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Ayuntamiento de Madrid
No es patriotismo, es miedo
Significado de la bandera como decoración navideña
Cuando la fiesta nacional
Yo me quedo en la cama igual,
Que la música militar
Nunca me supo levantar.
En el mundo pues no hay mayor pecado
Que el de no seguir al abanderado;
La mala reputación de Georges Brassens
El Ayuntamiento de Madrid, gobernado por el PP, Ciudadanos y el apoyo de Vox, con su alcalde José Luis Martínez-Almeida a la cabeza, ha decidido que este año la bandera española sea el motivo central de la decoración navideña de la capital.
Para ello ha colocado colosales, gigantescas, kilométricas, banderas de España fabricadas con luces LED en lugares emblemáticos y céntricos de la ciudad como el eje Prado-Recoletos (desde la plaza de Neptuno hasta la de Colón), puente de Juan Bravo, el paso elevado Eduardo Dato o la propia plaza de Colón en la que, por cierto, ya venía ondeando una monumental y faraónica bandera desde el día 12 de octubre de 2001. Hablamos de la bandera de España más grande del mundo (de 14 m x 21 m, en un mástil de 50 m de altura) izada con José María Álvarez del Manzano como alcalde de Madrid, previa idea de José María Aznar (seguro que con la idea de verla desde la balconada de la sede popular de la calle Génova) y con Federico Trillo como ministro de Defensa, ese ministro bajo cuyo mandato se produjo la mayor tragedia de las fuerzas armadas en periodo de paz.
El 26 mayo del 2003 un obsoleto avión Yakovlev 42, fletado mediante una concatenación de subcontratas por el Ministerio de Defensa, se estrelló cerca de su escala, Trebisonda, en la costa norte turca. En el accidente perdieron la vida 75 personas, 62 de ellas eran militares españoles que provenían de Kabul y que para colmo de despropósitos y desagravios sufrieron una desastrosa e impúdica identificación precipitada y errónea de sus restos mortales. ¡Menudo gesto patriótico de reconocimiento por su entrega a España el manifestado por parte del Ministerio de Defensa!
Cuando la población en general, las familias y especialmente la infancia visite estos lugares del centro de Madrid esperando disfrutar de las tradicionales y festivas luces de colores, blancas, de nieve… capaces de captar y generar ilusión en personas de todas las edades, se van encontrar con este esperpéntico y rancio decorado que ni el mejor Luis García Berlanga hubiera imaginado.
El propio alcalde y a su vez portavoz del partido popular a nivel nacional, previendo las críticas que le iban a llover por este nostálgico y provocador escenario, se adelantaba vehementemente con eufemísticos y sarcásticos argumentos recogidos en los distintos medios de comunicación: No crispemos la Navidad; lo que me planteo es a quién le molesta, quién puede entender que la bandera de España agrede a alguien. Hagamos uso de los símbolos comunes. Se busca simbolizar la unión necesaria en estos tiempos de pandemia. La bandera no excluye a nadie.
Sr. alcalde, no se extrañe de que alguien pueda sentirse interpelado por sus banderas. Yo le confieso que sí me he sentido sorprendido, entre otras cosas, porque hablamos de una bandera de varios kilómetros, y en este caso, Sr. Almeida, el tamaño sí importa. Las exageraciones pueden representar una obsesión o un trauma, pero, sin duda, representan una imposición ideológica que usted mismo ha decretado a toda la población para hacernos comulgar con sus ruedas de molino.
No vamos a centrarnos en criticar el costo de estas luces navideñas, ni de los belenes en la Plaza de la Villa (más de 3 millones de euros en tiempos de una asfixiante crisis económica). Tampoco vamos a centrarnos en la concepción que tienen de la política y que queda reflejada en este tipo de decisiones.
Estamos ante una concepción patrimonialista de la sociedad, del poder, de las instituciones, del país, de sus símbolos.
Como me han elegido, yo soy el que manda, se hace lo que yo digo. Tengo capacidad de imponer mi voluntad, yo represento al pueblo y, por tanto, mi voluntad es la voluntad del pueblo… estoy convencido de que este tipo de argumentos son los que se dicen a diario la mayoría de las y los políticos.
En lo que sí quiero centrarme y reflexionar es sobre el pensamiento e ideas que subyacen a esta ostentación grotesca de la bandera española como símbolo patrio; intentar descubrir y analizar esas ideas que subyacen a esta obsesión impositiva, obsesión que por otro lado, poco a poco ha ido calando en el imaginario de amplios sectores de la clase política de todo el espectro ideológico, no en vano la palabra patriota forma parte ya del discurso convencional con el que nos bombardean sistemáticamente desde el parlamento, en mítines y ruedas de prensa. Siendo, sin duda, la obsesión solo un síntoma, ¿de qué síndrome estamos hablando?
Hablamos de miedo, miedo a la modernidad, miedo al futuro, miedo a la diversidad, miedo al cambio de paradigma social, al cambio de su mentalidad casposa, miedo a quedarse fuera de juego. A todo esto, tienen miedo estos personajes y sus concepciones ideológicas conservadoras, nostálgicas de un pasado autoritario pintado de color gris. Tienen miedo a estar perdiendo influencias sobre la sociedad, exactamente igual que le sucede a la jerarquía de la iglesia quien, tras su presencia protagonista en la sociedad franquista, se siente desubicada en una sociedad moderna democrática y laica, de ahí que siga organizando rabietas y manifestaciones en defensa de que la asignatura de religión siga ocupando parte del currículum académico o la homologación de la educación concertada con la educación pública.
Esta obsesión como síntoma os delata. Sentís miedo y vértigo ante un futuro que os ignore, que os obvie, un futuro de color, espontaneidad y libertad y, por eso, recurrís al folklorismo, a lo anecdótico, al costumbrismo trasnochado. Vivís ajenos a la realidad, no aceptáis que la realidad social os ha superado. Representáis simplemente el pasado.
La decisión de adornar con la banderita es una decisión política, de provocación, de chulería, caciquil y no es adecuada a las fiestas navideñas, vacacionales, de fin de año y cabalgata de reyes.
Pregúntenle ustedes al psiquiatra porque su intento de atragantar a la población con la banderita puede provocar rechazo y desafección. Aprendan a hacer política con letras grandes, descubran el significado de ser representante del pueblo, valoren el significado profundo de la democracia y no nos amarguen con sus obsesiones.
¿Qué quieren demostrar con esto? ¿Creen que no sabemos cúal es la actual bandera de España? Ya nos la han enseñado en muchas ocasiones en la fachada de su ayuntamiento, desplazando la bandera multicolor el día del orgullo, por ejemplo.
Sean prudentes, déjense sus miedos en casa y vívanlos en la intimidad. Es lamentable que como clase política os otorguéis, os invistáis de la totalidad del poder, que penséis que sois los amos, los capos, quienes mandan sin más.
Hagan un ejercicio de imaginación, espontaneidad y libertad; renuncien a su ensimismamiento; piensen en el bien común, en cómo ayudar a resolver los problemas laborales, sanitarios, de pobreza… que de forma pandémica afectan y se expanden entre las clases populares. Despierten a la luz del progreso y la modernidad. Superen sus miedos.