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Violencia sexual
“Desde pequeñas nos enseñan a protegernos de los extraños pero no de las personas cercanas”
Bárbara Tardón (Madrid, 1976) y María Naredo (Madrid, 1970) son madres de la Ley orgánica 10/2022 de 6 de septiembre de garantía integral de la libertad sexual, más conocida como Ley de solo sí es sí. Atienden a El Salto después de dar una conferencia en el Espacio de Igualdad María de Maeztu de Carabanchel (Madrid), dentro de unas jornadas que han juntado a las vecinas del barrio para hablar de violencias. Ante una sala llena, las dos expertas han aportado claves sobre la violencia sexual y los avances que contiene esta ley que a su vez ha sido objeto de violencia, según ellas denuncian. Sugieren que esta norma es un logro de todas y que todas debemos defenderla para que salga del cajón en el que ahora está, aseguran.
Tanto Bárbara Tardón, doctora en Estudios Interdisciplinares de Género por la Universidad Autónoma de Madrid y experta en violencias machistas, como María Naredo, jurista e investigadora, especializada en derechos humanos y género, consideran importante que se colectivicen los relatos sobre violencia sexual, porque su reverso es volver al silencio donde se habían instalado muchas mujeres. Pero esta visibilización, en ocasiones, tarda en realizarse. Explican que aquí operan factores como la normalización de la conducta, que sucede cuando el agresor es una persona cercana que se sale del estereotipo.
Una de las principales características de la violencia sexual es que las víctimas a veces tardan tiempo en detectar que han sido agredidas. ¿Cómo opera este tipo de violencia?
María Naredo: Es muy interesante el dato que arroja la Macroencuesta sobre violencia de género de 2019, anterior a la Ley de solo sí o sí, que dice que solo denuncian un 8% de las mujeres víctimas de violencia sexual. Pero no es solo interesante eso, lo interesante es por qué no denuncia el 92%. Y ahí hay tres motivos principales: la vergüenza, el miedo a no ser creída y la normalización de la conducta. Y en la normalización está la explicación de por qué se tarda tanto. Se dice, por ejemplo, “¿pero cómo es posible que luego se fuera con él?”. Muchas veces dudas hasta de ti misma, cuando la sociedad tiene unos patrones en los cuales, salvo las cuestiones más graves de la violencia machista como pueden ser los feminicidios o las violencias físicas, lo demás está normalizado y casi casi entendido como una relación. Y a partir de ahí, desde luego, la denuncia todavía cuesta más, porque implica enfrentarse a un sistema que nos da mucho miedo a las mujeres.
Bárbara Tardón: Me parece muy importante destacar que convivimos con una cultura de la violación que ha normalizado y minimizado lo que son las violencias sexuales. La cultura de la violación se basa en una serie de falsas creencias que entre las múltiples cosas, lo que hacen es representar lo que es una agresión, lo que es una víctima ideal y lo que es un agresor. Claro, como no existe una educación sexual y como hemos sido educadas desde que nacemos y desde hace siglos en esa cultura de la violación, se ha desdibujado lo que es una agresión sexual. Por eso es un rasgo muy común, sobre todo en las mujeres más jóvenes, porque sí que es cierto que es un factor de vulnerabilidad, la dificultad para identificar esas conductas que son evidentemente agresiones sexuales y violencias sexuales. Cuando entrevistas a las supervivientes te das cuenta de la dificultad a veces de entender incluso esa dinámica y esa red envolvente que utiliza el agresor para agredir sexualmente.
Es un rasgo muy común, sobre todo en las mujeres más jóvenes, la dificultad para identificar esas conductas que son evidentemente agresiones sexuales
¿Cuánto tiempo puede pasar hasta que una víctima se dé cuenta de que ha sido agredida?
B.T: Yo creo que eso depende de cada caso. No hay una respuesta. Eso depende de la biografía de esa superviviente o de esa víctima. Depende del conocimiento que tengas de la violencia sexual, depende de la violencia sexual que se haya ejercido. Hay niñas que son violadas por sus padres desde que tienen tres años y la situación de violencia se mantiene a lo largo de muchos años. En otros casos son acosos sexuales laborales que se hacen de manera muy sutil, en otros, una agresión sexual pura y dura una noche saliendo con tu colega y en otros casos es un desconocido. Depende siempre del tipo de violencia, de cómo esa violencia se ejerce, de quien la ejerce y de tu propia biografía.
M.N: Sí hay un elemento normalizador que está detrás justamente del darte cuenta o del querer salir y querer contarlo que tiene que ver también mucho con la cercanía del agresor y con si cumple el estereotipo. A más cercanía del agresor, más normalizada está la violencia que está sufriendo esa mujer o más difícil de que ella se dé cuenta. Y esto es por la educación que hemos recibido. Desde niñas se nos enseña a temer el peligro difuso de los extraños que nos hacen daño y sin embargo no se nos educa a darnos cuenta de los peligros o las opresiones del compañero, del amigo, del novio, del padre, del profesor. Nos enseñan a protegernos de los extraños pero no de las personas cercanas. Se nos educa en buscar protectores, el hombre protector, y en esa figura el patriarcado instala las violencias machistas, en ese esquema de protector- protegida. Se nos ha educado a no correr riesgos, a no ir a descampados, a no ir por calles oscuras. Y eso muchas veces lo que hace es que te quedes con el cercano, pero es ahí donde muchas veces te das cuenta que están las opresiones más graves.
A más cercanía del agresor, más normalizada está la violencia que está sufriendo esa mujer o más difícil que ella se dé cuenta
Bueno, como tú bien dices, esto opera principalmente en los colectivos más vulnerables como la infancia, la adolescencia. De hecho, la ley del solo sí es sí favorece a estos colectivos ya que incrementa los supuestos de agresión, ya no solo tiene que existir violencia o intimidación para que haya una agresión sexual.
M.N.: Yo creo que es muy importante entender que la ley de libertad sexual incluye a los niños y a las niñas, como víctimas, porque entiende desde luego que la violencia sexual patriarcal se vale de ese marco de relaciones, donde se coloca a las niñas y a los niños en un lugar en el cual sus derechos no importan nada, sus decisiones no importan nada. Desde ahí es desde donde se construye el concepto de libertad sexual y desde donde se construye también el marco de la lucha contra la violencia sexual. Entonces, claro, a los niños y a las niñas, por supuesto que el Código Penal ya les venía amparando respecto a los delitos cometidos contra ellos, pero ahora no solamente es el Código Penal, sino también cómo se interpreta el consentimiento, que va mucho más allá del sometimiento, de la herida, de la intimidación o de la violencia. Y antes de los 16, como no hay consentimiento porque no hay edad de consentimiento, pues directamente hay agresión.
Ha habido un cambio de paradigma cultural, que esto está también atravesando las experiencias de los chicos y de las chicas. Y esto es esencial sacarlo del Código Penal, que por supuesto debe estar ahí, y llevarlo a todas las esferas de la vida y muy especialmente a la educación. Cuando hay una educación sexual feminista sobre el consentimiento afloran los casos donde ha habido violencia.
Violencia sexual
25-N Los avances de la ‘ley del solo sí es sí’
Además, en estos casos, en lugar de violencia o intimidación, lo que opera es un abuso de poder.
B. T.: También. Cuando hay violencia sexual lo que existe es también una relación de poder y es una de las claves de las esencias del ejercicio de la violencia sexual. El control del cuerpo y de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, que es una forma de violencia de las más originarias que hay en la historia de la humanidad. Porque el control de los derechos sexuales y reproductivos se ejerce desde el origen casi de los tiempos, desde el Neolítico.
Los discursos punitivista de terror sexual, de cuidado con los violadores, con los migrantes… En el fondo lo que quieren es la impunidad de los hombres considerados como normales
Nos encontramos en un momento en el cual se están colectivizando las violencias. ¿Por qué esto es importante?
M. N.: A mí me parece que justamente ese es el camino. Porque esto es una violencia estructural, es una violencia sistémica, esto no es una violencia individual, que eso es lo que el marco punitivista quiere, es llevar las violencias a lo individual, en ese retrato de dos individuos, uno violentado y otra víctima, en el cual el agresor es un migrante, es el otro, y entonces, claro, no es el nosotros. Precisamente colectivizar es decir que esto es sistémico y somos las mujeres justamente las que vivimos las violencias machistas. Las mujeres, no una mujer concreta. Y ahí realmente hay un potencial enorme de avance, de reivindicación, de cambio y de transformación. Pero colectivizar también implica interpelar a los hombres desde lo colectivo y ahí es donde yo creo que hay ahora bastantes retos que se están abriendo, precisamente porque cuando se colectivizan las violencias machistas desde las víctimas unidas, vinculadas en determinados procesos de relato, de repente salen los nombres de hombres absolutamente normales, porque la violencia forma parte de la normalidad. Los perpetradores son hombres normales.
B.T.: Sobre lo de la colectivización, me parece fundamental porque lo que viene a ser colectivizar la lucha es darle un golpe al centro del patriarcado, que lo que nos quiere es en silencio, calladas y en los lugares a los que nos quieren abocar desde el disciplinamiento. Y desde luego, la colectivización lo que hace es fraccionar por completo la cultura de la violación, porque una de las esencias de la cultura de la violación es conseguir desacreditar a las víctimas y por lo tanto, que es la otra cara de la moneda, abocarnos al silencio. Cuando colectivizamos, rompemos el silencio. Y por eso, cuando se colectiviza, existe siempre una reacción frente a esas voces, desacreditándolas e incluso negando las formas y las herramientas que tienen para expresar sus voces. Todas las fórmulas son igual de dignas. Como dice una amiga mía, todas las puertas a las que puedas llamar son igual de dignas para todas las supervivientes.
¿Una reparación puede ser contar tu historia en un medio de comunicación?
B.T.: Desde luego que sí.
M.N.: Yo considero que romper el silencio puede ser el primer paso para un proceso de reparación. No sé si el último, pero desde luego puede ser el primero. Puede ser un punto de inflexión en la historia de recuperación y de reparación de las mujeres sobrevivientes.
Son importantes esos procesos colectivos donde alguien cuenta un relato y hay otras mujeres que también han tenido contacto con el mismo agresor o con otro, pero que de alguna manera también están en ese viaje.
B.T: Es que eso es muy reparador. La autoridad de sus voces es suya. Ellas son las protagonistas de sus vidas y las que mejor se conocen a ellas mismas. Cómo vamos a quitarles la autoridad de decir dónde quieren hablar sobre sus violencias, sobre las violencias enfrentadas. Y hablar en medios de comunicación para algunas es reparatorio. Pero es importante que los medios de comunicación que les dan voces lo sepan hacer desde una ética y una deontología, porque están abriéndose precisamente para repararse. Y si cuentan en un medio de comunicación lo que está sucediendo, el medio de comunicación tiene la responsabilidad de acompañarlas en ese proceso en donde ellas están expresando lo que han vivido.
María, tú dices que lo contrario de la de la impunidad no es el punitivismo, sino la justicia. Esta frase es importante.
M.N.: Justamente porque el punitivismo realmente lo que quiere, a fin de cuentas, es la impunidad. Los discursos punitivista de terror sexual, de cuidado con los violadores, con los migrantes… En el fondo lo que quieren es la impunidad de los hombres buenos, de los hombres considerados como normales, la impunidad social. Las recetas punitivistas no nos interesan. Lo que nos interesa es que nuestra libertad sexual como derecho humano, sea garantizada de la misma manera, con verdad, justicia y reparación.
Hay una cuestión importante que es que la reparación puede llegar sin justicia, pero no sin verdad. Pero la justicia es esencial también para agrandar la verdad, para consolidar la verdad y para que las garantías de no repetición tengan un peso muchísimo mayor. Porque estamos hablando de que son mensajes absolutamente estructurales también cuando parten de la justicia.
Habéis hecho una ley que elimina la obligatoriedad de denunciar para poder acceder a derechos y a protección ¿Qué sentís cuando ahora oís a la ministra de Igualdad decir que hay que denunciar?
B. T.: Yo siento una frustración inmensa y siento que es un retroceso a través del túnel al año 2004, incluso antes del año 2004 cuando se aprobó la ley integral contra la violencia de género. Lo que siento, además, es que es profundamente doloroso que se haya avanzado a lo largo de todos estos años para precisamente dejar claro que la denuncia no tiene por qué ser la puerta de entrada para reparar el daño sufrido tras una agresión sexual y que llegue una autoridad tan importante y de una institución tan importante y lo que refiera es que hay que interponer denuncia. Insisto también porque existen otras vías, otras puertas a abrir igual de dignas y en muchos casos más preparatorias para las supervivientes, como puede ser una atención especializada desde un recurso especializado, como un centro de crisis o como puede ser ir a tu asociación de barrio con tus amigas o con tus vecinas para contar lo sucedido, que es lo que hacían las feministas desde los años 70 a través de los grupos de autoconciencia. Y es lo que se hace en espacios feministas, que es narrar tu experiencia y contarla para que te crean.
M.N.: Yo creo que esto implica decirles a las mujeres que vayan a donde no están yendo, en vez de ir ahí donde están las mujeres, que es lo que tiene que hacer la institución, el yo sí te creo institucional. Y también es una falta de conocimiento, de empatía, de por qué las mujeres no van a la denuncia. Precisamente las mujeres tienen que tener todos sus derechos garantizados sin denuncia.
Claro que la denuncia es un derecho, el acceso a la justicia es un derecho. ¿Lo está garantizando ahora mismo el Ministerio Igualdad con la implementación de la ley en el momento presente? No, porque no se ha desarrollado toda la parte de justicia especializada de La Ley de solo sí es sí. Y esto realmente es bastante dramático porque esa ley contiene una obligación de especializar juzgados, especializar Fiscalía, garantizar justicia gratuita con independencia de la renta para todas las víctimas de violencia sexual...
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Acabemos la entrevista con lo que queda por hacer con respecto a la Ley del solo sí es sí. Hay muchas cosas que no se han activado y entre ellas los centros de crisis que debieran de estar ya creados por todo el Estado. ¿Qué va a pasar?
B.T. A 31 de diciembre tienen que estar 52 centros de crisis en funcionamiento, uno por provincia. ¿Qué significa? Que tiene que haber 52 centros de crisis con equipos interdisciplinares con psicóloga, trabajadora social y jurista como mínimo, abiertos las 24 horas del día de manera presencial y telefónica. Y eso sí o sí tiene que estar abierto a 31 de diciembre. ¿Qué es lo que sucede? Su creación forma parte de los fondos Next Generation. Si eso no está a 31 de diciembre, arrastra al resto de comunidades que ya tienen en funcionamiento los centros de crisis a devolver todos los fondos a Europa. Es gravísimo y la realidad por ahora es que si te violan en Jaén o te violan en Badajoz, no tienes un recurso especializado de violencia sexual.
M.N.: Los centros de crisis son el epicentro del itinerario integral de la Ley del solo sí, y hay once, y estamos a mediados de noviembre.
B.T.: Y tienen el dinero desde hace tres años.
M.N: Luego está el tema de las ayudas económicas para las víctimas, que eso está sin desarrollar, porque aunque existe un reglamento de desarrollo de antes del verano, todavía no ha habido la articulación a través de la conferencia sectorial para poder establecer el procedimiento para dar las ayudas de manera efectiva a las mujeres.