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Lo ha vuelto a decir el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, apenas ayer sábado, en el encuentro de cargos municipales del PSOE celebrado en Toledo. Su deseo es que “el 10 de noviembre los españoles no vayan a las urnas, sino que nos vean [a un nuevo Gobierno del PSOE apoyado parlamentaria e institucionalmente por Unidas Podemos] trabajando por derogar la reforma laboral”.
El recorrido de esta ya veterana promesa electoral desde la moción de censura da para desconfiar. Sin ser taaaaan estrictos, solo desde las elecciones generales del pasado 28 de abril, las dos principales ministras con competencias en la materia han negado en tres ocasiones tener prevista la derogación del famoso real Decreto Ley de febrero de 2012 con el que el Gobierno de Rajoy —con mayoría absoluta— trastocó las relaciones laborales solo dos meses después de ser investido.
Solo desde las elecciones generales del pasado 28 de abril, las dos ministras con competencias en la materia han negado en tres ocasiones tener prevista la derogación
30 de mayo: Nadia Calviño, ministra de Economía. Encuentro con la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE). Cancha local, árbitro casero. “No es productivo deshacer, revertir o reformar las reformas”, dijo ante las preguntas sobre la posibilidad de una derogación. Puede ser: si bien el Real Decreto de Rajoy no deshizo, revirtió ni reformó la progresiva demolición del Estatuto de los Trabajadores, sí que resultó productivo. En un sentido en el que todos estaremos de acuerdo: han pasado siete años, media recesión, un rescate y una estabilización económica y ahí sigue. Sin acuerdo de ninguna de las partes, con el parlamento de decorado, pero ahí sigue.
Calviño deslizó tres cosas más: la expresión “el presidente ha sido muy claro”; el ejemplo de “los chicos jóvenes que están trabajando para Deliveroo o Glovo”, cuya situación no mejoraría —dijo la ministra— si se revertía la reforma laboral; y la consigna alternativa de “un nuevo Estatuto de los trabajadores para el siglo XXI”.
10 de junio: Magdalena Valerio, ministra de Trabajo. La posición de Valerio es la más parecida al compromiso del PSOE: en la clausura de un acto sobre cooperativismo, y ante preguntas de la prensa, la ministra declaraba que entre las “pretensiones” del Gobierno sí estaba la derogación de “los aspectos más lesivos de la reforma laboral”.
Se trata del compromiso final incluido en el documento programático entregado a Unidas Podemos esta pasada semana: por “los aspectos más lesivos” el PSOE ha incluído elementos que ya se habían mencionado como urgentes en los encuentros mantenidos con los denominados agentes sociales a finales de 2018: recuperar el periodo de vigencia de los convenios colectivos una vez caducados, de no haber acuerdo entre las partes para un nuevo convenio; revisar las causas para la modificación sustancial de las condiciones de trabajo —que la reforma laboral de Rajoy amplió hasta prácticamente incluir cualquier causa organizativa aducida por la empresa— y homologar las condiciones de trabajo en las subcontratas con respecto a la empresa matriz.
Por “pretensiones del Gobierno”, algo tremendamente laxo: “En el marco de las conversaciones con los agentes sociales”, se “analizará” la “conveniencia” de aprobar esas modificaciones puntuales. ¿Menos da Calviño? Volviendo a Valerio y a esas declaraciones del 10 de junio, la ministra de Trabajo matizaba (por si no estaba ya suficientemente matizada la cuestión) que, en todo caso, el Gobierno seguía en funciones, y que una vez formado, este tendrá que “afrontar los nuevos retos” y “ver qué pasa”. Modificaciones “puntuales” y, atención, “urgentes”, que todavía no han modificado —15 meses después de la moción de censura— esos aspectos “más lesivos” de una reforma forzada por Rajoy en dos meses.
Reforma laboral
Una semana para revertir lo que no se hizo en ocho meses
11 de julio: Nadia Calviño en entrevista en la emisora Onda Cero volvió a insistir en que las reversión —total o parcial— “no resuelve los problemas que tiene nuestro mercado laboral” e insistió en “empezar a pensar de cara al futuro”. Por si no había quedado claro, la cantinela del nuevo Estauto de los Trabajadores no gustaba ni en Unidas Podemos ni entre los sindicatos de concertación, CC OO y UGT, más proclives a esa actuación urgente vía decreto.
El diario electrónico La Información ha dado cuenta del choque de prioridades entre los equipos de Economía y Trabajo, en un momento en el que Pablo Iglesias señalaba directamente a Calviño como una de las causas de la falta de acuerdo de investidfura entre PSOE y Unidas Podemos. El Gobierno retiraría a principios de agosto la candidatura de Calviño para presidir el Fondo Monetario Internacional (FMI), dejando vía libre a futuros desencuentros entre Economía y Trabajo cuyos precedentes ya pueden encontrarse en los Gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero.
Entramos en la segunda semana de septiembre y en una nueva etapa decisiva para el desbloqueo del Gobierno. Puede que la última semana decisiva, hasta nueva orden. Si el 10 de noviembre, en contra de los deseos del presidente (tos incómoda), se celebrasen elecciones generales, todo indica que el PSOE, como probable ganador, aún necesitaría el apoyo de Unidas Podemos para una puntual y urgente modificación del Estatuto de los Trabajadores que no reforme, revise ni retroceda, pero que al mismo tiempo abra el camino a un nuevo Estatuto de los Trabajadores para el siglo XXI. Eso si antes la desaceleración (quién sabe si recesión) económica no introduce la necesidad de “afrontar nuevos retos”. Como dice Valerio: “A ver qué pasa”.
Editorial
Es septiembre, tenemos que hablar
El argumento de que la ambición es cosa de otros es demasiado débil. El PSOE, por motivos evidentes, no quiere contribuir a la estabilización de la maraña que gira en torno a Podemos. Pero es indecoroso plantearlo en esos términos.
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Como gobierno este pánfilo se carga lo poco bueno que haya del estatuto de los trabajadores.
Si vuelve a prometer la R.L. quiere decir que ya esta en campaña electoral, mi voto por supuesto a U.P.