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Océanos
Arranca en la ONU la última fase de negociaciones para conseguir un Tratado Global de los Océanos
Última llamada para conseguir el 30x30: que no menos del 30% de las aguas marítimas del planeta estén protegidas antes de 2030. Ese es el principal objetivo que está sobre la mesa estos días en la sede central de las Naciones Unidas en Nueva York, donde entre el 15 y el 26 de agosto tendrá lugar la última fase programada de las negociaciones para el Tratado Global de los Océanos, una vieja reivindicación que hoy está más de actualidad que nunca.
La última gran cita para conseguir este objetivo, la II Conferencia de los Océanos de las Naciones Unidas (UNOC) que tuvo lugar en Lisboa a finales de julio, finalizó con un sabor más agrio que dulce. Si bien asistieron 150 naciones y estos acordaron proteger el 30% de los océanos del mundo en 2030, el acuerdo no es vinculante, lo que en la historia de los compromisos no obligados del mundo —especialmente en lo que se refiere a clima y medio ambiente— equivale a papel mojado. Para más inri, el texto final no cambió ni una coma del propuesto antes del encuentro, lo que da una idea de lo que avanzaron las negociaciones.
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La batalla, sin embargo, no está perdida. En la cumbre One Ocean Summit, celebrada en la Bretaña francesa en febrero y auspiciada por el presidente Emmanuel Macron, especialmente volcado en la protección de los mares, cuatro decenas de países se comprometieron a conseguir un tratado ambicioso. Este grupo, el conocido como High Ambition Coalition on Biodiversity Beyond National Jurisdiction (BBNJ), ya suma 49 naciones. “Las delegaciones deben cerrar un Tratado ambicioso estas dos semanas”, señala Pilar Marcos, de la delegación política de Greenpeace en Nueva York. “Un tratado débil, o cualquier otra demora, mantendrá el statu quo tan deteriorado que ha llevado a los océanos a esta crisis”.
Red global de áreas protegidas
Greenpeace es una de las organizaciones que más ha empujado para conseguir un Tratado Global de los Océanos. Pero a esta organización no le vale cualquier acuerdo. Ninguno que no tenga como objetivo principal el establecimiento de una red mundial de áreas marinas protegidas —que podrían estar completa o altamente blindadas a la actividad humana—y que no permita a los estados, a través de una Conferencia de las Partes —COP, como ocurre con la de Cambio Climático de la ONU— establezcan santuarios marinos libres de actividades que dañen el medio como la pesca y la minería de aguas profundas, tendría sentido para los ecologistas.
“España debe decidir en esta reunión en qué lado de la historia está, empujando a la UE hacia un liderazgo claro para lograr que la gestión de las pesquerías también sean parte del Tratado”, señalan desde Greenpeace
Además, puntos clave del Tratado deberían ser, para Greenpeace, que se posibilite que la COP tome decisiones por votación cuando no sea posible el consenso, lo que haría mucho más real su capacidad de acción. De hecho, para la ONG, dicha COP debería poder decidir si actividades como la pesca están permitidas en las áreas marinas protegidas y adoptar medidas provisionales o de urgencia para proteger un área que esté pendiente de protección futura. De lo contrario, sería un instrumento con menos atribuciones de las necesarias para hacer valer su objetivo de protección medioambiental.
España, una de las claves
España está en el grupo de medio centenar de países que se han comprometido a adoptar un acuerdo ambicioso. Como potencia pesquera, en opinión de Greenpeace, la presión de la industria pesquera española podría perpetuar el estado actual de gobernanza de los océanos para seguir concentrando las decisiones en las actuales organizaciones pesqueras. Estas solo se encargan de evaluar el 5% de la biodiversidad de peces de las aguas internacionales, siendo su finalidad última es la explotación comercial de la alta mar, denuncian los ecologistas.
“Cualquier retraso adicional sería una bofetada para todos los que confían en que los líderes políticos cumplan sus promesas”, subraya Awa Traoré,
“España debe decidir en esta reunión en qué lado de la historia está, empujando a la Unión Europea hacia un liderazgo claro para lograr que la gestión de las pesquerías también sean parte del Tratado”, señalan desde la organización, para la que el Gobierno de Pedro Sánchez debería ejercer un liderazgo en la UE para que la gestión de las pesquerías estén incluidas en el tratado.
Océanos
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Conseguir un acuerdo ambicioso, sin embargo, no parece tarea fácil. Son ya dos las décadas que se lleva discutiendo este tratado sin que se haya llegado a más compromisos globales que los adoptados de forma voluntaria. En ese tiempo, la presión de pesca industrial ya está sobre el 55% de los océanos y más de cien especies marinas han sido clasificadas como en peligro crítico de extinción, un proceso de destrucción de la biodiversidad que ahora se ve agravado por la aceleración de la crisis climática.
La reducción de pesquerías, además, supone una merma del sustento de miles de comunidades costeras humanas. “Aquí, en África Occidental, ya hemos visto poblaciones de peces severamente mermadas por barcos pesqueros industriales, a menudo de Europa, y esto está dañando los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria en toda la región. Cualquier retraso adicional sería una bofetada para todos los que confían en que los líderes políticos cumplan sus promesas”, subraya Awa Traoré, responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace África desde la ONU.