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Estados Unidos
Demócratas y republicanos no pinchan el globo de la ofensiva contra China
El derribo de un globo frente a la costa de Carolina del Sur por parte de un caza F-22 el pasado 4 de febrero ha vuelto a poner a prueba la difícil diplomacia entre los dos países más poderosos del mundo. Desde entonces, el ejército estadounidense ha abatido tres objetos más y, aunque no está demostrado que se trate de otros globos, ni que sean chinos, la opinión pública en EE UU sigue manteniendo la “saga del globo” en todo lo alto.
Como consecuencia del episodio, la Casa Blanca decidió aplazar la visita de Anthony Blinken, secretario de Estado, con la que se pretendía seguir en la vía de normalización de relaciones después de que en junio Estados Unidos señalase a China como un “desafío” en el contexto de la cumbre de Madrid de la OTAN. Distintos observadores han comparado la decisión de impedir el viaje de Blinken con la respuesta dada durante la guerra fría tras el incidente del avión U2.
Exagerado o no, el episodio del globo se enmarca en una escalada de hostilidad con aires de guerra fría 2.0 que tiene en la tensión en torno a Taiwán y los mares del sur de China sus enclaves más frecuentes pero que en este episodio ha saltado a lo que se conoce como el “espacio cercano”, hasta cien kilómetros por encima de la tierra, que incluye la estratosfera, la mesosfera y la parte más baja de la termosfera, y se sitúa por encima de la troposfera, por donde discurren los aviones convencionales, a unos 20 km de la tierra.
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La posición del Departamento de Estado no ha cambiado desde la primera semana de febrero: el globo derribado sobre el océano atlántico era capaz de interceptar señales de comunicaciones y llevar a cabo operaciones de inteligencia. Como consecuencia de esa certeza, la semana pasada, la administración Biden intervino contra el “programa de globos de vigilancia” chino, prohibiendo la venta de herramientas y tecnología a seis compañías señaladas desde el episodio del globo.
El globo, que volaba a 60.000 pies de altura (unos 18.000 metros), transportaba un equipo para interceptar comunicaciones, siempre según las agencias estadounidenses. China lo ha negado con insistencia. No obstante, el mismo Pentágono reconoció en un primer momento que el globo tiene “valor limitado” para la recopilación de información.
Algo que, a medida que pasan los días y se pinchan otros objetos se va perdiendo en la retórica que rodea al caso. El pasado jueves, el Departamento de Estado hablaba ya de una flota de globos y de la coordinación con varios países para compartir más datos sobre el programa de espionaje. Según Blinken, dicha flota “ha violado la soberanía de países de los cinco continentes” en más de 20 misiones.
Nuevos objetos abatidos
El Mando de Defensa Aeroespacial de Norteamérica (Norad), que ha ganado protagonismo en los últimos días, tomó la decisión de abatir el último objeto de estas características derribados hasta ahora el pasado domingo. Un caza F-16 lo derribó en el espacio del lago Hurón, en Michigan.
La justificación es que ese objeto había sido avistado cerca de una base del ejército en Montana en la que se emplazan misiles balísticos intercontinentales. Ese objeto en concreto es una estructura octogonal con una serie de cuerdas atadas, que había volado a 6.000 metros de altura, lo que es un peligro para la aviación civil.
Pese a que no se ha confirmado que el objeto derribado este fin de semana sea chino —"no lo sabemos”, ha declarado el jefe de Norad—, el hecho de que se estén produciendo estos derribos sí obedece a la alarma generada a partir del derribo del 4 de febrero.
Los tres objetos derribados entre el viernes 10 y el domingo 12 no han sido calificados como globos, no se sabe de dónde proceden ni cómo vuelan. El objeto derribado el sábado, en Yukón, en el noroeste de Canadá, es el más difícil de recuperar, puesto que las piezas están diseminadas por esta zona escarpada y montañosa que hace frontera con Alaska.
También difieren las alturas a las que se produjeron los avistamientos, pero las autoridades estadounidenses denuncian el peligro que los objetos pueden suponer para la aviación convencional.
Sí hay restos del primer globo, el único que la República Popular China reconoce como suyo aunque, ha justificado, se desvió de la ruta programada. Lo recuperado se está examinando en laboratorios militares.
Además, ha entrado en juego una posibilidad muy del gusto de grandes capas de la ciudadanía estadounidense: que se trate de objetos extraterrestres, algo que, posiblemente en un exceso de precaución, el mando de Norad no ha querido descartar. Sí lo ha hecho un funcionario del Departamento de Defensa, que detalló que no hay ninguna prueba que justifique la hipótesis de que se trataba de “ovnis” extraterrestres.
Globolización tras la globalización
Los oficiales chinos han defendido desde el comienzo que se trataba de una aeronave civil no tripulada, que realizaba prospecciones relacionadas con la meteorología. En un principio, China quiso templar los ánimos pero, a medida que pasan los días, el Gobierno de Xi Jinping responde con más dureza a Washington.
Ayer, 13 de febrero, los oficiales chinos denunciaron que, solo en el último año, Estados Unidos ha entrado sin autorización diez veces en el espacio aéreo chino. El Ministerio de Exteriores declaró, a través de un portavoz, que la intromisión de dirigibles estadounidenses en el espacio aéreo de otros países es habitual. El Gobierno asiático informó asimismo que estaba preparado para abatir un objeto no identificado en la costa norte del país.
Mientras en EE UU se disparaba la retórica agresiva hacia China, Global Times, medio vinculado al Partido Comunista, denuncia que la escalada tras el incidente “ha puesto los lazos económicos y comerciales en una encrucijada”.
El rediseño de las condiciones de la globalización es una realidad. Estados Unidos comenzó su giro hacia el proteccionismo atacando al gigante tecnológico Huawei por la ventaja china en la infraestructura 5G, posteriormente la mirada del Congreso se ha dirigido hacia la red social TikTok, prohibida en los móviles de los funcionarios gubernamentales, y hacia la exportación de materiales semiconductores, un sector en el que el papel de China es capital.
The New York Times anunciaba el jueves que el Gobierno de Biden va a lanzar una serie de restricciones para la inversión estadounidense en tecnología avanzada. El artículo señalaba que el Pentágono quiere prohibir el desarrollo con dinero americano de infraestructuras en computación cuántica, semiconductores avanzados y “ciertas capacidades de inteligencia artificial con aplicaciones militares o de vigilancia”.
La crisis de los globos ha supuesto la cancelación, por el momento de la visita de Blinken, que iba a ser la primera de ese rango desde 2018, y ha puesto en riesgo otro encuentro de alto nivel, con la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, que, ajena a la escalada que ha tenido el caso ha solicitado viajar al país de Xi Jinping. China es actualmente el segundo país con más títulos de deuda estadounidense en sus balances —después de Japón— y desde el Gobierno de Jinping se sigue defendiendo una política de “pragmatismo”, así como el sostenimiento de una relación “sólida y estable”, especialmente en materia económica.
Pero una viñeta de Global Times en las que se va al característico —y con gesto avieso— Tío Sam tratando de inflar un globo con fugas, el de la “amenaza china”, ilustra bien el discurso oficial ante lo que se considera “narrativa de la desinformación” por parte de EE UU. El Ministerio de Relaciones Exteriores ha denunciado que sea el país “número uno del mundo en espionaje y vigilancia” quien esté agitando este tema.
Al otro lado del Pacífico, el clima es muy distinto al cierto entendimiento con el que se había cerrado el año 2022. Así lo explicaba ayer The Washington Post: “Biden tenía la intención en el nuevo año de ‘mantener líneas abiertas de comunicación’ con Beijing (...) La probabilidad de que eso suceda se ha desplomado más rápido que el globo espía frente a la costa de Carolina del Sur”. En el año previo a las elecciones presidenciales, Biden sigue teniendo margen para atacar a los Republicanos por la supuesta benevolencia mostrada hacia China en el pasado, mientras que el partido de Trump alumbra a varios candidatos que quieren destacarse por las propuestas más duras de sanción y presión hacia el régimen del Partido Comunista Chino.
El 7 de febrero, Biden hizo una referencia al asunto del globo en su discurso sobre el Estado de la Unión: “Si China amenaza nuestra soberanía, actuaremos para proteger a nuestro país”. Y los medios de comunicación estadounidenses, escribe Julianne Tveten en un análisis de medios para la organización Fair (Imparcialidad y exactitud en la información), han aumentado el pánico respecto a la historia original, asegurándose que “la saga del globo, por mucho deterioro diplomático que se produzca, dure lo máximo posible”.
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