We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Argentina
Sólo en las luchas se vive con esperanza
“Para que todos y todas, trabajadores, estudiantes, personas de todas las ideologías, de todas las religiones, con nuestras diferencias lógicas, sepamos unirnos para construir una sociedad más justa, donde el ser humano no sea lobo de sí mismo, sino su compañera y su hermano."
Agustín Tosco (reescrita)
Desde hace más de dos años participan de “La Escuelita”, un espacio de Educación Popular que comenzó con la alfabetización de adultos para devenir ámbito de educación y reflexión permanente. La Escuelita funcionó siempre a pulmón: un renault 12 del 89 como medio de transporte, profes sin paga que ponían su casa como Sede, ventas de empanadas y de pollos para solventar los gastos…
Esa noche los sueños grupales sembraron las primeras ideas que hoy encuentran a más de 50 familias de distintos pueblos y parajes del Valle de Traslasierra (Provincia de Córodoba, Argentina) asociadas. Familias que se organizan trabajando en diversos proyectos productivos, con ejes en la agricultura familiar, la soberanía alimentaria y tecnológica.
La Escuelita no empezó desde la ingenuidad. La primer convocatoria se hizo caminando casa por casa, haciendo una encuesta personal (similar a un censo), reescrita sobre la diseñada por las revolucionarias Ligas Agrarias del Noreste Argentino en la década del 70 del siglo pasado. Fue un homenaje y también un símbolo de continuidad de aquellas luchas. De la Escuelita a las mingas (trabajo comunitario en los distintos campos o casas), de las mingas a soñar tener nuestro propio silo de maíz: ¿Cómo podíamos recuperar la tradición de cría de animales si nos vendían el maíz a cualquier precio?. Ese fue el germen de nuestro primer proyecto “grande”: crear un fábrica de alimento balanceado para aves de corral y una sala de incubación propia.
De meritocracias agrarias, inversiones iniciales y otras yerbas
La agricultura familiar y la economía popular no pueden crecer sin ayuda externa (una inversión inicial que en la lógica de la acumulación capitalista sólo pueden hacer los ricos más ricos, y que para nuestro sector tendría que hacer el estado). Sin esa “inversión inicial”, sólo vendiendo empanadas y haciendo beneficios el límite es a corto plazo.
Asumimos el desafío de dialogar/ luchar / traccionar al estado para que ponga plata en los sectores más desfavorecidos y en la agricultura familiar, partiendo de la necesidad de articular las construcciones populares (desde abajo, de base) con las políticas públicas (esta síntesis nos fue muy cara, ya que atraviesa discusiones militantes en la Argentina de finales de los 90 y principios de los 2000, desde el estallido y el que “se vayan todos” del 2001, a las experiencias de los gobiernos populares impulsados por grandes revueltas populares, como el de Evo en Bolivia, o los procesos de cambio como el encabezado por Hugo Chavez en Venezuela y el socialismo del siglo 21).
Desde nuestra perspectiva, aferrarse a una sóla dimensión (la autonomía, las elecciones, lo educativo, o cualquiera sea) y excluir otras posibilidades de intervención limita nuestras posibilidades transformadoras. La búsqueda es integrar visiones que suelen ser percibidas como opuestas o excluyentes para generar praxis, síntesis superadoras, acciones transformadoras a favor de nuestro sector y de nuestra clase.
De producciones populares, soberanías y el poder (hacer)
Hoy la CTO (Comunidad, Trabajo y Organización) tiene dos galpones (almacenes) construidos por la propia organización, ambos financiados por el estado: el primero, donde funcionó la fábrica de alimento balanceado durante varios años, es hoy aula-taller para diversos espacios de formación y recreación.
La Fábrica de Alimentos Balanceados funciona en un galpón inaugurado en diciembre del 2021, de 350 metros cuadrados, con baños amplios, administración y sala de incubación. Las incubadoras son cargadas con huevos propios de gallineros que están en distintos predios familiares, que dan como resultado la gallina Ponedora Negra del INTA.
Mientras escribimos, se está desarrollando la obra de subdivisión del galpón donde funcionará el Almacén Rural de la CTO, un espacio para fortalecer la soberanía alimentaria con la comercialización de las producciones de la economía popular, la agricultura familiar y la seguridad alimentaria intentando garantizar precios accesibles de alimentos que aún no producimos desde nuestro sector.
Las compañeras de panadería están buscando un lugar para alquilar, donde instalar los hornos y las máquinas que llegaron hace unos días; las de costura están arrancando su propio proyecto; mañana, como todos los meses, se entregan los pollos agroecológicos producidos por y para la propia organización, que cada integrante puede comprar a precio de costo; la semana que viene nos estaríamos conectando a la red provincial de fibra óptica, para garantizar ancho de banda en nuestra Red Comunitaria de internet. Una dificultad que tenemos desde que comenzó este proyecto, allá por el 2019 con los compañeros y compañeras de Altermundi.
Altermundi desarrolló el LibreRouter, hardware y software libre para las Redes Comunitarias de internet, además de brindarnos el acompañamiento necesario, a través de talleres y encuentros, para que la Red sea autogestionada, apropiándonos del conocimiento para su administración y mantenimiento. En nuestros parajes muchas veces no sólo no hay internet ni siquiera hay señal de teléfono. La soberanía tecnológica es también ejercer nuestros derechos a la comunicación y a la educación. En pandemia, esto fue más claro que nunca.
En este momento también estamos desarrollando, en conjunto con Altermundi, incubadoras con tecnología propia y software libre: la CTO aportando experiencia y conocimiento técnico/productivo, y Altermundi poniendo todo su conocimiento sobre software y desarrollo tecnológico. Así, construyendo soberanía tecnológica y alimentaria al mismo tiempo, apostamos a la construcción de autonomía en sus múltiples dimensiones.
De encuentros, tejidos y salir de la propia quinta
Para nosotras, la lucha siempre es colectiva, no sólo en la dimensión comunitaria o territorial. El tejido con otras organizaciones del campo popular que luchan por un mundo más justo es fundamental. Nos da fuerzas, nos permite crecer y aprender. Por eso somos parte fundadora de la UTR (Unión de Trabajadorxs Rurales de la Provincia de Córdoba), un espacio provincial que nos permite unificar luchas y reclamos.
A nivel nacional, somos parte de nuestro sindicato: la UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular), que nuclea a trabajadores y trabajadoras de las más variadas actividades. Por ejemplo, del ámbito socio-comunitario: comedores, guarderías, apoyos escolares, bachilleratos populares; del ámbito productivo: recicladores urbanos (cartoneros), textiles, construcción, producción de alimentos y un largo etcétera diverso.
Lo que tienen en común las distintas ramas de la UTEP es que son trabajadores y trabajadoras que tuvieron que inventar su propia forma de subsistencia, expulsados por el sistema de los derechos históricos más básicos conquistados con años de lucha y sacrificios (trabajo en blanco, jornada de 8 horas, vacaciones pagas, aguinaldo, no descuento de los día de trabajo por enfermedad, jubilación, etc.). Lejos e irreales se ven esos derechos para más del 40% de nuestro país. No se trata de construir o identificar un sujeto del cambio social, más bien de reconocer lo común en la diversidad, para organizarnos y transformar desde la realidad concreta.
Tanto la UTR como la UTEP son espacios fundamentales a la hora de exigir nuestros derechos y negociar con el estado políticas públicas para nuestros sectores. Estamos, con nuestras contradicciones, construyendo una cadena con nuestra lógica productiva (sin patrones, ni intermediarios, sin agroquímicos ni uso indiscriminado de antibióticos y hormonas), en este caso haciendo eje en lo avícola. Nos falta, como grandes desafíos, aumentar la escala de todas las producciones; generar mayor autonomía de insumos externos del agronegocio, desarrollar tecnologías apropiadas para el sector y realizar producciones agroecológicas de granos y cereales a mediana escala.
De romanticismos, espantos e introyecciones
No somos románticos: sabemos que vivimos un momento de crisis civilizatoria. La humanidad no va hacia su propia extinción: va hacia la extinción de la diversidad tanto humana como natural, para quedar sólo una minoría cruel y desquiciada parada sobre las ruinas de la belleza. Nuestras sociedades no son ajenas a este proceso. El egoísmo, la ignorancia, la ruptura de los vínculos sociales comunitarios calan hondo y profundo. Vivir a contramano de este proceso, construyendo organizaciones democráticas, donde la palabra de todos y todas es importante, donde el bienestar común es el centro, es una tarea difícil y de altos costos subjetivos / individuales; pero que nosotros y nosotras consideramos revolucionaria.
Las distintas formas de opresión del capitalismo y el patriarcado no sólo están en las instituciones, partidos o ideologías que las defienden. Están en todos lados, dentro de cada persona, de cada grupo, de cada organización. No es igualar ni diluir responsabilidades. Hay que señalar con claridad a los responsables del desastre: hoy un puñado de grandes corporaciones extractivistas que controlan desde los alimentos y los venenos que consumimos hasta el complejo farmacéutico-militar-petrolero, con sus cómplices políticos en cada país. Pero tampoco podemos construir un mundo distinto si no reconocemos cómo esas lógicas también están dentro nuestro.
La realidad económica marcada por la pobreza, la inflación y la desigualdad creciente en la distribución de la riqueza, dificulta los procesos de organización popular. Hoy nuestras unidades productivas a duras penas logran mantenerse funcionando, sobreviviendo. Los y las trabajadoras organizadas somos minoría. Si para las que estamos organizadas es difícil, para el resto la situación es desesperante. En cierta medida, esta es una fortaleza de muchas de las organizaciones de nuestro sector: construir mejores condiciones de vida, luchando por el bienestar común, comenzando con sus integrantes.
Creemos necesario salir de la certeza de la propia verdad y del pensamiento excluyente: de la autonomía entendida como ausencia de relación con el estado, del trabajo territorial escindido de las construcciones amplias, de las lógicas verticales que no escuchan lo que pasa abajo, de los líderes salvadores, de la horizontalidad sin responsabilidades ni roles, de defender al estado y a los progresismos sin crítica alguna, sin movilización popular en las calles, o de criticar al progresismo y al estado como principio y causa de todos los males, sin mediar análisis del contexto, sin apoyar logros y avances.
¿Seremos capaces de dejar de creer que siempre es el otro quién está equivocado? ¿De dejar de llamar traidores, funcionales, troskos, cooptados o sectarios, a otras formas de construcción que no son las que nosotros elegimos? En definitiva, ¿estamos dispuestos a construir un diálogo sincero para incluir los distintos paradigmas, las distintas formas de ver y sentir la vida para, desde la unión, enfrentar al sistema de muerte que propone el capitalismo?
En esta compleja realidad, asumimos el desafío enorme de cambiar el destino que nos venimos construyendo como humanidad hacia uno donde el amor, la belleza, la libertad, la justicia, el trabajo y la dignidad sean lo cotidiano. Con errores y desaciertos pero con la firme convicción de que es en nuestras prácticas y territorios dónde hacemos nuestro aporte al cambio social; construimos alternativas productivas, laborales, tecnológicas y educativas que prefiguran ese mundo que soñamos.