Gobierno vasco
El príncipe en Ajuria-Enea

El mito de la buena gestión se diluye, estamos ante el principio del fin de la era Urkullu. Entre tanto, seguirá gestionando el día a día en base a prospecciones sociológicas con el objetivo de mantener la hegemonía política e institucional a costa de todo.
Urkullu pleno 28-10-20
El Lehendakari Urkullu en el pleno del 28 de octubre. Foto: Irekia
Miembro de Alternatiba y parlamentario vasco
23 mar 2021 06:00

En sus memorias, George W. Bush reconocía el daño que la gestión del huracán Katrina causó a presidencia, su imagen y su legado. Y es que, además de generar una de las mayores catástrofes en la historia reciente de los EEUU, los 280 km/h destaparon cuestiones sobre la distribución y la forma de ejercer el poder en el seno de la sociedad norteamericana. El “Katrinagate” fue considerado uno de los más grandes retos políticos desde la caída de Nixon tras Watergate; analistas sostienen que aquello fue el principio del fin de la era Bush. 

Al igual que aquel destructivo huracán arrasó la ciudad más poblada de Luisiana, cuna del jazz -cuyo primer alcalde, por cierto, fue Jean Étienne de Boré de Mauléon, de origen vasco-, una marejada ciclónica en forma de virus atravesó nuestras vidas hace ahora un año. Urkullu y su gabinete gestionaron el inicio de esta crisis socio-sanitaria con elecciones anticipadas a la vista, cuya convocatoria se recordará por la arrogancia mostrada tras ser preguntado por el entonces reciente derrumbe de Zaldibar. Nada podía interponerse y distorsionar su relato.

Votar, ante todo

La gestión del ejecutivo en la primera mitad del confinamiento y en la desescalada estuvo marcada por la convocatoria electoral. Preocupados por su imagen y candidatura, perdieron la percepción de la realidad, e incluso la compostura. Todo por no reconocer lo evidente, no tocaba votar; finalmente, la realidad se impuso. Eran tiempos en los que el invitado privilegiado a ETB, el Sr. Zubiaurre y la consejera Tapia, que ni salía al balcón «por si acaso», redactaban los boletines oficiales que mantenían llenas las fábricas y el transporte público. Día a día, nos repetían que estábamos sobradamente preparados. El Gobierno vasco negaba lo evidente: muchos EPIs del personal sanitario eran bolsas de basura; asistíamos al baile de números sobre camas UCI que en algún caso se montaban para la foto; personal sanitario exhausto en un país con 3,3 camas por 1.000 habitantes a consecuencia de los recortes, pero con 6,9 policías por cada 1.000. Todo esto mientras el director de emergencias se saltaba el confinamiento durante el estado de alarma para trasladarse a su segunda residencia en Castro.

La pandemia, al igual que el Katrina, destapó problemas y carencias estructurales. A las evidentes limitaciones del “mayor autogobierno de Europa” que bailaba al son de Madrid, se sumaba el derrumbamiento del constructo social de la buena gestión del PNV, por lo que tras el primer impacto redoblaron esfuerzos con la vista puesta en la desescalada, y en las elecciones. Era necesario dibujar un escenario de normalidad. La consejera de salud afirmaba que si Pedro Sánchez llevaba mascarilla era porque tendría coronavirus. Fuimos espectadores de la intensa gira por el país del lehendakari en funci(elecci)ones, eso sí, compareciendo ante la diputación permanente del parlamento vía telemática; leyó un entrañable cuento infantil en ETB3; precipitó el levantamiento de la emergencia sanitaria a la vez que eliminaban los datos sobre hospitales, municipios y zonas en su informe diario de la pandemia; decidió sin contar con nadie que había que volver a las aulas las dos últimas semanas del curso, bailó el Aserejé con Revilla en la cumbre de Cobarón. Todo con el único propósito de proyectar normalidad para celebrar elecciones el 12 de julio de 2020. Gente con miedo, confinada o residente en el extranjero sin poder ejercer su derecho a voto, récord de abstención: 47%, 13 puntos más, dejándose más de 52.000 votos por el camino, pero consiguiendo así su calculada y ansiada mayoría absoluta. 

Vino el día después. En plena resaca electoral, el 15 de julio, la entonces consejera Murga sacó el machete y endureció las medidas restrictivas. Hubo un sorprendente aumento de contagios justificados, según el Gobierno, por el mayor número de test realizados, mientras los ambulatorios colapsaban por la no sustitución del personal. Esa aparente e interesada normalidad despareció a la par que los mítines de campaña.

Desde que el 10 de febrero de Urkullu disolviera el parlamento, pasaron más de 6 meses sin funcionamiento ordinario y 8 meses sin una sola sesión de control al gobierno. Gobernaron con una diputación permanente que ni respetaba la aritmética parlamentaria y en la que todas y cada una de las propuestas de la oposición eran tumbadas. Fue la antesala de lo que estaba por llegar.

Improvisando normalidad

En la segunda mitad, la de la vacunación y la ansiada vuelta a la “normalidad”, la gestión viene marcada por la forma de ejercer el poder en posesión de la mayoría absoluta sobre una sociedad con evidentes síntomas de cansancio emocional. Cuando se cumplen 6 meses de este ejecutivo con una mayoría parlamentaria que sirve para justificar casi todo, queda en evidencia que sus actuaciones se rigen con el principal objetivo de generar un estado de opinión favorable a sus intereses y mantener ese mantra de la buena gestión. Con la apelación a la responsabilidad individual, la criminalización de la juventud, el señalamiento a sectores determinados y recurrentes cortinas de humo, pretende tapar su mala gestión. Así, apenas se habla del alto peaje por salvar la navidad, o de las ayudas para hacer frente a las consecuencias de la pandemia que no están cumpliendo con las previsiones ni de lejos, esas que anuncian a bombo y platillo y que, en gran parte, se quedan sin ejecutar por los requisitos exigidos, sin entrar a valorar colapsos y sorteos para la concesión.

Pero si la concesión de ayudas resulta complicada, saber cuándo te van a vacunar es quimérico. Desde que la consejera Sagardui se pusiera la bata blanca para firmar el albarán de las vacunas, todo ha sido un despropósito. Lo más grave es la inexistencia de planificación o calendario de vacunación y que, a día de hoy, mucha gente en primera línea esté sin vacunar. Síntomas de ese descontrol son el affaire de las vacunas VIP y las mentiras de la consejera; el exceso de segundas dosis almacenadas; las 800 personas centenarias no localizadas porque “estarán en Benidorm”; ser los últimos en ritmo de vacunación y justificarlo con un “no se trata de vacunar más rápido, sino de vacunar bien”; un director del departamento de salud y miembro de LABI saltándose el confinamiento para jugar al golf; que ante la vacunación de la enseñanza pública por una mutua privada y de la enseñanza concertada por la sanidad pública la respuesta sea: “así es la vida de estupenda”.

No es improvisación: es incapacidad y descontrol. De vuelta a New Orleans, la improvisación jazzística se caracteriza por la elección de elementos musicales que los intérpretes seleccionan en el momento; material compuesto por elementos preexistentes que son elegidos de forma improvisada como consecuencia del acontecer musical del instante. El problema, por lo tanto, es que no tenemos ni capacidad plena para la toma de decisiones, ni los elementos y material necesarios para seleccionar y dar respuesta al acontecer de los hechos del momento que vivimos, y esto es en gran parte consecuencia de un modelo agotado. Otra vez los problemas y carencias estructurales a la vista.

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Lo llaman estabilidad y es autocracia

Esta crisis también ha destapado el modelo de gobernanza de Urkullu y cía. Quienes apelan continuamente al acuerdo se muestran incapaces de acordar con el resto. La oposición es la mala de la película, que solo busca la erosión del Gobierno. Pero los datos hablan por sí solos, nuevamente el ser se impone al parecer: 1 propuesta aprobada de las 96 presentadas en fondos europeos; 0 enmiendas de las 1.289 de la oposición en presupuestos; en 6 meses, de 47 propuestas llevadas por el principal grupo de la oposición sólo han aprobado 11, todas modificadas excepto una. Como ya no tienen la excusa de “la pinza”, se dedican a hacer oposición a la oposición. La mayoría absoluta les sienta mal y eso les lleva a aplicar el rodillo parlamentario. Entre sus retos de legislatura está imponer esa mayoría, que es legítima, pero proyectando búsqueda y ampliación de acuerdos, porque el príncipe sabe de sobra que pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.

Ley anti pandemia

En febrero, el Gobierno vasco anunció una ley anti-pandemia. Sin informes jurídicos elaborados, sin los trámites necesarios iniciados, y sin el órgano legislativo consultado, otra muestra más del gobierno del primero prensa y luego piensa.

Una ley cuyo objetivo, según el propio Urkullu, es el de “ofrecer una mejor y más clara cobertura jurídica en la gestión de la pandemia”. A priori, su utilidad sería muy limitada, ya que tal y como han adelantado, estaría supeditada a las decisiones de Madrid. No menos importante es que el planteamiento deja en evidencia cómo ha gestionado Urkullu la pandemia y sus consecuencias: desde la limitación de derechos y no -también- desde cómo garantizar derechos a las personas en este contexto. 

El príncipe de Ajuria-Enea y los suyos son conscientes que poniendo el foco en la necesidad de esta ley se traslada la idea de que su gestión ha estado condicionada por los vacíos legales; balones fuera. Pero esta vez no le valdrá, todo el mundo en este país ha visto y vivido de cerca situaciones derivadas de las decisiones erráticas del Gobierno vasco, que poco tienen que ver con limitaciones de naturaleza jurídica. El huracán del Covid-19 ha destapado desigualdades, comportamientos, tics y carencias estructurales. El mito de la buena gestión se diluye, estamos ante el principio del fin de la era Urkullu, dentro de unos años este reconocerá el daño que la gestión de la emergencia supuso a su mandato, al igual que lo hizo Bush con el Katrina e incluso hará autocrítica, esa gran ausente hasta la fecha. Entre tanto, el príncipe y su partido seguirán gestionando el día a día en base a prospecciones sociológicas con el objetivo de mantener la hegemonía política e institucional a costa de todo; incluso de un proyecto, incluso de un país. Es la política del príncipe: “Ognuno vede quel che tu pari pochi sentono quel che tu sei”.

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#85631
24/3/2021 16:44

De éste señor no se entiende nada; por así decirlo sin concretar.

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#85532
23/3/2021 10:24

Vale... Pero qué sustancia política material concreta hay más alla de sustituir/intercambiar 'príncipes ó princesas'. ¿Con qué herramientas de soberanía piensan contar? (¿Un banco público/central y una moneda vasca?). ¿Qué van a socializar (aka por ejemplo kutxabank, euskaltel)?. ¿Cuál es el plan con el Casino U€?. ¿No se cuestionan, ni siquiera como hipótesis, el plan unidireccional de experimentación génica (aka mal llamado 'vacunación') para erradicar un virus anticapitalista de sistema contra la pandemia del Capitalismo?

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#85520
23/3/2021 8:26

Si cambiamos nombres el articulo vale para la gestion del Gobierno,no hay que olvidar que solo quedan tres partidos vivos de la Transicion:PSOE,PNV y ERC el resto son los restos del naufragio y de fusiones diversas.
Las encuestas como motor de ideas y acciones y los medios como remedo de la realidad son el breviario de cabecera,que lejos quedan los valores de los tres mosqueteros......

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#85517
23/3/2021 5:49

año y pico y no es capaz de sacar los dos trabajadores muertos enteerdos en la mierda . no quiero ni imaginar si eto le sucede a ayuso

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#85552
23/3/2021 15:02

O a un presidente de la Comunidad Autónoma Catalana ,Sería, clasismo racismo si fuera el caso, corrupción evidente, mala gestión, ¿Quién hay detrás? (10 o 20 seguro) y suma y sigue. A parte de en lugar de dejarle adelantar las elecciones para zanjar rápido los temas. Les habrían, dicho, fecha y hora para agravarlo más todo.

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