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Frontera sur
Frente a los selfies, reivindicaciones en pateras
Las pateras abandonadas en la costa gaditana, en localidades como Vejer de la Frontera, sirven de adorno para chiringuitos veraniegos o de fondo para las fotografías de turistas. Las embarcaciones son rescatadas de la desmemoria para pintar, sobre ellas, mensajes que muestran las historias de vida que acogieron, los sueños que se ahogaron entre maderas frágiles y el contexto económico y político que de ellas hacen negocio y que, después, las convierten en estadísticas fugaces o en olvido.
Recogemos una acción del colectivo Vejer sin Fronteras, que forma parte del creciente movimiento popular decidido a enfrentarse al holocausto que en el Estrecho se viene consumando desde hace décadas. Estamos en un tramo de nuestro litoral que resulta paradisíaco para quienes lo visitan en verano, pese a las pateras varadas en las playas y los jirones de ropa entre las rocas. Hay tragedias que nos tocan de lejos, otras llaman a la puerta, monótonamente, con insistencia.
LÁPIDAS SIN NOMBRE EN BARBATE
Las olas llevaban semanas sembrando la costa de cadáveres cuando, a finales de enero, dejaron en la arena el cuerpo de un niño. Imágenes como las de Aylan —aquel pequeño sirio ahogado al otro extremo del Mediterráneo— sacudieron conciencias que luego levantaron redes de solidaridad. Por eso convenía mantenerlo oculto.
En el cementerio del vecino pueblo de Barbate hay lápidas sin nombre, solo un número. Podría haber sido uno más, pero saltó la noticia y estalló la indignación en las gentes de bien, al menos en la comarca. Era solo un niño de seis años, huyendo con su madre desde El Congo en una odisea de 5.000 kilómetros. Se supo su historia y la lápida tuvo nombre, Samuel.
“Tomamos la patera como lienzo donde escribir una realidad que los medios tergiversan”, reivindican los miembros del colectivo Vejer sin Fronteras
Por esas fechas, rememora Chío, integrante de Vejer sin Fronteras, una pareja de Dos Hermanas compró una furgoneta, La Solidaria, marchando a Grecia con material para responder como pudieran a esta misma crisis humanitaria que hermana todo el Mediterráneo norte. En las localidades gaditanas de Vejer y Barbate se constituyó una red informal de apoyo, con la idea de trabajar aquí, en nuestra frontera. No era más que “un grupo de personas cabreadas por lo que pasa en nuestras playas a diario”. Organizaron unas jornadas para tomar experiencias directas de migrantes, adquirir las herramientas legales y asistenciales precisas, ligarse a otros colectivos en red y desarrollar protocolos de actuación ante situaciones de emergencia.
LA RESPUESTA ESPONTÁNEA
Desde siempre los barcos pesqueros han prestado auxilio en el mar o acudido ante un naufragio. Tampoco han faltado paisanos que han ofrecido sus casas, comida, dinero o el coche a quienes llegan a tierra y, atemorizados, huyen de las fuerzas del orden. Son respuestas espontáneas ante la desgracia del prójimo. También cabe organizarse y la unión entre afines pronto muestra sus efectos. Así, cuando tras las jornadas que dieron forma a una incipiente Vejer sin Fronteras, unas madres en la puerta de un colegio vieron a la Guardia Civil ‘cazando’ por las calles del pueblo a una docena de niños inmigrantes, tenían a quienes llamar. Y acudieron, fiscalizando el trato dado a los niños. Comprobaron la falta de protocolos de actuación en el municipio para acoger a los menores y cómo los centros de internamiento no están preparados. Se llegó hasta a habilitar un camping de la zona para recluirlos, que también fueron a inspeccionar. Ante la cómplice dejación de las autoridades, es necesaria la intervención ciudadana. Pero quienes desde la sociedad civil algo pretenden, han de enfrentarse a la criminalización y el acoso. Han sido amenazadas la asociación Open Arms de auxilio en el mar o la activista Helena Maleno, quien, dentro del colectivo Caminando Fronteras, intenta monitorizar los viajes.
“Decidimos actuar ante el contraste entre las playas inundadas de veraneantes y la realidad diaria que muestran las pateras”
Desde Vejer sin Fronteras hicieron un mural en solidaridad y, cuando el ministro del Interior —tras sus sonadas declaraciones cuestionando las asociaciones de apoyo a migrantes— visitó el pueblo para inaugurar una placa, aprovecharon para entregarle gentilmente un escrito en respuesta. La lucha se nutre de pequeños gestos a nuestro alcance.
LIENZO FRENTE A ‘SELFIES’
Llegamos al cenit de un verano pleno de incidentes luctuosos y a la acción que nos ocupa. Chío nos cuenta: “Decidimos actuar ante el contraste entre las playas inundadas de veraneantes y la realidad diaria que muestran las pateras abandonadas o naufragadas, fotografiadas por los turistas y en la que se hacen selfies, por simple ignorancia”. Buscaron que se llevasen las fotos con el contenido que tiene este drama oculto: “Tomamos la patera como lienzo donde escribir una realidad que los medios tergiversan. No hay que tener miedo: son niños, mujeres embarazadas, ¡personas perdidas que llegan de milagro!”.
Por otro lado, querían darles la bienvenida, que supieran que hay gente que quiere que vengan y les espera con los brazos abiertos, para lo cual pintaron “bienvenidos” en diferentes idiomas.
Terminado el verano, están retirando las pateras. No ha gustado que dejen de ser un detalle bucólico en la playa, para convertirse en un grito de denuncia contra esta gran matanza y en un mensaje de aliento que acaricie a quienes sobrevivan.