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Fácil dejar la Tierra, la utopía Sun Ra

El compositor, pianista y viajero espacial Sun Ra firmó junto a sus ‘arkestras’ más de 125 LP de ‘jazz supersónico’.

orquesta Sun Ra
Las orquesta Sun Ra interpretando en Londres en 2010. Imagen de Andy Newcombe CCby2.0
1 abr 2011 18:43

La elección es arriesgada: no un planeta musical, sino todo un sistema solar de sonoridad inabarcable. En unas pocas líneas nos contentaremos con intentar despertar el interés por una aventura sensorial que escapa a los esquemas conocidos, una obra que es un universo sonoro en sí misma, inabarcable y lleno de claves no siempre accesibles. Tenemos espacio/tiempo justo para repostar el combustible sónico necesario cara a destaponarles las orejas y propulsar sus oídos más allá de la pesadilla musical que los altoparlantes del tinglado y la industria discográfica les obligan a consumir, en forma de pastilla gravitacional altamente atractiva hacia el suelo, impidiéndoles alzar el vuelo.

Que Le Sonny Ra comandó una de las expediciones más revolucionarias de la música del siglo XX es algo que a estas alturas resulta innegable. Sin embargo su nombre no suele aparecer entre la pléyade de estrellonas que en el mundo del jazz han supuesto un género que algunos dan hoy incluso por concluido o casi agotado; parece que su frescura se fue con el siglo que lo engendró.

Tan virtuoso como insulso, hoy por hoy sus secuelas colean en plomíferos festivales de verano en donde todo cabe y a los que el verdadero espíritu del ‘jass’ (como se le bautizó en sus comienzos) rara vez asiste. Sun Ra decía no ocuparse del jazz, sino de su espíritu, que describió como espontáneo y divertido, aspectos que hoy difícilmente se cumplen al haber ido degenerando en un eclecticismo preciosista y como de buen tono y cultura.

La labor de Sun Ra como pianista y compositor genuinamente bizarro (fue pionero delos teclados y sintetizadores electrónicos, por entonces bien primitivos) abarca casi medio siglo al frente de una serie de excéntricas orquestas (ha de tomarse literalmente), aunque se tratara en realidad de la misma “Arkestra” bajo distintos nombres y formaciones: Myth- Science Arkestra, Solar Myth Arkestra, Intergalactic Arkestra, Transmolecular Arkestra, Omniverse Ultra 21st Century Arkestra, Love Adventure Arkestra..., entre varias docenas de apelativos más, con las que llegó a grabar cerca de 125 LP de ‘jass supersónico’, no siempre accesibles pero sorprendentes.

Pero también fue Sun Ra un poeta de la utopía, cuyas claves de una felicidad algo ingenua condensó en quotes o fórmulas, versos iluminados de influencia esotérica que solía estampar en las contracubiertas de sus discos. Dotado de un talento especial para la melodía y la síncopa, al que unió el gusto por una experimentación sin límites —muchas veces en clave de ruidismo hiperfuturista, otras de embriagadora ensoñación—, Sun Ra se apartó muy pronto de los trillados y polvorientos caminos terrestres para, a bordo de su comuna- astronave, alzar el vuelo hacia otras esferas, surcando el espectro sonoro por rutas interestelares hasta entonces desconocidas de las tripulaciones musicales.

Con aquella Arkestra intergaláctica, como ocurriera con otros músicos visionarios (desde Buddy Bolden a Albert Ayler), la música escapó del corsé en que la tradición, la escuela, la academia, el método, la moda, el negocio vil de la industria discográfica, la mediocridad reinante, la reiteración y repetición de fórmulas y esquemas la tenían comprimida, y pudo expandirse hasta alcanzar cotas de expresividad y libertad creativa verdaderamente estratosféricas.

El omniverso

Embajadora del reino del aire y de lo etéreo, la música era para Sun Ra la llave crucial para comprender el “Omniverso”, porque éste es en su propia esencia musical: los planetas y estrellas están gobernados por principios musicales, vibrando con la “Música de las Esferas”.

A través de ella, Sun Ra estableció un puente con otra dimensión,una “realidad mejorada”, afirma su biógrafo, el antropólogo John Szwed. “Mi música está relacionada con una tradición oscura, que se remonta y va más allá de la tradición negra”; “... yo toco premúsica, música del sol”. Esta dedicación conllevaba una ascética férrea que incluía una abstención total en cuanto a drogas, alcohol o revolcones.

“Disciplina” —titulará luego uno de sus más emblemáticas composiciones— monacal y práctica constante con el teclado,experimentando sin saciarse en cacofonías y timbres, al correr de una grabadora de bobinas siempre encendida. A ese régimen de ensayos maratonianos someterá a todos los músicos/adeptos de su banda/ secta, que van a vivir para y por “la música del futuro”. Sun Ra solía referirse a ellos como“científicos del tono” y no músicos; exploradores del sonido, experimentadores y no recreadores de lo ya existente; tonos, pues, y no notas, una distinción crucial, que rompía en dos los tratados canónicos de Armonía. “Tengo el convencimiento de que cada nota, cada matiz, es correcto...”. La Arkestra llevará a cabo una nueva combinatoria bajo la rúbrica de que la disonancia es imposible.

Viaje al espacio exterior

Onírica y catártica, etérea a la par que magmática, la música de Sun Ra es un viaje interior al espacio exterior, al mismo tiempo que a las profundidades del uno siempre distinto, donde resuenan los ecos de una común sonoridad ancestral. Una música haciéndose, abierta a lo siempre por venir. Pueden seguir su rastro más swingueante y encandilador en discos como: Supersonic Jazz, Sun Ra Visits Planet Earth, Jazz in Silhouette, Interstellar Low Ways, We Travel The Spaceways, The Nubians Of Plutonia...; y sus selváticos confines afro-futuristas en esos otros álbumes tal vez difíciles pero alucinantes, llenos de metralla percusiva y tonos libres, fauna y flora sónica a explorar con pacientes orejas abiertas de par en par y falta de prejuicios musicales en: Cosmic Tones for Mental Therapy, When Sun Comes Out, The Heliocentric Worlds of Sun Ra (en dos volúmenes), Atlantis, Strange Strings, Secrets Of The Sun and Other Planes Of There...

Para terminar, la lista de hechizados por la música heliocéntrica de Sun Ra es rica en músicos inquietos: de MC5 a los Residents, de Frank Zappa a George Clinton, de Brian Ritchie (Violent Femmes) a Yo La Tengo o John Cage, con el que llegó a tocar en 1986, siete años antes de dejar definitivamente el planeta Tierra. En la vieja Europa también encontramos prosélitos, hasta en la península ibérica: Pantasma, heterogénea y heterodoxa formación madrileña por redescubrir, surcó a principios de este siglo, bajo influencia de la galáctica Arkestra, sus propias rutas interestelares, sintiendo fácil dejar la Tierra.

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“Querían llevarme al espacio exterior”

El año en que el gobierno yanki realizaba su primera prueba nuclear con una bomba H., Sun Ra fue enviado al planeta Tierra.


‘The Nubians of Plutonia’ (1966)
Los finales de los ‘50 fueron los años en que se incubaron los virus sonoros que han hecho mutar al jazz desde entonces. Exagerando (pero poco) diríamos que no hay forma jazzística que no se insinuara ya en esa época. En lo que a Sun Ra se refiere, encontramos en este disco una especie de itinerario pedagógico del retorcimiento progresivo e implacable al que Sun Ra somete a la tradición del jazz clásico y el bop para lograr abrir en ella el espacio de sus obsesiones. Desde el primer tema de la cara A, “Plutonian Nights”, hasta el primero de la B, “Nubia”, se ve el mágico paso del bebop a un extraño sonido que ya no es ‘bop’ pero que del ‘bop’ sale. Transubstanciación, dirían los alquimistas. Un virus llamado Sun Ra, dirían otros.
 

‘Atlantis’ (1969)
Si el virus se inoculó en los ‘50, éste llega a su máximo esplendor a finales de los ‘60. En Atlantis Sun Ra ya ha desarrollado su propio territorio caótico: una concepción plástica del espacio sonoro, un uso percusivo de los instrumentos melódicos, una falta de respeto tanto hacia la tonalidad como hacia la atonalidad... En fin, lo que, como buenos disecadores, hemos acordado en llamar Sun Ra. 

‘Cage meets Sun Ra’ (1986)
Era cuestión de tiempo que Sun Ra y Cage se encontraran. Y ese encuentro fue una conversación absurda y sugerente entre un Ra que parece un escultor preocupado y un Cage que responde con un lenguaje desmilitarizado a las sugerencias de Sun Ra. Quizá esto ya no sea música, pero ambos lo tuvieron siempre claro: si la palabra música responde a unos códigos muertos, que se la quede quien la quiera. 
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