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Análisis
DIGITINE: ciberactivismo en el movimiento pro-Palestina
El activismo está profundamente arraigado a nuestra existencia humana. Desde los albores de los tiempos, la opresión y la subyugación han existido y los seres humanos han luchado contra ellos. El activismo es militancia, en particular a favor de una causa. Esta militancia puede adoptar diferentes formas tanto pacíficamente como violentamente. Algunas campañas militantes han dado forma al mundo que hoy conocemos.
El movimiento por los derechos civiles fue un movimiento social y una campaña que se desarrolló entre 1954 y 1968 en Estados Unidos para abolir la segregación racial, la discriminación y la privación del derecho al voto. El movimiento activista anticolonial Argelino sirvió como caso paradigmático de descolonización y guerra revolucionaria, informando los debates políticos, sociales y éticos que invariablemente surgen en el contexto de la liberación decolonial.
El movimiento internacional por los derechos de los homosexuales nació de las entrañas del infierno de los disturbios de Stonewall. En la madrugada del 28 de junio de 1969, se iniciaron violentos enfrentamientos entre la policía y activistas por los derechos de los homosexuales a las puertas del Stonewall Inn, un bar gay del barrio neoyorquino de Greenwich Village. Estos disturbios se convirtieron en un símbolo de resistencia ante la discriminación social y política. Estas formas de activismo requerían una confrontación directa con los sistemas opresores y estaban arraigadas en la realidad tangible.
Desde el nacimiento de Internet y la proliferación de las redes sociales, el activismo está evolucionando para adaptarse a su nueva realidad
En el mundo actual, seguimos persiguiendo derechos a través de concentraciones, protestas, disturbios, boicots y organización sobre el terreno. Sin embargo, desde el nacimiento de Internet y la proliferación de las redes sociales, el activismo está evolucionando para adaptarse a su nueva realidad. El espacio digital ya no es sólo un ámbito hipotético, sino un espacio real tangible para el cambio político. En este ámbito digital, el activismo ya no se limita a los lugares físicos, sino que existe en las vastas redes interconectadas de las plataformas en línea.
Desde 1948, a partir de los sucesos conocidos como la Nakba, los activistas propalestinos han demostrado una fuerza abrumadora al intentar expresar su indignación por lo que estaba ocurriendo en Palestina y por la brutal ocupación y apartheid israelíes. Sin embargo, transmitir la verdad no fue tarea fácil. Los medios de comunicación convencionales monopolizaban el acceso a la información. Estos mismos medios servían, sutil o públicamente, como portavoces de los gobiernos y del lobby sionista. Para acceder a la información sobre la causa palestina, había que tener algún tipo de formación y una tremenda curiosidad. Reunir a la gente en torno a la causa requería captar su atención, luego su compasión, y después convencerles de que se unieran a un movimiento que defiende la libertad de unas personas constantemente deshumanizadas.
Desde el 7 de octubre de 2023, hemos sido testigos de un cambio en el activismo tal y como lo conocemos. La gente se ha lanzado a las redes sociales para poner de moda ‘hashtags’ propalestinos. Cuentas como Operación Rama de Olivo se han convertido en plataformas para compartir campañas de recaptación de fondos a través de ‘GOFUNDME’ para las familias de Gaza y para difundir información sobre el genocidio en curso. Los ‘tiktokers’ han empezado a utilizar sus plataformas para mostrar su solidaridad, proporcionando recursos sobre la ocupación de Palestina y ayudando a desacreditar la narrativa sionista. A través de sus estrategias para dar a conocer la realidad palestina, ha contribuido a que millones de personas en todo el mundo amplíen lo que sabían sobre la situación.
Los usuarios de las redes sociales han iniciado una forma de protesta disruptiva en línea. Hacen circular listas de boicot a famosos y creadores que han mostrado su apoyo a la entidad sionista
Con el paso del tiempo, este activismo digital ha adquirido otra dimensión. En lugar de limitarse a compartir información de forma pasiva, amplificando las voces propalestinas y compartiendo contenidos de periodistas palestinos en Gaza, los usuarios de las redes sociales han iniciado una forma de protesta disruptiva en línea. Han empezado a hacer circular listas de boicot a famosos y creadores que han mostrado su apoyo a la entidad sionista. Este boicot consiste en dejar de seguir, bloquear e inundar las cuentas de estos creadores con comentarios relacionados con Palestina. En TikTok, se empezó a hacer ‘trending’ de canciones que pretendían recaudar fondos para la gente de Gaza.
En 1981, el sociólogo francés Jean Baudrillard acuñó el término ‘‘hiperrealidad’’ en su libro Simulacro y Simulación para referirse a un estado en el que ya no podemos distinguir entre la realidad y las meras representaciones de la realidad el mundo en que vivimos. Baudrillard sostiene que la hiperrealidad se alcanza mediante complejos procesos de signos y símbolos. Él sostenía que podemos ver las ramificaciones de la hiperrealidad en el funcionamiento actual de los medios de comunicación, la tecnología, y el internet. El espacio digital se convierte en una simulación de activismo donde se difuminan las líneas entre las acciones del mundo real y sus representaciones.
En un mundo hiperreal, las simulaciones se vuelven más reales que la propia realidad. Baudrillard sostenía que el medio (en este caso TikTok, Twitter, Instagram) no sólo se funde con el mensaje, sino también con la realidad, disolviendo las distinciones tradicionales y creando una nueva forma de existencia. Las representaciones digitales creadas por activistas propalestinos (ediciones, reels, tuits virales, hashtags) a menudo se vuelven más influyentes que los acontecimientos que describen. Los posts sobre la situación en Gaza pueden atraer más atención y provocar reacciones más fuertes que las noticias oficiales.
Israel
Ocupación israelí Machismo, racismo y deshumanización 2.0: las vergüenzas de un ejército acusado de genocidio
Los activistas digitales fabrican una narrativa hiperrealista mediante esfuerzos coordinados en línea, creando un entorno simulado en el que sus acciones tienen implicaciones en el mundo real. A medida que este movimiento evoluciona, han aparecido términos como ‘digitine’, que es una combinación de la palabra digital y la palabra guillotina evocando a la revolución francesa.
Este ‘digitine’ es el acto de, metafóricamente, guillotinar digitalmente a una celebridad o a un creador, lo que significa hacerles boicot en todas las plataformas de redes sociales, así como a todas las empresas y marcas afiliadas a ellos; y denunciar sus cuentas y sumergirlas en comentarios pro palestinos. Un ejemplo concreto podría ser la iniciativa de boicot digital contra personas con retórica sionista o apologistas del genocidio, una especie de “misión canario” inversa.
La “Canary Mission” pretende exponer a personas y grupos que promueven el odio hacia Estados Unidos, Israel y los judíos en los campus universitarios de Norteamérica. En respuesta, los usuarios de TikTok crearon una contra-iniciativa digital donde exponen a sionistas, apologistas del genocidio y personas con esa retórica. Muchos creadores han sucumbido a la presión de estas campañas y han empezado a mostrar un leve apoyo a la causa palestina poniendo en su pie de foto emojis de sandías o utilizando el sonido de la canción de Macklemore “Hind's Hall” en un vídeo cualquiera.
El filósofo Marshall McLuhan sostenía que el medio en sí, más que el contenido que transmite, debería ser el principal objeto de estudio. Por ejemplo, el límite de caracteres de Twitter obliga a los activistas a destilar sus mensajes en declaraciones concisas e impactantes, cambiando la naturaleza del propio discurso político. Los vídeos de formato corto de TikTok combinados con música sensacionalista dieron origen a una estética particular asociada a Palestina. Crear carruseles de imágenes en TikTok para establecer paralelismos entre la guerra de las galaxias, los juegos del hambre y lo que ocurre en Palestina constituye una metáfora digerible y accesible a un público más amplio.
Este espacio hiperreal se ha convertido en la cuna de un nuevo paisaje semiótico en el que ‘hashtags’ (team watermelon), vídeos virales y gestos simbólicos se convierten en manifestaciones de solidaridad y resistencia. Roland Barthes utilizó el concepto de ‘metalenguaje’ para referirse a un lenguaje que habla sobre otro lenguaje, es decir, un sistema de símbolos y narrativas que trascienden sus significados literales. En el activismo digital pro Palestina, los ‘hashtags’, los emoticonos y los vídeos virales funcionan como este metalenguaje que comunica solidaridad y resistencia de manera más abarcadora que meras palabras.
Los activistas del movimiento propalestino utilizan plataformas digitales para construir y deconstruir mitos que conforman la percepción pública
La obra de Barthes sobre las “Mitologías” permite también comprender cómo los símbolos y las narrativas culturales construyen mitos que sostienen normas e ideologías sociales. En el movimiento pro Palestina, los activistas realizan un análisis semiótico de las representaciones mediáticas y los discursos políticos para revelar y enfrentar los mitos perpetuados por las narrativas dominantes. Por ejemplo, el mito de Israel como Estado benévolo se deconstruye mediante campañas digitales que ponen de relieve las realidades de la ocupación y el apartheid. Los activistas del movimiento propalestino utilizan plataformas digitales para construir y deconstruir mitos que conforman la percepción pública.
De forma similar al análisis de Barthes de los objetos culturales, los activistas digitales decodifican los significados simbólicos incrustados en las representaciones mediáticas y la retórica política. Por ejemplo, el mito de la neutralidad y objetividad de Israel a la hora de informar sobre los conflictos se desmonta a través de narrativas basadas en pruebas compartidas en redes sociales, que ponen de manifiesto prejuicios y violaciones de derechos humanos.
Estos individuos están creando contenidos que cuestionan las narrativas dominantes, ponen en relieve perspectivas alternativas y abogan por una comprensión más equilibrada y matizada de las complejidades contemporáneas. Se trata de reconocer y desentrañar los fundamentos ideológicos que sostienen estos relatos, al mismo tiempo que se aboga por la justicia, la igualdad y los derechos humanos de todas las partes implicadas.