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Ciudad marca
Este es un gran año en el Gran Bilbao. Y ya van…
Bilbao se convertirá en la sede de la 25ª gala de los MTV-Awards, el penúltimo reclamo para el turismo, la inversión y el consumo de masas (después del viejo parque de atracciones, del Museo Guggenheim, del Palacio de Euskalduna, del BBK-Live, y del flamante San Mames Barria)
Éste es un gran año en Bilbao. Otro más. ¡Menuda racha lleva la villa! Porque en Bilbao todo se exagera o desdibuja. Hasta los años. La gente aquí no se hace vieja: o eres viejo o eres joven. No hay viejóvenes. Pero eso sí, nada huele a rancio, todo está limpio, todo en su sitio. Salvo contadas excepciones, como cuando muere gente a manos de adolescentes, o como cuando los barrios más pobres salen a la palestra por los estallidos de violencia, por lo general todo parece estar en orden. Pero lástima. Por suerte, Bilbao todavía no es un souvenir. No es una foto, ni un llavero, ni una simple maqueta a tamaño real. Puede que tenga sus poetas (Blas de Otero), su lluvia (sirimiri) o su historia triste (Eskorbuto). Puede que la noble villa se convierta en la nueva city algún día, quién sabe. Puede que incluso llegue a ser el escenario de una gran hazaña, de un sueño al fin realizado, de un gesto monstruoso y absoluto.
Aún se espera el Momento Bilbao: la gran journée, el Día-D, la rave final. Bilbao se convertirá en la sede de la 25ª gala de los MTV-Awards, el penúltimo reclamo para el turismo, la inversión y el consumo de masas (después del viejo parque de atracciones, del Museo Guggenheim, del Palacio de Euskalduna, del BBK-Live, y del flamante San Mames Barria). El show tendrá lugar en el recinto ferial conocido como BEC, ubicado en la periferia del área metropolitana llamada Gran Bilbao y que ya abarca casi a toda Bizkaia. Un macroevento que contará con la presencia de numerosos artistas invitados, las grandes promesas del pop-rock universal y bandas mundialmente conocidas. Todo con el beneplácito del Gobierno Vasco, por supuesto (o pre-supuesto). No podía ser de otra manera.
Desde hace un tiempo, Bilbao amenaza con convertirse en un urinario de oro macizo, en una obra maestra bajo estricto control policial, un cartel publicitario y de marca, un laberinto de calles videovigiladas y de green stores a cuya entrada pone: “comprad, malditos, comprad”.
Por lo tanto, en noviembre de este año Bilbao va a ser la Gran Fiesta. ¿A qué esperáis para venir? La región se va a llenar de zombis, policías de uniforme y secretas. Pero a estas alturas conviene preguntarse un par de cosas. ¿Estará su afamado hijo pródigo, el director de cine Álex de la Iglesia, dispuesto ya a narrar la comedia? ¿O vendrán sus Majestades a inaugurar la gala, como hicieron con el imponente Guggenheim? Mucho me temo que, sin embargo, la gran invitada para la ocasión sea la seguridad. Así que ojo con la vigilancia. Como lo fueron Barcelona y Sevilla en 1992, como lo fue Valencia en 2006 con la visita del Papa —en la que la Gürtel gastó 2,6 millones de euros en urinarios y 7,7 millones en publicidad— o como lo fue, a su vez, Donosti, ciudad de la cultura europea en 2016.
No ha pasado tanto tiempo desde entonces, ¿verdad? Al fin y al cabo, desde hace un tiempo, Bilbao amenaza con convertirse en eso mismo: en un urinario de oro macizo, en una obra maestra bajo estricto control policial, un cartel publicitario y de marca, sin azúcar, sin gluten, sin botellón, sede por sorpresa de “la” cultura, no sólo vasca, sino también europea y mundial. Un laberinto de calles videovigiladas y de green stores a cuya entrada pone: “comprad, malditos, comprad”. Y un lugar donde los cajeros parece que están a reventar —aunque sea mentira, hay mucha gente sin un duro— . De hecho, todavía quedan muchas ratas en Bizkaia.
Ah, y se nos olvidaba. Sin lucha armada también. Sin oposición: ni terrorista, ni democrática, ni revolucionaria. Pero, ¿oposición a qué? ¿Violencia contra quién? Sólo tras episodios como el de la víspera de la pasada Nochebuena, o como el de la lucha entre ultras y beltzas, parece rebrotar, pero jamás se podrá erradicar. Porque no depende de ninguna organización, ni obedece a causa alguna, ni se debe a “el” conflicto: es espontánea, súbita, irracional. Es la pasión de los asustaviejas. De hecho, las agresiones y los crímenes se han sucedido con relativa regularidad desde finales del pasado año, en lo que podríamos denominar nuestro enero más oscuro y sangriento. Por lo visto, una banda de niños asesinos campa a sus anchas por la tan pacífica y hermosa ciudad: una ciudad, una cultura, una sociedad (“anónima”, según el periodismo heterodoxo) por fin abierta al mundo.
La “capital del siglo XXI” la llamarán. Y estudiarán su historia en las escuelas, las universidades la pondrán por todo lo alto y los expertos coincidirán en que fue un éxito. Sí. El “efecto Guggenheim”, según el coro de las opiniones. De las que están a favor y de las que no saben o no contestan. Pero todas coinciden: el éxito se lo debemos a ÉL, y sólo a ÉL. Porque ÉL es el arte que venció al terror, la muestra de una cultura exuberante. Es el museo en sí y para sí, como la civilización que triunfa sobre la barbarie. Y Bilbao estará unos días sumida en el barro, gris, mojada hasta los huesos; otros, en cambio, hasta la bandera de gente. Pero ni un alfiler va a caber en esta Bilbao cosmopolita, moderna y vanguardista. Llena de paraguas, los bares llenos, la “catedral del fútbol” llena —en realidad, cada vez menos, porque... ¿quién se va a poder permitir el “abono” el día de mañana?… Bueno, sí, habrá quien pueda pagarlo, en eso no tenemos ningún complejo de tipo catalán. Siempre habrá en Bilbao alguien que pague… o quien la pague— .
La oportunidad de dar a luz un segundo Guggenheim está en la agenda, la última apuesta para una demanda de ocio masificada, turistizada y caníbal. Ante semejante panorama, ¿qué tiburón de las finanzas se atreverá a ignorar Bilbao?
Bilbao hace negocio con el turismo... y la “ciudad está cambiando”. El Athletic exporta niños multimillonarios... y “algo se ha roto en el Athletic”. El sistema educa a sus infantes con la promesa de una vida dulce, con ingresos fijos y en familia… y el alcalde anuncia más presencia policial. Ante la creciente inseguridad en los “barrios” —o sea, lo que no es el centro— Aburto ya lo ha dicho: caerá sobre los culpables, y lo hará “con todo el peso de la ley”. Nos referimos a los menores acusados, el penúltimo escándalo público, mientras que sobre proxenetas, acosadores y corruptos sólo caerá la lluvia, el sirimiri de siempre: ligera, silenciosa, como un manto de serenidad. Para ellos, la lluvia lo borrará todo. Hasta sus crímenes. Bilbao se adorna, finalmente, con pintadas contra la dispersión, por la amnistía y la igualdad…, pero no os preocupéis, Aburto dixit, son “los de siempre”, son los que manchan la imagen de la seguridad, el orden y la convivencia pacífica de nuestra democracia.
Pero los petardos van a seguir sonando, y por mucho tiempo. No sólo cuando marquen los leones, que es cuando la euforia que emerge del estadio sintoniza con la efervescencia colectiva, sino porque vuelve el viejo Karl Marx, recordado y estudiado con motivo del segundo centenario de su nacimiento en un congreso internacional sobre su vida, obra y legado que se realiza esta semana en Bilbao. Volverán las grandes obras y las infraestructuras megalómanas, broche de oro para una ilustre década. Porque vamos a ver, ¿quién no espera el Tren de Alta Velocidad a su llegada a la estación de Abando? ¿Quién no quiere la “isla del conocimiento” de Zorrotzaurre, proyectada por la arquitecta Zadid y el fanfarrón Azkuna, ambos difuntos, y que sólo las jóvenes promesas de las generaciones venideras podrán disfrutar? La oportunidad de dar a luz un segundo Guggenheim también está en la agenda, la última apuesta para una demanda de ocio masificada, turistizada y caníbal. Ante semejante panorama, ¿qué emprendedor voraz, qué astuto y audaz inversor o qué tiburón de las finanzas se atreverá a ignorar Bilbao?
Llueve en Bilbao, a todo esto. Y “llueve llueve llueve… con su “pálida frente/de niño absorto entre los soportales”, que decía el poeta. Pero el poeta ya murió. Y la lluvia continúa.
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