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India
Modi buscará en 2024 revalidar su proyecto ‘hindutva’ para la India
El año 2022 será el noveno consecutivo que vivirán los más de 1.300 millones de habitantes de la India bajo el gobierno del Primer Ministro Narendra Modi. Con la vista puesta en 2024 como la próxima contienda electoral que deberá afrontar el líder del Bharatiya Janata Party (BJP), y atendiendo a la importancia directa que el Ejecutivo indio juega sobre la vida de cerca del 18% de la población mundial, así como a su relevancia en la escala interestatal del sistema-mundo, conviene trazar una serie de líneas básicas al respecto de sus ocho años de gestión y de las expectativas en el medio plazo.
Pandemia y modelo económico
A escasos meses de que India viviese uno de los más crueles brotes de coronavirus que se hayan registrado, en el que las imágenes de crematorios masivos y personas portando a sus espaldas los cuerpos sin vida de sus familiares conmovieron a todo el globo, se hace obligatorio tomar en consideración la gestión pandémica de la Administración Modi. Semejante brote fue precedido por una política de laxitud que roza lo surrealista si se le observa con las gafas del día después, en lo que fue un inicio de año en el que la vacunación brillaba por su ausencia en el país. Festivales religiosos como el Kumbh Mela congregaron a millones de personas a orillas de varios ríos sagrados, en un evento que tuvo una “fuerte correlación” con la tragedia que se extendió durante semanas.
Pese a que India es un país productor de vacunas, el porcentaje de población con pauta completa no alcanza el 40%
Si la laxitud fue trágica, la aplicación de medidas de contención fue, como mínimo, ineficaz. En múltiples ocasiones, la forma de abordar las consecuencias de la pandemia se alejó profundamente de la realidad material efectiva de amplísimas capas de la población india. Tanto fue así, que al aplicarse el confinamiento, en ciudades como Dehli quedaron en un limbo millones de migrantes internos sin un techo bajo el que dormir que se vieron forzados a regresar a pie a sus aldeas y pueblos. En tal contexto, no deja de llamar la atención que, pese a su condición de país productor de vacunas, para la fecha de redacción de esta pieza el porcentaje de personas con pauta completa no alcanza el 40%.
Considérese, para entender lo pandémico y cualquier otro ámbito de análisis, lo económico: a la débil capacidad del Estado indio para instalar sus disposiciones debe sumarse una frágil logística en múltiples aspectos consecuencia de su posición en la economía-mundo capitalista. Modi siempre ha dispuesto como un punto central de su narrativa la edificación de una India con capacidad exportadora: producir textiles para la venta en el exterior o insertarse como competidor internacional en el desarrollo de software de bajo coste son algunos de los objetivos declarados. Su famoso ‘Make in India’, promotor del viraje de la economía desde lo primario hacia la manufactura de productos nacionales no se ha plasmado en las cotas esperadas y, además, atendiendo a su desigual distribución territorial, ha profundizado la brecha interna entre las zonas con mayor concentración de capital productivo como Dehli o Maharashtra y otras en situación de abandono como Uttar Pradesh o Calcuta.
Por otro lado, el impulso de Modi por sacar adelante su modificación de la política agraria, alabada por el FMI y tendente a la privatización y concentración de tierras en manos de grandes propietarios, ilustraba su voluntad de transformar de fondo el régimen productivo del agro nacional. Históricamente, la gestión de la tierra en el país ha sido lugar de disputa entre quienes se beneficiaban de un proceso de concentración defendido por la derecha india en sus distintas variantes y los pequeños propietarios y los campesinos sin tierra, la principal forma que toman las fuerzas del trabajo en el subcontinente.
India
Millones de campesinos indios luchan por su supervivencia económica
Las entradas a la ciudad india de Nueva Delhi están sitiadas desde noviembre por millones de campesinos que ven su medio de vida amenazado por las nuevas leyes agrícolas del primer ministro Narendra Modi, al que acusan de legislar en beneficio de sus multimillonarios amigos.
‘Hindutva’ y confrontación
Esta continua disputa entre clases ha tenido su expresión concreta durante la era Modi en la forma del conflicto entre el Gobierno central y los agricultores del Punjab, en su mayoría pertenecientes a la religión sij. En la línea de la modificación agraria, el Gobierno trató de hacer prosperar tres leyes que, en conjunto, dejaban a buena parte de las familias agricultoras del país a merced de grandes corporaciones vía desregulación, aparición de intermediarios, unificación de grandes volúmenes de producción en grandes compañías, eliminación de límites de almacenamiento, atracción de inversión directa extranjera (con sus necesarias consecuencias en el seno de las lógicas centro-periferia del capitalismo mundial), etc. En resumen, se trataba de la configuración de una verdadera industria agropecuaria que acompañase las lógicas del capitalismo de concentración al estilo de otras regiones de exportación primaria.
La disputa con los agricultores del Punjab ha supuesto una sorprendente derrota para Modi, caracterizado por su mano firme, que se ha visto obligado a retroceder. Luego de más de un año de movilización en torno a la resistencia frente al paquete de leyes, los trabajadores de la tierra han logrado un contundente triunfo tras enterrar las medidas mediante acampadas, peregrinaciones desde las aldeas hacia Dehli, huelgas de hambre, respuesta a las violencias represivas del Estado, etc. El golpe simbólico de esta resistencia sobre el Gobierno contrasta con la negación oficial de los campesinos muertos, una práctica que se ha visto también durante el gran brote de coronavirus.
Luego de más de un año de movilización en torno a la resistencia frente al paquete de leyes, los trabajadores de la tierra han logrado un contundente triunfo tras enterrar las medidas mediante acampadas, peregrinaciones desde las aldeas hacia Dehli, huelgas de hambre...
La confrontación política del BJP se extiende más allá del Punjab. De hecho, al respecto de los sijs, las movilizaciones agrarias no hicieron sino sacar a la luz viejos conflictos de carácter religioso y territorial que involucran el tradicional reclamo independentista de la comunidad de Jalistán. Además, Modi no ha cumplido las promesas que forjó con las OBC (Other Backward Class) al respecto de la disminución de las brechas económica, política, cultural y simbólica a la interna de la religión hindú. En ocasiones parece evidente que tales promesas son nada más que un empuje electoral que se justifica en la pertenencia de Modi a la casta Modh-Ghanchi (una de las low-castes; es decir, OBC). El Gobierno se ha visto también involucrado en disputas con la comunidad estudiantil organizada, mayoritariamente de izquierdas.
Todas estas tensiones casan con el proyecto nacional-religioso que desde el primer momento ha sido puesto sobre la mesa por parte del BJP de Modi; comprenderlo en sus líneas básicas es fundamental para el correcto entendimiento de su gestión. El mismo se ha caracterizado por una intensa reivindicación del ‘hindutva’, el nacionalismo hindú de carácter excluyente que ha servido a Modi como sustento para la exclusión de la minoría musulmana, así como para la intensificación y justificación de su disputa con Pakistán. Desde la interpretación del hindutva que lleva a cabo el Gobierno, se ensalza el eslogan ‘Incredible India’, la marca país de Modi. En la siempre disputada definición de la nación, la India del BJP incorpora únicamente elementos propios de la tradición hinduísta, borrando o apropiándose del resto de identidades del subcontinente.
La India que dibujan es producida y difundida en los potentes aparatos ideológicos del país. El vínculo entre el propio Modi y los principales medios del país, las redes sociales y, ante todo, Bollywood, es robusto. El BJP es plenamente consciente de la centralidad que lo narrativo juega en la disputa con el resto de actores y comunidades de la India. Mientras a los agricultores en resistencia se les negaba el acceso a Internet, verdaderos comandos de bots salían en defensa del Primer Ministro en Twitter y otras redes sociales recurriendo al acoso o a la generación de trending topics. El sector cercano a Modi ha desarrollado estrategias de intervención en espacios como Tiktok verdaderamente eficaces y los grandes medios privados han ejercido, como en buena parte de los regímenes capitalistas de partidos, como altavoces del sector que defiende los intereses del capital concentrado.
Bollywood y el resto de aparatos ideológicos han servido para proyectar al mundo la India de Modi y la figura del propio Primer Ministro. De hecho, el ‘soft power’ en general ha sido una de las apuestas del Gobierno
Lo que quizá va un paso más allá de lo habitual es la relación entre Modi y Bollywood. En primer lugar, es de obligada mención la gigantesca influencia política que tienen los actores y todo aquello que rodea a la industria cinematográfica del país, ejerciendo como verdaderos líderes de opinión y teniendo tras de sí a legiones de fans que se cuentan en centenares de millones. Modi se ha relacionado con ellos mediante una lógica de mutuo beneficio en el que los apoyos estatales a la industria, de un lado, y los apoyos en campaña, de otro, tejían un lazo firme (aunque algunas cosas parecen estar cambiando últimamente).
Bollywood y el resto de aparatos ideológicos han servido, además, para proyectar al mundo la India de Modi y la figura del propio Primer Ministro. De hecho, el ‘soft power’ en general ha sido una de las apuestas del Gobierno para insertar al país en la escala interestatal. No obstante, en lo concreto, la mirada global del BJP ha tenido mucho que ver con la confrontación con China y Pakistán: el primero, como un reflejo de la dificultad histórica del país para instalarse como el eje pivotante de la región en lo económico, político y militar; el segundo, como extensión ‘hacia fuera’ del conflicto que el nacionalismo hindú excluyente mantiene con la minoría musulmana.
La carrera hacia 2024
En 2024, Modi buscará revalidar su mandato en las elecciones generales. Si bien más de dos años es tiempo suficiente para que la maquinaria ideológica del BJP juegue eficientemente las cartas de las que dispone, lo cierto es que la posición de partida es complicada para el oficialismo. El desastroso manejo de las más duras situaciones que trajo la pandemia al país ha mermado considerablemente el apoyo directo que había venido ostentando el dirigente, haciendo necesaria una suerte de épica de remontada.
Además, la aprobación y cercanía con respecto al Primer Ministro dibuja una gran brecha entre el norte, cercano geográficamente a Pakistán y cuya comunidad hindú va a votar con el Bhagavad Gita bajo el brazo y el sur, que considera con menor prioridad al elemento religioso a la hora de posicionarse políticamente. Sin duda, el norte tiene el potencial de seguir siendo un verdadero bastión del BJP, por cuanto tienden con especial intensidad a vincular la nación india con la pertenencia al hinduísmo, posición que defiende Modi en su particular interpretación del hindutva. Considerando que tampoco es especialmente popular en estados como el de Punjab, de mayoría sij, es comprensible creer que el BJP va a pretender reforzar el voto hindú, intensificando así su defensa de una India para los hindúes.
India
Las mujeres lideran la lucha para proteger la democracia ante el creciente nacionalismo hindú
Tras la decisión del Gobierno indio de retirar el estatus especial de Jammu y Cachemira, ciudadanos de toda India respondieron a un llamamiento nacional de protestas convocadas por los partidos de izquierdas en agosto. El artículo 370 le había dado al Estado una considerable autonomía, que era una de las condiciones para su adhesión a la unión india en 1947.
Quienes vendrán a ser oponentes de Modi en 2024 está todavía por definirse. No obstante, varias figuras ocupan la discusión pública a este respecto en nuestros días. Rahul Gandhi, que ha venido siendo el candidato por parte del histórico Congreso Nacional Indio, nieto de la ex Primera Ministra Indira Gandhi, parece un fijo en la contienda. De orientación cercana al progresismo internacional, queda por ahora marcadamente lejos de Modi en lo que a expectativas electorales refiere. Yogi Adityanath, sacerdote hindú perteneciente a una de las más altas castas del hinduísmo ─la de los kshatriyas─, ha visto crecer su popularidad hasta colocarle en una situación aventajada con respecto al resto de competidores más allá de Modi. Yogi ha confrontado directamente con los dalits, por cuanto reivindica explícitamente el infame y vertical sistema de castas que ha venido siendo el ordenador de la opresión sobre familias bajo criterios hereditarios.
En cualquier caso, si bien Modi todavía guarda un colchón consecuencia del gran apoyo cosechado en 2019, tiene como desafío recomponer la fuerza perdida con motivo del manejo de la pandemia, así como revertir los efectos de la derrota sufrida contra los agricultores del Punjab, reconcentrar el voto hindú movilizando a sectores que podrían sentirse atraídos a la figura de Yogi Adityanath o reactivar el apoyo directo de las figuras más influyentes de Bollywood. Si uno observa la foto general de la política nacional india ─dejando fuera candidatos territoriales o experiencias específicas como la de Kerala─, la realidad es poco esperanzadora para los sectores trabajadores del país, así como para los colectivos más golpeados por el sistema económico, de castas, religioso y cultural nacional. Las mujeres, las disidencias, las OBC o las minorías religiosas seguramente encuentren en 2024 un panorama desalentador.
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Muy buen repor aunque no entiendo qué tiene que ver Presidente Xi en todo esto. Es raro que aparezca la foto de Modi en segundo plano, ¿qué quiere decir? ¿Que como Xi le da la mano al jefe de un gobierno derechuzo y supremacista ya son lo mismo?
¡Feliz año!