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Apenas hay unos ocho kilómetros entre el municipio tarraconense de l'Arboç y el núcleo de Sant Marçal del termino municipal de Castellet i la Gornal anclado en la provincia de Barcelona. Ambos municipios, el primero perteneciente a la comarca del Baix Penedès y el segundo a la del Alt Penedès, han sido noticia los últimos días por sendos conflictos laborales que afectan a empresas radicadas en la zona desde la década de los años 70 y que, más de 40 años después, protagonizan un nuevo episodio en el proceso de desindustrialización de Catalunya. Y como ya sucedió en el conflicto de Nissan, no solo están en peligro los puestos de trabajo directos sino también los indirectos de las empresas auxiliares.
Según fuentes sindicales, entre Saint-Gobain, la empresa ubicada en l'Arboç dedicada a la producción de vidrio para el sector del automóvil, y la planta de Bosch de Castellet i la Gornal especializada en motores de los limpiaparabrisas, podrían perderse más de un millar de empleos.
La multinacional francesa Saint-Gobain llegó a l'Arboç en 1973 con el nombre de Cristalería Española para pasar a llamarse Saint-Gobain Cristalería en 2000. Con el tiempo, la empresa se dividiría en dos: la división Glass, centrada en la producción de vidrio para la construcción, y Sekurit, más orientada hacia el vidrio para la automoción. Actualmente, tanto Glass como Sekurit se dedican exclusivamente al vidrio para la industria del automóvil.
En el caso de Glass, se produce el vidrio plano que Sekurit procesa como producto final. Sin embargo, hace unas semanas Saint-Gobain anunció al comité de empresa su intención de cerrar la división Glass, lo que dejaría en la calle a 122 trabajadores. La reacción sindical fue la de iniciar una huelga indefinida a partir del 6 de septiembre. Dos días después, la dirección de la empresa registró el ERE para despedir a la totalidad de la plantilla.
Desde el inicio de la huelga, los trabajadores de la división Glass de Saint-Gobain no han parado de luchar por sus puestos de trabajo; manifestándose a las puertas del Parlament de Catalunya, realizando cortes de carretera en la Nacional 340, bloqueando la salida de material del almacén logístico que la empresa posee en el polígono industrial de Bellvei a unos cinco kilometros de l'Arboç y emplazando a las diferentes administraciones de posicionarse a favor de la continuidad de la actividad laboral de Saint-Gobain Glass.
El anuncio de cierre de Saint Gobain Glass es un mazazo para la comarca del Baix Penedès. Posiblemente se trate de la empresa más importante de la comarca y su vínculo desde 1973 con el pueblo de l'Arboç es tan estrecho que el propio alcalde de la localidad, Joan Sans del PSC, es empleado de la empresa en la división Sekurit como ingeniero técnico del departamento de proyectos.
No se podría entender la industrialización del Baix Penedès sin la presencia de Saint-Gobain en l'Arboç. A pesar de ello, el Baix Penedès sigue siendo la comarca con la tasa de paro más elevada de Catalunya situándose en el 19,9% según datos del pasado mes de junio. Las cifras no son precisamente halagüeñas y el cierre de Saint-Gobain Glass significaría el despido de no solo los 122 trabajadores directos sino de cerca de 200 trabajadores indirectos.
Pero eso no es todo, porque, aunque la dirección de la empresa haya afirmado que la continuidad de la división Sekurit no está en peligro, no son pocos quienes piensan en l'Arboç y en los sindicatos de la empresa que el cierre de Glass no es sino el primer paso del posterior cierre de Sekurit, división que emplea a 250 trabajadores directos. De caer Glass y Sekurit, se perderían unos 800 puestos de trabajo. Con ello, la inquietud y la incertidumbre se han apoderado de la comarca más castigada por el desempleo en Catalunya.
La multinacional alemana Bosch se instaló en Castellet i la Gornal en 1978 tras adquirir la planta de FEMSA dedicada a la producción de componentes eléctricos para el sector de la automoción. Con los años la empresa se orientó hacia la fabricación de los motores de los limpiaparabrisas delanteros y traseros de los automóviles. Al igual que Saint-Gobain para el Baix Penedès, Bosch ha sido un elemento dinamizador del tejido industrial del Alt Penedès y desde las organizaciones sindicales recuerdan cómo en 2003 la empresa empleaba a 1.200 trabajadores. Hoy, la plantilla de Bosch es de 300 trabajadores. Es decir, en menos de 20 años se han perdido 900 puestos de trabajo tras una serie de reducciones de plantilla, prejubilaciones, bajas incentivadas, planes de viabilidad y expedientes de regulación.
Ya en 2014 la dirección amenazó con vender la planta de Castellet i la Gornal llegándose finalmente a un acuerdo con el comité de empresa que aceptó reducir la plantilla, de 420 a los 300 actuales, y recortarse el salario un 10% a cambio de garantizar la continuidad de la fábrica. Pero como las reducciones de plantilla suelen ser la antesala del desmantelamiento de una empresa, la dirección de Bosch anunció el lunes 7 de septiembre su intención de cerrar la planta de Castellet i la Gornal.
La caída en la venta de coches y las repercusiones económicas del covid-19 son los argumentos utilizados por la dirección de Bosch para justificar el cierre de la planta. La misma dirección que se encargó de deslocalizar producciones hacia países del Este en los últimos años, de reducir la plantilla un 60% en apenas dos décadas y de ir menoscabando la capacidad productiva de la planta catalana se agarra ahora a su supuesta falta de competitividad en un futuro escenario pospandémico. Pero el problema viene de lejos.
La dirección de la empresa, año tras año, no ha cesado de convertir a la fábrica del Alt Penedès en un esqueleto de lo que fue en su día, no solo en materia de empleo, sino dejando de invertir en la planta e incumpliendo incluso los planes industriales acordados con los representantes de los trabajadores. La maniobra de la empresa no ha sido muy diferente a la de otras direcciones empresariales del sector de la automoción como, por ejemplo, la de Nissan. Esa estrategia ha consistido en chantajear de manera permanente a los trabajadores colocándoles la espada de Damocles de aceptar rebajas salariales y reducciones de plantillas a cambio de no cerrar la planta. En este sentido, fácil sería desde fuera y desde la comodidad de quien no se juega su puesto de trabajo, juzgar y censurar a los sindicatos por haber aceptado tales recortes. Y porque de priorizar el análisis en torno al tacticismo sindical quizás dejaríamos de reflexionar sobre los problemas de fondo y estructurales que hay detrás.
No en vano, la pérdida progresiva de peso industrial que ha sufrido Catalunya en las últimas décadas ha tenido su reverso en el peso que han ganado el turismo y los servicios hasta convertirse en sectores estratégicos de la economía. Un proceso que va en paralelo a la posición cada vez más subalterna de la industria catalana frente a los centros de decisión de las multinacionales ubicados en sus países de origen. Por lo tanto, el debate es de modelo productivo y de las políticas industriales, o más bien de la falta de ellas, seguidas por las administraciones tanto catalanas como estatales durante años. Ello unido a las reformas laborales que abarataron el despido y facilitaron la presentación de expedientes de regulación, incluso sin la autorización previa de la administración, y acabaron allanando el terreno para la desindustrialización y para la oleada de cierres y deslocalizaciones ques las siguieron.
El casino más grande de Europa
Curiosamente, la noticia se conoció un día antes del anuncio de la dirección de Bosch del cierre de la planta de Castellet i la Gornal: la Generalitat de Catalunya, a través del Incasol, adelantará 96 millones de euros de un total de 120 para comprar los terrenos del futuro macrocomplejo turístico y de ocio de Hard Rock, conocido anteriormente como BCN World. En una operación financiera a tres bandas, Criteria, holding de inversiones de La Caixa, venderá la propiedad al Incasol, Instituto Catalán del Suelo, para que la empresa de titularidad pública la transfiera finalmente a Hard Rock como ejecutora de las obras. Todo un entramado empresarial que bien podría servir para el guión de una serie de David Simon sobre el mundo de los negocios y la política. El proyecto, situado en los términos municipales de Vilaseca y Salou, prevé la construcción de dos grandes hoteles, un gran espacio comercial con 75 tiendas de lujo y el que dicen que será el casino más grande de Europa.
Tendremos el casino más grande de Europa en una provincia que asiste a la pérdida de su industria. Pasaremos del tocho de las fábricas al tocho de los hoteles. Así se escribe la historia de la desindustrialización de Catalunya. Mientras, los trabajadores de Saint-Gobain se han echado a las carreteras del Baix Penedès para bloquear la salida de los camiones del almacén de la empresa en Bellvei, una acción reivindicativa que podría tener un efecto dominó en el cese de las producciones de las plantas que Opel, Ford y Mercedes tienen en Zaragoza, Valencia y Vitoria respectivamente.
A esas concentraciones de los trabajadores de Saint-Gobain en Bellvei se les han unido sus compañeros de Bosch también amenazados por el cierre de su fábrica. Unas movilizaciones que, recordemos, se están desarrollando en unas circunstancias difíciles en medio de una pandemia con las consiguientes limitaciones de movilidad y de prevención sanitaria.
Pero no les queda otra a los trabajadores de Saint-Gobain y Bosch, quienes no solo están defendiendo sus puestos de trabajo sino el futuro de sus pueblos y comarcas. De esa Catalunya tan castigada por el desempleo y que existe más allá del área metropolitana de Barcelona. Las movilizaciones de Saint-Gobain y Bosch recuerdan que no solo en el Baix Llobregat sino en comarcas como las del Penedès también hay una industria que defender. Y lo que es una obviedad: que también hay clase trabajadora.
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