Violencia machista
Deconstruir las relaciones de poder entre hombres y mujeres
La violencia económica es una de las bases fundamentales de otras violencias psicológicas y físicas. Aunque se ha avanzado, las cifras demuestran que todavía queda mucho por recorrer.

En la semana en la que se conmemora el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Machista, tenemos de recordar que, según el eurobarómetro de 2016, una de cada tres mujeres europeas mayores de 15 años ha sufrido violencia física o sexual y uno de cada tres europeos justifica el abuso sexual. Pero según los datos de este año, publicados el 20 de noviembre, todavía hay mucho que hacer. Si bien nueve de cada diez europeos califica de inaceptable que la brecha salarial se encuentre en un 16,3% de media por hora entre hombres y mujeres, también nos dice que el 44% de los europeos piensa que el rol más importante de la mujer es cuidar de la casa y la familia.
Si no se adoptan nuevas medidas, las mujeres seguirán sufriendo violencia económica durante toda su vida profesional y en el momento de la jubilación, causada por una distribución desigual de las responsabilidades del cuidado de los hijos y domésticas -las mujeres trabajadoras dedican, de media, 2,5 veces más que los hombres a estas tareas- y causada porque las mujeres europeas participan en el mercado de trabajo, en promedio, un 11,6% menos que los hombres. Brecha que se incrementa hasta el 50% cuando las familias tienen hijos menos de 6 años.
Sin lugar a dudas la brecha salarial es tan grave y terriblemente injusta que, como ya hemos dicho, provoca profundas situaciones de desigualdad entre géneros. Prohibida legalmente en Europa desde 1950, seguimos luchando por acabar con ella. Pero lo verdaderamente grave de la violencia económica se fundamenta en esos valores patriarcales que hacen que casi la mitad de la población opine que el lugar natural de las mujeres es el familiar, el privado, el de la crianza y los cuidados. En definitiva, todo el trabajo reproductivo gratuito debe de recaer en las mujeres. Los hombres están para "ganar dinero" y tomar decisiones en todos los ámbitos. Ese ganar dinero implica, no sólo ostentar el poder sobre los ingresos familiares y su distribución, sino que va mucho más allá. Tener un empleo y cotizar implica generar una serie de derechos sociales y económicos que solo disfrutan los sujetos, hombres, tales como el derecho a permiso de paternidad, subsidio por desempleo, incapacidad temporal pagada y, por supuesto, pensión por jubilación. Ninguna mujer que trabaje en casa realizando una labor social imprescindible para que el capitalismo se sustente y siga aparentando ser el único modelo económico válido y viable, tendrá jamás ninguno de los derechos sociales y económicos de los que hablamos en el caso de los hombres. Así, las mujeres estamos condenadas a vivir de forma indigna y, en muchas ocasiones, en situaciones de absoluta pobreza durante nuestra "jubilación".
Las mujeres estamos condenadas a vivir de forma indigna y, en muchas ocasiones, en situaciones de absoluta pobreza durante nuestra "jubilación"
Además, la violencia económica, el monopolio de la gestión de los ingresos que el hombre aporta a la familia heteronormativa, es la base fundamental de otras violencias psicológicas y físicas. Ninguna mujer sin recursos económicos propios es libre para ejercer su derecho a la separación y divorcio, lo que nos obliga a permanecer atrapadas en situaciones de maltrato generadas por esa dependencia.
Por eso nuestra apuesta pasa irremediablemente por cambiar de raíz los valores sobre los que se asienta el patriarcado y el capitalismo. Hombres y mujeres tenemos que dejar de asumir que la distribución de roles es inamovible y natural. No existe un lugar para unos y otro lugar para otras. Todos los espacios son nuestros, de todas y todos. De la misma manera que los roles de género se crean socialmente, se aprenden y se reproducen; pueden deconstruirse y desaprenderse. La coeducación, la publicidad, los medios de comunicación, las políticas integrales de fomento del empleo… Todo ello tenemos que impulsarlo y legislarlo desde el feminismo de forma transversal. El feminismo nos da las claves para lograr una sociedad igualitaria en la que, tanto hombres como mujeres, tengamos las mismas oportunidades y los mismos derechos.
Si hoy en día las mujeres podemos votar, podemos trabajar de forma remunerada -brecha incluída-, si somos sujetas de derechos, es gracias a esa lucha feminista. Integrar el feminismo en la agenda europea es imprescindible y urgente. Y para ello, no sólo es necesario que las mujeres tengamos una presencia igualitaria en política, sino que tenemos que ocupar, porque nos los han usurpado durante siglos, todos los puestos en los órganos que son verdaderamente decisorios. De nada sirven los informes si no son vinculantes. De nada sirve analizar el por qué de las desigualdades si luego no se ponen en marcha medidas integrales para solucionar de raíz las causas que las provocan. Necesitamos avanzar estando en los lugares en los que se toman decisiones, dotar de recursos económicos suficientes los programas que impulsen la igualdad de género en todos los ámbitos.
La violencia económica, el monopolio de la gestión de los ingresos que el hombre aporta a la familia heteronormativa, es la base fundamental de otras violencias psicológicas y físicasSeñalar también que sólo desde la premisa de que podamos eliminar las relaciones de poder que sustentan las desigualdades entre hombres y mujeres, en las que las mujeres somos las oprimidas y los hombres los opresores, lograremos erradicar las violencias machistas. Cuando somos iguales, cuando no dependemos de nadie, cuando nos sentimos libres, sólo cuando eso sea real, nadie sentirá que ostenta ningún tipo de poder sobre nosotras y nuestros/as hijos/as, y nadie se sentirá atrapada ni obligada a soportar situaciones de violencia y poder.
Y señalar al patriarcado, un patriarcado que nos asesina, muy a pesar de que existan leyes y de que se haya creado un entramado institucional que supuestamente responde a los intereses de las mujeres y a enfrentar desde el estado la violencia machista.
El patriarcado en un contexto capitalista, racista y colonial demuestra que hay dueños del mundo, un señorío de poder que jerarquiza a los seres humanos, mientras algunos poseen un sinfín de recursos y viven en una opulencia, otras viven en la más absoluta miseria. Es, en este contexto, en el cual también unas vidas son más valiosas que otras, un sistema que determina quienes pueden vivir, mientras otras son violentadas y asesinadas.
Al igual que en la época de la caza de brujas y de las violaciones a las mujeres indígenas, negras hoy nos corresponde recordar esos hechos, el horror de las torturas, los juicios inquisidores, la violencia sobre cuerpos y territorios, hoy las mujeres, sufrimos igualmente, visible en otras formas, producida por otros mecanismos, eso sí de la mano de quienes desde la masculinidad formada por este patriarcado y capitalismo se ensaña contra lo femenino.
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