Literatura
Las hermanas Mirabal y “La fiesta del Chivo”, de Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa es uno de los escritores más criticados de nuestro tiempo. Eso sí, lo habitual es que se critiquen sus opiniones políticas, no su obra. Lo cierto es que ésta rara vez resulta contestable. En este caso, rendimos homenaje a las hermanas Mirabal, asesinadas por el régimen de Rafael Trujillo (1891-1961) el 25 de noviembre de 1961. Susodicha brutalidad dio origen a que el 17 de diciembre de 1999, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobase la Resolución 54/134, que declaraba el 25 de noviembre el Día Internacional por la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer.

Hermanas Mirabal
24 nov 2017 08:20

Francamente, no me atrevería a decir en términos absolutos qué piensa Vargas Llosa del feminismo. Me lo puedo imaginar, claro, como ustedes se lo pueden imaginar cuando yo escribo esta frase: “Me lo puedo imaginar”. Creo que es una forma elegante de decirlo. En cualquier caso, el propio Vargas Llosa reconoce que La fiesta del Chivo tenía que tener una perspectiva femenina: “La situación de la mujer fue particularmente trágica”, afirma.

El asesinato de las Mirabal es el origen del Día Internacional por la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer. En el libro, las hermanas Mirabal pasan de soslayo. Se habla de ellas, se las trata de fieras, de libertarias, en definitiva, se las honra. Son, eso sí, un trasfondo (acaso un ejemplo) para hablar del poder ejercido en República Dominicana durante la dictadura trujillista, la cual, según las palabras de Vargas Llosa, mereció el tiranicidio.

En lo relativo a las violencias machistas, el autor profundiza: “La dictadura de Trujillo utilizó el sexo como un elemento de represión”. Este es un tema principal en La fiesta del Chivo. Trujillo no sólo abusaba sexualmente de las esposas de sus subalternos en el Gobierno, además, lo hace saber. De esta forma, Vargas Llosa consigue retratar una crueldad helada. Lo que solemos ver en una novela sobre la represión es cómo se trata a la ciudadanía, no obstante, Vargas Llosa incide con ferocidad en la violencia específica ejercida sobre la mujer.

Urania Cabral

Urania Cabral no se habla con su padre desde que tenía catorce años, más o menos. En ese momento, se va a vivir a Estados Unidos rodeada de leyendas a su alrededor. Sin embargo, este personaje (ficticio) tiene dentro de sí un drama personal que no ha contado a nadie, pero que su padre conoce. Bajo esta circunstancia, Vargas Llosa retrata talentosamente cómo la violencia machista ha sido ejercida con total impunidad.

Y no sólo la impunidad, algo que podríamos imaginar. Si el poder está en todas partes y en todas partes es machista, podemos suponer que susodichas felonías iban a quedar absueltas. En cambio, Vargas Llosa pone su peso narrativo en el qué pasa después, en lo difícil que es rehacer una vida que se ha visto alterada por una vileza. En el resto de la novela, vemos a la represión sexual “sin cara”, se dice qué sucede, pero no se dice cómo se siente la agredida. A través de este personaje, conocemos en primera persona, por una parte, esa desolación y, por otra, esa lucha por salir adelante. 

Volviendo a las hermanas Mirabal

Parte del libro se desarrolla en la conspiración para matar a Trujillo. Nos plantea, de esta forma, un dilema: ¿Es legítimo matar al tirano? Es aquí donde aparecen las Mirabal:

"Aunque no había pensado en ello. Tony Imbert se dijo después del asesinato, que, hasta conocer a Minerva Mirabal, nunca le pasó por la cabeza que una mujer pudiera entregarse a cosas tan viriles como preparar una revolución, conseguir y ocultar armas, dinamita, cócteles molotov, cuchillos, bayonetas, hablar de atentados, estrategia y táctica, y discutir con frialdad si, en caso de caer en manos del SIM, los militantes debían tragarse veneno para no correr el riesgo de delatar a los compañeros bajo tortura”.

En estos pasajes del capítulo IX vemos a una mujer revolucionaria cuya “figura gallarda impedía que los hombres se tomaran con ella las confianzas y libertades que se permitían con las demás mujeres”. Y también vemos, en una figura pasiva, a los hombres que, por más revolucionarios que fueran, “se tomaban confianzas y libertades”.

Literariamente hablando, este es sencillamente un marco en el que se mueven los personajes, un contexto. Al autor le interesa el fondo de la cuestión, la represión, “las tripas”, el cómo se fragua el tiranicidio. El (muy buen) uso que Vargas Llosa hace de la heroica historia de las hermanas Mirabal sirve para que las víctimas de la violencia machista puedan ser todas, aunque, en este caso, las represente Urania, muchos años después de lo ocurrido.

La legislación internacional al respecto del Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

“Esta historia no podía ser contada como una arqueología, como un pasado que resucita en la ficción, sino como un pasado que está entrevisto en un presente en el que aún deja huellas”. Como decimos, la valía de la novela de Vargas Llosa en torno al género es el acento que supone. Echemos, no obstante, una mirada al pasado para comprobar cómo ha evolucionado la visión de género.

Empezamos en 1967, seis años después de la muerte de Trujillo. Por aquel entonces se aprueba la Declaración sobre la Eliminación de la Discriminación sobre la Mujer. Esta daba pie al conocido como por sus siglas en inglés como “CEDAW”: Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. Aquí ya se hablaba de potenciar la participación de la mujer en la esfera pública. Se celebran tres conferencias sobre la mujer, la primera en México (1975); la segunda en Conpenhague (1980) y, en 1985, Nairobi. En las tres el objeto de conversación son los derechos civiles.

En Pekín, 1995, se da un gran paso adelante. Se habla de “género” y se establecen doce puntos críticos, entre ellos, el de “La falta de respeto y la protección inadecuada en cuanto a los derechos humanos” y el de “la discriminación y violación de niñas”. El año en que se publica la novela de Vargas Llosa, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas entra definitivamente al juego y aprueba la resolución 1.325. En ella, su punto 11º observa que el CS:

Subraya la responsabilidad de todos los Estados de poner fin a la impunidad y de enjuiciar a los culpables de genocidio, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra, especialmente los relacionados con la violencia sexual y de otro tipo contra las mujeres y las niñas y, a este respecto, destaca la necesidad de excluir esos crímenes, siempre que sea viable, de las disposiciones de amnistía.

¡En el año 2000! ¡En el 2000! Tuvo que llegar el Siglo XXI para que la ONU hiciera material sobre algo que, hasta entonces, era invisible: “Mujeres, paz y seguridad”.

Hoy en día, el Comité ONU Mujeres trabaja para la erradicación de la violencia. Algunos de los datos publicados en su página web son escalofriantes:

  • Más de 750 millones de mujeres que viven actualmente en todo el mundo se casaron siendo niñas.
  • Unos 120 millones de niñas han sufrido algún otro tipo de relaciones sexuales forzadas en algún momento de sus vidas.
  • Al menos 200 millones de mujeres y niñas que viven actualmente han sufrido la mutilación genital femenina.
  • Casi tres de cada cuatro mujeres y niñas víctimas de la trata lo son con fines de explotación sexual.
  • 1/10 mujeres de la UE declara haber sufrido ciberacoso desde la edad de los 15 años.

Hay bastante más, lo que indica que quedan muchos 25 de noviembre en los que debemos de seguir comprometidos. No es que haya apartado el lenguaje inclusivo, es que, ya desde el punto de vista personal, hay que dejar de lado la voz pasiva. No se dice: “Una mujer ha muerto a manos de su esposo”. La realidad es otra: “Un hombre ha matado a una mujer”. La violencia de género, no olvidemos, se ejerce en masculino.

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Carlos JFdez
29/11/2017 12:38

Un libro excepcionalmente bueno "La fiesta del chivo" una joya, aunque de temática muy amarga.

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