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Actualidad
El recambio inestable
La alegría por el fin de Rajoy debe ser tan grande como la falta de entusiasmo con Sánchez. El desafío ahora es empujar a éste y a Podemos a ir más allá de donde quieren llegar. Y hacerlo desde la autonomía organizativa y estratégica respecto a los aparatos de ambas fuerzas políticas. En otros términos, empujar desde el conflicto y sin hacerse ilusiones con quienes son especialistas en ahogarlas, sin tener esperanza en quienes son maestros en sembrar cinismo
1. Sin duda, ver al PP desalojado del poder produce enorme satisfacción. La forma abrupta e inesperada, una moción de censura con geometría imposible, por la cual Rajoy fue expulsado de la Moncloa ha sido particularmente cruel con un PP cuya concepción del poder es absolutamente patrimonialista. Las crisis políticas suelen ser proclives a sorpresas y a cambios de guión. Operan en el terreno de la representación política que tiene su propia lógica particular, aunque se insertan en un contexto social y económico específico, en el que imperan unas determinadas relaciones de fuerza y de poder que definen un abanico dado de posibilidades. Un rasgo propio de ellas es la incapacidad de la elite dominante de centralizar y unificar sus intereses en una salida de conjunto para evitar una huida hacia adelante permanente y el corto-placismo de los actores en descomposición dentro del juego interior al sistema representativo. Los enredos son frecuentes y el de estos días ha sido mayúsculo. Fin de etapa, pues. Lo que llega ahora es, sin embargo, incierto. Mejor que lo que hemos tenido hasta la fecha pero en ningún caso un gobierno de "cambio", si damos a esta palabra un significado fuerte y genuino. Sánchez es más bien un recambio, pero inestable y sobrevenido. Auspiciado por la lógica parlamentaria de un sistema representativo en crisis y no por una operación de Estado. Un recambio auto-invitado a la fiesta que no cuenta con demasiadas simpatías entre la élite político-financiera y el aparato del Estado cuyas apuestas para encauzar la crisis de régimen hace tiempo que apuntan hacia Albert Rivera. Como si el “resistencialismo ofensivo” del PP y la sombra de una amenaza neo-restauracionista de Ciudadanos hubieran generado suficientes anticuerpos, no para provocar una ruptura del Régimen ni para forzar una sólida auto-reforma desde arriba, pero sí para activar los improbables resortes de una inverosímil salida placentera y no traumática a una prolongada crisis institucional. El ascenso de Sánchez encarna un turnismo imperfecto, un turnismo casi a destiempo, que refleja tanto la profundidad de la crisis política como los límites de la misma. Un gobierno del PSOE reemplaza a uno del PP, pero en unas condiciones de debilidad inéditas.
2. Personaje de volubles convicciones ideológicas, Sánchez ha tenido como mérito principal la tenacidad. Para llegar hasta aquí ha interpretado todos los papeles posibles, haciendo una cosa y su contrario en brevísimos lapsos de tiempo. En su trayectoria política nunca abanderó ningún tipo de proyecto, ni siquiera tímidamente, desmarcado de la ortodoxia social-liberal. Para sobrevivir políticamente en su primera etapa de secretario general del PSOE (julio 2014-octubre 2016) tuvo que negarse a cualquier lógica de "gran coalición" con el PP y comprendió que se jugaba su futuro en la disputa con Podemos por el liderazgo de la izquierda. Y tras su dimisión a raíz del golpe interno contra él se vio obligado a reinventarse abrazando una retórica regeneradora, izquierdista y democrática y darle un sentido político, y un relato coherente, a su intento de recuperar la secretaría general, encauzando así el malestar de las bases del partido hacia un proyecto de regeneración de una fuerza política cuya mediocridad aparatera avergonzaba a sus propios militantes. Pero una vez de nuevo en la cima en junio de 2017 abandonó aceleradamente toda veleidad izquierdista y, engullido por la crisis catalana, se plegó sin matices a la razón de Estado. Toda su alambicada peripecia al frente del PSOE, sin embargo, le permitió adquirir una autonomía relativa real respecto al poder económico y mediático y al aparato del Estado en lo que concierne su política de alianzas que, llegado el momento, ha sido decisiva para poder presentar la moción de censura.
3. Sánchez alcanza el poder sin plan alguno más allá de intentar sobrevivir y consolidarse con una acción de gobierno que buscará por un lado cumplir la más estricta ortodoxia neoliberal y por el otro complementarla con medidas de impacto, real o simbólico, en el terreno democrático y cívico y en materia de política social. En suma, neoliberalismo con paliativos sociales, valores progresistas y desescalada en la involución política autoritaria. Intentará desgranar una batería de propuestas, entre ellas la anunciada reforma de la Ley Mordaza, que conecten íntimamente con el progresismo clásico mainstream y que suelen ser tan efectistas como superficiales, aunque no por ello menos necesarias. El objetivo del nuevo presidente será reforzarse desde el poder, reflotar a un menguado PSOE y reafirmar su hegemonía en la izquierda minorizando a Podemos, para después encarar un segundo gobierno desde una posición menos precaria. Sánchez no tendrá grandes márgenes de maniobra que, además, podrían reducirse bruscamente ante las perspectivas de un deterioro de la situación económica en el seno de una coyuntura delicada a escala Europea. Se encontrará ante una feroz oposición de una derecha que controla el Senado y tiene mayoría en la Mesa del Congreso, y en medio de una competencia anunciada entre PP y Ciudadanos para aparecer como el verdadero ariete de la izquierda. En 2004 la derecha política, mediática y cultural nunca acató como legítimo el triunfo de Zapatero tras los atentados de Atocha el 11M y tampoco ahora aceptará la legitimidad de Sánchez. Paradójicamente, la principal ventaja de éste último es el desconcierto estratégico de quienes le han auspiciado en el poder, Unidos Podemos y los independentistas catalanes.
4. Ciudadanos, aparte del PP, es el gran derrotado del momento. En ascenso fulgurante en las encuestas, sólo tenía que seguir contemplando el desgaste de Rajoy y recoger los frutos en una próxima cita electoral. El giro de los acontecimientos sin duda trastoca los planes del partido de Rivera, una fuerza por lo general con poca capacidad de acción real más allá del aprovechamiento oportunista de las coyunturas favorables. La imprevisibilidad consustancial a toda situación de crisis plantea dos escenarios contrapuestos para el partido naranja. La posibilidad de quedar encerrado en la oposición una larga temporada, y ver como una vez más se pincha su globo demoscópico, si Sánchez es capaz de estabilizar la situación, o bien capitalizar el desgaste de un eventual gobierno fallido del PSOE y convertirse en el vencedor de las próximas elecciones y el recambio definitivo del bipartidismo. Ni hay que dar por muerto a Rivera ni considerar que su triunfo es inevitable. Pero sí tener claras las responsabilidades de la izquierda: la razón de Estado a la que es leal Sánchez y a la que tiende a acercarse Iglesias puede convertirse en la pista de aterrizaje de una victoria de Ciudadanos si el nuevo gobierno es incapaz de ofrecer algo que vaya más allá de lo de siempre.
5. Espoleado por la crisis catalana y convertido en la apuesta del poder económico y financiero, el proyecto de Ciudadanos es una combinación de solvencia modernizadora y regeneradora business friendly a la Macron, nacionalismo español identitario, y explotación del resentimiento social, compatible además con un suave toque moderno y liberal-competitivo en las costumbres y los estilos de vida, como quedó claro durante la huelga de mujeres del 8 de marzo, cuando Ciudadanos intentó (no sin contradicciones y ridículos) desmarcarse del neoconservadurismo tradicionalista anti-feminista. Si aplicamos el gastado término “populista” a Ciudadanos habría que considerar que el suyo es neoliberal, nacionalista, insolidario y modernizador. Vende a las clases medias y trabajadoras desclasadas el sueño meritocratico de ser empresario o profesional de éxito (a viva imagen y semejanza de los propios lideres del partido), moviliza siguiendo un patrón clásico la identidad nacional como mecanismo de disolución de los antagonismos de clase, y explota en sentido insolidario la frustración de los más desfavorecidos para dirigirlos contra otros segmentos de las clases subalternas. Éste último aspecto es, como ha señalado Núria Alabao1, el más reciente en la política de Ciudadanos y el aspecto más decisivo a medio plazo en el éxito o fracaso de su intento de convertir las simpatías electorales y mediáticas en un proyecto de hegemonía socio-cultural de más recorrido. No es evidente que lo consiga y su falta de cuadros locales, de base organizada y de músculo complican notablemente su avance en esta dirección. Ciudadanos nació como un partido construido en los platós de televisión y como una imitación de derechas superficial-comunicativa de Podemos, pero carente de la dinámica militante y activista que tenía la formación de Pablo Iglesias en sus comienzos. Arrastra como una losa sus límites organizativos y de cultura política fundacionales. Pero, sin lugar a dudas, sería toda una sarcástica paradoja que mientras Podemos se ha ido vaciando por debajo y ha consolidado una relación con la sociedad cada vez más exclusivamente electoral y mediática, Ciudadanos fuera capaz de anclarse y arraigarse verdaderamente en el terreno.
6. Podemos llega al nuevo escenario condicionado por su crisis interna permanente y por importantes errores respecto a su relación con el PSOE. Después de reventar el mapa político con su discurso anti-casta, anti-régimen y de impugnación del bipartidismo tras su irrupción en 2014, pegó un volantazo drástico una vez pasadas las elecciones generales del 20D de 2015, postulando como horizonte inmediato un gobierno de coalición entre ambos partidos. La propuesta de gobierno con el PSOE implicó una innecesaria rehabilitación del mismo como partido del cambio así como la ruptura del anterior eje "fuerzas pro-régimen y de la casta vs fuerzas constituyentes y populares", en detrimento de una reaparición acrítica y repentina del eje izquierda-derecha pero planteado en su vertiente más superficial, es decir, en base a las relaciones con el PSOE como elemento estructurante de dicho eje. A la vez, el giro pro-gubernamental hacia el PSOE se hizo sin emplazamiento ni discusión programática pública alguna y, por tanto, sin la formulación de un horizonte claro de medidas anti-austeridad y democráticas (excepto el referéndum catalán) que pudieran servir para contrastar la política de ambos partidos. El resultado ha sido desde entonces la incapacidad para tener a la vez un discurso anti-bipartidista y una política unitaria hacia el PSOE.
7. En la nueva etapa que se ha abierto, el peor escenario para Podemos sería aquél en que Sánchez capitalice sus éxitos y, en cambio, Podemos quede salpicado por sus fracasos. Evitarlo requiere aparecer como una fuerza autónoma, capaz de marcar al gobierno y en simbiosis con las luchas y las organizaciones sociales. La renovada petición de Iglesias de entrar en el ejecutivo del PSOE apunta, en cambio, hacia la dirección equivocada, la de la integración completa en el campo y la lógica gubernamental. Más allá de ello, la cuestión de fondo para Podemos es si va a contribuir a rebajar las expectativas de cambio social o va a luchar por mantenerlas elevadas tensionando al máximo a Sánchez. En un contexto histórico como el actual marcado por la dureza de la situación política y social, por el peso acumulado de décadas de retrocesos sin victorias decisivas, y por la falta de referentes socioculturales alternativos, el principal adversario de todo proyecto de cambio social es la tendencia al conformismo. Es decir, el desfase enorme entre malestar y expectativas. Ello empuja siempre hacia una política del mal menor que, a la larga, es la adversaria mortal de fuerzas como Podemos. Embellecer el “cambio” que supone Sánchez no ayuda a mantenerse en guardia y a prepararse para una política de empuje y desborde. Quizá sea solamente una anécdota sin más, pero la imagen de los diputados de Podemos gritando “Sí se puede!” en el Congreso tras la investidura del nuevo presidente pareció una siniestra autoparodia.
8. Varios son los porvenires pensables, pero esquematizando se pueden delinear tres posibilidades. La primera sería la estabilización relativa de la situación política por parte de Sánchez. Ello requeriría un gobierno que mantenga intacta la política económica de Rajoy, pero la sazone con alguna medida social secundaria, realice algún cambio estrella en el terreno democrático, y destense la situación con Catalunya aunque sin cambios importantes. La vía Sánchez en cierto sentido sería en realidad la más audaz en términos de una balbuciente auto-reforma del Régimen ya que supondría la neutralización definitiva de Podemos como alternativa y la desactivación de un independentismo catalán desorientado. Pero requiere una audacia que hasta ahora ha estado ausente tanto en la clase política como en los cenáculos más privados del poder y un consenso mediático-intelectual hoy inencontrable. El PSOE es demasiado débil y Sánchez y su equipo tienen poco empaque y vínculos sólidos con una oligarquía financiera que de momento no apuesta por él. Si al final aconteciera una exitosa operación de Estado por la izquierda (y por el flanco plurinacional) sería más bien sobrevenida y casi accidental, y en buena medida fruto de las debilidades estratégicas de los adversarios del Régimen.
9. La segunda hipótesis es la de un corto, tormentoso y débil gobierno, acosado mediáticamente por la derecha, que no consiga triunfos visibles y sea una mero recambio fallido transitorio que se precipite hacia unas elecciones sin haberse consolidado. Ahí cabrían dos escenarios contrapuestos. El primero es que si Sánchez se embarranca, preso entre el hostigamiento de la derecha y su propio corsé social-liberal y pro-Régimen, preso entre las expectativas de cambio y su incapacidad para satisfacerlas, Podemos pudiera rentabilizar su desgaste a través de una táctica de presión permanente al PSOE. Hipótesis hoy ausente en las predicciones de la mayoría de futurólogos, si se materializa posiblemente sería más bien por un repunte de las movilizaciones sociales que no por méritos propios de una dirección de Podemos que ha abrazado acríticamente a Sánchez sin ser capaz de aparecer como un condicionante real de su acción de gobierno. El segundo escenario es que un eventual gobierno fallido de Sánchez desemboque en una victoria de la derecha, Ciudadanos con toda probabilidad. En este sentido, como en tantas veces en la historia, un pésimo gobierno de “izquierdas” podría ser meramente la antesala de una nueva y desmoralizadora victoria de la derecha. No ya de una victoria rutinaria turnista sino del ascenso al poder de la nueva derecha de Albert Rivera con un proyecto de regeneración restauracionista.
10. La alegría por el fin de Rajoy debe ser tan grande como la falta de entusiasmo con Sánchez. El desafío ahora es empujar a éste y a Podemos a ir más allá de donde quieren llegar. Y hacerlo desde la autonomía organizativa y estratégica respecto a los aparatos de ambas fuerzas políticas. En otros términos, empujar desde el conflicto y sin hacerse ilusiones con quienes son especialistas en ahogarlas, sin tener esperanza en quienes son maestros en sembrar cinismo. La evolución de la nueva situación no sólo va a ser cuestión de si el nuevo gobierno es capaz de conciliar su agenda neoliberal con un mínimo de medidas democráticas y sociales para así afianzarse. Sino sobretodo si los éxitos aparecen como méritos (y las renuncias como culpas) del PSOE, de Podemos, o de la movilización ciudadana. No es lo mismo un escenario donde Sánchez marque el compás, que uno donde sea Podemos quien parezca tener la iniciativa, u otro en el que la lucha social haya entrado en escena de manera autónoma condicionando así los movimientos de los grandes partidos. El gobierno de Sánchez será doblemente débil, tanto por la gran heterogeneidad de sus soportes parlamentarios como por la poca fuerza del PSOE. Ello es siempre un buen escenario si sabe utilizarse bien. Ni apuntarse tontamente a los aplausos hiperbólicos que sobredimensionan el significado de lo ocurrido y ceden toda la iniciativa al gobierno y a los aparatos partidarios, ni caer en un derrotismo fatalista que sólo prepara un resistencialismo minoritario autoderrotado de antemano. El desafío más bien consiste en aprovechar el cambio de ciclo para quitarse la desazón de los últimos sombríos meses e intentar relanzar una agenda de lucha social y reconstrucción socio-política que interactúe críticamente y sin subalternidades con las fuerzas que sostienen el nuevo gobierno.
(1) Alabao, N. (2018). "El peligro 'populista' de C’s está en Vallecas o El Raval", 29 de Mayo, Ctxt, http://ctxt.es/es/20180523/Firmas/19842/Cs-Ciudadanos-Madrid-Barcelona-CSOA-ciudad-Nuria-Alabao.htm
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Análisis exhaustivo y certero. Lo que pasa es que me da la impresión de que la dirección de Podemos está en otra cosa. Para ellxs la movilización social no tiene sentido más allá de las redes sociales. De hecho, cuando tuvieron a la gente en la calle, la mandaron a casa y le dijeron que se limitaran a votarles, que de política quienes entendían eran ellxs. Con esos mimbres y con la soberbia de unos líderes que no ven más allá de los datos demoscópicos, poco se puede esperar que no vaya más allá de la enésima entrega del pacto con el PSOE para hacer política de izquierdas que acaba en el abrazo del oso y la carcajada general de los poderes de la plutocracia. Hay que estar muy pagado de sí mismo para pretender que esta vez sí que sí, que desde el interno de un gobierno con el PSOE se puede alcanzar la hegemonía de la izquierda. Al final, como siempre, la regeneración, esta vez de la mano odiosa de Cuidadanos.
Obligar a los partidos (en que los sectores de gente más "criticos" con la politica de Rajoy ha depositado sus ilusiones y esperanzas) a ir más allá es obviar el desengaño que estos partidos, es decir, el daño que estos partidos han hecho y harán a la clase obrera... Este desengaño irá acompañado tanto de una apatía política como de una indignación hacia los traidores. No nos engañemos, el PP no gana ni ganó las elecciones porque el conservadurismo del proletariado, sino porque el hecho de que, en esencia, todo sigue igual ¡sino peor cuando gobierna Podemos! Sirva de muestra los ayuntamientos del cambio, la historia reciente de IU y las perlas políticas podemitas..Esta experiencia tácita solo admite una lectura en la cabeza de los de abajo y de en medio: Podemos es igual, y por tanto peor,peor que PP o que C's. Pues no hay cosa que siente peor que un supuesto amigo te trate igual que tu enemigo.
Además, hasta el hombre menos inteligente sabe apreciar, siempre que no esté ofuscado por un rechazo visceral al PP, la superioridad y seriedad de los argumentos.del PP Al fin y a la postre el PP apoya el capitalismo por convinción mientras Podemos acaba apoyándolo por obligación.
Amics per sempre, xuntos mais fortes,...
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