We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Ruido de fondo
‘Sinister Wisdom’: feministas y lesbianas
Uno de los aspectos más interesantes de la apuesta durante el mes de junio por la autoafirmación y visibilidad de las personas LGBTIQ+ es la oportunidad de hacer genealogía en torno a las expresiones mediáticas del colectivo.
Hoy por hoy existen en nuestro país plataformas periodísticas, académicas, de tendencias y de guerrilla que visibilizan y debaten sin cortapisas la experiencia LGBTIQ+, en paralelo a un ecosistema internacional pujante que integran cabeceras tan conocidas como la británica Diva, la alemana Siegessäule y la estadounidense The Advocate, aún en activo tras su creación en 1967, dos años antes de que la Revuelta de Stonewall diese origen al Día Internacional del Orgullo LGBT.
La existencia de publicaciones LGBTIQ+ con cierto impacto se remonta a finales del siglo XIX y tiene su epicentro en Alemania: la primera revista gay del mundo, Der Eigene, nace en 1896 en Berlín y alcanza los 1.500 suscriptores durante sus casi cuatro décadas de publicación, mientras que la primera revista para lesbianas, Die Freundin (1924-33), logra tener una difusión de 10.000 ejemplares.
Es, en cualquier caso, a finales de los años 60 cuando arraiga toda una cultura periodística y testimonial promovida por el colectivo LGBT, hasta el punto de poder hablarse ya de una corriente activista y de pensamiento que llega hasta nuestros días. Estados Unidos toma la iniciativa a partir de entonces en la expansión del fenómeno, si bien las publicaciones correspondientes tienen una difusión en principio modesta a través de redes de confianza, organizaciones comunitarias y librerías cómplices.
El 4 de julio de 1976, coincidiendo con las celebraciones en torno al bicentenario de la fundación de Estados Unidos, ve la luz el primer número de Sinister Wisdom, revista que autoedita un grupo de mujeres lesbianas afincadas en el estado de Carolina del Norte. La fecha de lanzamiento de Sinister Wisdom constituye toda una declaración de intenciones que subraya el editorial de sus creadoras, la filósofa Harriet Ellenberger y la directora teatral y profesora de arte dramático Catherine Nicholson: “Nuestra revista aspira a transformar la escritura en acciones políticas marcadas por el entusiasmo, la imaginación y la conciencia plena de nosotras mismas (...) con el objetivo de alumbrar una nueva especie en un nuevo tiempo/espacio”.
Si nos interesa Sinister Wisdom en particular es por invocar en sus páginas una sabiduría siniestra —expresión rescatada de la novela de ciencia ficción El hombre hembra (1975), de Joanna Russ— que emana de su doble condición de resistencia feminista y lésbica al sistema. La correspondencia entre una categoría y otra no es tan inmediata como podría parecer, y surge de hecho en aquella época por la insatisfacción de muchas intelectuales y pensadoras lesbianas hacia las derivas complacientes con el sistema de la llamada New Left y el propio women’s lib, “para el que somos invisibles a pesar de hallarnos en el centro mismo de su razón de ser” (Judy Rebick).
Es una época crítica para la credibilidad mediática del feminismo de segunda ola, como denuncia June Arnold en su célebre artículo “Feminist Presses and Feminist Politics” (1976): “La prensa instituida ya se está encargando de publicar a las compañeras feministas menos amenazadoras, más consumibles y más controlables, y a aquellas que no puede permitirse ignorar, hasta que la percepción del feminismo en la esfera pública quede reducida a esas visiones nada peligrosas”. Por ese motivo, Sinister Wisdom recuerda número tras número a las escritoras y artistas interesadas en colaborar con la revista que “solo se aceptarán obras cuyos argumentos estén directamente relacionados con la articulación de un imaginario lésbico revolucionario enfrentado a la literatura y el arte del pasado y el presente”.
Esta coherencia discursiva llamará progresivamente la atención de figuras tan destacadas como Audre Lorde, Adrienne Rich y la propia Joanna Russ, que acaban por aportar a la revista textos de carácter en efecto revulsivo y utópico. Como escribe Adrienne Rich, “bajo mis párpados se ha abierto otro ojo que contempla sin pestañear cuanto vivo. Un ojo que no es para llorar, su visión ha de ser nítida. Su propósito es la claridad. No debe olvidar nada”. La revista evolucionará además con los años para dar cabida a expresiones interseccionales y diversas, como ponen de manifiesto los números consagrados a los condicionantes de la vejez, las discapacidades físicas e intelectuales, la clase y la raza.
Otra cualidad destacable de Sinister Wisdom ha sido su ánimo colaborativo, sin protagonismos ni estructuras férreas. Un hecho decisivo para que siga publicándose transcurrido casi medio siglo desde su primer número: se trata de la revista literaria y cultural en torno a la experiencia lésbica más veterana del mundo. Esa renuncia al egocentrismo editorial tampoco había sido tan habitual hasta entonces. De hecho, Sinister Wisdom recoge en su momento el testigo de otra publicación con un perfil similar, Amazon Quarterly, radicada entre 1972 y 1975 en California, cuyas editoras, Gina Covina y Laurel Galana, habían preferido dejar morir el proyecto a legarlo cuando no pudieron ocuparse más de su publicación.
La cita de Monique Wittig que cierra el primer número de Sinister Wisdom da una pista de la política que aplicarán a su propia revista Harriet Ellenberger y Catherine Nicholson: “No deis nunca de lado al colectivo”. Ellenberger y Nicholson apenas están al frente de Sinister Wisdom un lustro. Después ceden la antorcha de la revista al equipo creativo compuesto por Michelle Cliff y la citada Adrienne Rich. Han pasado desde entonces por Sinister Wisdom hasta nueve editoras más, lo que ha traído consigo una resignificación incesante de sus argumentos a la que ha contribuido su edición en localidades diferentes y su publicación sin prisas, con carácter trimestral o incluso cuatrimestral si las circunstancias lo han aconsejado.
Ni siquiera se ha sucumbido a la tentación de editar en formato digital. En internet solo pueden encontrarse digitalizados los números históricos de la publicación. Todo ello hace de Sinister Wisdom, a juicio de su actual coordinadora, la poetisa Julie Enszer, “una revista intuitiva”, con la misma cantidad aproximada de suscriptoras a su edición impresa en 2022 que en sus inicios, mil; aunque, lejos de ser las mismas lectoras de antaño, “representan una comunidad ecléctica de edades, razas e inquietudes”.
¿Son mil suscriptoras después de 46 años un éxito, o un fracaso? Dejemos que nos lo expliquen Catherine Nicholson y Harriet Ellenberger: “Queremos salvaguardar la perspectiva lésbica y feminista de Sinister Wisdom desde la escritura de nuestras colaboradoras a la maquetación artesanal y la edición minoritaria, pasando por la distribución en librerías amigas. Queremos estrechar lazos entre nosotras, saber en todo momento qué hacemos y para qué, procurar que nuestras acciones presentes redunden en que la revista tenga futuro. No nos interesa rendir cuentas al mundo. Nos interesa comunicarnos con las mujeres y que las mujeres se comuniquen entre sí”. A buena entendedora, sobran más palabras.