sobre la conservación de la biodiversidad que no es legítimo, ni democrático. El patrimonio natural común, al igual que el patrimonio cultural, el artístico o el histórico, debe ser protegido por las instituciones públicas en base a criterios técnicos y científicos, y una vez protegido integralmente es cuando hay que negociar compensaciones con los intereses privados afectados por la protección y salvaguardia del interés general, pero no antes.
Ecosistemas funcionales y sanos, con cadenas tróficas coherentes y completas, a larga, aportan servicios ambientales inconmensurables para el sostenimiento de la actividad agropecuaria en general, y esto es una verdad científica irrefutable
Pero es que hay más: la presencia del lobo, el oso, el lince, el chacal dorado, el zorro, el meloncillo y otros carnívoros en nuestros ecosistemas tiene efectos sinérgicos positivos también para la ganadería a medio y largo plazo, al frenar el avance de vectores infecciosos como los ungulados y el jabalí que están transmitiendo enfermedades como la brucelosis o la tuberculosis bovina a la cabaña ganadera. Por no hablar de la “ecología del miedo”: la presencia de lobos y otros grandes carnívoros presiona sobre ciervos, corzos y jabalíes, de modo que los daños de estos a la vegetación silvestre y a la cultivada disminuyen exponencialmente allí donde están presentes. Ecosistemas funcionales y sanos, con cadenas tróficas coherentes y completas, a larga, aportan servicios ambientales inconmensurables para el sostenimiento de la actividad agropecuaria en general, y esto es una verdad científica irrefutable por más que los líderes de las muy subvencionadas y corruptas Organizaciones Agrarias estén incapacitados para comprenderla desde su más profunda y desvergonzada eco-ignorancia. La biodiversidad es un bien común y por ello innegociable.
El problema de la conservación del lobo es político también en el sentido de que señala y pone en evidencia la corrupción de organizaciones conservacionistas, de sectores de la propia biología y del MITECO. En una reciente jornada en defensa de los grandes carnívoros organizada por la Sociedad para el Estudio de los Grandes Depredadores (DIRUS), el Voluntariado para el Censo Lobo Ibérico, el Museo de Ciencias Naturales y la Universidad de Alcalá de Henares, Roberto Hartasánchez, presidente de la veterana FAPAS, explicó cómo en el MITECO hay un pequeño lobby de especialistas en oso y lobo que han hecho de la gestión de estas especies una estructura de corrupción y cohecho endogámico que hace aparecer como éxitos lo que son fracasos en la conservación de ambos animales. Unas políticas que sirven para que no más de cinco nombres obtengan prestigio y dinero, al tiempo que mantienen premeditadamente el conflicto social, “un conflicto social que se puede amortiguar, pero que no interesa ni política, ni científicamente hacerlo”.
El Voluntariado Nacional para el Censo del Lobo Ibérico explica que la cifra que aporta el MITECO ―de 2.500 a 3000 ejemplares de ‘canis lupus signatus’― está sobredimensionada porque se basa en una estimación de 8 a 10 ejemplares por manada, cuando el tamaño real observado de las manadas es de 3 a 5 ejemplares, y hay en torno a 300 manadas en España y Portugal, con lo que el número real de ejemplares está entre 1.000 y 1.500. Estos sobredimensionamientos del censo oficial sirvieron de justificación para las matanzas de lobos que anualmente se perpetraban en Galicia, Castilla y León, Asturias y Cantabria, y hoy sirven a la campaña de presión para que estas matanzas infaustas vuelvan a ser legales.
Lo que demuestran los estudios científicos a nivel internacional es que una especie apical como el lobo se autorregula demográficamente y nunca va a haber sobrepoblación
Lo que demuestran los estudios científicos a nivel internacional es que una especie apical como el lobo se autorregula demográficamente y nunca va a haber sobrepoblación. Al contrario, pese a su inclusión en el LESPRE en el año 2021, y contra los pronósticos de “explosión demográfica” que hacían las organizaciones ganaderas, los cazadores e incluso algunos que se dicen “agroecológicos” y defensores del mundo rural, no ha habido tal explosión y ni siquiera ha avanzado sustancialmente la recolonización de territorios que fueron suyos ancestralmente. Y es que según datos del Voluntariado para el Censo todos los años siguen muriendo 500 ejemplares por causas no naturales, lo que unido a las muertes naturales da una tasa cercana al número de nacimientos. Para que haya una recuperación de la especie se requieren más medidas de protección y una persecución de las muertes ilegales que se siguen cometiendo. Para que el lobo vuelva a zonas lejanas de sus actuales territorios como Andalucía no basta la protección, hay que acometer acciones positivas como la reintroducción.
El naturalista Luis Miguel Domínguez afirma que “Europa es un infierno para el lobo”, y España no lo es menos. La especie sigue seriamente amenazada por varios factores: con menos de 2.000 ejemplares hay muy escasa variabilidad genética y serios problemas de hibridación con perros; la antropización y fragmentación del territorio, lejos de disminuir, se intensifica y agrava; proliferan agentes patógenos y enfermedades víricas como leishmania spp transmitidas, entre otros, por perros de caza y rehalas; continúa la desestructuración de las manadas por envenenamientos y furtivismo, dificultando la transmisión de conocimiento y cultura en los grupos de lobos; y, por último, arrecia la campaña contra la ciencia, contra la biodiversidad y contra el patrimonio faunístico común que los sectores más extremistas de nuestros “parásitos” políticos e institucionales mantienen con el concurso y apoyo de “biólogos” y “conservacionistas” a sueldo del ecocidio.
Así que no es momento de celebración ni de relajación: la presión social que logró arrancar al Estado la inclusión del lobo en el Listado de Especies Protegidas después de siglos de encarnizada persecución a este cánido, emblemático de nuestros ecosistemas, ha de seguir trabajando para contrarrestar y, a la larga, desterrar para siempre la pulsión destructiva que impulsa esa coalición infausta de extremistas políticos, negacionistas de la ciencia, organizaciones agrarias y cinegéticas súper-subvencionadas, biólogos corruptos y ONGs cooptadas y compradas por una Administración colonizada por los intereses privados de minorías elitistas con mucha influencia y nula ética. Una pulsión exterminista que, no olvidemos, es suicida, porque somos tan interdependientes como ecodependientes.
La defensa del lobo es autodefensa democrática contra los discursos de odio y de polarización extremista que están envenenando la convivencia y envileciendo el ágora
La defensa del lobo no es una cuestión de animalismo, que también, es la defensa de los ecosistemas peninsulares en su conjunto; es, paradójicamente, la defensa de una ganadería familiar, responsable, con pastoreo y mastines (“el mastín es la herramienta fundamental para la convivencia con el lobo” afirmaba David, cabrero madrileño en la jornada organizada por DIRUS mencionada más arriba), y es una cuestión también eminentemente política: la que se refiere a nuestra relación con las otras especies y a la fauna como pro-común patrimonio de toda la sociedad, y también la que tiene que ver con la denuncia de la corrupción que anida en ministerios, consejerías, organizaciones agrarias, sociales y conservacionistas que pervierten el sentido de la participación democrática y desvían fondos públicos para intereses oscuros. La defensa del lobo es autodefensa democrática contra los discursos de odio y de polarización extremista que están envenenando la convivencia y envileciendo el ágora.
Hay que tener confianza: nuestros lobos llevan milenios habitando con éxito los territorios europeos y peninsulares, han sobrevivido a holocaustos infames, en nuestro país consiguieron librarse por los pelos del plan de exterminio total que el franquismo decretó e impulsó contra ellos y otros muchos animales mediante las Juntas de Exterminio de Animales Dañinos y Protección de la Caza, que perpetraron durante décadas uno de los mayores ecocidios programados de nuestra historia. Ahora, la mayoría de la sociedad ha decidido restablecer el vínculo de amistad que siempre hubo entre homo sapiens y canis lupus signatus, reparando esa falta de amor y comprensión con que tratamos a esta especie y a la naturaleza hasta el sombrío siglo XX. Juntos vamos a ganar: el lobo y la democracia van a sobrevivir a este tiempo ominoso y crítico.
Dentro de apenas ocho o diez semanas los lobos iniciarán su ritual de apareamiento, ocho semanas después nacerá otro contingente de preciosos cachorros. Ojalá puedan vivir en unos territorios ibéricos menos violentos, menos sucios, menos criminales. Así sea: lobo vivo, lobo protegido.