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Andalucismo
Barrios nacidos del suburbio. Memoria de las mujeres andaluzas en las luchas vecinales de Catalunya
El 28 de noviembre de 2011 se celebró en el señorial Saló de Cent la ceremonia de entrega de las medallas de honor de la ciudad de Barcelona. La distinción, instituida en 1997 por el ayuntamiento barcelonés, nació con el objetivo de premiar la trayectoria de personas y entidades reconocidas en la ciudad por su compromiso en defensa de valores como la igualdad, la solidaridad y los derechos humanos. Aquel año una de las premiadas era Maruja Ruiz, una histórica dirigente vecinal del distrito de Nou Barris conocida en Barcelona no sólo por sus luchas vecinales sino por su militancia sindical y política desde los años del antifranquismo. Cuando el alcalde de Barcelona, el convergente Xavier Trias, llamó a Maruja Ruiz para hacerle entrega de la Medalla de Honor la premiada subió al atril y ante el asombro del alcalde y de todos los presentes renunció a la condecoración. “Personalmente no la puedo aceptar de un gobierno que está recortando por lo que yo he luchado y lucharemos” manifestó Maruja Ruiz siendo ovacionada por una parte de los asistentes. Desde entonces, la Maruja de Nou Barris, como popularmente se la conoce en Barcelona es recordada también por ser quien dejó plantado al alcalde Xavier Trias.
Maruja Ruiz, nacida en el pueblo granadino de Guadix en 1936, es una de las tantas mujeres andaluzas de la emigración en Cataluña que ha sido protagonista durante más de medio siglo de luchas sociales y vecinales desde el barrio al que llegó a finales de los años 40. El 28 de febrero de 2023 Javier García Fernández escribía en el Diario Público un artículo sobre los luchadores antifranquistas andaluces en Cataluña centrándose en figuras como la de Cipriano Martos, Juan Garrido Donaire, Luis Cabrera o José Pérez Ocaña. Como bien se apunta en el artículo hubo una diáspora andaluza de carácter político, paralela a las grandes migraciones económicas de los 60 y 70, desde provincias y comarcas andaluzas de gran conflictividad social en las que la represión franquista se cebó especialmente y que provocó el exilio y el desplazamiento hacia otras zonas del Estado, fundamentalmente hacia Cataluña.
El caso de Maruja Ruiz forma parte de esa diáspora política. Al finalizar la Guerra Civil su padre fue encarcelado por militar en la CNT y un año después su madre, tras ser rapada al cero y ser paseada por las calles de Guadix a modo de humillación, acabaría igualmente en las cárceles franquistas. Maruja creció con su abuela en una cueva con dos habitaciones en la que se hacinaban una docena de personas. En 1947 su padre sale de la cárcel de Granada con documentación falsa y se marcha con su esposa a Madrid, trabajando ella en el servicio doméstico. Dos años después Maruja y su madre recalan finalmente en Barcelona. Como la misma Maruja ha recordado en varias entrevistas, su madre fue estafada nada más bajarse del tren a su llegada a la Estación de Francia de Barcelona. Acabaron viviendo en una de las barracas de la calle Capitán Arenas, entre los huertos y descampados que había por debajo de la Diagonal, justo donde pocos años después se construirían la zona universitaria y el Camp Nou. En 1953 se derriban la mayoría de barracas de la Diagonal y las familias son trasladadas a las llamadas Viviendas del Gobernador construidas a raíz del Congreso Eucarístico Internacional que se celebró en Barcelona en 1952. Esas viviendas se habían levantado en una zona de viñas de la periferia de Barcelona que con el tiempo conformarían el actual distrito de Nou Barris.
En Nou Barris es donde se inicia el activismo vecinal y político de Maruja. Sólo con 16 años participa en la huelga de tranvías de Barcelona, empieza a militar clandestinamente en el PSUC siendo detenida varias veces e incluso interviene en el secuestro de dos autobuses para demostrar a la compañía de transportes que los vehículos podían subir hasta el barrio de Torre Baró. A principios de los 70 fue una de las fundadoras de la Asociación de Vecinos de Nou Barris y en 1976 protagoniza una de sus luchas más sonadas. En junio de aquel año los trabajadores de Motor Ibérica estaban en huelga en plena negociación del convenio del Metal. Reclamaban mejoras salariales, la readmisión de 18 compañeros despedidos en 1974 y la retirada de los expedientes sancionadores abiertos por la empresa a 200 trabajadores. Uno de esos trabajadores en huelga era Hernando, marido de Maruja.
Ante el recrudecimiento del conflicto laboral, Maruja lideró el encierro de 300 esposas de trabajadores en la parroquia de Sant Andreu del Palomar de Barcelona. Estuvieron encerradas durante 28 días hasta que fueron desalojadas por la policía. No obstante, el encierro alcanzó gran relevancia social recabando numerosas muestras de apoyo y solidaridad incluso a nivel internacional e incorporó a muchas de aquellas mujeres a las luchas sindicales y políticas. Finalmente, la huelga de Motor Ibérica se prolongó a lo largo de 96 días siendo una de las más largas de aquella época sólo superada por la huelga de la fábrica siderúrgica Laforsa de Cornellá de Llobregat que duró 100 días entre 1975 y 1976.
Gracias a la lucha de Maruja Ruiz y de otras tantas mujeres de la emigración andaluza los suburbios de la periferia se transformaron en barrios. Su lucha consiguió la erradicación del barraquismo, así como servicios e infraestructuras tan básicas para sus barrios como el asfaltado de las calles, el abastecimiento de agua potable en los domicilios, la red pública de alcantarillado o la llegada del Metro. Gracias a mujeres como Maruja Ruiz que llegaron desde Andalucía y que al igual que en sus pueblos empezaron viviendo en las barracas y cuevas que tanto abundaban en la Barcelona de la posguerra destinadas principalmente para la población emigrante andaluza. Esa es la historia de Maruja Ruiz y también la de Custodia Moreno.
Manifestación es en el barrio de El Carmel en los años 70, La tercera mujer por la derecha es Custodia Moreno
Custodia Moreno nació en Granada en 1943 en el seno de una familia de convicciones republicanas y de izquierdas. Cuando apenas tenía 4 años su familia se trasladó a Barcelona en el tren El Sevillano. Como en el caso de Maruja Ruiz su familia fue estafada al llegar a Barcelona puesto que les habían alquilado un piso en el que ya vivían tres familias más. La familia de Custodia Moreno tuvo que trasladarse a las barracas del barrio de El Carmelo en una zona en la que llegaron a haber más de medio millar de barracas. Hacinados sin los servicios más elementales, sin electricidad ni agua corriente, Custodia empezó a trabajar como administrativa mientras cursaba el Bachillerato y estudiaba por las noches en la barraca familiar a la luz de una vela. Una vez obtenido el título de Bachillerato cursó estudios de Enfermería siendo una de las primeras mujeres de su barrio que llegaba a la Universidad. Ya en la década de los 60 Custodia se convierte no sólo en una de las luchadoras vecinales más visibles de las barracas de El Carmelo, sino que asimismo orienta su activismo social hacia el feminismo. En este sentido, desde 1968 y gracias a su formación como enfermera promueve charlas sobre educación sexual y métodos anticonceptivos entre sus vecinas.
En 1968 Custodia ya está al frente de la Asociación de Vecinos de Can Baró con apenas 25 años. En aquel año seguían en pie más de 600 barracas en los barrios de Can Baró y El Carmelo. Las reclamaciones iniciales del movimiento vecinal encabezado por Custodia fueron las de dotar de servicios básicos en las barracas tales como alcantarillado, electricidad, agua corriente o contenedores. En la primera mitad de los 70 la lucha vecinal se va encauzando hacia la erradicación de las barracas y en mejoras como la llegada del transporte público, de centros de atención primaria y de escuelas. Como en otros barrios de Barcelona y de su área metropolitana, los suburbios de emigrantes dejan de ser zonas denigradas y sin equipamientos para convertirse en barrios. Con ello llegará la construcción de viviendas dignas y la paulatina desaparición del barraquismo.
En 2009 Custodia Moreno recibió de manos del alcalde Jordi Hereu la Medalla de Honor del Ayuntamiento de Barcelona en reconocimiento a su lucha vecinal por la dignificación de las condiciones de vida de sus vecinos. En 2021 fue la pregonera de las fiestas de la Mercè de Barcelona con un discurso que se movió entre la emotividad y la denuncia de la violencia de género, los desahucios o el racismo. “Las mejoras de los barrios son fruto de las utopías. Sed utópicos” afirmó Custodia ante la alcaldesa de Barcelona Ada Colau y el presidente de la Generalitat de Catalunya Pere Aragonès. Finalmente, hace unos meses, en mayo de 2023 Custodia Moreno recibió la Cruz de Sant Jordi, distinción otorgada por la Generalitat de Catalunya.
Las luchas vecinales por los servicios públicos y por unas viviendas dignas se hicieron sentir tanto en Barcelona como en los municipios limítrofes. Uno de esos municipios era Hospitalet de Llobregat donde a principios de los 70 residían más de 60.000 andaluces y al que Pura Fernández ya había llegado a finales de los 40 con su familia. Pura Fernández nacida en el pueblo jienense de Cambil en 1921 emigró con sus hijos a Hospitalet en 1948 para reencontrarse con su marido Felipe Cruz que un año antes había llegado huyendo de la represión política. Se instalaron en el barrio de la Bomba, una amplia zona de chabolas poblada mayoritariamente por emigrantes andaluces especialmente de la provincia de Jaén como era el caso de Pura. Ella y su familia vivieron en la Bomba durante 15 años y desde su llegada tanto Pura como su marido Felipe lideraron la lucha vecinal por la mejora de una barriada con centenares de chabolas, calles sin pavimentar y que carecía de los servicios más esenciales.
Tras un periodo de dos años entre 1961 y 1963 en el que su marido Felipe estuvo encarcelado en la prisión de Zaragoza por su militancia política en el PSUC, participan en la fundación de las CCOO de Cataluña en noviembre de 1964 y dos años más tarde crean la Cooperativa de Viviendas Obreras del barrio de la Bomba. Ese mismo año se construyó una escuela y el agua potable llegó al barrio gracias a la incansable lucha de Pura y Felipe que alternaban su activismo vecinal con su militancia política y sindical en la clandestinidad. Entre 1967 y 1968 Pura fue detenida en varias ocasiones, una de ellas por su participación en el Movimiento Democrático de Mujeres. En 1968 se construyeron los primeros pisos en el actual barrio de Bellvitge en los que se realojaron a buena parte de las familias de la Bomba. Pero no fue hasta 1976 cuando se derribaron la totalidad de chabolas de la Bomba. Cerca de 2.000 residentes fueron realojados en el barrio del Gornal acabando así con uno de los enclaves chabolistas más duraderos del Área Metropolitana de Barcelona y por el que llegaron a pasar más de 15.000 personas.
Una vez instalada en Bellvitge, Pura siguió destacándose por su activismo en la Asociación de Vecinos del barrio. Se pasó de la lucha de las chabolas a la de los bloques, en un barrio de creciente creación y que en sus primeros años era básicamente un gran descampado rodeado de inmensos bloques de viviendas. Ya a finales de los 60 comienza la movilización vecinal por conseguir servicios como la construcción de escuelas y de un centro de salud, así como la llegada del transporte público. La gran inundación de 1971 dejó al barrio en una situación muy precaria, desencadenando un nuevo proceso de movilizaciones vecinales. Fue cuando se empezó a decir en el barrio que “Pura no se calla ni debajo del agua.” Porque Pura ni se callaba ni se cortaba a la hora de expresar sus opiniones. En 1968 llegó a participar en un congreso internacional de mujeres celebrado en Moscú como militante del PSUC. Volvió decepcionada porque como ella misma dijo el congreso sólo había sido palabrería y folclore, y que no merecía jugarse el tipo por algo así.
Las luchas y las redes de solidaridad vecinal en los barrios de Bellvitge y el Gornal fueron referentes y devinieron en símbolo de una época no sólo para Hospitalet sino para el movimiento asociativo de Catalunya. Y siempre con la figura de Pura Fernández a la cabeza. La de ella y la de su inseparable compañero sentimental y de luchas, el también jienense de Cambil Felipe Cruz. Pura falleció en 1997 recibiendo pocos meses antes de morir el reconocimiento de su ciudad y de sus vecinos. Desde 2009, y como homenaje póstumo, uno de los Centros de Urgencias y Atención Primaria de Hospitalet lleva su nombre.
En 2022 se estrenó la obra teatral audiovisual En Bangkok también hay ratas de Iván Campillo. La obra, que alterna el teatro con la proyección de imágenes de la época y del testimonio de testigos, trata sobre el protagonismo de las mujeres en el movimiento vecinal de los barrios de la periferia de Barcelona en las postrimerías del franquismo y primeros años de la democracia. El título hace referencia a una frase de Joaquín Viola, alcalde de Barcelona entre 1975 y 1976. En una reunión del alcalde con un grupo de mujeres que acudieron a él para reclamar más limpieza e higiene en sus barrios esa fue la respuesta de Viola: “En Bangkok también hay ratas.” Las dos actrices principales de la obra interpretan a la Rosi y la Mari, dos emigrantes andaluzas que tras llegar a Barcelona en el tren El Sevillano se instalan en las chabolas del barrio de La Verneda y con los años acaban liderando las luchas vecinales en Nou Barris y el distrito de Sant Martí.
La obra de Iván Campillo es todo un ejercicio de memoria y agradecimiento hacia aquellas mujeres de la emigración andaluza que nada más llegar a Cataluña dedicaron sus vidas a luchar por la dignificación de sus barrios. No en vano esas luchas calaron hasta los tuétanos en la memoria de varias generaciones. Hoy nos corresponde a los hijos e hijas de esas mujeres el deber de no olvidar y de recuperar esa memoria colectiva. La de miles de mujeres que “tuvieron que abandonar el sol de la infancia” como escribió Olga Merino, hija de emigrantes andaluces, en su novela sobre la diáspora andaluza en Cataluña Espuelas de papelpublicada en 2004. Recordémoslas a ellas y a todas las mujeres que hoy siguen emigrando y malviviendo en asentamientos de chabolas como las trabajadoras de la fresa de Huelva. Así nos recordaremos a nosotros mismos que las temporeras de la fresa de ayer fueron nuestras madres y abuelas.