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Fronteras
Reaccionariado suavito
¿Qué devoluciones en caliente? lo que pasa en las fronteras son expulsiones inmediatas, no ajustadas a derecho, coercitivas e inhumanas. ¿Qué límite a los derechos fundamentales, señor Grande-Marlaska? excusas para lavarse las manos.
La violencia de los migrantes es un límite a sus derechos fundamentales”. Con esta frase comentaba el ministro Grande-Marlaska la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, por la cual dicho tribunal no encuentra en las devoluciones en caliente vulneración alguna de los derechos humanos de los migrantes expulsados del país como, el que devuelve un fardo caído de un camión en marcha.
Tanto la frase del ministro como la sentencia bailan un minué de buenas palabras que, escondiditas bajo dobladillos de frialdad, llevan dosis de crueldad imperdonables. Los derechos fundamentales son inalienables, si no serían derechos sujetos a enajenación o derechos condicionales. Estemos hablando de inocentes o culpables, los derechos humanos son los que son, agitar el fantasma del mal que viene de fuera para conculcarlos solo sirve para dar otro pasito —y ya son varios, sobre todo en la cuestión migrante— hacia el lado reaccionario de la valla. Lado que, aunque amparado en la legalidad, es un ejemplo de criminalidad. La trata de trabajadoras sexuales, la trata de trabajadoras del campo o las barcazas a la deriva cargadas de cadáveres que cruzan el Mediterráneo son solo una mínima porción de las consecuencias de las políticas migratorias europeas. Endurecerlas, como parece que tiene por objetivo el Ministerio del Interior, es una forma de colaboracionismo con abyecciones como el comercio de personas y con omisiones como dejar morir de hambre y frío a quien huye de la miseria. ¿Qué devoluciones en caliente, compañeros y compañeras de la prensa? lo que pasa en las fronteras son expulsiones inmediatas, no ajustadas a derecho, coercitivas e inhumanas. ¿Qué límite a los derechos fundamentales, señor Grande-Marlaska? excusas para lavarse las manos y deshacerse de un problema que hemos creado desde el occidente rico y blanco, practicando un colonialismo extractivo y usando continentes enteros como campos de batalla a nuestro antojo y conveniencia.
En esta imparable carrera del reaccionariado suavito que suele ganar el PSOE, también nos hemos enterado esta semana de la sustitución de concertinas por vallas más altas en las fronteras de Ceuta y Melilla, dos formas diferentes de reventar cuerpos. Una, la de la derecha, a calzón quitado y herida abierta; y otra, la del PSOE, que deja en tierra de nadie a quien necesita ayuda e intenta que los abandonados aplaudan la recién estrenada suavidad de los muros y su excelente construcción. Puestas a confrontar, al menos la derecha lo pone fácil y no trata de hacernos comulgar con ruedas de molino, son el enemigo y están encantados de demostrarlo. Esta socialdemocracia de los gestos grandilocuentes y los fondos cenagosos causa repulsión por sus vergüenzas, e indignación porque nos toma por tontas.
Si me preguntan, les diré que todos mis esfuerzos en este sentido se concentran en la abolición total e inmediata de las fronteras. Como no me van a preguntar, agradecería que no me hicieran sentir (más) avergonzada ante seres humanos que necesitan una asistencia que no vamos a prestarles. Que ningún gobierno que plantee la política de fronteras como algo a controlar con dureza se atreva a llamarse progresista, de izquierdas o social, por favor. Que a este paso el sedimento de cadáveres nos va a permitir cruzar el estrecho caminando, a ver dónde ponemos las vallas entonces.