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México
México a las urnas: los claroscuros de AMLO y la primera presidenta
México camina hacia unas elecciones históricas en dos planos: serán los comicios más grandes por la cantidad de cargos en juego y, por primera vez, una mujer llegará a la presidencia. Todas las luces apuntan a Claudia Sheinbaum, la candidata oficialista que hereda el voluminoso caudal de apoyo cosechado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y a la que todos los sondeos dan entre 20 y 30 puntos más que Xóchitl Gálvez, la postulante de la unificada partidocracia tradicional.
El 2 de junio, más de 98 millones de mexicanas y mexicanos podrán votar el récord de 20.375 cargos en una sola elección. Además del Ejecutivo, se renovará la totalidad del Congreso —las 500 bancas de Diputados y las 128 del Senado—, nueve gobernaciones, 31 legislaturas estatales y miles de cargos locales.
El proceso electoral significa el epílogo de la era AMLO, ya que la Constitución mexicana limita la presidencia a un único mandato. A los 70 años, el hombre que marcó el pulso de una nueva época en México luego de 36 años de gobiernos neoliberales entregará el mando el 1 de octubre y, según dice, también se retirará de la política. Por eso el líder de centro-izquierda ha venido tejiendo una cuidadosa estrategia para delegar el poder a una persona de su máxima confianza.
La sucesora
“Soy hija del 68”, suele ser la autodefinición predilecta de Claudia Sheinbaum Pardo. Muchos años después de que sus abuelos migraran desde Lituania y Bulgaria, sus padres —un químico y una bióloga— participaban del combativo movimiento estudiantil mexicano que en 1968 fue barrido a sangre y fuego en la denominada “masacre de Tlatelolco”, donde cayeron asesinados más de 300 jóvenes.
Claudia tenía apenas seis años en aquel año simbólico cuando el país —y el mundo— estaban en ebullición. De sus padres no sólo tomó la opción de vida militante: como ellos, estudió una carrera científica en la emblemática Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y lideró una gran huelga estudiantil a mediados de los 80 en defensa de la gratuidad universitaria.
El 1 de octubre AMLO entregará el poder y, según dice, también se retirará de la política. Por eso ha tejido una cuidadosa estrategia para delegar el poder a una persona de su máxima confianza
Luego se recibió de licenciada en Física y obtuvo un doctorado en Ingeniería en Energía. Su vida centralmente académica como investigadora de la UNAM se trastocó en el año 2000 cuando López Obrador ganó la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México y le propuso ser su secretaria de Medio Ambiente. Fue el puntapié inicial de una relación marcada por la lealtad absoluta.
En la campaña presidencial de 2006 fue la vocera de AMLO, que perdió por poco ante el conservador Felipe Calderón en medio de una gran denuncia de fraude. En 2011 rompieron con el PRD y fundaron el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y en 2015 se postuló por primera vez a un cargo y ganó la alcaldía de Tlalpan. Tres años después, AMLO llegó a la presidencia y Sheinbaum se convirtió en la primera mujer electa como jefa de Gobierno de la capital mexicana.
Gran parte de su vida académica estuvo dedicada al estudio de las energías renovables y el cambio climático. En 2007, el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático, del que formó parte, recibió el Nobel de la Paz. Su impronta ambientalista quizá sea el rasgo más novedoso que la distingue con AMLO de cara a un eventual próximo gobierno.
La impronta ambientalista de Claudia Sheinbaum quizá sea el rasgo más novedoso que la distingue con AMLO de cara a un eventual próximo gobierno
El hecho de que por primera vez una mujer —y de izquierda— llegue a la Presidencia, en un país con una carga patriarcal y machista tan arraigada, marcará un cambio de época. “Nunca más un México sin nosotras, nunca más un México donde estemos atrás, nunca más el 'calladita te ves más bonita'. ¡Es tiempo de ser protagonistas de la historia!”, celebró Sheimbaum en sus redes al inicio de la campaña. Sin embargo, no ha tenido una relación muy armoniosa con los movimientos feministas, que denunciaron la criminalización de la protesta durante su gestión.
Luces y sombras de la “Cuarta Transformación”
Cuando llegó al gobierno en 2018, AMLO bautizó a su proyecto “la Cuarta Transformación”, trazando un surco de continuidad histórica con tres procesos de cambios profundos: la Independencia de 1810, la guerra de Reforma entre 1858 y 1861 liderada por Benito Juárez —su personaje favorito— y la Revolución de 1910.
Tras cinco años y medio, AMLO va culminando su gestión con un alto índice de aceptación y estabilidad económica, una rareza en la América Latina contemporánea donde de las últimas 20 elecciones presidenciales las fuerzas opositoras ganaron 17.
“Nunca más un México sin nosotras, nunca más un México donde estemos atrás, nunca más el ‘calladita te ves más bonita’. ¡Es tiempo de ser protagonistas de la historia!”, celebró Sheimbaum en sus redes
“El principal logro en esta administración es reducir la pobreza y la marginación a pesar de que se enfrentaron factores como la pandemia y los efectos de la guerra de Rusia y Ucrania”, dijo AMLO en el balance de su quinto año. Efectivamente, 8,9 millones de personas salieron de la pobreza según la última estadística del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social.
La combinación de intensas políticas sociales —como la pensión universal o las becas a jóvenes y a familias rurales— con una gestión macroeconómica favorable, con estabilidad fiscal y baja inflación, parece ser la principal clave de su éxito, apalancado por el desarrollo de megaproyectos de infraestructura como el Tren Maya y el Corredor Interoceánico.
En diálogo con El Salto, David Barrios, investigador y docente de la UNAM, señala que “los aspectos positivos de su gobierno están en el ámbito económico, más si comparamos con otros países de la región. También podemos destacar ciertas políticas de inclusión y derechos hacia la diversidad sexual, las mujeres o la apertura en universidades públicas a las poblaciones indígenas”.
Otro campo elogiable ha sido su política exterior, en la que tejió alianzas con los gobiernos progresistas de la región y tuvo gestos diplomáticos importantes como la defensa de Cuba y Venezuela o el asilo a Evo Morales cuando el golpe de Estado en Bolivia. Más complejo se torna el análisis respecto a su vecino del norte, con quien AMLO ha mantenido una relación de cordialidad y hasta de subordinación en cuanto a las políticas migratorias de la Casa Blanca para frenar el flujo de ingreso a los EE UU.
Durante la gestión de AMLO, 8,9 millones de personas salieron de la pobreza según la última estadística del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social
El balance de gestión se vuelve opaco en materia de seguridad y lucha contra el narco. Barrios explica: “Una gran deuda tiene que ver con el tema de la violencia organizada, una problemática que viene desde hace décadas y que se ha salido de control; se calcula que en cerca del 70% del territorio nacional hay estructuras de la economía criminal. La trata de personas, el tráfico de migrantes, la desaparición forzada, no se han podido contrarrestar, de hecho se han incrementado”.
Magdiel Sánchez, de la organización popular Tejiendo Luchas, coincide en que AMLO “no ha resuelto los conflictos más fuertes de desaparición forzada, ni siquiera el caso emblemático de Ayotzinapa que se había comprometido a resolver. Al contrario, bajo la misma lógica de los gobiernos anteriores ha reforzado los aparatos militares dándole gran poder a las Fuerzas Armadas”.
“El balance que hacemos muchos movimientos sociales —resume Sánchez— es que es un gobierno que en términos simbólicos aparece como una ruptura frente a los anteriores del PAN y del PRI, pero que también le ha dado continuidad a ciertas políticas neoliberales y de militarización”.
“En el 70% del territorio hay estructuras de la economía criminal. La trata de personas, el tráfico de migrantes, la desaparición forzada, no se han podido contrarrestar, de hecho se han incrementado”
Además, ambos coinciden en alertar sobre los famosos megaproyectos. Barrios advierte que “tienen y tendrán efectos socioambientales muy importantes, hay una devastación del ambiente que no podemos ignorar”, mientras que Sánchez señala que “significan un derrame económico importante para el país pero a costa de vulnerar los derechos de las comunidades, empujando lógicas de despojo territorial y de desplazamiento forzado de las poblaciones”.
El fenómeno de la violencia organizada suele intensificarse en tiempos electorales, sobre todo en algunas regiones y municipios con sólidos esquemas de paralegalidad o directamente de cogobierno con el crimen organizado. En lo que va de año, al menos 16 candidatos a distintos cargos han sido asesinados, desnudando los vínculos del narco con las distintas esferas locales del poder político, empresarial y policial en el marco de las disputas entre los cárteles por el control territorial.
De cara a las elecciones de junio, la violencia política asoma como la principal rival del oficialismo, mientras los partidos históricos (PRI, PAN y PRD) aparecen hechos trizas y pareciera que solo un evento extraordinario podría torcer el rumbo.
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AMLO se ha mostrado un titán en el internacionalismo, con la crucial ayuda mostrada a Evo y Linera cuando sufrieron el golpe de estado.
Sin embargo, no se puede superar el neoliberalismo manteniendo la injusticia fiscal, la industria de maquila o el agronegocio. Sin una redistribución e industrialización públicas no hay México transformador.
Correcto, y en cuanto al crimen organizado no se puede resolver de un día para otro ni siquiera de una década para otra. Como ejemplo lo tenemos en Felipe Calderon, que intentó acabar con el crimen sacando al ejercito y no solo no terminó con él sino que dió una patada al avispero y todavía hoy sufren las consecuencias.