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Ocupación israelí
El Golán sirio, radiografía de una joya natural diezmada por la ocupación israelí
Más de dos tercios del Golán sirio, casi 1.230 kilómetros cuadrados, pertenecen actualmente a Israel tras su violenta ocupación. En él residen aproximadamente 45.000 personas, entre ellas más de 20.000 sirios drusos y árabes, sin contar con los 25.000 colonos israelíes que pueblan más de 30 asentamientos en el área invadida. Esta área montañosa, ubicada en la frontera entre Israel, Jordania, Líbano y Siria, cuya fecunda tierra ha dado de comer durante siglos a miles de agricultores sirios, fue ilegalmente anexionada en 1967 tras la guerra de los Seis Días.
Siria trató de hacerse de nuevo con el territorio en el conflicto del Yom Kipur, pero fracasó en el intento y a día de hoy el Gobierno de Netanyahu mantiene el control efectivo del territorio. Esta operación expansionista, encaminada a ensanchar los asentamientos israelíes y controlar los recursos naturales de la zona, se saldó con la expulsión forzosa de 140.000 sirios y la destrucción de 341 pueblos tras la guerra.
Amnistía Internacional recuerda que la “anexión” de los Altos del Golán fue específicamente condenada por el Consejo de Seguridad de la ONU en su resolución 497. Un informe de la organización humanitaria detalla que la adquisición de territorio por la fuerza “es inadmisible con arreglo a la Carta de las Naciones Unidas, los principios del derecho internacional y las resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad”.
Benjamin Netanyahu ha encontrado en la crisis gubernamental que afronta Siria tras el derrocamiento de Al-Asad, una oportunidad de oro para intensificar su influencia en la región
Aún así, las operaciones militares en el terreno no solo no han cesado en los últimos años sino que parece que hoy se encuentran en un momento álgido: Benjamin Netanyahu ha encontrado en la crisis gubernamental que afronta Siria tras el derrocamiento de Al-Asad, una oportunidad de oro para intensificar su influencia en la región. Durante un viaje con el Ministro de Seguridad, Israel Katz, por el Golán ocupado, Netanyahu dio órdenes para que las fuerzas de ocupación controlasen la zona administrada por las Naciones Unidas de Observación de la Separación, bajo el argumento de que se trataba de una medida temporal. Las nuevas zonas arrebatadas también incluyen el pico más alto del monte Hermón, que alberga varios pueblos sirios diseminados por sus laderas orientales, ahora bajo mando militar israelí.
Tras la caída del régimen de Bashar al Assad el fin de semana, Israel ha estado llevado a cabo cientos de ataques aéreos en Siria y también ha trasladado tropas a la zona desmilitarizada de los Altos del Golán, ampliando así la extensión del territorio sirio que se encuentra bajo su control, transmitía recientemente la cadena BBC. Al igual que ocurre con Turquía (en su caso, para impedir un encaje institucional de la minoría kurda e injerir en el futuro gobierno nacional), Israel está sacando beneficio de la coyuntura política para ampliar su proyecto extractivista en el norte. En este sentido, Israel manifestó recientemente su voluntad de duplicar la población en los Altos del Golán para “fortalecer al Estado de Israel asentándose en él”. Esta estrategia ya fue empleada por el Gobierno sionista en 2011, cuando se sirvió de la debilidad política del país árabe tras las masivas revueltas y protestas contra el régimen hoy depuesto.
El agua de la cuenta del Golán, clave para el suministro hídrico israelí
El Golán es un territorio especialmente codiciado por Israel debido a sus recursos naturales. Los apetitos extractivistas de Israel en esta región se centran hoy en dos tipos de bienes de la naturaleza: Por un lado, los hídricos, concretamente aquellos de origen fluvial. Por otro, la energía eólica a través de un proyecto de aerogeneradores (el ARAN Wind Project) que Netanyahu planea retomar a la mayor brevedad posible. El agua conforma la joya de la corona de la región, ya que el río Jordán y el Hasbani se alimentan de fuentes acuíferas procedentes de la cuenca del Golán, así como de agua torrencial y de arroyos: una tercera parte del suministro hídrico israelí procede de ahí. Para establecer inmensos embalses destinados a almacenar millones de m3 de agua para el cultivo, Israel confiscó enormes extensiones de tierras a los sirios que ahí habitaban, obligándoles a desplazarse de sus aldeas.
Su intención, con la construcción de estos complejos hidráulicos (hasta 15 embalses desde 2018), fue satisfacer la demanda de regadío que exige la agricultura de frutales como manzanos, cerezos y viñedos en una tierra muy productiva por la orografía volcánica de la zona. “El establecimiento de estos complejos refleja la política hídrica de las autoridades de ocupación, que se basa en apoderarse del agua para apoyar y desarrollar su proyecto de asentamiento. Éstas han seguido excavando pozos en diferentes zonas con el fin de impedir el flujo de agua a la parte siria”, señalaba recientemente el Centro Árabe de Derechos Humanos en los Altos del Golán, Al-Marsad, a través de un comunicado.
Ocupación israelí
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Esas mismas tierras que las empresas coloniales han acaparado con violencia para explotar a través de actividades agrícolas, sostenían antaño el desarrollo económico de la población local. Nizar Ayoub, fundador y director de esta organización (la única que aboga por los derechos humanos del Golán ocupado) desde 2012, explica a este medio las implicaciones del control israelí sobre el agua en la vida cotidiana de los sirios: “Los agricultores sirios necesitan el agua para vivir, incluso para la agricultura y para realizar las tareas cotidianas. Además, vemos que cuando los israelíes entran en las aldeas sirias intentan echar a las personas de sus casas, como ha ocurrido en Correa, Kutna, Asparak, Hamidiya, ya que sin la población es más fácil para ellos controlar el agua y sacar provecho de los recursos”, indica Ayoub.
Tras la caída del régimen de Bashar al Assad el fin de semana, Israel ha estado llevado a cabo cientos de ataques aéreos en Siria y también ha trasladado tropas a la zona desmilitarizada de los Altos del Golán
La privación de recursos básicos a habitantes locales para alimentar la economía sionista incumple flagrantemente la legislación internacional. El Convenio de la Haya acepta que una potencia ocupante pueda intervenir en la vida económica de una región para cumplir los requisitos de seguridad relacionados con las operaciones militares y los movimientos de las fuerzas de ocupación. También para garantizar el bienestar de la población civil del territorio ocupado, entre otros supuestos. Sin embargo, el acuerdo prohíbe que el apoderamiento de esos recursos se destine a beneficiar a la economía nacional ocupante, como ocurre en este caso. También califica de “ilícita” la destrucción de bienes privados o de autoridades públicas, salvo cuando sea absolutamente necesario para operaciones militares. Por tanto, Israel estaría vulnerando las normas internacionales al confiscar agua para llevar a cabo proyectos agrícolas e industriales en detrimento de la seguridad de los habitantes.
La organización siria subraya el fuerte poder simbólico y táctico que tiene la usurpación de recursos naturales en Siria. Consolida un mensaje claro por parte de los colonos israelíes: ellos disponen de los medios suficientes como para hacer suyo cualquier territorio porque tiene capacidad para ello. Se trata, en última instancia, de una manera de afianzar su hegemonía geopolítica en la región y perpetuar el control efectivo en la zona. La sustitución de poblaciones locales (en su mayoría drusos y árabes) por colonos israelíes es solo un paso más dentro de una amplia estrategia de conquista territorial que Israel lleva décadas forjando meticulosamente. “Cuando los líderes sionistas buscan expandir el territorio israelí en Siria tienen como objetivo también establecer un control efectivo sobre recursos básicos como es el agua, la reserva de agua es también parte de la seguridad nacional”, afirma Ayoub. Indica, además, que el Estado israelí también se ha hecho en los últimos días con tres reservas de agua en el lado sirio. “Una de ellas está cerca del destruido territorio de la ciudad de Quneitra y algunos oficiales israelíes ya hablan incluso de establecer centros de asentamientos en la zona de Yuliaq, lo que evidencia sus propósitos de aumentar su ocupación en la zona”, sostiene con preocupación.
El parque eólico del Golán
La otra perla del Golán que ha atrapado la mirada israelí es el viento. En 2018 el Comité Nacional de Infraestructura israelí (NIC, por sus siglas en inglés) aprobó la puesta en marcha de un proyecto de parque eólico con al menos 52 turbinas en las colinas de los Altos. Actualmente las operaciones de construcción están en un punto muerto ya que, según algunos expertos, los esfuerzos de Israel están siendo dirigidos en su mayoría a financiar el genocidio gazatí y otras operaciones militares. Sin embargo, fuentes locales coinciden en que Netanyahu pretende retomar cuanto antes el proyecto, máxime ahora que puede aprovechar el vacío gubernamental sirio a su favor. De reiniciarse, esta fuente de energía renovable abastecería exclusivamente la red eléctrica principal de Israel y obligaría a los sirios a registrar sus tierras ante las autoridades israelíes. Como era de esperar, las normas en torno a su aprovechamiento se regirían únicamente por la regulación israelí, lo que incurre en actos de discriminación étnica contra las poblaciones locales. La empresa promotora, Energix Renewable Energies Ltd, utilizó en su momento tácticas ilícitas de presión y amenaza contra los habitantes drusos para apropiarse de sus terrenos y poder llevar a cabo la implantación de los aerogeneradores. En el futuro, se espera que esta iniciativa beneficie tan solo a unos 40 propietarios y a las 40 o 50 personas que empleará, mientras que unos 27.000 sirios nativos serán desplazados.
Para hacerse con las tierras necesarias para la instalación de las turbinas, antes propiedad de agricultores locales, la empresa ofreció cantidades ridículas de dinero a los terratenientes a través de mediadores, sin informarles de los riesgos del proyecto. Además, un informe de Al-Marsad denuncia que Energix “empezó a celebrar reuniones comunitarias para para difundir exageraciones, información engañosa y mentiras sobre los sobre los supuestos beneficios de su plan” para convencer a los sirios. Esto ocurrió especialmente en las comunidades de Majdal Shams y Mas'ada. Debido a que Israel cortó las líneas de exportación de manzana (el principal cultivo de la región) hacia el resto de Siria y su venta comenzó a disminuir sustancialmente, muchos aceptaron ese dinero a cambio de sus parcelas.
El Golán es un territorio especialmente codiciado por Israel debido a sus recursos naturales. Los apetitos extractivistas de Israel en esta región se centran en los recursos hidrológicos y eólicos
Ante la negativa de algunos residentes, Israel llegó incluso a amedrentarles y utilizar tácticas agresivas, amenazándolos con demandas. Cuando muchos jóvenes drusos salieron a manifestarse en junio de 2023 en contra el proyecto, las autoridades israelíes reprimieron violentamente las protestas con gases lacrimógenos y 20 participantes resultaron heridos. Asimismo, según el escrito, la empresa inyectó en varios medios de comunicación locales grandes cantidades de dinero en publicidad, para así evitar la difusión de noticias negativas sobre el proyecto.
Daños medioambientales y destrucción de empleos tradicionales
Los impactos del parque eólico tanto a nivel socioeconómico como medioambiental serían devastadores. La instalación de turbinas destruirá la fertilidad de la tierra, lo que a su vez mermará la economía tradicional de los sirios. Por si esto fuera poco, la construcción de infraestructuras adyacentes al parque eólico, como carreteras, hará que el cultivo sobre la tierra se vuelva prácticamente imposible. El informe también destaca los peligros que el proyecto entraña en relación a la vida de la fauna silvestre: en particular se verían afectadas las poblaciones de aves migratorias y autóctonas como grullas, buitres, águilas, halcones y murciélagos. Ayoub sostiene que la alteración de los terrenos “tendrá una incidencia directa en el paisaje, la tierra, las montañas y a la orografía del territorio sirio bajo ocupación israelí. De hecho, muchos especialistas y profesores de varias universidades han publicado opiniones expertas sobre los impactos del proyecto en la población, en su economía y en el medioambiente: Todos afirman que pone en peligro la salud, la economía y a la seguridad de los ciudadanos sirios”.
Algunos asentamientos de colonos sionistas están edificados directamente sobre las ruinas de aldeas sirias destruidas por el ejército israelí
La construcción del parque eólico tendrá asimismo repercusiones negativas en el mercado del alquiler, provocando una crisis que ya está empezando a mostrar sus costuras. Esto se debe a que Israel no está expandiendo las aldeas mientras sí avanza en la extracción de recursos. Una vez la tierra deje de ser cultivable, se destruirán aproximadamente 4.000 plantaciones de manzanas. “Los agricultores locales ya no podrán trabajar en estas zonas agrícolas y si se quedan allí, afectará a su salud”, destaca el fundador de Al-Marsad. Precisamente ese es otro gran problema de este negocio: el infrasonido que genera y su impacto en la salud física de la población. Se trata de ondas sonoras de baja frecuencia que causan perjuicios auditivos a una de cada tres personas, con efectos para la salud similares al mareo, como dolores de cabeza, mareos y náuseas. La organización árabe alerta de que en las tierras de cultivo que rodean directamente las turbinas, donde gran parte de la población local realiza actividades recreativas, habrá sin duda incesantes perturbaciones sonoras.
Esto podría derivar, en el medio plazo, en conflictos internos y divisiones en la comunidad siria ya que beneficiaría a unos residentes influyentes del lado israelí (terratenientes y empresas privadas) mientras que perjudicaría a la gran mayoría de la población. En 1981, Israel intentó (aunque fracasó por la resistencia siria) llevar a cabo un borrado identitario de la población a través de imponer la ciudadanía a todos los sirios nativos. La frustrada asimilación de la población local deja entrever las pretensiones de Netanyahu de cara a israelizar el territorio. De hecho, algunos asentamientos de colonos sionistas están edificados directamente sobre las ruinas de aldeas sirias destruidas por el ejército israelí.
Una legislación insuficiente para proteger frente al extractivismo colonial
En tanto que las maniobras de expolio de recursos afectan de forma radical en el derecho a la vida de las comunidades locales, Israel vulnera el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, del que es firmante. Así lo expresa Carlos Gómez, primer español miembro del Comité de Derechos Humanos (CCPR) de la ONU y magistrado de la Sala Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de les Illes Balears. “Al ser signatario del tratado, Israel asume la obligación de intentar salvaguardar los derechos de las personas que viven en esos territorios, aunque no sean ciudadanos de Israel”, determina en conversación con El Salto. “Tenemos evidencia, además, de que se producen con asiduidad los arrestos sin orden judicial, las ocupaciones de tierras por parte de los colonos y otras acciones que vulneran directamente derechos fundamentales”, asegura. Si bien la propiedad no está garantizada como derecho, sí lo están el tener una vida familiar y disponer del propio domicilio. Es por este motivo que el año pasado Israel pasó un examen del Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, a través del cual se detectaron importantes vulneraciones de derechos fundamentales.
El derecho al medio ambiente, que debería ser el que otorgara una protección especial en este caso, hoy por hoy no existe como tal, al menos de forma autónoma. Por tanto, cuando una población ha perdido su sustento debido a la pérdida de recursos naturales esenciales, se analiza en qué medida esa pérdida provoca la merma de otros derechos, como a la vida o a la protección de la infancia. Esto se ha puesto en práctica en casos de migrantes climáticos, donde se ha podido probar que inundaciones, terremotos o huracanes han impedido a familias enteras residir en sus hogares. Gómez pone el ejemplo de los habitantes de Tuvalu, una isla situada al norte de Australia, que hace años vieron amenazada su vida por la elevación del nivel del agua del mar. “Ese fenómeno afectaba a su vida familiar, a mantener su cultura, etc., que sí son derechos consagrados a nivel internacional”, relata el jurista.
Este ejemplo se puede trasladar al caso del Golán tras la destrucción de las tierras fértiles a causa de la extracción de sus recursos hídricos. “Se puede decir que en la medida en que estas actuaciones económicas de Israel impiden otros derechos, como a la vida familiar, a mantener su entorno cultural etc. se puede apreciar una vulneración de derechos humanos”, alega Gómez. Pero para eso se tiene que probar una relación de causalidad entre la privación de ese bien jurídico (el agua) y la repercusión que las actividades de extracción tienen en el derecho a la vida. En todo caso, tal y como han manifestado fuentes de Amnistía Internacional ante este medio, “lo que es evidente es que Israel no puede seguir violando el acuerdo territorial entre este país y Siria, que data de 1974 y que según el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ya no es válido, algo que ha usado para enviar tropas y mermar la calidad de vida en los Altos del Golán”.