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Neoliberalismo
Política del cuerpo en tiempos de la pandemia COVID-19
Gediminas discute la relevancia del pensamiento feminista y queer en la época de la pandemia global de COVID-19. Al hacer esto, desafía las nociones neoliberales de subjetividad y buena vida dominantes en nuestras sociedades, y nos invita a repensar, explorar y potencialmente promulgar modos de política feminista y queer.
Investigador en Cambridge
A medida que el mundo ha entrado en la pandemia del Covid-19 – los países cerrando sus fronteras nacionales y el público agitado vaciando los estantes de los supermercados para adquirir todo tipo de alimentos básicos – se nos insta, una vez más, a explorar y representar los modos de la política feminista y queer. Esta política, basada fundamentalmente en la atención al cuerpo humano, y al sufrimiento, la agencia y la resistencia dentro de él, desacredita las nociones neoliberales de subjetividad y formas de vida deseable que tanto han sido defendidas por los gobiernos neoliberales y sus máquinas ideológicas que son los medios de comunicación. Me explico.
El discurso neoliberal ha sostenido desde su pernicioso nacimiento durante los 1980 que todas y cada una de nosotras somos un individuo completamente independiente, racional, capaz de actuar y triunfar en el mundo a través de la virtud de nuestros talentos innatos. En este contexto completamente despolitizado, se supone que la competencia entre estos individuos debe ser la regla natural del juego y que, siempre, debe tener lugar en un contexto de economía de libre mercado.
“El neoliberalismo dictamina que no necesitamos a la sociedad”
Independientemente de los contextos de los que procedan las personas (su género, raza o sexualidad), sus elecciones democráticas se ejercen mejor al participar en este mercado que premia el mérito y castiga la ineficiencia. Por lo tanto, en este sistema no somos personas, sino consumidores que participamos en el mundo a través del intercambio económico; y si no tenemos suficiente dinero, tendremos dificultades para comprar alimentos, encontrar cobijo o tener acceso a atención médica básica. En este contexto que presupone la individualidad y entiende que la competencia y la desigualdad son características fundamentales del humano, la doctrina neoliberal insiste en que “no necesitamos la sociedad” - es decir, dado que todos somos los únicos responsables de nuestro bienestar personal, no necesitamos salvaguardas determinados socialmente contra la injusticia y el sufrimiento.
En el mundo donde el homo economicus se ha vuelto tan generalizado que la mayoría de la gente rara vez lo reconoce como ideología, las pensadoras feministas y queer han hecho numerosos esfuerzos para mostrar las contradicciones de este proyecto de ingeniería social legitimado e impuesto por las élites políticas (¡aunque no solo!). A pesar de los debates complejos que se dan dentro de las posturas feminista y queer, en este artículo me centro en el nivel más básico de análisis, y sin embargo en el más profundo, que desafía la pérfida fantasía liberal tan necesaria para la continua reproducción de nuestro sistema capitalista. Me centro en el cuerpo, después mostraré cómo se relaciona esta crítica con la pandemia de COVID-19.
Las pensadoras feministas y queer han demostrado convincentemente cómo nuestros cuerpos nunca son nuestros, sino que siempre están implicados en la existencia de otros. Judith Butler nos enseña que desde que nacemos nuestras vidas dependen de otros humanos para nuestra supervivencia, y es a través del amor y el cuidado o la violencia y el abandono, que nuestros cuerpos y vidas subjetivas dentro de ellos florecen o perecen. Silvia Federici, por ejemplo, ha demostrado cómo el capitalismo se construye sobre la opresión sistemática y la marginación de las mujeres, y cómo la explotación de sus capacidades físicas reproductivas ha sido central en los modos de acumulación capitalistas. A pesar de las importantes y matizadas diferencias, estos enfoques que toman los cuerpos como punto de partida de la praxis social muestran cómo estos sistemas abstractos (i.e. formas de entender la realidad) nos dominan de forma desigual y explotadora. Desafían a aquellas sociedades capitalistas que celebran los valores de la individualidad y competencia normalmente atribuidos a personas blancas, de clase media, heterosexuales, y predominantemente masculinas, que no pueden o no quieren ver cómo los sistemas económicos construidos sobre su propia subjetividad privilegiada ignoran las necesidades de quienes no encajan fácilmente en esas categorías.
Solo por dar algunos ejemplos concretos, las feministas han destacado cómo este sistema perjudica a las mujeres regulando sus derechos reproductivos, es decir, la decisión para una mujer de qué hacer con su cuerpo, cómo vestirse, si tener hijos o no (y en su caso, cómo y cuándo), debe ser negociado siempre dentro de en un contexto social y político más amplio. Como Simone de Beauvoir dijo: “no se nace mujer, sino que se llega a serlo”. Y este devenir está violentamente condicionado por el patriarcado blanco de clase media que controla, oprime sexualmente, viola o incluso mata a las mujeres. De manera similar, en medio de la pandemia de VIH/SIDA en la década de 1980, pensadoras queer destacaron cómo crisis de salud pública estaban mediadas a través de la hetero-normatividad, sancionando de este modo cuerpos delincuentes que se dedican a prácticas sexuales socialmente inaceptables. O dicho de otra forma, si el propio deseo de encontrar la intimidad física y el amor no se ajusta a las expectativas sociales más amplias, sus cuerpos serán descuidados y abandonados en el caso de que una pandemia les golpee, como sucedió a muchos hombres homosexuales expuestos al VIH en la década de 1980 en los Estados Unidos.
“Desde el comienzo de nuestras vidas, dependemos de otros seres humanos para sobrevivir, y es a través del amor y el cuidado, o la violencia y la negligencia, que nuestros cuerpos y vidas subjetivas dentro de ellos florecen o perecen.”
Entonces, ¿cómo se relaciona esto con la pandemia COVID-19? En contraste con ésta crítica que tantas dificultades debe superar para llegar al público en general, la pandemia mundial como la de la COVID-19 opera de una forma mucho más igualitaria - superando fácilmente las diferencias socialmente articuladas entre diferentes organismos, clases o fronteras políticas. Se cree que el virus se originó en un mercado en Wuhan, China, donde se vendían animales vivos y muertos. La fuente animal del virus no se ha identificado aún, pero se cree que el huésped original eran murciélagos que podrían haber infectado pollos vivos u otros animales vendidos en dicho lugar. Alguien debió consumir esa carne infectada, la primera transmisión animal-humano ocurrió, el virus mutó. Éste no entiende de ninguna diferencia socialmente constituida. China trata de contenerlo. No tiene éxito. El virus se propaga a nivel mundial.
“Las estructuras abstractas como los sistemas económicos globales y de transporte no son más que sistemas hechos por y a través de nuestros cuerpos.”
Lo que comenzó como una transmisión de virus entre especies, ahora es una pandemia global, que amenaza los sistemas nacionales de salud y asalta la economía global. A medida que se extendió globalmente de cuerpo a cuerpo, el virus nos muestra cómo las estructuras abstractas - como la economía global o los sistemas de transporte - que a menudo nos esforzamos por comprender no son más que los sistemas hechos por y a través de nuestros cuerpos. No es el gobierno nacional o las corporaciones, sino nosotras, la fusión de miles de millones de cuerpos humanos, los que producen estos sistemas a través de nuestra capacidad corporal para trabajar y relacionarnos. Y fundamentalmente, porque los producimos, también podemos deshacerlos. Volveré a esto más tarde.
Los países están aproximando la crisis del COVID-19 de maneras diferentes: después de China, Italia y España han entrado en estado de alarma e instaurado encierros nacionales, mientras que el Reino Unido ha adoptado un enfoque controvertido mediante la adopción de medidas más graduales antes de llegar al cierre definitivo pero que, incluso este, no consiste de las mismas medidas que los dos países anteriores, etc. Ante esta incertidumbre y sin precedente alguno, aquí en el Reino Unido se nos dice repetidamente que tenemos que lavarnos las manos a menudo, que no toquemos nuestras caras, que debemos distanciarnos de cada cual, entrar en auto-aislamiento completo si presentamos síntomas, o no salir de nuestros hogares si somos personas de mayor riesgo.
En este contexto nos damos cuenta de repente de la inutilidad y la necedad del individualismo neoliberal. Cuando tocamos incómodamente superficies tocadas por otras, viajamos con mascarillas, desinfectamos nuestras manos, nos aislamos en casa, recordamos que nuestra existencia y bienestar están fundamentalmente entrelazados con el de los demás. No podemos controlar totalmente este entorno, donde también viven otros cuerpos y los efectos que pueden tener sobre nosotros. La idea de que somos individuos independientes en una sociedad de libre mercado está en entredicho. Como las pensadoras feministas y queer muestran, estamos íntimamente implicados y entrelazados en una compleja red de relaciones sociales. En pocas palabras, nunca estamos solas.
Hasta ahora, ha sido relativamente fácil para muchos hacer caso omiso a estas activistas y pensadoras críticas en la interpretación y comprensión de la política del día a día, total, solo discuten la vida de las poblaciones más desfavorecidas. Sin embargo, en tiempos de pandemia global todos nuestros cuerpos son vulnerables a este virus. A medida que íbamos procesando esto, comportamientos compulsivos y provocados por el pánico empezaron a tomar lugar, mostrándonos cuán internalizada está la ideología neoliberal en nuestra sociedad: se nos ha quedado grabado en nuestras mentes que el aprovisionamiento debe ser individual, que debemos acumular riqueza aunque sea innecesaria, despreciar a las demás como modus operandi de nuestra verdadera “naturaleza humana”. Pero esto obviamente no es una solución. Si bien podemos acumular todo lo que queramos, nuestras vidas pueden verse en peligro por el virus que provenga de otro ser humano: todo lo que compramos no aparece mágicamente de la nada, todavía necesitamos la cooperación de otras personas que producen y transportan todo lo que consumimos, desde el papel higiénico a la comida.
“Si bien podemos acumular individualmente, seguimos expuestos al contagio por otras personas con las que necesitamos cooperar.”
En este contexto de vulnerabilidad, más y más países están implementando regímenes de cuarentena, recomendando el distanciamiento social o auto-aislamiento. Sin embargo, no podemos controlar completamente lo que les sucede a las demás. Y estamos particularmente ansiosas en los contextos en los que la asistencia sanitaria universal no es disponible para todas o está gravemente comprometida. Donde existe mucha gente que no tiene posibilidades de ser tratada, o ni siquiera de que se le realice la prueba. Entones, todas podremos transmitir el virus porque nuestro regreso al auto-aislamiento se basa en una cooperación social efectiva. Y es en esta situación paradójica de unión y distanciamiento social inevitable que el pensamiento feminista y queer toman más relevancia si cabe.
Nos recuerdan una verdad fundamental e ineludible de nuestra existencia: los humanos somos criaturas fundamentalmente solitarias e, inevitablemente, implicados en la existencia de otros humanos. El dolor y la ansiedad que se sienten dentro de un cuerpo humano hacen que ese cuerpo se sienta solo en el momento mismo del sufrimiento: expuestos a efectos del patriarcado, el capitalismo, o una pandemia mundial, sin posibilidad de escapar de esta situación uno se rinde a la soledad, encerrado dentro del mismo momento del dolor y ansiedad. Sin embargo, si seguimos los planteamientos feminista y queer a la hora de investigar nuestro entorno, comenzamos a ver cómo esta condición de sufrimiento individual se constituye y se sostiene a través de una exposición al funcionamiento de los sistemas más amplios que abren posibilidades para una vida más digna. Este orden, normalmente, produce e intensifica el dolor experimentado por las poblaciones más vulnerables y precarias pero, en tiempos de pandemia mundial, el dolor es de todos nuestros cuerpos.
“Podemos superar nuestra soledad si entendemos que nuestros cuerpos nunca son solo nuestros, sino también la condición de los demás.”Pero no es el virus lo más importante: lo crucial es cómo estamos fundamentalmente interrelacionadas y somos dependientes la una de la otra. Es a través del seguimiento de esta relación, y a través de la cual las responsabilidades son ahora mutuas, que podemos comenzar a superar nuestra soledad y el modo de ser individualizadas, consumidas por el sistema capitalista que nos hace cada vez más ajenos. Es decir, podemos superar nuestra soledad al comprender que nuestros cuerpos nunca son solo nuestros, sino también la condición de los demás. Así como nos constituimos recíprocamente, también constituimos los flujos mundiales de capital. Pero y debido a que somos nosotras los seres que los constituyen, también somos aquellas que tenemos la posibilidad de deshacerlos. La pandemia de COVID-19 claramente nos recuerda cómo estamos fundamentalmente entrelazadas como personas, resalta el hecho de que debemos preocuparnos unas por otras, no solo en un momento de pandemia global, sino también en la pandemia siempre presente que es el capitalismo.
Gediminas Lesutis es investigador en el Departamento de Geografía de la Universidad de Cambridge, Reino Unido. Está interesado en los efectos sociales y políticos del desarrollo capitalista contemporáneo, la teoría crítica y la fotografía documental. Puedes seguirlo @GediminasLe en Twitter y @mr.geddis en Instagram.