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Centrales nucleares
Arranca la (probablemente) última campaña antinuclear extremeña

Coincidiendo con el 39 aniversario del accidente en la central nuclear de Chernóbil, el sábado 26 de abril tuvo lugar la primera de las charlas-coloquio de la campaña ‘¿Nuclear? Ni civil, ni militar?’ que el Movimiento Ibérico Antinuclear, el Área de Energía de Ecologistas en Acción y Colectivos en Lucha Extremadura van a realizar por diversas localidades de la región con la intención de difundir los argumentos y razones que tenemos para reivindicar y celebrar el fin de la pesadilla atómica y el desmantelamiento del parque nuclear español, que se inicia con los dos reactores más viejos en funcionamiento: el de Almaraz 1, que finalizará su operación en 2027, y Almaraz 2 que lo hará en 2028.
Un 26 de abril de hace 39 años la central Vladimir Ilich Lenin de la Ucrania soviética sufría un gravísimo accidente de nivel 7, el máximo en la escala nuclear: la explosión del reactor que liberó a la atmósfera 500 veces más material radioactivo que la bomba atómica de Hiroshima, en una nube tóxica que alcanzó a toda Europa, incluida España. Hubo que evacuar a 120.000 personas del entorno de Chernóbil y Pripíat. Dos ciudades enteras y 74 pueblos en un radio de 30 kilómetros alrededor de la central quedaron inhabitables en una zona de exclusión que es a día de hoy uno de los lugares más contaminados radiológicamente del planeta. Millones de personas recibieron dosis de radiación que afectaron gravemente a su salud. Todavía hoy no hay datos oficiales fiables de las muertes provocadas por este accidente, murieron entre 25.000 y 60.000 de los llamados ‘liquidadores’, los trabajadores que limpiaron la zona y se enfrentaron a las labores de construcción del sarcófago que trata de confinar el reactor accidentado. Diversos estudios dan la cifra de 200.000 fallecidos a causa de cáncer atribuible a la radiación liberada en Ucrania, Bielorrusia y Rusia, y otros 90.000 en otros países del mundo.
Centrales nucleares
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Tres meses antes de este accidente, el Ministro de Energía de la Ucrania Soviética declaraba públicamente que la energía nuclear era tan segura que la probabilidad de accidentes era de uno cada 10.000 años… ¡Esperemos que cuando Guardiola, a la cabeza de todo el coro de pro-nucleares extremeños, insiste en la seguridad de las viejas instalaciones atómicas del Campo Arañuelo no tenga el mismo tino que aquél!
En aquellos tiempos, las personas que ya estábamos en el movimiento antinuclear creíamos sinceramente que Chernóbyl era el principio de fin de la pesadilla. Las intensas movilizaciones de la ciudadanía, del movimiento ecologista y pacifista, de las organizaciones de izquierda y del independentismo, en contra del Plan Energético Nacional tardofranquista y de la UCD que pretendía construir hasta 40 centrales atómicas por todo el país, lograron que el PSOE, a su llegada a Moncloa, impusiera la Moratoria Nuclear, por la que sólo entraron en funcionamiento ocho de las 40 centrales nucleares previstas. Fueron los años de las grandes manifestaciones antinucleares, de los cientos de municipios que se declaraban ‘Desnuclearizados’, del asesinato por parte de la Guardia Civil de Gladys del Estal en junio de 1979, de los encierros de alcaldes en Valdecaballeros, de la épica lucha de Lemóniz, etc.
En 1989 tuvimos un susto mucho más cerca, en Tarragona: un incendio en Vandellos 1 estuvo a punto de provocar un desastre de no haber sido por la efectiva intervención de los bomberos de la central. Fue el accidente más grave ocurrido en España y en toda Europa Occidental y la central quedó tan dañada que hubo que acometer su desmantelamiento, una costosa y peligrosa operación que todavía no ha terminado.
Vemos en estos tiempos una campaña masiva por tierra, mar y aire de producción y difusión de mentiras, bulos y falsedades que, haciendo el juego a la industria eléctrica, pretenden convencer a la sociedad, contra toda evidencia, de que la energía nuclear es segura, es barata, no contamina
Dos décadas después, en 2011, tuvimos otro desastre nuclear de máximo nivel (el 7) en la central japonesa de Fukushima. Tras el maremoto y posterior tsunami se fundieron tres núcleos, hubo tres explosiones de hidrógeno, hubo que evacuar a 150.000 personas del entorno y se liberó gran cantidad de radioactividad a la atmósfera, pero lo más grave es que se vertieron al mar cantidades ingentes de agua súper contaminada con isótopos radioactivos. Habría que escribir la anterior frase en presente: a día de hoy se siguen vertiendo una cantidad ingente de aguas contaminadas, hasta un millón de toneladas de agua radioactiva proveniente de la central, al océano Pacífico, a pesar de las protestas de pescadores, de la sociedad japonesa y coreana y del gobierno de China.
Jesús Ibáñez siempre nos decía que la verdad no se necesita más que a sí misma, mientras que la mentira necesita muchos recursos, esfuerzos y estrategias para sostenerse; es por eso que vemos en estos tiempos una campaña masiva por tierra, mar y aire de producción y difusión de mentiras, bulos y falsedades que, haciendo el juego a la industria eléctrica, pretenden convencer a la sociedad, contra toda evidencia, de que la energía nuclear es segura, es barata, no contamina, genera riqueza social y es insustituible.

Por eso ha sido muy acertado que, para el inicio de esta modesta campaña del Movimiento Ibérico Antinuclear y Colectivos en Lucha, se haya elegido a Jarandilla de la Vera, una localidad a sólo 35 kilómetros en línea recta de Almaraz y que como, todos los pueblos de la Vera, está en el entorno crítico de la central: expuestos a todos los riesgos radiológicos y de seguridad que implica estar en la vecindad de una bomba atómica, pero sin contar con los beneficios y regalías económicas con que las eléctricas compran las voluntades de los municipios aún más cercanos a sus reactores, cooptando a los cargos municipales, invirtiendo más allá de toda medida… Si la energía nuclear fuera tan segura, Iberdrola, Endesa y Naturgy no serían tan ‘generosos’ con su dádivas.
Los municipios de la comarca de la Vera y de las otras comarcas circundantes al Campo Arañuelo se han pasado cuatro décadas conviviendo con este peligroso y arriesgado monocultivo industrial del átomo sin contar con una mínima información y preparación ante eventuales riesgos y accidentes. Ningún alcalde o alcaldesa tiene la más mínima idea del preceptivo Plan de Emergencia Nuclear, ni de los protocolos de información a la población, ni cuenta con contadores Geiger para medir radiaciones ionizantes, ni pastillas de yodo… Aquí nos hemos comido 4 décadas de negocio nuclear sin ningún tipo de precaución, y eso pese a los constantes fallos de seguridad notificados por Almaraz (a los que habría que añadir los no notificados).
Almaraz ha detenido la generación energética de sus dos reactores porque no eran rentables frente a la elevada generación de energía renovable durante la pasada Semana Santa
También las fechas elegidas para la campaña han sido de lo más apropiadas: la primera charla-coloquio se ha producido cuando Almaraz ha detenido la generación energética de sus dos reactores porque no eran rentables frente a la elevada generación de energía renovable durante la pasada Semana Santa. Resulta cuando menos irónico que la realidad del mercado eléctrico venga a desmontar la desquiciada argumentación de la entente pro-nuclear: la energía del átomo no sólo no es indispensable, es que ya no es ni rentable, y eso pese a que externaliza hacia lo público muchos de sus gastos asociados como los de gestión de los residuos, los de seguridad, etc.
Así que, sin contar con recursos públicos, sin ningún apoyo institucional, sin colaboración de grandes medios de comunicación ―que en su inmensa mayoría están cooptados por la oligarquía eléctrica― y sobre todo sin los intereses particulares, espurios, y pecuniarios de los pronucleares (sino al contrario: para servir al interés general, al principio de precaución y a la preservación de la vida y la paz como valores supremos) es que el MIA, Ecologistas en Acción y Colectivos en Lucha se ha empeñado en desmontar con razones y argumentos objetivos toda la ofensiva lamentable que en esta región se está implementando para tratar de lograr una prórroga de la central atómica de Almaraz, para regocijo de los accionistas de Endesa, Iberdrola y Naturgy.
La veterana y reconocida activista Paca Blanco desmontó, una a una, todas las falacias que se vienen difundiendo sobre Almaraz. Esta central no genera ni la cuarta parte de los trabajos que oficiosamente se dice y su desmantelamiento durante más de dos décadas va a seguir generando muchos jornales, incluso más que en la actualidad; la producción nuclear de electricidad ya no es rentable ni necesaria (en estas semanas hemos alcanzado un hito histórico, donde el 100% de la demanda eléctrica ha sido cubierta con renovables y, de hecho, Red Eléctrica Española reconoce un problema de exceso de producción y se ha visto obligada a reducir o parar temporalmente aerogeneradores y paneles solares, lo que en el argot eléctrico se conoce como ‘curtailment’); la energía nuclear no está libre de emisiones de CO2 (si tenemos en cuenta todo el ciclo de la producción atómica, desde la minería, el enriquecimiento del Uranio, el transporte del combustible y de los equipos, la construcción, mantenimiento y desmantelamiento de las instalaciones, etc., todas esas actividades son dependientes e intensivas en consumo de recursos fósiles y por lo tanto emisoras netas de Gases de Efecto Invernadero); la energía nuclear es la más sucia de las fuentes de producción eléctrica, generando residuos contaminantes cuya actividad letal perdura por tiempos históricamente inconcebibles e inmanejables (de cien mil o más años, residuos para los que la ciencia y la técnica no tiene solución y cuya gestión se endosa a lo público, o sea que vamos a pagar la ciudadanía); los accidentes de Three Mile Island, Chernóbyl, Vandellós, Fukushima, o la situación de la central ucraniana de Zaporiyia ahora mismo demuestran que existe un nivel de riesgo de accidente real nada desdeñable que se incrementa con el envejecimiento de las instalaciones y que, cuando se produce uno, sus costes en vidas humanas, económicos y medioambientales alcanzan niveles horrendos e inconmensurables (no en vano las compañías de seguros se niegan a hacer pólizas de responsabilidad ilimitada a estas instalaciones… por algo será); tampoco es verdad que la energía nuclear nos proporcione independencia o soberanía energéticas, ya que la producción minera del uranio se sitúa en países tan alejados como Canadá, Rusia, Kazajistán, Mali, etc., y el indispensable enriquecimiento del uranio sólo se efectúa en Francia (además las reservas mundiales de Uranio han alcanzado el cénit y en el futuro sólo cabe esperar un declive de estas reservas y un consiguiente encarecimiento de esta muy contaminante minería).
La vertiente militar de la energía atómica es inseparable de la vertiente llamada civil y, por eso, la lucha antinuclear y el pacifismo han ido siempre de la mano
Por su parte, Jose Luís Ybot, activista de la Rebelión Científica, explicó cómo la industria atómica es desde su origen más militar que ‘civil’, cómo la producción de combustible nuclear y las propias centrales nucleares son una parte fundamental del entramado militar que está en la base de la pesadilla de la amenaza de guerra atómica, una amenaza que en esta época vuelve a actualizarse. El propio programa nuclear español nace en las postrimerías del franquismo con el objetivo de que España tuviera la bomba atómica y se pudiera sentar en el club de las potencias bélicas atómicas. La vertiente militar de la energía atómica es inseparable de la vertiente llamada civil y, por eso, la lucha antinuclear y el pacifismo han ido siempre de la mano, y ahora más que nunca, cuando suenan tambores de guerra y las élites han entrado en un delirio belicista que sólo puede calificarse de brote psicótico colectivo, hay que renovar el esfuerzo y el discurso ecopacifista, feminista, antimilitarista y antinuclear.
Quizá el reto más complicado para el ‘sentido común antinuclear’ sea el de hacer llegar su mensaje a las generaciones jóvenes, esas que no van a disfrutar de la energía eléctrica producida en las viejas instalaciones que se van a clausurar progresivamente en los próximos años, pero van a tener que preocuparse (y pagar) los carísimos trabajos de desmantelamiento del obsoleto parque nuclear español y la gestión de unos residuos venenosos que nadie quiere tener cerca, y que de momento se van a acumular en las propias centrales nucleares en lo que se denominan Almacenes Temporales Individualizados (ATI), a la espera de que se amplíe el saturado cementerio de El Cabril para los residuos de baja y media actividad y se construya un cementerio para los de alta, algo que constituye un reto tecnológico, económico y socio-ambiental tan complicado que no se prevé acometer hasta 2070 (‘o el que venga detrás que arree’).
Los y las antinucleares nos hemos habituado en estos largos decenios a la desesperación, hemos asistido a una intensa campaña para torcer el brazo de la opinión pública española ―que siempre ha mantenido una lógica desconfianza hacia lo atómico―, una campaña de producción y repetición de mentiras y falsedades al servicio de la oligarquía eléctrica que, lamentablemente, ha ido calando en amplios sectores de la población. Sin embargo, el ambiente del sábado en Jarandilla era de moderado optimismo: unos días antes conocíamos la noticia de que el Consejo de Ministros ha licitado un contrato para el diseño de ingeniería del desmantelamiento de la planta cacereña, dando cumplimiento así a lo acordado entre la industria y el MITECO.
Declaraciones histéricas y demagógicas como las del portavoz parlamentario del PP extremeño, Sánchez Juliá afirmando que ‘Pedro Sánchez quiere desmantelar Extremadura’ sólo denotan el nerviosismo de los mandamases, que no van a dejar de aprovechar la ocasión para intentar arañar votos desesperadamente, pero que en el fondo saben que ya han perdido, mientras nosotras aquí abajo estamos enfriando el cava.