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Infraestructuras
En la defensa del territorio valenciano
En el periodo predemocrático ya encontramos movimientos de defensa del territorio. Son de sobra conocidos movimientos sociales como “Saler per al poble”, un movimiento que luchó por detener un macroproyecto de urbanización en la Dehesa del Saler, un espacio que posteriormente fue declarado Parque Natural. O la presión ciudadana y la creación de la Comisión Ciudadana Procauce, que consiguió modificar el proyecto para hacer la “Autopista del Levante” en el cauce del río Turia en pro de la construcción de un gran parque.
La situación no cambió con la llegada de los partidos de derechas a la capital valenciana durante los años 90. Los conflictos territoriales se multiplicaron a raíz de una explosión urbanística sin precendentes, con enormes y ostentosas infraestructuras a costa de la huerta y de las zonas más vulnerables. El urbanismo de València se vio dominado por la especulación privada y las estructuras capitalistas.
Los conflictos territoriales se multiplicaron a raíz de una explosión urbanística sin precedentes, con enormes y ostentosas infraestructuras a costa de la huerta y de las zonas más vulnerables
Ante esta presión territorial, el tejido asociativo valenciano adoptó una posición de defensa, movilizándose en una serie de reivindicaciones ciudadanas que han marcado la ciudad y una manera de entender el territorio valenciano. De esta época son los llamados movimientos “Salvem” y sus procesos pioneros de lucha contra el capital privado y una gestión administrativa poco eficiente en la protección de los derechos de la ciudadanía. Pasando por el “Salvem Botànic”, que logró proteger la puerta al centro histórico y ampliar el Jardí Botànic, hasta “Salvem Cabanyal”, un barrio histórico calificado de BIC desde 1993 pero sobre el que pesaba la cadena de la especulación para “abrir Valencia al mar”.
Hasta ese momento, el modelo que había caracterizado el movimiento ciudadano era básicamente reactivo; la especulación trataba de cebarse con alguna parte del territorio y, la ciudadanía, de manera espontánea se organizaba para defenderlo reforzando, de paso, el tejido social. Esta defensa sistémica del territorio combinaba formas convencionales que pasaban por la vía administrativa y judicial, y acciones innovadoras y creativas como las intervenciones artísticas y los espectáculos lúdicos y callejeros.
Esta defensa sistémica del territorio combinaba formas convencionales que pasaban por la vía administrativa y judicial, y acciones innovadoras y creativas como las intervenciones artísticas y los espectáculos lúdicos y callejeros
En 2015 gana Compromís la alcaldía en las elecciones a la ciudad de Valéncia, y se produce un cambio de tendencia. La ausencia de ataques directos al territorio permite que florezcan otro tipo de iniciativas que configuran el tejido social mediante movimientos, no de oposición, sino de agregación e integración.
Durante estos años, los barrios han cambiado. Las asociaciones han reaccionado apropiándose de los espacios urbanos de los barrios; espacios vacíos, sin uso y fuera de la dinámica de desarrollo inmobiliario son incorporados como espacios de oportunidad para la ciudadanía. Casos como el “Solar Corona” han sido pioneros para el desarrollo de muchos proyectos ciudadanos como los huertos de la Botja, en el centro de Valencia, o los huertos informales de Benimaclet, o del Cabanyal, así como para la recuperación de espacios socioculturales para la ciudadanía, como en el caso del movimiento urbano de la “Alquería Popular de Malilla”.
Otro gran ejemplo es la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para la protección de los espacios de huerta históricos del crecimiento y especulación inmobiliaria, que aunque lleva años gestándose a través de asociaciones como la Plataforma Per un Cinturó d’Horta, fue aprobada en 2019 por las Cortes Valencianas.
Cambio de modelo en el tejido
Se percibe un cambio de modelo, en el que se ha pasado de una actitud de defensa y lucha, a otra en la que se toma la iniciativa y se desarrolla tejido asociativo que propone generar cambios a largo plazo y no responder a una amenaza específica. De hecho la reciente creación de la “Xarxa de Gestió Comunitaria” muestra cómo se ha pasado de una forma de gestión más apegada a la administración de manera directa o licitada por un organismo privado, a otras que promueven fórmulas más democráticas y transparentes, permitiendo a la ciudadanía acceder a una autogobernanza y liberar del paternalismo de las instituciones.
Con este panorama llegamos en las últimas elecciones municipales del pasado mayo, con la victoria de una derecha que ha necesitado la abstención de la ultraderecha para gobernar en la ciudad de Valencia y su colaboración para dirigir la Generalitat Valenciana. Estos cambios dibujan una nueva realidad que quizás volverá a condicionar el funcionamiento de los movimientos sociales
Oportunamente, el viernes una multitudinaria manifestación fue convocada contra la ampliación del puerto de Valencia por la Comissió Ciutat-Port de la que forma parte la Federació d’Associacions Veïnals de València. Todas las personas que asistieron trataron de defender un modelo de ciudad sostenible, resiliente y barrios sanos y seguros, algo incompatible con la ampliación de una infraestructura portuaria que expone la ciudad al cambio climático.
Esta manifestación nos recuerda a los movimientos reactivos de defensa activa del territorio de hace unas décadas y nos hace preguntarnos el rumbo que tomarán las acciones ciudadanas en los próximos años. Desde luego, serán las nuevas propuestas políticas las que den forma a la respuesta ciudadana, pero, por suerte para la salud democrática, parece que la sociedad valenciana no ha olvidado cómo salir a las calles para luchar por su territorio y defender sus barrios.