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Relegadas, en el mejor de los casos, a las lecciones de los libros de texto de Literatura que casi nunca se imparten; confinadas a reductos como las antologías de mujeres poetas; y con escasa presencia en las instituciones que limpian, fijan y dan esplendor a la lengua española –solo 8 de las 46 sillas de la Real Academia están ocupadas por mujeres en la actualidad–, las poetas tampoco ganan premios ni participan en los jurados que los conceden. Por mucho que sean convocados por instituciones públicas y que esta discriminación suponga un incumplimiento de la ley.
Era un rumor, algo que se comentaba en determinados círculos, pero el ninguneo que históricamente han sufrido las mujeres que escriben poesía ya se puede cifrar, teniendo en cuenta un dato relevante: la cantidad de premios de carácter público concedidos.
Y ese dato no deja lugar a dudas: de un total de 1.468 premios de poesía con una dotación igual o superior a 5.000 euros concedidos por instituciones públicas o fundaciones privadas sin ánimo de lucro entre 1923 y 2016, 257 (el 17,51%) fueron otorgados a mujeres y 1.211 (el 82,49%) a hombres.
Es el resultado que arroja el informe Descubrir lo que se sabe (Estudio de género en 48 premios de poesía), elaborado durante los últimos dos años por la Asociación Genialogías de mujeres poetas, un colectivo en el que participan más de 60 autoras españolas y latinoamericanas afincadas en nuestro país, bajo la dirección de Nieves Álvarez, poeta, investigadora y vicepresidenta de la asociación.
El estudio también señala la desproporción existente en la composición de los jurados, en los que la participación de las mujeres se situó en el 15,82%. En todas las ediciones analizadas hubo hombres en los jurados, pero en 414 de ellas no hubo ninguna mujer. De las 1.060 plazas ocupadas por mujeres en los jurados, 162 (el 15,66%) lo fueron por secretarias sin voto.
“El informe nos dice algo muy claro –indica Álvarez (Mingorría, Ávila, 1949) a El Salto–: ser mujer y poeta en este país es sinónimo de tener menos posibilidades de ganar un premio de poesía, de publicar en una buena editorial y de ser miembro de un jurado. Este poder está en manos de poetas varones y en algún caso de las editoriales que colocan los jurados”.
Según la poeta Nieves Álvarez, “ser mujer y poeta es sinónimo de tener menos posibilidades de ganar un premio, de publicar en una buena editorial y de ser miembro de un jurado”
En su opinión, “no se puede utilizar como argumento que no hay mujeres poetas o que son malas, porque eso es machismo. Creo que eso es lo que pasa: son machistas quienes deciden esto”.
Álvarez explica que, durante la investigación, las instituciones públicas convocantes de los premios “han tenido la oportunidad de desmentir o confirmar los datos que íbamos obteniendo” y denuncia que en los certámenes se vulnera la Ley de Igualdad Efectiva, promulgada por el Gobierno en 2007.
En su articulado, el texto legal insta a los poderes públicos a adoptar medidas específicas a favor de las mujeres para corregir situaciones patentes de desigualdad de hecho respecto de los hombres (artículo 11), lo que denomina “acciones positivas”.
En concreto, el artículo 26 trata de la igualdad en el ámbito de la creación y producción artística e intelectual e indica las actuaciones que las administraciones públicas han de desarrollar para hacer efectivo el principio de igualdad de trato y oportunidades: iniciativas destinadas a favorecer la promoción específica de las mujeres en la cultura; políticas activas de ayuda a la creación y producción artística e intelectual de autoría femenina, traducidas en incentivos de naturaleza económica; promover la presencia equilibrada de mujeres y hombres en la oferta artística y cultural pública; y respetar y garantizar la representación equilibrada en los distintos órganos consultivos, científicos y de decisión existentes en el organigrama artístico y cultural.
Hay algunas excepciones al incumplimiento generalizado de la Ley de Igualdad, como el premio Tardor, pero en 2017 no se convocó tras 21 ediciones
Como excepciones al incumplimiento generalizado de la ley en los premios públicos de poesía con dotaciones superiores a 5.000 euros, el trabajo de Genialogías encuentra al premio Tardor, organizado por la asociación cultural Amics de la Natura y patrocinado por el Ayuntamiento de Castellón y la Diputación Provincial, que “desde 2008 ha ido equilibrando los jurados” pero que en 2017 no se convocó tras 21 ediciones, el Premio Ricardo Molina y el Nacional de Poesía, “que están cerca de cumplir la ley”, según Álvarez, quien se pregunta si las instituciones culturales públicas no conocen la ley y aclara, por si hiciera falta, su postura: “No pedimos que nos den premios por el hecho de ser mujeres sino que no nos los quiten por serlo. Ese ninguneo a las mujeres es el germen de violencias machistas”.
La escritora y traductora Noni Benegas (Buenos Aires, Argentina, 1947) apunta a varias causas que explicarían la diferencia de consideración entre autoras y autores en el reparto de premios de poesía. “La desigualdad se produce –explica a El Salto– porque los jurados son en su mayoría masculinos. También porque esos premios de los ayuntamientos e instituciones oficiales se conceden a determinadas editoriales, en su mayoría dirigidas por señores muy mayores como Visor”.
La colusión de intereses es, para ella, lo que propicia que a las poetas no se les otorguen premios: “Tampoco se entregan a hombres poetas que valgan la pena. Ganan quienes son convenientes a los editores, que llegan de inmediato al público. Es todo un negocio”.
Tirando de ese hilo, Benegas desbroza el camino para alcanzar a entender cómo se ha llegado a esta situación de desigualdad: “Si existe la corrupción en las más altas esferas en temas como la sanidad con determinados laboratorios, que es obvia, mucho más en el campo literario donde se juega nada más y nada menos que la cultura. A esta gente le importa un pito la cultura. Entienden que los premios de poesía son un ornamento, algo completamente aleatorio. Y estos editores se comportan como caciques, campean como Pancho por su casa y publican el 60% o 70% de los premios oficiales que se otorgan. Sabemos que va en una determinada tendencia, que empezó hace unos 30 años, que lo que hizo fue ablandar la palabra poética para que llegara a más gente, hacerle juego al mercado”.
Benegas reside en España desde 1977. Junto a Jesús Munárriz cribó durante varios años la producción poética, en una investigación que dio lugar a la compilación Ellas tienen la palabra: dos décadas de poesía española, publicada por Hiperion en 1997.
Ella reivindica la importancia crucial de las mujeres en las letras, recuerda que han escrito la mitad de la literatura existente y señala que “el primer poema de amor lírico fue creado por Safo en el siglo VI a.C.”.
Según su experiencia, no escuchar a la mitad del mundo genera una vida muy aburrida y más pobre: “Un país es mucho más rico cuando se suma un caudal de voces que estaban ocultas”.
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Chus Pato “O poema está fóra, pertence ao mundo, pero ao mesmo tempo é o máis íntimo que a poeta pode ter”
La postura más sensata de una feminista ante los premios:
http://monitorsur.com/destacada-pensadora-feminista-renuncia-al-doctora-honoris-causa-de-la-unicach-rechaza-compartir-dicho-grado-con-el-general-cienfuegos/
Quizá la foto no sea la más apropiada... Que una de las principales demandas de los derechos de la mujer sea ser premiada en los podridos y corruptos concursos de poesía (que todos conocemos), que una de las mayores aspiraciones de la lucha por la igualdad sea que el Rey te de la mano y te "premie", me parece algo lamentable. El mundillo de los concursos literarios es jerárquico, elitista y corrupto... el único objetivo claro sería el de destruirlo al completo.
La idiotez del mundo: Establecer la mediocridad por decreto. Mejor preguntarse por la calidad. Ser hombre o mujer no implica verdadero talento. Tampoco la poesía servil. Que sea libre y el tiempo recuerde a los mejores o mejoras.