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Profesor de Antropología en la Universidad Europea de Madrid
Allá por el 2012, tuvimos la intuición de vincular la figura del zombi con la Crisis de la que, creemos, aún no hemos salido. El zombi, aunque sin rostro, es una figura muy polifacética. Una de sus caras es, por supuesto, la enfermedad vírica, y así aparece en numerosas películas. Por esta razón, una de las entradas de nuestro Abecedario zombi se titulaba “Epidemia”. Después de estos años, pensamos que aquella intuición que tuvimos en plena Crisis sigue vigente para pensar el estado de excepción al que cierta política del miedo nos arroja hoy día. Os dejamos pues que saboreéis este pequeño bocado de un pasado reciente que, como zombi desenterrado, vuelve a mirarnos desafiante.
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A mediados de los 80, Ulrich Beck hizo el lúcido esbozo del surgimiento de un nuevo paradigma del riesgo. Según el sociólogo, las estructuras míticas, simbólicas y sociales sobre el miedo y los peligros que acechan a la humanidad se verían modificadas debido a un nuevo tipo de amenaza. Hasta entonces, todas las inseguridades, miserias y terrores que acosaban al ser humano podían resumirse en las relaciones conflictivas con la alteridad y la diferencia. “El infierno son los otros”, sentenció Sartre. Los violentos son los otros, podría haber dicho también. El otro, el judío, el inmigrante, el negro, el que no pertenece a nuestra comunidad era el que portaba el germen de la desintegración y el sufrimiento. La lógica identitaria de exclusión de lo periférico garantizaba una mítica de la otredad que canalizaba todo el mal hacia el que siempre provenía de fuera. Figurar un otro absolutamente heterogéneo siempre había sido la base de discursos comunitarios en los que la colectividad se percibía como un continuum territorial de identidad étnica, lingüística y cultural.
El cambio de paradigma, según Beck, se produce después de Chernobil. La amenaza nuclear pone en marcha un nuevo tipo de riesgo: un peligro inminente e inmanente, silencioso e invisible que rompe con las barreras y las diferenciaciones estancas de la Modernidad. El peligro a una contaminación total que invada cada uno de nuestros rincones se hace cada vez más evidente. El ocaso de los Otros exteriores nos trae la amenaza al interior mismo de nuestras casas. El terror acecha lo cotidiano del día a día, duerme a nuestro lado. Ahora, el infierno son todos, incluso uno mismo. Y, como sucede en The Walking dead, todos portamos el virus zombi, que en cualquier momento puede activarse.
El nuevo paradigma de riesgo tiene su correlato zombi-cinematográfico en las películas del género en las que el muerto-vivo deviene el contaminado, que puede ser tu padre, amante o amigo. Películas como 28 días, su continuación 28 semanas después o la saga Resident evil retoman la idea del virus inmanejable que transforma a la humanidad en una horda de seres sin raciocinio, ultraviolentos y con sed de sangre y carne. Desde la mítica Soy leyenda hasta la genial Rec, todas estas películas de zombis víricos tienen como punto de partida la amenaza de una posible pandemia que puede convertirnos a todos en zombis con un mordisco, una gota de sangre, un mero arañazo o el simple aliento de los infectados. El zombi es el portador del mal, del fatídico patógeno. En este nuevo paradigma, el enemigo puede ser tu vecina de abajo, con su inquietante bata de felpa y sus zapatillas de andar por casa. El infectado nos recuerda, en cada estertor, la fragilidad de nuestras barreras inmunitarias. En realidad, dice Espósito, lo que nos asusta “no es la contaminación en cuanto tal […] sino su ramificación descontrolada e incontenible por todos los ganglios productivos de la vida”.
[Tras Chernobil] la amenaza nuclear pone en marcha un nuevo dispositivo de riesgo: un peligro inminente e inmanente, silencioso e invisible que rompe con las barreras y las diferenciaciones estancas de la Modernidad
El fantasma de la enfermedad se hace presente, y, con él, los dispositivos inmunitarios invaden todos los planos de lo social. Cuando el flagelo azota, las barreras profilácticas se vuelven imprescindibles: fronteras, cuarentenas, guetos, estado de excepción, militarización de la zona y control policial extremo son algunos de los dispositivos que van configurando el imaginario de nuestra nueva civilización y de la gestión que hacemos del peligro. La peste, recordaba Foucault, trajo consigo la creación del aparato policial para mantener el orden y la salud del tejido social. Las amenazas de las nuevas epidemias han originado una nueva policía más capilar y porosa. Se trata de combatir el contagio tanto del cuerpo individual como del social. Se vigila, observa, controla y aísla la amenaza interna a través del cercamiento y la compartimentalización de lo real. Por ello, la categoría de inmunización, como advirtió Espósito, se vuelve imprescindible para comprender nuestros sistemas políticos actuales. El cambio de paradigma se comprende bien contemplando cómo los tradicionales métodos de control aeroportuarios, multiplicados y sofisticados por la amenaza, se extienden al interior del espacio antes aislado por las fronteras: autobuses, trenes, colegios, barrios vigilados por circuitos de cámaras conforman el panóptico posmoderno. La universalización del mal y del peligro se ha vuelto una constante, hasta el punto de que objetos cotidianos, como una botella de agua o una tartera, pueden considerarse, según el escenario en el que se inserten, verdaderas armas de destrucción masiva.
Se equivoca en parte René Girard cuando habla del peligro actual de la violencia mimética, de su extensión social, pues el fantasma de la violencia es el cebo mediático. Lo que se propaga con la epidemia es sobre todo el miedo, inoculado desde diversas instancias para permitir un micropoder más poroso, introducido en los recovecos más insospechados de la existencia. Del antiguo Estado de Bienestar se pasa al Estado de Higiene y Salud, obsesionado por la seguridad y el control policial a grados inauditos. De las disciplinas y sus espacios de enclaustramiento, hemos pasado al control absoluto, más difuso y difuminado, más etéreo y global, inaprensible y omniabarcante. Las comunidades cercadas, los circuitos de videovigilancia, la seguridad privada y los ataques preventivos son algunos de los ejemplos de los numerosos dispositivos de control que se han multiplicado en los últimos años.
En este nuevo clima de desconfianza, lo que muere es lo común a manos de la mímesis de la sospecha en el que cualquiera puede convertirse en la amenaza temida. La epidemia, como ya bien sabían los griegos, acaba con el demos. Todo proyecto democrático queda por lo tanto diferido mientras dura el estado de enfermedad. “El hombre, habría escrito Hobbes hoy día, es un zombi para el hombre, erijamos el Leviatán...”. La amenaza zombi es, por lo tanto, el chantaje a la democracia. De este modo, al interiorizar el lenguaje de la exigencia inmunitaria, las democracias modernas, afirma Espósito, hablan cada vez menos el lenguaje de la comunidad. Pues, en definitiva, tal y como ha señalado Derrida, los procesos de inmunización nos conducen irremediablemente hacia la transformación de lo social en una suerte de enfermedad autoinmune que terminará por atacar y destruir aquello que se pretendía defender. La inmunitas llevada al extremo posee consecuencias altamente destructivas. Y, como dice Espósito, el exceso de defensas contra aquellos elementos extraños al organismo puede tener consecuencias verdaderamente letales para el mismo.
Cuando el flagelo azota, las barreras profilácticas se vuelven imprescindibles [...] configurando el imaginario de nuestra nueva civilización y de la gestión que hacemos del peligro.
Las lógicas inmunitarias llevadas al paroxismo fueron la base de sistemas totalitarios como el nacionalsocialismo. La importancia extrema que los nazis dieron a la categoría de humanitas, a la delimitación y protección de sus límites y fronteras, fue el eje central de sus teorías eugenésicas de jerarquización y exclusión racial. De ahí el papel fundamental que jugaron en la construcción de estas teorías, nos recuerda Espósito, los médicos, biólogos y antropólogos. La tarea no era otra, no olvidemos, que curar y proteger el cuerpo de Alemania aquejado y amenazado por gérmenes y parásitos invasores. Para llevar a cabo semejante labor de extirpación del mal, la tortura, el asesinato y el aséptico gas hicieron su trabajo de forma excelente. Paradójicamente, el principio de vida se defendió “extendiendo progresivamente el cerco de la muerte”.
El virus, en todas sus manifestaciones, es nuestro mal más endémico, elevado casi a la condición de mal metafísico. Si el zombi haitiano todavía era un hombre disminuido, sin voluntad ni consciencia, pero todavía hombre, el zombi vírico, como apunta Maxime Coulombe en su Petite philosophie du zombie, es una nueva especie. La amenaza ya no son los otros menos que humanos, sino el hecho de que la humanidad se convierta en otra especie mutada. La en ocasiones mala saga Resident evil aglutina a la perfección el miedo a la posthumanidad generada por una posible manipulación genética y el poder desmesurado de las empresas farmacéuticas. El zombi-T es el postmoderno Prometeo que destrona al monstruo de Frankestein de su irrisorio pedestal. Pero quizás Resident evil ya no se mueva en el paradigma del riesgo de Ulrich Beck, sino en otro por-venir, pues la lucha ya no se da ahí entre la humanidad y sus otros, ni tampoco en la amenaza íntima, sino entre los mejorados genéticamente por la nueva eugenesia y las piltrafas del sistema. Según esta lectura, en un futuro no muy lejano, todos serán zombis, alterados por el virus, pero unos, bien ensamblados, y otros, contrahechos. La lucha de clases se convierte en lucha de especies...
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Haber amigo del primer comentario nada de eso es real los zombies no pueden existir por muchas causas y de aqui no le entendí casi nada pero estoy seguro que los zombies no van a existir ok
Yo solo viene aquí porque estaba leyendo un libro zombie que se llama (GUERRA MUNDIAL Z) y creo espero que no pero creo que está basada en echos reales i vine a esta pagina para ver si existía el virus zombie y ya veo que si
Puede que esta enfermedad sea de zombie vean los cientificos la pelicula "cuarentena " Pero si hacen el experimento de poner a una persona como zombie no dude en tener proteccion y avisar de imediato a la gente de esta enfermedad que pueda que sea que ya nos estamos desbaneciendo por completo les sugiero.. Saludos y encuentren la cura muy pronto!
Virus, si; Zombie, también... Hasta que aprendan ('practice makes perfect'), porque recursos y aliados tienen de sobra.
Friendly Reminder: Son una consecuencia, resultado de varios problemas estructurales sistémicos. Por tanto, mientras no se den pasos firmes para solucionar esos problemas solo será cuestión de tiempo y abono en el erial para el trumpismo cañí.