Derechos Humanos
Teresa Escobar: “Si no tuviésemos esperanza, no haríamos nada”

Se llama Teresa Escobar y colabora con la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA).

APDHA
Teresa Escobar, participante en la APDHA. Hazeína Rodríguez
13 mar 2017 16:21

Quedamos en un bar de esos que pasan desapercibidos, de apenas unos metros de fachada, pero que por dentro se ensancha y, al fondo, una puerta nos lleva a un amplio patio de blancos muros. Estamos a cielo abierto, entre bloques de viviendas. Es una espléndida mañana de febrero. Toma una menta poleo, por tomar algo.

Teresa no parece una “representante de”, ni viene con un discurso hecho. Teme no estar a la altura. No sabe por dónde irán los tiros. Nos interesa porque es una activista, sin más. Será la primera en una larga columna de mujeres luchadoras.

“Colaboro como socia desde 2013. Soy una persona que no viene del campo del derecho, sino de la ciencia, pero me parecía importante trabajar por los derechos humanos, en concreto la inmigración. ¿Por qué? No lo sé. Me llamaba, quizás por gente que conozco viviendo fuera o porque escuchaba a mi alrededor un discurso que me hacía reflexionar”, dice.

Estamos dándole vueltas. ¿Cuándo diste el salto?
[Vacila un momento ante el rumbo de la entrevista. Se coloca las gafas. Sonríe. Ha comprendido.] No hubo un hecho, ni un antes o un después. No era una activista, pero si veía una injusticia trataba de actuar. Es verdad que cambió mi situación personal. Como no trabajaba, tenía más tiempo.

Y la misma necesidad de dar respuesta a quienes clasificaban los que son de aquí frente a los de allí, mientras hacían parecer naturales leyes y normas que no eran buenas. Veía por la televisión los Centros de Internamiento de Extranjeros o las vallas en Ceuta y Melilla, conocía a gente que conseguía llegar y tenía muchos problemas para llevar una vida normal…

¿A dónde te ha llevado?
Mi activismo está unido a la APDHA en Sevilla. Poquitos con mucho por hacer, pero en red con otros colectivos. Formamos parte de la red Somos Migrantes. Hay asociaciones y quienes se suman a título individual. Lo tenemos claro: todas somos migrantes, todas somos personas.

La plataforma nació para aunar fuerzas en torno al 10 de diciembre y al 21 de marzo, cuando convergemos para acciones concretas. Pero las circunstancias en la frontera sur nos han llevado a muchas movilizaciones, como las Marchas al Tarajal en recuerdo y denuncia de lo que sucedió el 6 de febrero de 2014.

Hubo 15 ‘muertos’ en la frontera. Se ha reabierto el caso, pero ya hubo absueltos y recientemente hasta un premio gordo con un cargo enchufado a Red Eléctrica. ¿Podemos esperar justicia?
Lo esperamos [suspira]. Si no tuviésemos esperanza no haríamos nada. Hay culpables con nombres y apellidos, como hay políticas culpables. Al negar un visado para trabajar o estudiar a quienes solo aspiran a una vida mejor, obligas a tomar esos caminos que llevan a desgracias como las que son noticia.

Y encima dicen: “No hubieran venido, que no suban a una concertina o se echen al mar”. No sabemos si encontrarán un culpable, pero podemos generar justicia fuera de “la corte”: hacer pedagogía y que se conozcan estas realidades, escuchar para ponernos en la piel.

En la pasada marcha a la frontera…
Estás con los pies en la arena, viendo la valla. Tenemos las imágenes de la Guardia Civil disparando contra esas personas. Es emotivo, pero ante todo estás codo con codo junto a quienes están allí ahora. Hará dos meses, un chico cruzó a nado por el Tarajal, con 19 años, venía desde Liberia, y yo, de Granada con 54 años. Éramos iguales y tenemos que serlo en derechos. Hablaba con él y pensaba en mi hija, que quiere estudiar fuera. Puede hacerlo sin atravesar un desierto, sin jugarse la vida cruzando el mar. Es de locos.

Al volver a casa recordábamos a otro chico del CETI, que nos dijo: “Yo no soy negro, yo soy blanco. Yo no soy del sur, yo soy del norte”. Hay que desmontar: yo no soy blanca, no soy mujer, no soy mayor, no soy europea ni andaluza… [Ríe.] Soy persona. Somos personas y tenemos los mismos derechos.

El activismo supone esfuerzo y tiempo.
Se recibe mucho más de lo que se da. Yo he recibido muchísimo más. No se puede cuantificar, pero como física diría que serían órdenes de magnitud. Hay asociaciones para colaborar, aunque no hace falta una estructura para trabajar por una sociedad más justa: en nuestro día a día, en la vida laboral o familiar, con nuestros actos delimitamos lo que puede suceder.

¿Algo en el tintero?
Tengo mala memoria y traía una chuleta. [Saca del bolsillo un papel con artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos.] Os la dejo porque es importante.

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