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Chile
El Gobierno de Boric, a un año de la victoria
El 19 de diciembre se cumplió un año de la victoria en las urnas de Gabriel Boric. Una victoria histórica que abrió una etapa que tuvo como fecha de salida el 11 de marzo, día en que el líder de Convergencia Social asumió el cargo. En estos nueve meses, Boric ha sufrido todos los constreñimientos, problemas y dificultades que conlleva el ejercicio del poder. Una crisis de gobierno, problemas de seguridad en la Araucanía que se llevaron por delante a una de sus ministras estrella, Izkia Siches, o el varapalo de la derrota constitucional son solo algunos de los desafíos a los que ha tenido que enfrentarse Boric en este convulso primer año de mandato. Todo ello aderezado con una crisis inflacionaria y las secuelas de la pandemia y la crisis energética que siguen azotando el país.
Nadie consciente de las condiciones estructurales de Chile pensaba que el mandato de Boric fuera a abrir de golpe las grandes alamedas. Tampoco lo pensaba el propio Boric, que nunca vendió la luna y planteó en todo momento ir paso a paso con medidas que mejoraran la vida de los chilenos. Pero seguramente nadie esperara un primer año con tantos sinsabores. Esto se ve reflejado en su aprobación presidencial, que se encuentra tan solo en un 30%, más baja que la que tenían Piñera y Bachelet a estas alturas en su primer año de mandato.
Sin embargo, el Gobierno tiene una agenda para enmendarlo, y su futuro seguramente esté ligado a tres grandes reformas: el proyecto de nueva Constitución, la reforma de las pensiones, y una reforma en materia de salud que aun falta por concretarse. Además de ello, la puesta en marcha de un Sistema Nacional de Cuidados podría ser otro punto importante de un legado que Boric tiene que empezar a construir.
La constitución de los expertos
Boric ató su futuro a la nueva Constitución desde el mismo momento en que comenzó su mandato. No solo por el rol que jugó como uno de los impulsores del acuerdo que abrió el proceso constituyente, sino porque su relato frente a Kast, el presidente del cambio frente a la reacción, le unía inexorablemente a la nueva carta magna. Por eso, la derrota del Apruebo en el proceso constituyente se leyó como una derrota personal de Gabriel Boric.
Una crisis de gobierno, problemas de seguridad en la Araucanía que se llevaron por delante a una de sus ministras estrella, Izkia Siches, o el varapalo de la derrota constitucional son solo algunos de los desafíos a los que ha tenido que enfrentarse Boric
Tras el batacazo del 4 de septiembre, La Moneda reaccionó rápido con un cambio de gabinete y con un discurso donde el presidente aceptaba la victoria del rechazo y prometía ser el “garante” de un nuevo acuerdo constituyente entre los partidos. La nueva posición de Boric, por encima de los partidos y sin ser parte activa del acuerdo, era necesaria ya que presidencializar el proceso constituyente hubiera sido un error irreparable. Pero conllevaba un enorme riesgo: que una parte de su futuro esté en manos de sus adversarios políticos.
Esta es la situación en la que se ha visto desde entonces Gabriel Boric. Su futuro puede depender de si hay o no nueva Constitución en Chile, pero su capacidad de influencia sobre ello es limitada. Los partidos políticos han tomado las riendas del proceso, y la semana pasada alcanzaron un acuerdo en el que La Moneda no fue ni mucho menos protagonista. De hecho, en una encuesta reciente la ciudadanía situaba al presidente entre los tres principales perdedores del acuerdo.
También se encontraban en este ranking algunos partidos de la coalición oficialista, y es que el nuevo proceso lleva marcado el sello del Rechazo desde su origen. Como querían los partidarios del Rechazo, habrá un comité de expertos, que serán designados por Congreso y Senado, y redactarán un anteproyecto sobre el que empezarán a trabajar los diputados constituyentes. Estos diputados serán solo 50 y se elegirán bajo las reglas electorales del Senado. Otro triunfo de la derecha al que se le ha prestado mucha menos atención de la que merece.
La presencia de los partidos y el giro elitista serán los dos grandes ingredientes del nuevo proceso, que será muy distinto del primero. A La Moneda seguramente no le agrade el acuerdo, no solo por los expertos, sino porque el sistema electoral del Senado sobrerrepresenta a las regiones más conservadoras y quita muchísimo peso a la Región Metropolitana de Santiago, principal feudo de la izquierda. Así que es probable que una cámara bastante conservadora sea la que redacte el texto del que depende el futuro de Gabriel Boric.
Si el proceso constituyente vuelve a fracasar es probable que tanto el legado de Boric como el impulso constituyente queden enterrados para siempre
Esta es una de las grandes paradojas de la política chilena actual. Si la legislatura termina con una nueva Constitución, Gabriel Boric será el presidente que estampe su firma en el texto que sustituyó la carta magna de Pinochet. Un legado importante que dejar y uno de los grandes objetivos de su mandato cumplidos. Lo curioso es que ello dependerá en gran medida de sus adversarios políticos. Si la cámara constituyente funciona bien y el texto cuenta con suficiente apoyo popular la legislatura no habrá sido en vano. Pero si el proceso constituyente vuelve a fracasar es probable que tanto el legado de Boric como el impulso constituyente queden enterrados para siempre.
Las pensiones, salud y cuidados
La nueva Constitución no es el único punto del que depende el futuro de Boric, y hay dos grandes reformas que de llevarse a cabo dejarían un legado importante: la sanidad y las pensiones.
Las pensiones y la salud han sido dos demandas históricas de quienes se oponían a la Constitución de Pinochet. La dictadura estuvo guiada en lo económico por un grupo de discípulos de la neoliberal Escuela de Chicago, y dos de sus principales herencias fueron un sistema de pensiones y sanitario dominado por los actores privados. En el caso de las pensiones a través de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) y en el de la salud por medio de las ISAPRE.
En materia de pensiones, se estableció un sistema único de capitalización individual obligatoria, donde todos los trabajadores menos Carabineros y Fuerzas Armadas depositan cada mes un porcentaje de su sueldo en una cuenta personal a elegir entre las cinco grandes administradoras privadas. Este sistema ha generado dos cosas: en primer lugar, unas pensiones bajísimas, donde más del 70% se encuentran por debajo del salario mínimo; y en segundo, que las AFP sean uno de los actores con más poder de todo el país. Estas entidades, al administrar los ahorros de los chilenos, cuentan con una ingente cantidad de recursos económicos para invertir en diversos sectores. El dinero de las AFP se invierte en grandes grupos económicos nacionales y extranjeros, lo que hace de las pensiones chilenas un negocio muy jugoso para muchos actores del mundo privado.
La nueva Constitución no es el único punto del que depende el futuro de Boric, y hay dos grandes reformas que de llevarse a cabo dejarían un legado importante: la sanidad y las pensiones
El movimiento contra las AFP lleva décadas siendo importante en Chile, y el propio Boric ha defendido en numerosas ocasiones acabar con estas entidades. Su reforma, presentada hace poco más de un mes, y que deberá ser aprobada por las cámaras, acabaría con ellas tal y como las conocemos, pero no con las pensiones privadas. La propuesta del Gobierno Boric es establecer un sistema mixto, donde convivan un Inversor de Pensiones Público y Autónomo (IPPA) con Inversores de Pensiones Privados (IPP). Estas entidades competirían en el nuevo mercado, y los trabajadores chilenos elegirían si prefieren que el 10,5% de su salario vaya al régimen público o al privado. También se crearía otra entidad pública, el Administrador de Pensiones Autónomo (APA), que se encargaría de las labores de gestión (afiliación, recaudación, cobro…) que hoy se encuentran en manos de las omnipotentes AFP.
Un sistema mixto, una transferencia a lo público de las labores de gestión, y un fondo público llamado seguro social son los tres grandes pilares de la reforma. Este seguro social se financiaría con un 6% de cotización extra a cargo del empleador, e iría destinado a financiar las pensiones que se rijan por el sistema público. El proyecto también incluye una subida de la Pensión Garantizada Universal (no contributiva), pero su financiación provendrá de la reforma tributaria y no de las cotizaciones de trabajadores y empleadores.
La propuesta de Boric no supone ninguna revolución, y se encuentra lejos de las exigencias de los sectores más críticos con las AFP. Sin embargo, se ajusta bastante a la realidad chilena, donde las AFP son demasiado grandes como para desaparecer de un día para otro, y donde mucha gente quiere ante todo certidumbre sobre lo que va a ocurrir con los ahorros de toda una vida. Tras décadas con un sistema de pensiones totalmente privatizado, el sentimiento que impera en muchos chilenos cuando se habla de reformar el sistema de jubilación es el miedo a perder los ahorros acumulados en su cuenta personal. De ahí, los recelos que muestran en algunas encuestas hacia los puntos más redistributivos de la reforma de las pensiones. Solo un 10% de los encuestados en el último mes por CADEM considera que el 6% de cotización adicional debería ir íntegramente a un fondo solidario, y una amplia mayoría de chilenos (78%) prefiere la elección antes que un sistema totalmente público. Una gran victoria del neoliberalismo, que ha conseguido que el modelo privado de pensiones cale en buena parte de la sociedad.
Aunque el fin último del Gobierno sea un sistema público más justo y equitativo, era fundamental asumir las limitaciones estructurales y a nivel de opinión pública. La reforma presentada se encuentra en esta línea, y si supera el arduo trámite parlamentario que tiene por delante supondrá un fuerte impulso al mandato de Gabriel Boric.
El último punto sobre el que Boric debe cimentar su mandato es una reforma de la sanidad. El actual sistema establece un inconcebible dualismo, donde quien puede pagar un buen seguro dispone de mejor atención, mientras que una masa importante de la población sufre en unas entidades públicas precarias e infrafinanciadas. En este punto, el Gobierno Boric deberá plantear algún tipo de reforma en la que se camine hacia una sanidad pública universal. En materia de cuidados ya lo ha hecho con la puesta en marcha el mes pasado del Sistema Nacional de Cuidados. Un proyecto que se basa en establecer un registro de personas cuidadoras para reconocer derechos, fomentar el empleo formal y fortalecer los programas de cuidados domiciliarios. Un buen primer paso pero que necesitará ser complementado con avances en materia de salud.
El objetivo de Boric esta legislatura debe ser sembrar un terreno de reformas de calado que pueda perdurar en el tiempo. Una Constitución que abandone el neoliberalismo y profundice algunos aspectos del régimen democrático
El objetivo de Boric esta legislatura debe ser sembrar un terreno de reformas de calado que pueda perdurar en el tiempo y sobre el que se puedan construir futuros avances. Una Constitución que abandone el neoliberalismo y profundice algunos aspectos del régimen democrático, y unas reformas en pensiones, salud y cuidados que acerquen a Chile a un estado del bienestar serían dos puntos troncales y realizables sobre los que comenzar a forjar un legado.
En un debate hace más de un año, Boric dijo que quería ser un presidente que saliera con menos poder que con el que entró. Si quiere pasar a la historia, no solo deberá conseguir eso, sino hacer que cuando salga del poder los chilenos tengan más poder sobre sus vidas.