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Salud
“Vivimos la menopausia como nos dice la industria farmacéutica”
Elena del Estal, Alberta María Fabris, Adriana Fernández y Tania Rodríguez se sientan en círculo y comienzan a hablar. Ha arrancado la sesión de fotos para esta entrevista y quieren que les pille compartiendo en corrillo, tal y como aseguran que se ha gestado el libro Señoras. Una guía integral de la salud en la menopausia (Arpa y Alfil editores, 2023). La nutricionista, la ginecóloga, la psicóloga y la fisioterapeuta comentan que la obra es de producción colectiva, entre todas han decidido cada párrafo, y por ello ningún capítulo está firmado.
Las cuatro forman parte de la cooperativa de salud integral Zentro Empatía, situada en Madrid, que atiende a mujeres, muchas atravesando la menopausia. Tras constatar que hay una visión patriarcal de esta etapa de la vida, donde las señoras —término que reivindican— se sienten inservibles, cuando no enfermas, y la poca o nula información que existe sobre el final del periodo fértil, se pusieron manos a la obra para cambiar el relato. Y explican a El Salto que en este texto, además de claves para el autoconocimiento, hay una reivindicación política del lugar que deben ocupar las mujeres con la menopausia en el sistema.
Bueno, en primer lugar, la menopausia no es una enfermedad. ¿Por qué necesitamos una guía sobre salud?
Adriana Fernández: Yo empezaría explicando que es una guía de salud porque somos profesionales sanitarias, entonces esto surge de nuestro trabajo, de nuestra experiencia y por tanto podemos escribir, hablar, pensar sobre lo que conocemos. Esa es una de las patas de la guía.
Alberta María Fabris: Yo creo que es un libro de prevención, de promoción de la salud y que podría escribirse sobre cualquier etapa de la vida de las mujeres. Salud no es un concepto que vaya ligado a la enfermedad. En el libro tratamos cómo mantener a través de la prevención, la nutrición, la salud mental, el cuidado de sí misma y de las demás y el ejercicio, un buen estado de salud en un sentido amplio. Un buen estado de salud físico, pero también psíquico y social.
Tania Rodríguez: Es una guía porque hay muchas creencias limitantes y porque lo que nos encontramos desde nuestra práctica como sanitarias, pero también como feministas, es un miedo y una visión que está hecha desde fuera, que no es lo que corresponde a veces con ese 20 o 30% de mujeres que van a tener síntomas. Nuestras etapas conllevan ciertas cosas y estas cosas cada uno las va a vivir de una manera, no es igual para todo el mundo, pero desde luego no es una enfermedad y yo las puedo afrontar con herramientas propias y colectivas. Este libro es para autogestionarse en esta etapa.
El hecho de darles las herramientas para que ellas se adueñen de sus propios procesos me parece que es un acto político
Afirmáis que este libro tiene un objetivo político. Explicadme por qué.
A.F.: Hablamos de un modelo biopsicosocial que es político. Y es político porque, desde luego, la mirada de la salud está directamente puesta en el sistema. Es decir, ¿de qué hablamos cuando hablamos de salud? Por mucha intervención que haya o por muchas profesionales que aparezcan, si no hay un sistema de cuidados, un sistema que ponga el buen trato en el centro, que desde luego haya analizado todo lo que implica las relaciones de maltrato, la salud se queda coja.
Elena del Estal: Todos los actos que hacemos en nuestro día a día son políticos y también la manera que nosotras tenemos de abordar la salud con nuestras pacientes está politizada. El hecho de darles las herramientas para que ellas se adueñen de sus propios procesos me parece que es un acto político. También nuestra visión feminista de la salud.
T.R.: En el libro vamos a encontrar una propuesta política: el cuerpo de la mujer más vinculado al placer, al deseo, a las ganancias de la menopausia, no solo a lo carente. Es como rebelarnos contra como nos dicen que nos tenemos que ver. Y eso es profundamente político, porque va a otro paradigma.
Reivindicáis el uso del término señoras, ¿por qué?
A.F.: El término señoras aparece como algo denostado, más aburrido, más de segunda clase. Y lo que queremos es reivindicar que precisamente vivir como señoras, o tener una actitud y una vida de señoras, lo que implica es, sobre todo, un conocimiento de nosotras mismas y conectar con piezas muy claves, como es el placer, como es la sabiduría y como es también la fuerza. Creemos que la palabra señoras recoge esos tres pilares que tratamos en el libro.
A. M. F.: Es como reapropiarse del término “viejas” como hace Anna Freixas. Es una manera de apropiarnos de etapas, de vivencias, de la experiencia. Poner este título ha salido bien porque todas las pacientes están entusiasmadas con el nombre.
A.F.: Yo creo que incluye también la palabra autonomía. Al final, cuando empezamos a nombrarnos como señoras, lo que de repente se siente es una autonomía e independencia personal en el desarrollo de la salud de las mujeres, que siempre aparecen como sujetos dependientes.
T.M.: A mí me ha sorprendido que se lo ha leído bastante gente de entornos cercanos, y el otro día una vecina me decía “lo que más me ha gustado del libro es la palabra señora. La señora puede ser nudista con 86 años o se puede tomar un gin tonic un día que no trabaja, un martes a las 11:30 de la mañana”.
A. F.: Es el buen vivir y es también lo que no queremos, o sea, la idea de lo que queremos, pero también lo que necesitamos dejar atrás.
E.D.E.: Y no es algo que nos hayamos inventado. No queremos reapropiarnos de nada. Ahí están las ‘Señoras bien, señoras fetén’, (canción de Las Bistecs).
Nos quieren tristes, enfermas, deprimidas y anorgásmicas y ahí empieza un declive muy fuerte de la salud
Existen una serie de mitos en torno a la menopausia. Vosotras habláis de creencias limitantes. ¿Cuáles son?
T.M.: Una creencia limitante que me encuentro mucho como fisio y osteópata es que la libido desaparece. Pero ¿qué hay detrás de esto? A veces lo que hay es que se han ido los hijos y las hijas y tienen a un señor al lado que no les gusta. A veces, que tienen ganas de separarse. A veces, que están cansadas de su trabajo. Con la menopausia tú ya no cumples el rol prioritario que se te ha asignado como mujer, que es el reproductivo, y entonces ya todo lo que te pase tiene que ver con la menopausia. Lo vivimos como nos lo manda vivir la industria farmacéutica y la medicina patriarcal, como una etapa vinculada a la enfermedad.
Yo la creencia más limitante que veo en consulta es la que nos viene desde fuera, pero que tenemos interiorizada, porque hay mucha violencia estética en el sentido de que ya no tienes un cuerpo deseable y si nadie te desea, tú no deseas. Nos quieren tristes, enfermas, deprimidas y anorgásmicas y ahí empieza un declive muy fuerte de la salud.
A.M.F.: Algunas mujeres me explican que, pese a todo lo que habían oído, la menopausia para ellas ha sido una liberación.
El otro día, hablaba con una paciente que lleva ocho años con la menopausia y cuatro meses sin libido. Decía que siempre había sido super sexual y ahora tiene una pareja nueva y lleva cuatro meses sin relaciones y creía que era por la menopausia. Le pregunté si había hecho algo en los últimos cuatro meses y me dijo que había cambiado de antidepresivo. La creencia limitante es que todo es debido a la menopausia. Entonces, si coges peso, por ejemplo, es por la menopausia, pero nadie te mira cómo está tu tiroides. La menopausia no puede ser pensada como el inicio de todos los males.
A.F.: Creo que también es muy importante en esa etapa poder hablar de los duelos. Si tenemos un sistema de vivencias y de creencias saludables relacionadas con la menopausia, de adultas lo que nos permite es despatologizar todo eso. Es decir, vivimos esa etapa no desde el trauma, sino desde el duelo. Y esto es fundamental. Porque al final estamos en una etapa que en absoluto tiene que ser una etapa patológica y, sin embargo, se vive como una especie de trauma, algo de lo que hay que salir, algo de lo que hay que huir. Creo que es importante poder transitar las etapas desde esa idea de duelo de lo que he perdido, de qué puedo hacer, de cómo puedo cuidarme.
Hemos hecho un libro con claves para fomentar la autonomía que es conocimiento, y te da herramientas para que tú te hagas dueña de tu proceso
Pretendéis aportar información actualizada para acoger los diferentes cambios en el cuerpo de las mujeres desde una mirada integral y con perspectiva de género. ¿Cómo se puede trabajar la menopausia con perspectiva de género?
E.D.E.: Aportando información que nos han quitado muchas veces. De esa manera la persona se adueña de su proceso y tiene la capacidad de decidir si quiere tomarse una medicación para los sofocos o no se la quiere tomar. Aportando información le quitamos esas creencias limitantes y desmontamos todos esos mitos que van ligados totalmente a la medicina con sus sesgos de género.
T.R: También desde una perspectiva de género en ninguna de nuestras prácticas profesionales naturalizamos el dolor. Cuando acuden mujeres a nosotras, hay muchas que expresan la naturalización, por ejemplo, del dolor en las relaciones con penetración o del cansancio o de la fatiga o del dolor de regla o del insomnio. Algo que escuchamos mucho más de lo que nos gustaría es “no he tenido escucha”, “en la consulta no me he sentido vista”, “han opinado de mis sentimientos y de mis emociones, cuando lo que una siente no es opinable”. Y luego han naturalizado el dolor.
Hay perspectiva de género porque no buscamos la dependencia del profesional sanitario. Tenemos muy claro que esto es una cooperativa sanitaria de trabajo y que hay gente que viene con problemas de salud. Pero hemos hecho un libro con claves para fomentar la autonomía que es conocimiento, y te da herramientas para que tú te hagas dueña de tu proceso.
Y para que no te manden antidepresivos.
T.R.: Efectivamente.
A.F.: Este trato de igual a igual implica mucho. Implica que nuestro centro es un espacio seguro para las mujeres. Es un espacio donde no obligamos a hacer nada que no quieran, ni tampoco a que nos cuenten nada que no quieran. Es decir, realizamos un acompañamiento donde entendemos también que las que más saben sobre su propio proceso son ellas y no nosotras. Y eso, para mí, es una práctica feminista.
A.M.F.: Para mí, la perspectiva de género es quitarnos también el juicio constante sobre nosotras, las mujeres, y devolvernos el poder que tenemos, aunque no seamos jóvenes, fértiles o con cuerpos de Photoshop.
También hablamos de perspectiva de género en la manera en que abordamos las relaciones, que no son relaciones solo heterosexuales coitales, sino que también damos espacio a las necesidades del colectivo LGTBIQ+. Además, la relación puede ser contigo misma. Y esta es la mirada que tenemos nosotras en consulta.
Hay mujeres que llegan al instituto sin saber dónde está el clítoris. Hay mujeres que llegan al parto y se preguntan: “¿Dónde está mi útero?
Habláis mucho del autoconocimiento y creo que nos hace poderosas. ¿Vivimos a oscuras con respecto a nuestro propio cuerpo?
T.R.: Sí, claro, muchísimo, es una cosa impresionante. Y es una cosa también que yo creo que es premeditada, que viene desde el sistema escolar. No se puede dar la biología como se daba hace 30 años, sin nombrar vulva o vagina. Hay mujeres que llegan al instituto sin saber dónde está el clítoris. Hay mujeres que llegan al parto y se preguntan: “¿dónde está mi útero? ¿Qué hace mi útero en el parto?”.
Todo este conocimiento que damos en el libro, si se impartiera en la enseñanza, nos haría llegar a vivir todas nuestras etapas desde la infancia a la adolescencia y saber entender qué está pasando en nuestro cuerpo durante la menopausia. Hay un montón de mujeres que preguntan qué es el climaterio.
En otras culturas durante el climaterio las mujeres entran en los consejos de sabiduría y aquí se vive la invisibilización, la relegación, el “no sirves”
Justo eso es lo que iba a preguntar ahora. ¿Qué es el climaterio?
T.R.: Pues climater viene del griego y significa subir un escalón. Climaterio podríamos decir que es la etapa que va de la perimenopausia a la postmenopausia. Podríamos decir que son los cinco años antes en que tu cuerpo ya empieza a presentar irregularidades hormonales antes de que tengas la menopausia, que es un año o año y medio sin regla, y luego el tiempo de después en el que tu cuerpo va a adaptarse a esos cambios de déficit de estrógenos. Decimos que el climaterio puede durar como unos diez años, es una etapa bastante importante. En otras culturas las mujeres entran en los consejos de sabiduría y aquí se vive la invisibilización, la relegación, el “no sirves”. Muchas mujeres vienen a la consulta diciendo que acuden solo porque han empezado con la menopausia. Vienen con terror y con angustia cuando ha arrancado un proceso natural.
Otro término: ¿qué es la terapia hormonal sustitutiva y por qué no es prescindible?
A.M.F.: Es una terapia a base de estrógeno y progesterona, que son las dos hormonas que producimos a nivel ovárico durante los ciclos menstruales, o puede ser a base de solo estrógenos para la sequedad vaginal. Se ha demonizado a raíz de un estudio. Se prescribió a muchas mujeres durante una fase, luego ese estudio hizo que se creara mucho miedo hacia esta terapia por aumento de riesgo de cáncer de mama o de accidentes vasculares. Ha habido muchos años en los que las sociedades científicas han desaconsejado estas terapias y los médicos hemos tenido mucho miedo. La idea del libro no es demonizar. Actualmente, las guías para el tratamiento de la menopausia dicen que en caso de síntomas moderados o graves o en la menopausia precoz, sí que la terapia tiene más ventajas que desventajas. Entonces: no es necesaria, tiene contraindicaciones y nuestra idea es resignificar todo, pero son las mujeres las que deciden.
Todos los procesos de las mujeres se tienden a medicalizar muchísimo, más que los de los hombres
Al final es individualizar el trato.
E.D.E.: Es personalizar la intervención.
T.R.: Yo tengo 50, estoy menopáusica y veo cómo trataron a mi madre, que tuvo la menopausia con 45, con el siguiente paradigma: tú tienes un problema y yo te trato con algo ajeno a ti, porque mi interés es que tú seas turgente, productiva, sexualmente activa, disponible y que los huesos estén como si tuvieras 30 años. Entonces las que leen el libro nos dicen “claro, es que ahora vosotras nos ponéis a currar. Ahora ya no vale la pastillita. Ahora hay que darle al movimiento, aprender sobre nutrición, aprender a dormir bien…”. Yo creo que hay un cambio muy importante de cómo se ha estado viendo y cómo proponemos que se puede ver.
E.D.E.: También para romper con la medicalización de todos estos procesos, que todos los procesos de las mujeres se tienden a medicalizar muchísimo, más que los de los hombres.
Y esto es por este sistema patriarcal en el que estamos metidas y por nuestra socialización. Las mujeres tenemos dobles jornadas de trabajo, estamos más expuestas a los tóxicos ambientales y como consecuencia, caemos más enfermas, nos hacen menos caso, lo achacan todo a la histeria colectiva que tenemos y esto se alimenta sobre todo con psicofármacos.
A.F: También está la importancia de colectivizarlo, de lo comunitario. Cuando la menopausia se naturaliza aparece en las relaciones interpersonales. Cuando somos muchas también tenemos más poder y eso tiene mucho que ver con la perspectiva feminista: el poder de lo colectivo y de los espacios comunitarios. Y creo que las señoras y las mujeres en menopausia ya se están empezando a dejar ver, a relacionarse de una manera más colectiva y a usar los espacios públicos y eso es lo que tienen que hacer. De repente hay mujeres con menopausia visibles y diversas, y la intención es dejar de que se nos vea como molestas.