Cómic
François Schuiten: “Viví la desaparición de mi perro con tanta violencia que dibujé guiado por la intuición”

Ven la luz en España las dos últimas obras del autor de cómic belga François Schuiten: ‘Jim’, elegía por su perro fallecido, y ‘El regreso del capitán Nemo’, nueva entrega de la imaginativa serie que desarrolla desde 1983 junto al guionista Benoît Peeters. Dos obras de espíritu distinto pero que coinciden en recordar el inmenso talento como dibujante de Schuiten, ausente desde hace un tiempo de la escena comiquera.
François Schuiten y su perro Jim
El ilustrador François Schuiten y su perro Jim. Foto cortesía de Libros del Zorro Rojo.

Hace cinco años, en 2019, François Schuiten (Bruselas, 1956) anunciaba que dejaba la bande dessinée [tiras dibujadas, en su traducción]. El cómic franco-belga atraviesa por una crisis de sobreproducción editorial y precarización de la labor creativa que hacía que a este autor ya no le compensase dedicar sus esfuerzos y talento al medio; más teniendo en cuenta que su pasión por la arquitectura, heredada de sus padres, ha trascendido el reflejo en sus viñetas para traducirse en una lucrativa carrera en los ámbitos del diseño, la escenografía, y la edificación y el paisajismo urbanos.

Parecía, por tanto, que la bande dessinée necesitaba a Schuiten, pero Schuiten no necesitaba la bande dessinée. Hasta que un suceso trágico, el fallecimiento de su perro Jim, le descubrió que ningún otro medio le iba a permitir plasmar de una forma tan expresiva la pérdida de su compañero durante trece años. El resultado es Jim (2023), editado en nuestro país por Libros del Zorro Rojo; un trabajo de extraña intensidad, realizado en un blanco y negro abrumador con el objetivo de “comprender lo que había pasado entre nosotros (...) vivir el duelo y aceptar su partida”.

Hablamos con Schuiten de Jim pero también de El regreso del capitán Nemo (2023), publicado a su vez en castellano por Norma Editorial. Se trata, como indica su título, de una fantasía en torno al mítico personaje de Julio Verne, con la que Schuiten y el guionista francés Benoît Peeters dan una nueva vuelta de tuerca a Las ciudades oscuras, saga de 25 álbumes —11 conexos en sus argumentos y 14 complementarios— capaz de desbordar a lo largo de cuatro décadas de publicación todo tipo de barreras entre géneros y formatos, aunque bajo el signo unificador del dibujo de Schuiten, único para dramatizar, fabular y pensar la gran ciudad.

Por el tamaño de la edición y el intimismo que marca el relato, Jim podría entenderse como una revisión en torno al carácter escénico de la mayor parte de tu obra, la escala que precisa cada historia.
Ese cambio en la escala surgió de manera natural porque no estaba en condiciones de imponer nada al formato o la estructura de Jim. El libro surgió visceralmente debido a las circunstancias, sin una intervención por mi parte en forma de voluntad o imaginación. Aunque sabía que mi perro iba a morir, era un hecho predecible, viví su desaparición de una manera tan violenta que solo pude dibujar sobre ello dejándome llevar por la intuición. Mi reacción habitual en la vida cuando han surgido dificultades, ante un reto creativo, ha sido siempre la de tratar de comprender mejor lo que me ha salido al paso, reenfocarlo para tener una perspectiva más amplia sobre las cosas. En esta ocasión no me detuve a analizar, el único criterio que pude aplicar fue el de realizar un dibujo cada día, un dibujo que atesorase una idea o una emoción en torno a Jim. Fue la única disciplina a la que me ceñí. De hecho, en principio los dibujos no estaban destinados a ser algo más; fue cuando mi hijo colgó algunos en redes sociales y vi la reacción que despertaban cuando empecé a pensar en que podían dar lugar a un libro.

Nos ha llamado en especial la atención cómo, en muchas páginas pares del libro, Jim es tan solo una silueta negra contra el blanco de la página; un abismo y, al mismo tiempo, una huella imborrable.
Creo que esa sensación de pérdida y al mismo tiempo de continua presencia del ser amado, tan propia del duelo, es común a todos, como pude percibir en las reacciones de redes sociales que os comentaba. El dolor funciona con ese imperativo, uno se mueve incesantemente entre esas dos sensaciones, y el dibujo permitía manifestarlo. En este proceso comprendí que había muchas personas que habían perdido a sus animales de compañía y necesitaban un reflejo de este sufrimiento. Un reflejo que no es tan habitual, no es sencillo. Nuestra sociedad tiende a priorizar unos sufrimientos sobre otros y la pérdida de los animales queridos se encuentra al final de la tabla. Hay incluso quienes piensan que no procede sentirse conmovido en exceso por la muerte de un animal. Por eso este libro también ha sido para mí una especie de liberación, un modo de darme permiso para liberar un dolor retenido, un dolor profundamente íntimo y que me ha situado en una posición de fragilidad extrema.

Viñeta del cómic ‘Jim’, de François Schuiten
Viñeta del cómic ‘Jim’, de François Schuiten. Cortesía de Libros del Zorro Rojo.

En ese sentido, ¿es Jim una crónica soterrada de tu soledad, de tu necesidad de afecto?
Sobre todo, no voy a negarlo, da voz a un sentimiento de orfandad. La ausencia de Jim me resultó demasiado dolorosa, no pude soportarla mucho tiempo. A los pocos meses de su desaparición ya estaba arrojando miradas lujuriosas a los perros de mis amigos y a los que se me cruzaban cuando salía a pasear. De tripas corazón, me di cuenta de que tenía que hacer algo y he acabado por adoptar con el apoyo de mis seres queridos otro perro, Ulises.

Nos ha gustado mucho tu hincapié en el prólogo de Jim en que pretendías expresar aquello a lo que no llegan las palabras, en una época cuyas manifestaciones artísticas están marcadas a menudo por la literalidad.
Os estoy agradecido por esta pregunta porque, en efecto, sin salir del tema del duelo, existen numerosos libros que lo abordan, que nos aconsejan en torno a cómo gestionar las emociones dolorosas ante la pérdida de un animal, pero pocos que lo hagan recurriendo al dibujo como un valor añadido para plasmar lo indefinible, todas esas cosas tan difíciles de explicar en esas circunstancias pese a que no tenemos ningún problema para visualizarlas mentalmente, para que nos atraviesen. Emplear el dibujo en ese sentido no es común. Hasta el punto de que yo tampoco me di cuenta al principio. Me limité, como os decía, a dibujar y, pasado un tiempo, esos dibujos me estaban transmitiendo a mí mismo cosas que no tenían nada que ver con las palabras. Es eso lo que he tratado de lograr una vez abrazado el concepto de libro: invocar ese algo especial y único, proponerme en cada página el reto de tocar lo que solo el dibujo puede alcanzar.

Ilustración de François Schuiten sobre su perro Jim
François Schuiten hizo un dibujo diario sobre su perro Jim. Cortesía de Libros del Zorro Rojo.

¿Cómo ha sido la experiencia de volver con El regreso del capitán Nemo al universo de Las ciudades oscuras pasados 14 años de la anterior entrega, Recuerdos del eterno presente?
Lo que no sabe mucha gente es que el guionista Benoît Peeters y yo nos conocemos desde que teníamos 12 años, somos grandes amigos, por lo que Las ciudades oscuras es en realidad un proyecto imaginativo hilvanado en común que va mucho más allá de las dimensiones de una historia o una serie de álbumes. Cuando materializamos dicho proyecto imaginativo en forma de cómic es porque nos apetece, o porque pensamos que ese registro es el más adecuado para lo que tenemos en mente en ese momento. Es lo que ha pasado con El regreso del capitán Nemo, pero nuestra imaginación puede llevarnos en muchas otras direcciones. Ahora mismo estamos preparando un espectáculo en vivo sobre Las ciudades oscuras que incluirá música y canciones, y en el que yo dibujaré en el escenario mientras Benoit recita textos. La complicidad entre nosotros permite que todo sea posible.

Estamos viviendo un mundo nuevo a muchos niveles, en un clima desapacible y de mucha ansiedad colectiva, y creo que el dibujo tiene la posibilidad de expresar algo al respecto

¿Ese espectáculo se inspira concretamente en El regreso del capitán Nemo?
Sí, Benoît y yo vamos a experimentar en cómo reelaborar el libro en base a la emoción del momento, en cómo repensarlo mediante la captura de movimientos en vivo, la música y el dibujo sobre el escenario. Mi aspiración pasa en la actualidad por poner a prueba el dibujo en espacios inéditos, imbricarlo en ecuaciones artísticas sin fácil respuesta, y ver qué papel puede desempeñar. Estamos viviendo un mundo nuevo a muchos niveles, en un clima desapacible y de mucha ansiedad colectiva, y creo que el dibujo tiene la posibilidad de expresar algo al respecto. Me interesa su diálogo con otras disciplinas artísticas. Tengo entre manos varios proyectos de libros y exposiciones en relación con ello, y, además, estoy trabajando en Pont de Sèvres, futura estación de la línea Grand Paris Express, en colaboración con la Manufactura Nacional de Porcelana de Sèvres; una colaboración que plantea cómo relacionar técnicas ancestrales y limitaciones constructivas con obras de tanta proyección hacia el futuro como una estación de metro.

Una de las cosas más atractivas de El regreso del capitán Nemo es su alternancia de expresión secuencial, ilustración pura y diseño gráfico, que creemos es clave en el cómic de hoy y que remite al origen del medio.
Me gusta mucho entrar en este terreno porque creo que no se tiene demasiado en consideración. Con la edad, me estoy dando cuenta de que lo que me gusta por encima de cualquier otra cosa es el libro como objeto, el libro-artefacto o libro-arte. Si os fijáis en cómo están armados tanto El regreso del capitán Nemo como Jim, es con una atención muy especial por el continente de ambas obras. Gracias al trabajo del diseñador gráfico Philippe Ghielmetti y los editores, se ha brindado a la ficción concretada en los dibujos y los textos un marco que hace que el diseño, los materiales, potencien el espíritu que anima el interior de las obras. A estas alturas no estoy tan interesado en el registro del cómic como en el hecho de que forme parte de un libro, de ese valor cultural y ese placer que solo los libros pueden ofrecernos y que está relacionado con la sensualidad del papel, el estímulo de la imaginación…

Podríamos interpretar Las ciudades oscuras en su conjunto como una evocación de la experiencia lectora.
Sin duda, es un caleidoscopio de nuestra imaginación y nuestros pensamientos, derivados de las manifestaciones literarias y gráficas de lo maravilloso que hemos tenido la suerte de disfrutar. Benoit y yo nunca estamos muy seguros de dónde vamos cuando profundizamos en estas cuestiones, nos dejamos llevar para recuperar emociones asociadas a la lectura, pasadas por el filtro de nuestras inquietudes adultas y registros varios del fantástico que nos apasionan, como el surrealismo o el expresionismo. El regreso del capitán Nemo es en el fondo un intento de reeditar el placer que experimentábamos Benoit y yo de pequeños cuando leíamos la colección de las aventuras y los viajes extraordinarios de Julio Verne en las versiones ilustradas originales de la editorial Hetzel.

Esas ediciones de Verne por Hetzel, la idea del libro como objeto o artefacto, nos llevan en cierto modo a la arquitectura, una de tus principales pasiones.
Arquitecturas urbanas soñadas a través del dibujo, dibujos contenidos en la arquitectura de los libros… Me encantan esas correlaciones, esos juegos de espejos entre imaginación y realizaciones materiales, que abarcan el cómic y la arquitectura pero también el teatro, el cine o la danza. Correlaciones que cuestionan el tiempo que nos ha tocado vivir, nuestro mundo, nuestros usos y costumbres, nuestras técnicas y herramientas, incluso nuestra forma de hacer arte. Cada nuevo objeto, cada nueva expresión artística, me fascina por su capacidad de dialogar con el mundo, por su capacidad para hablar de las dificultades que afrontamos. Hoy por hoy todo me interesa, desde la arquitectura a la escultura, con tal de que se creen a partir de una mirada auténtica, de una valentía para afrontar riesgos, de una audacia.

No estoy por sistema en contra de unas herramientas u otras: todo es posible, y, al mismo tiempo, cada novedad tecnológica apunta a más desafíos, a lo mucho que tenemos aún por hacer

Hablando de creación y de herramientas, ¿qué papel juegan en tu actividad las nuevas herramientas digitales de dibujo y diseño? ¿Qué han aportado a tu mirada?
Es una pregunta interesante, porque parece que las herramientas de dibujo digital procuran hoy en día infinitas posibilidades para hacer factible cualquier cosa, y lo cierto es que hay artistas que las están empleando con gran acierto. Ahora bien, no son una varita mágica, por mucho que en ocasiones se nos haga creer o queramos creer que es así. El trabajo de reflexión, el proceso de desarrollar un argumento a través del dibujo, no han dejado de ser relevantes, resultan tan fundamentales como siempre, mientras que los útiles precisos para llevar a cabo la obra siguen sin ser claves para el resultado final. Personalmente, todavía soy fiel a las herramientas tradicionales de dibujo, sigo apegado al sonido del lápiz sobre el papel y a los procesos manuales, muy laboriosos pero que me ayudan en el tiempo que duran a procesar mejor los temas que estoy abordando. Eso no quiere decir que no sienta mucha curiosidad y alegría cuando colaboro con artistas como Laurent Durieux, que tienen un gran dominio del entorno digital. Estas colaboraciones me han hecho muy consciente de lo que las herramientas digitales permiten hacer. En definitiva, no estoy por sistema en contra de unas herramientas u otras: todo es posible, y, al mismo tiempo, cada novedad tecnológica apunta a más desafíos, a lo mucho que tenemos aún por hacer.

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