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Universidad
Querido alumnado: te están engañando
Hace poco leí la carta abierta titulada “Querido alumno: te estamos engañando”, del catedrático Daniel Arias Aranda. Si bien es verdad que las dinámicas educativas y formativas han cambiado, no puedo estar más en desacuerdo con mi compañero. Por eso, querido alumnado, me gustaría decirte que hay quienes te están engañando (o al menos intentándolo).
La educación universitaria tiene aspectos bastante mejorables y el perfil del alumno medio ha cambiado en cierto sentido. El desafío de la educación, en sus distintos niveles, es complejo y multifactorial. Por tanto, querer realizar un análisis profundo de la situación actual excedería con creces el objetivo de esta réplica.
Los educadores nos enfrentamos a retos considerables que vienen de dentro y fuera del aula. Claro está, lejos de la indiferencia o la desidia, hay que afrontarlos e intentar estudiar sus posibles causas desde la crítica y la autocrítica. Los docentes tenemos un papel fundamental en la construcción de la sociedad, pero no somos el único pilar que sostiene toda la educación. Hay otros factores de igual o mayor importancia, como la familia, las relaciones sociales o las tendencias culturales de carácter moral.
Sostengo firmemente que un buen profesor debe adaptarse con criterio a la realidad que le ha tocado vivir y ser resiliente con las dificultades de su tiempo
Sostengo firmemente que un buen profesor debe adaptarse con criterio a la realidad que le ha tocado vivir y ser resiliente con las dificultades de su tiempo. Las dinámicas y tendencias sociales influyen intensamente en la educación. El uso desmedido de los dispositivos electrónicos está produciendo efectos negativos en la concentración y atención del alumnado en clase.
Padecer un sistema educativo enfocado en el rendimiento memorístico y de meros conocimientos técnicos (útiles en la lógica neoliberal) conlleva tener estudiantes con escaso pensamiento crítico. Tener un profesorado poco o nada instruido en neuroeducación y psicopedagogía contribuye a que el alumnado ostente deficientes habilidades sociales y psicológicas. Estos son solo algunos ejemplos que, según mi criterio, podrían explicar el perfil del estudiante medio que tenemos en mente cuando hablamos del asunto que aquí nos compete.
Aunque hay que añadir, querido alumno y querida alumna, que hay quienes todavía dentro del profesorado piensan que somos meros dispensadores de conocimiento. Sin embargo, la formación carece de sentido sin la tarea educativa, es decir, la de guiar el desarrollo del alumnado. Hay quienes tristemente pierden (o nunca han tenido) esta perspectiva. Los profesores y las profesoras no somos un simple faro que irradia luz de conocimiento, mientras que el alumnado pasivamente recibe tal iluminación. Más bien se trata de un ecosistema donde los educadores guiamos, ilustramos o explicamos, pero también escuchamos activamente, conectamos y aprendemos.
Querido alumnado, hay quienes todavía entienden la universidad como un coto privado para las élites, como una fábrica sagrada para la producción de altos directivos e intelectuales del país
Querido alumnado, hay quienes todavía entienden la universidad como un coto privado para las élites, como una fábrica (diría Ken Robinson) sagrada para la producción de altos directivos e intelectuales del país, que en su mayoría están desconectados de las múltiples realidades sociales. Hay quienes todavía entienden la universidad como un centro disciplinario. Mi visión es distinta, la universidad no debería ser un club de personas selectas, sino un hogar para quien quiera seguir aprendiendo y formándose en determinadas profesiones. Y es que la palabra hogar proviene del latín focus, que significa fuego. La universidad sería entonces un lugar cálido donde acercarse en comunidad al proceso del aprendizaje.
Ciertamente, hay quienes todavía esperan que el alumnado responda a una pregunta abierta del profesor por el mero hecho de formularla. Incluso hay quienes se quejan de la poca participación de los estudiantes sin haber elaborado un mínimo vínculo con ellos o haber creado un ambiente propicio. Hay incluso quienes creen que no es necesario crear ese escaso vínculo porque la universidad no es una guardería. Qué pobre el significado de la educación si creemos que los profesores y las profesoras somos meros dispensadores de conocimiento. Y parece mentira, pero todavía hay quienes no distinguen entre ejercer la autoridad y ser autoritarios o quienes confunden hablar con enseñar.
Qué pobre el significado de la educación si creemos que los profesores y las profesoras somos meros dispensadores de conocimiento
Me adhiero a las palabras de Miguel Ángel Santos: “No hay nada más estúpido que lanzarse con la mayor eficacia en la dirección equivocada”. Y es que parece ser que todavía hay una parte importante del profesorado que confunde tener amplios conocimientos técnicos con la labor de enseñar. Por eso me preocupa aquel profesor o aquella profesora que cree saber enseñar sin tener la mínima idea de pedagogía. Me preocupa el profesorado que se encierra en su torre de marfil desde donde ve al alumnado como siervo de sus indicaciones. En definitiva, para enseñar a pensar hay que saber pensar. Para enseñar a ser críticos hay que saber ser autocrítico. Para enseñar a argumentar hay que saber argumentar. Y así un largo etcétera.
Querido alumnado, si lees este artículo, te invito a ser crítico con el profesorado y el sistema educativo, pero sobre todo a ser autocrítico. Reflexiona sobre tu disposición a aprender y sobre tu actitud en clase. Piensa en qué podrías aportar en el aula. Confío en tu interés originario por aprender nuevos conocimientos, así que no dudes en preguntar, en exigir mejores explicaciones.
Debes saber que tu rol en la universidad tendría que ser activo. Ten en cuenta que en muchos casos el aprendizaje no va de la mano de la evaluación y que el valor de la formación no se ciñe a los conocimientos técnicos. A cambio, querido alumno y querida alumna, me comprometo a seguir aprendiendo a ser un mejor docente, un profesor que os ayude en este apasionante camino del aprendizaje. La universidad solo podrá convertirse en ese hogar del que hablaba antes si vosotros y vosotras lo habitáis y participáis.
En definitiva, querido alumno y querida alumna, os están intentando engañar: no toda la responsabilidad es vuestra
En definitiva, querido alumno y querida alumna, os están intentando engañar: no toda la responsabilidad es vuestra.
Por cierto, querido profesorado, si cree que su labor docente se centra más en engañar que en enseñar, sería necesario que se replanteara su continuidad en esta noble profesión, pues la sociedad merece y exige que realicemos nuestra labor desde la honestidad y la humildad. Si su engaño fuese pura retórica, sería conveniente que valorase otro tipo de vocabulario. Los docentes somos servidores públicos y nuestra función primordial debería ser ayudar a nuestros alumnos y alumnas a desarrollar sus capacidades y conocimientos previos. Y, desde luego, no es de recibo bajo ningún pretexto que el profesorado ridiculice a su alumnado.
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Veo un gran problema en la existencia del profesorado que, tras terminar su carrera, no encuentra el "trabajo soñado" y se dedica a la enseñanza. El estudio de varios años de pedagogía debería ser mandatorio para toda persona que quisiera dedicarse a la educación.
Por otro lado, temo que actualmente muchas y muchos jóvenes siguen siendo empujad@s por sus familias a estudiar esto o aquello, o simplemente a entrar en la Universidad sin existir una vocación, tan solo por el prestigio asociado a la licenciatura. A lo mejor esa persona habría sido feliz dedicándose a la mecánica, o a la pesca, o la jardinería... La formación va mucho más allá del título universitario y debería ser placentera y atrayente durante toda nuestra vida.