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Infancia
Un hospital lleno de colores
Camil Casanovas, conocido por los más pequeños como Aspirino, empieza su jornada laboral. Se dirige al hospital y allí se encuentra con su pareja artística. En la habitación que les han cedido, se visten y revisan el cuaderno de bitácora. Los compañeros han escrito cómo les fue el día anterior. Se reúnen con el personal médico y deciden la ruta. Quizás entrarán en un quirófano y distraerán a una niña de seis años mientras se le administra la anestesia o irán a la habitación del bebé al que hay que hacerle una extracción de sangre. Puede que la canción que canten haga reír a los padres de ese niño tan tímido o que la magia deje sin palabras a todo el personal. Es un misterio al que Camil se enfrenta con profesionalidad cinco días a la semana. Lleva haciéndolo 30 años, los mismos que tiene Sonrisa Médica.
Como muchos principios, la llegada de Camil a la asociación fue casual. “Estaba actuando en la calle, bajo las arcadas de la avenida Jaume III de Palma, cuando una mujer me dejó una tarjeta con su número de teléfono. Era Marta Prats, la primera payasa y auxiliar de enfermería que conocí. Me invitaba a probar a trabajar como payaso de hospital para Sonrisa Médica. Me enseñó un vídeo de unas actuaciones en un hospital de París y le dije que lo intentaría, aunque no sabía si me adaptaría. A día de hoy, no lo cambiaría por nada del mundo”.
El padre de este proyecto es Miquel Borrás. Junto con su pareja, a principios de los noventa, pasó muchos meses en el Institut Gustave Roussy de París, un centro especializado en el tratamiento oncológico, donde estaba ingresada su hija Laura. Les sorprendió la visita periódica de parejas de payasos. “Le alegraban el día, ponían color a una experiencia muy difícil”, recuerda. “Cuando el tratamiento era duro, nos pedía que no la molestáramos si no es que venían los payasos. Nadie más conseguía entretenerla”. Por esta razón, cuando la familia se trasladó a Mallorca y comprobó que este servicio no existía, la idea de crear Sonrisa Médica empezó a germinar.
Miquel asegura que se enamoró del proyecto y, poco después de la muerte de Laura, se pusieron manos a la obra. “Grabamos un vídeo en París, para mostrar a la sociedad qué queríamos implementar. Hablamos con personal sanitario, buscamos payasos, se formaron y, en noviembre de 1994, nació en Palma la primera asociación de payasos de hospital de España: Sonrisa Médica”. Hoy celebran que hay más de veinte entidades que prestan este servicio en el país, aunque solo cinco forman parte de la Federación Española de Payasos de Hospital (FEPH) y cumplen sus requisitos, como, por ejemplo, la estabilidad financiera y la profesionalización del personal.
Delicadeza
Actuar encima de un escenario es muy distinto que hacerlo en una habitación de hospital. La formación es específica y va más allá del arte. “Alguien puede pensar que una asociación de payasos es un lugar caótico y festivo”, explica Marta Barrios, gerente de la asociación balear, “pero la realidad es lo contrario”. Tienen un procedimiento muy estricto y también un sistema de calidad. “Nuestros payasos entran en los quirófanos y tiene que higienizar su material, saber vestirse y desvestirse, conocer los protocolos, mantener una distancia entre paciente-sanitario-artista, etcétera, y esto requiere mucha delicadeza. De ninguna manera pueden acceder a una sala y desbaratarlo todo”.
Para ser payaso en un hospital se necesita tanto una formación escénica, como sanitaria y psicológica. Camil asegura que los primeros meses de trabajo fueron muy duros
En este sentido, se necesita tanto una formación escénica, como sanitaria y psicológica. Camil asegura que los primeros meses de trabajo fueron muy duros. “Vivía a 30 kilómetros del hospital y, cuando volvía a casa, me pasaba el trayecto llorando al volante, de Palma a Montuiri, sin parar. Hasta que decidí buscar apoyo”. Ahora, tiene muy claro que “un payaso de hospital no debe cargar con las penas que no son propias” y ha aprendido a relativizar los problemas pequeños: “Doy gracias a la vida porque tengo salud y las personas que más quiero, también. Y, si se me pincha la rueda del coche, en lugar de lamentarme, la cambio y punto. Hay muchos asuntos que tienen una fácil solución”.
En crecimiento
Cuando Marta Barrio llegó a Sonrisa Médica procedente de un sector completamente distinto, el turismo, en julio de 2014, la asociación prestaba su servicio en tres centros de Mallorca. Actualmente, está en todos los hospitales públicos de esta isla, Menorca e Ibiza. El próximo reto es Formentera.
Para la gerente, es una buena noticia que “haya centros en los que la presencia del payaso es diaria, de lunes a viernes”, y también han empezado a acudir a residencias. Barrio afirma que “en este caso, el trabajo de los clowns es un poco distinto”. Para empezar, “no llevan la nariz roja” y el espectáculo se va adaptando a lo largo del tiempo, cuando los artistas ya conocen a los residentes.
“La figura del payaso tiene muchas posibilidades de crecimiento, más allá de los hospitales. Hay una gran demanda social. Por ejemplo, serían útiles en los juzgados"
Con todo, considera que “la figura del payaso tiene muchas posibilidades de crecimiento, más allá de los hospitales. Hay una gran demanda social. Por ejemplo, serían útiles en los juzgados, un lugar en el que los niños y niñas tienen acudir a veces a prestar declaración”.
Una fecha histórica para Sonrisa Médica es noviembre de 2023, cuando el Parlament aprobó una Proposición no de Ley para integrar en la sanidad pública el servicio de payasos hospitalarios. “Somos tan básicos como los profesionales de la informática o la seguridad”, declara Camil, y resalta que el hecho es relevante porque “nadie lo había hecho antes, ni en España, ni en Europa ni en ningún otro territorio”. Por el momento, hay la intención política de llevar a cabo la iniciativa, pero aún falta redactar cómo y asignarle un presupuesto. Mientras tanto, la asociación sigue expandiéndose y aportando alegría allá donde los reclaman.