Tribuna
Del tupper war a #MenosLectivas: razones para la huelga de la educación pública madrileña en tres actos

Más de una década después de los inicios de las movilizaciones de la Marea Verde, el proyecto neoliberal se ha profundizado, pero las respuestas también se están articulando.
Docentes y participantes en la Asamblea de Menos Lectivas
29 abr 2024 06:00

Se abre el telón. Septiembre de 2012. Inicio del curso en el Colegio público Virgen de Navalazarza (San Agustín de Guadalix) Comunidad de Madrid. Un tupper sobrevuela cabezas de periodistas y Guardias Civiles y se dirige hacia Esperanza Aguirre, por entonces presidenta de la Comunidad de Madrid. Se oyen gritos de protesta. Varios interinos se manifiestan junto a las familias. La llamada Tupperwar encarna a la perfección la indignación de familias y la comunidad educativa tras los recortes de 2011: subida de horas lectivas en secundaria (un ERE encubierto a 3000 docentes interinos), aumento de ratio en las aulas, recortes en las becas para libros y en las ayudas para el comedor. Y aquí volvemos a nuestra escena inicial: el tupper indignado que nunca hizo mella. Aguirre no quiso dejar a las familias sin solución: podían llevar su tartera de casa y pagar por el uso del comedor. “Menos tupper y más maestros”, la increpaban.  

El hachazo a la pública en 2011 tuvo como respuesta una de las mayores movilizaciones vividas en la educación madrileña y en la defensa de los servicios públicos: la Marea Verde. Un movimiento que de la mano de toda la comunidad educativa logró que un 80% del profesorado secundara las huelgas de educación. El gobierno regional se asustó. Tanto como para reactivar toda su maquinaria neoliberal y acompañar los recortes de un relato totalizador para emponzoñar la imagen del profesorado de la pública. Aquí comienza nuestro primer acto.

“La estrategia y las consignas, reveladas en las investigaciones de 2014, fueron muy claras: deslegitimar al profesorado y al movimiento sindical que le respaldaba”

Acto I: El pánico, la Púnica y otros recortes

Dice la economista Wendy Brown que la mayor conquista del neoliberalismo no son los mercados ni los gobiernos, sino nuestras cabezas. En noviembre de 2011, el gobierno de Esperanza Aguirre, de la mano de Lucía Figar, consejera de Educación, financió una campaña contra la Marea Verde en redes sociales a través de la Operación Púnica, uno de los mayores escándalos de corrupción en la Comunidad de Madrid de las últimas décadas. La estrategia y las consignas, reveladas en las investigaciones de 2014, fueron muy claras: deslegitimar al profesorado y al movimiento sindical que le respaldaba. El gobierno regional pagó con dinero público a una empresa para que creara cientos de cuentas falsas e interactuara con medios locales y periodistas en redes sociales “convenciéndolos de que hay una marea de gente que está cansada de estos profesores y sindicatos que no se creen sus mentiras”. 

Así fue calando el discurso precocinado: “¿De qué se quejan los profesores españoles?”. Aguirre también abrió fuego y jugó a la confusión mediática con las 20 horas lectivas —es decir, las horas que se imparten de clase— sin mencionar el resto de la jornada laboral del profesorado. “La mayoría de los madrileños trabaja más de 20 horas“, declaró en los inicios de las protestas. El resto es un suma y sigue del corifeo de los gobernantes del PP poniendo en duda la gratuidad de la pública, defendiendo la mejora de los centros de gestión privada con fondos públicos o cuestionando la preparación del profesorado de primaria para impartir sus clases.

Acto II: No lo llame concertada, llámelo privada con fondos públicos

Esta estrategia de deslegitimación de la educación pública pretendía avalar los recortes en el sector y el trasvase de fondos públicos hacia empresas privadas. 

En 2014 la Ley Wert consolidó este modelo al legalizar una práctica que ya era habitual en Madrid: la concesión de suelo público para centros privados. La Púnica y sus comisiones asomaban de nuevo escena sin grandes consecuencias para sus protagonistas mientras se consolidaba un modelo de balanza que llevaba años implementándose: más gasto en educación privada, menos inversión en la pública.

La fuerza de las mareas, fruto de la coyuntura política y social, fue desapareciendo, pero el desmantelamiento de la pública no ha dado tregua. 

La Comunidad de Madrid es la única que no ha reducido las horas lectivas del profesorado desde los recortes de la Ley Wert

Más de una década después de los inicios de las movilizaciones el proyecto neoliberal se ha profundizado, pero las respuestas también se están articulando. La Comunidad de Madrid es la única que no ha reducido las horas lectivas del profesorado desde los recortes de la Ley Wert. Esta distribución, de 25 horas lectivas en Infantil y Primaria y 20 horas lectivas en Secundaria y Formación Profesional, supone que todas las tareas que no son dar clase, como la preparación de materiales y actividades, el contacto con familias, la coordinación con otras compañeras o las labores burocráticas, cada vez más absorbentes, se hacen fuera del horario laboral y sin ninguna compensación económica. Los equipos docentes trabajamos más por menos: desde 2006, nuestro poder adquisitivo ha bajado más de un 13%, mientras que las horas lectivas han subido un 11%.

El alumnado también sufre el maltrato de la Comunidad: la ratio de estudiantes por orientadora cuadruplica lasrecomendaciones de la UNESCO, y este curso se han aumentado las ratios de las aulas TEA sin refuerzo de profesorado, lo que no garantiza la correcta atención del alumnado con autismo en los centros educativos.  

La atención a la diversidad no tiene que ver únicamente con el alumnado con necesidades educativas especiales, sino también con las distintas realidades sociales con las que nos encontramos. Según un estudio paneuropeo, a pesar de ser una de las comunidades más ricas, Madrid es la región más segregada de Europa, una afirmación que tiene su correlato en la educación pública y que se materializa en proyectos como el bilingüismo, el bachillerato de excelencia o que los centros tengan que competir por recursos públicas. 

La comunidad autónoma de la “libertad” está a la cola en inversión por estudiante (5.607 euros frente a los 10.614 de Euskadi) y maneja una de las ratios medias de alumnos por aula más altas de todo el Estado, lo que, unido a la segregación escolar, convierte la labor docente y el aprendizaje del alumnado en un agujero negro.

Desde 2014, estas transferencias de la enseñanza pública a la privada han aumentado 7 puntos, hasta alcanzar el 27% del presupuesto total de la educación no universitaria en la región 

La escasez de inversión en educación pública contrasta con el crecimiento exponencial del gasto público en enseñanza privada (la mal llamada concertada):desde 2014, estas transferencias han aumentado 7 puntos, hasta alcanzar el 27% del presupuesto total de la educación no universitaria en la región. Esto se complementa, además, con otros traspasos como los cheques para enseñanzas privadas en Educación Infantil, Bachillerato y FP, a los que pueden optar familias que superan los 170.000 euros de renta anual, y que se llevan el 60% del presupuesto de la Comunidad de Madrid destinado a becas. La radiografía indica raquitismo pero Ayuso y su equipo niegan la mayor y sigue argumentando que el gasto en servicios  públicos como sanidad o educación no solo son muy altos, sino que han aumentado respecto al curso anterior.

Acto III: Somos muchas más que cuando empezamos

Dice la filósofa Marina Garcés que la gran derrota es aceptar que nos maltraten. Pero la comunidad educativa ha dicho basta. El pasado mes de febrero se celebró en Madrid una de las huelgas más multitudinarias de la última década en la educación pública. Dos de cada diez docentes hicieron huelga y más de 30 centros en la Comunidad se movilizaron con piquetes y asambleas en sus pueblos y barrios. La tarde del 27 de febrero más de 7.000 personas recorrieron de verde el centro de Madrid. Dos meses después, el 8 y 21 de mayo, volvemos a la huelga. Mientras las movilizaciones, las asambleas de centro y la autoorganización no han cesado. 

“Es importante que en cada centro se formen asambleas, que las decisiones vayan de abajo a arriba y, sobre todo, no dejar a nadie atrás en las reivindicaciones”

La bola de nieve echó a rodar hace más de un año, cuando comenzaron las primeras asambleas de un colectivo aún sin nombre pero con una consigna muy clara: “Es importante que en cada centro se formen asambleas, que las decisiones vayan de abajo a arriba y, sobre todo, no dejar a nadie atrás en las reivindicaciones”. El objetivo era reactivar las luchas en defensa de la educación pública al calor de una reivindicación concreta: volver a las 18 horas lectivas en la Comunidad de Madrid previas a la crisis de 2011 y reducir a 23 en primaria como muchas de las comunidades del resto del Estado y la mayoría de países de la Unión Europea.

Así nació Menos lectivas, un colectivo formado inicialmente por docentes y sindicatos (STEM, CGT, CNT) que ha ampliado no solo su participación a familias y estudiantes, sino también sus demandas, trascendiendo las horas lectivas a través de un gran trabajo colectivo en las asambleas.

Menos Lectivas tiene vocación de construir desde abajo, y así lo ha hecho a través de concentraciones, encuentros, manifestaciones o recogida de firmas. En el horizonte siempre están ejemplos como la Marea Verde, la Huelga Feminista General de Euskadi o la huelga de docentes de Chicago, un proceso colectivo iniciado en 2008 en el que un grupo de profesores, cansados de las concesiones de los grandes sindicatos a los recortes, tejieron una red con más de 30.000 docentes. En septiembre de 2012, tras siete días de huelga, negociaron un convenio con el que por primera vez en muchos años recuperaban parte del terreno perdido. 

Las promesas de los grandes sindicatos de la mesa sectorial de educación sobre la reducción de horas lectivas se han quedado en agua de borrajas. La Comunidad de Madrid no había firmado nada y por fin se han sumado a un proceso de movilización que lleva más de un año. Ahora toca unir fuerzas, pero desde los espacios colectivos, desde abajo, como llevamos haciendo meses.

Por eso los próximos 8 y 21 de mayo convocamos una huelga y movilizaciones en las calles. Interpelamos a familias, estudiantes, a toda la comunidad educativa para que se sume y participe. No llevaremos tupper, pero inundaremos Madrid de un verde lleno de dignidad, porque somos muchas más que cuando empezamos.

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