Madrid, historia de dos ciudades

La segregación urbana es un proyecto social de las elites desde que comenzó la modernidad: por eso llamamos barrios peligrosos a los barrios pobres.
Desahucio en Lavapiés.
Christian Martínez Fuerte dispositivo policial para ejecutar un desahucio en Lavapiés tras el fin del estado de alarma en mayo de 2021.
Profesor de sociología en la Universidad Pablo de Olavide
11 abr 2022 06:27

En la novela de Charles Dickens A tale of two cities (1859) se narra la historia de dos ciudades relativamente próximas geográficamente, pero muy distantes social, política y/o culturalmente a finales del siglo XVIII. Por un lado la ciudad de Londres, que representaba el orden, la paz social y la “vida tranquila”; por otro lado París, sinónimo de desorden, agitación social y “caos”. Dickens trata de dar cuenta de dos “mundos” que lucharon durante el siglo XVIII, y cuyos resultados impulsaron una serie de transformaciones sociales y políticas fundamentales para comprender el mundo en el que vivimos hoy.

A través de semejante comparación entre mundos sociales (Antiguo Régimen vs. Modernidad), que remite a determinados espacios urbanos (ciudad de Londres y de París), Dickens propone una forma de aproximarse a la relación entre diferentes tipos de espacios (espacio social, espacio geográfico, espacio simbólico, espacio político…) condensados en dos tipos ideales (la ciudad del orden y la ciudad del conflicto).

Con este esquema vamos a aproximarnos a la capital del reino de España, cuya actual segregación social entre un Noroeste muy acomodado (clases altas y medias-altas) y un Sureste empobrecido (clases populares y trabajadoras) tiene una trayectoria que nos ayuda a poner en contexto (marcando distancias) las siempre turbulentas aguas del presente. Haremos ese recorrido de la mano de dos barrios que se han erigido como representantes legítimos de los “dos Madrid” (a pesar de no existir oficialmente): el barrio de Lavapiés y el barrio de Salamanca.

Madrid binaria: Lavapiés y Salamanca

Lavapiés será nuestro París: un espacio urbano históricamente señalado como “lugar potencialmente peligroso” para el orden social. Lugar de reunión de toda una serie de grupos más o menos desviados de las normas vigentes, cuya mera mezcla ya constituía un primer indicio de peligrosidad social, “un polvorín a punto de explotar”.

El momento que empuja a la dinastía de los Borbones a emprender un proyecto urbanístico consistente en “ordenar y limpiar” un Madrid hacinado, infecto y peligroso (donde se mezclaban peligros sociales, políticos e higiénicos) de la mano de Carlos III fue, precisamente, el Motín contra Esquilache (1766), que tuvo en barrios como Lavapiés a gran parte de sus protagonistas.

Un motín popular que haría huir de la ciudad al “mejor alcalde de Madrid” y que supuso un punto de inflexión fundamental para “modernizar” la capital del reino. Dos años después del Motín (1768) nace una nueva división administrativa territorial dentro del Cuartel: el barrio.

Los cuarteles se dividieron en diferentes barrios con el fin de mejorar (y fiscalizar) el control social, económico y político de los habitantes, especialmente los que vivían en zonas populares. La ciudad se dividió en dos grandes zonas: Madrid Alto (Norte) y Madrid Bajo (Sur) marcando el principio de un eje de segregación social que va a reforzarse durante siglos.

La idea de los dos Madrid termina por materializarse durante el siglo XIX

La idea de los dos Madrid termina por materializarse durante el siglo XIX (en 1840 se divide la ciudad en dos cuarteles: Norte y Sur), especialmente con el derribo de la muralla y el nacimiento de “la nueva ciudad”: los ensanches (Chamberí-Salamanca-Arganzuela).

Como bien han trabajado autores expertos en esta zona de Madrid, como Borja Carballo, Rubén Pallol y Fernando Vicente (El Ensanche de Madrid: historia de una capital, Editorial Complutense), la zona más beneficiada fue precisamente lo que hoy se conoce como “barrio de Salamanca”. Un nuevo barrio que se levantó expresamente como símbolo de una burguesía que reemplazaba a la aristocracia como fracción dominante. Una de las necesidades era crear espacios físicos social y económicamente excluyentes (es decir, exclusivos): el barrio de Salamanca cumpliría esa necesidad de formar un “entre-sí” socialmente selectivo.

El barrio de Salamanca es nuestro Londres: sinónimo de orden, higiene, estabilidad y, sobre todo, seguridad. Una de las condiciones de posibilidad de semejante “coto cerrado de burgueses y aristócratas” era la materialización de una ciudad económica y socialmente dual o polarizada.

El peligro de la mezcla social

La mezcla social en barrios no es nada “moderna”: se consideró extremadamente peligrosa en un momento histórico en el que las clases populares y trabajadoras empezaban a organizarse en partidos y sindicatos. La otra cara de la “agregación de iguales” (formación de un entre-sí socialmente selectivo) es la “segregación de diferentes” (formación de un entre-sí forzado), de todos aquellos que no pueden elegir el barrio donde quieren vivir, o cuya elección se ve drásticamente reducida.

La configuración de un Madrid “moderno, seguro y limpio” no se hizo en base a una erradicación o disminución de las diferencias de clase, sino todo lo contrario: materializándose la que a día de hoy es la ciudad más segregada de toda Europa.

La configuración de un Madrid “moderno, seguro y limpio” no se hizo en base a una erradicación o disminución de las diferencias de clase, sino todo lo contrario

Toda una trayectoria histórica en la que se ha ido configurando una estructura social urbana específica que tiene su correspondencia con determinadas estructuras mentales o cognitivas que dan cuenta de aquella. Nuestro pensamiento no está configurado lógica, sino socio-lógicamente: es producto de haber incorporado toda una serie de estructuras objetivas del mundo social.

En la ciudad incorporamos esas estructuras a través de nuestra experiencia cotidiana y tendemos a “naturalizar” esa segregación entre un Noroeste rico (limpio y seguro), y un Sureste pobre (sucio y peligroso), como si no fuera producto de una trayectoria de relaciones de poder entre grupos sociales que se ha ido plasmando sobre el espacio físico.

“A partir de Atocha para allá (…) yo creo que a partir de ahí empiezan los barrios así más…con peor fama ¿no? (…) me sentiría más acorralado ahí…, sobre todo porque hay mucha gente distinta, hay mucha gente que va…, como hay turismo… hay mucha más droga seguro…, y prostitución…, de todo” (Vecino barrio Salamanca).

“A ver…, yo no es por nada…, es lo que he mamao, pero en el norte hay más seguridad…, y en el sur (…) es como si estuviera en otra ciudad” (Comerciante barrio Salamanca).

Mame Mbaye protestas cónsul 9

La seguridad ciudadana como traducción en orden público de la desigualdad

En 2017 terminamos una investigación sociológica sobre los barrios de Lavapiés y Salamanca que ahora ve la luz en forma de libro, Madrid, las dos caras de la (in)seguridad (Dado Ediciones). Ahí recogemos los principales resultados de un trabajo de años de esfuerzo en el que pudimos entrevistar a diferentes perfiles sociales en los barrios de referencia: desde vecinos no organizados a asociaciones de vecinos o comerciantes, desde párrocos a policías, desde activistas progresistas a miembros de organizaciones ultraderechistas, desde ingenieros alemanes a comerciantes bangladeshíes.

Con dicho análisis aspiramos a arrojar algo de luz sobre un problema social (no sociológico), la inseguridad ciudadana (un discurso producido fundamentalmente desde el Estado, con la inestimable ayuda de medios de comunicación y el propio Centro de Investigaciones Sociológicas) que ha sido utilizado estratégicamente en determinados momentos de la historia reciente del Estado español para interpretar en términos de “orden público” (recetando más policías y más cárcel como “solución”) una serie de problemas sociales (desde la droga en la década de 1980 al activismo y la protesta social a partir de 2015, pasando por la inmigración a partir del 2000).

Parafraseando a Norbert Elías: gracias a un análisis concreto y situado (barrios y periodos específicos) de procesos sociales más generales (estigmatización/distinción social y territorial), podemos llegar a conocer de una forma más rigurosa (empírica) cómo operan estos últimos, más allá (y más acá) de cifras policiales sobre la criminalidad “objetiva”.

Y es que, como nos hizo saber Howrad Becker, en su célebre obra Outsiders. Hacia una sociologia de la desviacion, “buena parte de la aplicación de la ley no está realmente dedicada a hacer aplicar las reglas, sino a obligar al respecto a la gente con la cual el agente de la ley se relaciona”.

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