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Feminismos
“Para resistir primero hay que comer”: intercambio de saberes para combatir al sistema en el Pumarejo
En el corazón de una Sevilla abarrotada de turistas y en el que la palabra vecindad parece haber sido borrada del mapa, aún late un símbolo de la resistencia y la convivencia, La Casa del Pumarejo. Un espacio donde desde hace años la Asociación de mujeres migrantes Mujeres Supervivientes habitan y realizan su activismo para “salir de todas las violencias y opresiones que nos atraviesan” a través de la intervención, la acción política y también el encuentro y los cuidados.
Este ha sido el espacio elegido por el espacio de investigación feminista La Laboratoria como previa al seminario público. Investigación militante en contextos de violencia que se realizará en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en Madrid el 5 y 6 de julio, donde se desplegará “una crítica radical a los discursos hegemónicos en torno a la violencia” y se interrogará “desde las prácticas colectivas sobre las posibilidades de una justicia feminista que transforme el estado de cosas”, según el propio espacio de conocimiento. En un contexto internacional donde los discursos de odio, las posiciones más conservadoras que tienen por bandera el racismo y el machismo, se encuentran en un momento de gran empuje político.
Cuidados
¿De qué hablamos desde los feminismos cuando hablamos de cuidados?
El encuentro en Sevilla ha servido de excusa para compartir estrategias y saberes para resistir ante el sistema y también, igual de importante y al puro estilo de la Casa del Pumarejo, un plato de arroz, porque como anunciaba la convocatoria “para avanzar primero hay que comer”. En la conversación han participado activistas locales como Ana Pinto de Jornaleras de Huelva en Lucha, Marijose Barrera de El Colectivo de Prostitutas de Sevilla y Antonia Avalos de mujeres supervivientes y también de diversos territorios de Abdya Yala: la escritora y activista por la vivienda Helena Silvestre desde Sao Paolo, Martha Cecilia Collaguazo Velasco y Jazmin Sofía Escuntar Chavez del colectivo Mujeres De frente en Quito y Fernanda Martin desde Porto Alegre.
“Partimos del derecho a la educación, Mujeres De Frente está lleno de cuerpos que han sido negados a estos espacios académicos, al acceso a este lenguaje que utilizan las elites para oprimir estos cuerpos” comenta Jazmin Sofía Escunta Chavez.
Mujeres de Frente es un proyecto que nació en 2004 como un colectivo en la cárcel de mujeres de Quito (Ecuador) formado por mujeres presas y mujeres no presas. “Actualmente, somos una amplia comunidad de cooperación y cuidado entre mujeres diversas y desiguales, somos una organización feminista popular y antirracista contra el castigo y una comunidad de reflexión, producción y cuidado entre mujeres, niños, niñas y adolescentes”, así se autodefine el colectivo. Mujeres de frente está compuesta por más de 80 mujeres cabezas de hogar “que sostenemos una extensa red de familias en Quito”. Muchas de estas familias se encuentran vinculadas a la prisión regional Cotopaxi, uno de los símbolos de las estrategias de criminalización de la pobreza del gobierno de Ecuador.
En un contexto de persecución de la pobreza y violencia institucional generalizada, el colectivo lleva años poniendo en marcha procesos de intervención política y cuidado colectivo. Como escuelas de formación política feminista y popular tanto en la Universidad Andina como en la prisión, y la de creadoras-bordadoras junto con el colectivo Bordar la ternura. En la Universidad Andina se realiza la propuesta formativa de co-investigadoras para las que el colectivo ha puesto en marcha unas becas, ya que, “para poder dedicarse a investigar, las mujeres tienen que dejar sus trabajos en la calle, como recicladoras o en casa de otras mujeres”, sostiene Jazmin Sofía Escuntar Chavez. El colectivo pone en el centro de su discurso la importancia de que estas mujeres se formen como investigadoras dentro de centros universitarios “Partimos del derecho a la educación, Mujeres De Frente está lleno de cuerpos que han sido negados a estos espacios académicos, al acceso a este lenguaje que utilizan las elites para oprimir estos cuerpos”, sentencia Escuntar.
“Somos el mejor gobierno de nosotras mismas”, comenta Helena Silvestre
Además de estos espacios formativos, Mujeres Defrente lleva a cabo diversos proyectos de emprendimientos desde la economía popular, feminista y solidaria como Canasta&Catering y el Taller de Costura, unas alternativas de trabajo digno desde la autogestión. “El racismo, el despojo y la explotación capitalistas para nosotras se traducen en la dificultad de sostener la vida de nuestras familias cada día”, sostiene el colectivo.
Encuentro “Pumarejo en resistencia” en Sevilla con @MujeresdFrente, @helenitaluta de @amazonasrevista, @JornalerasL y @CPSproderechos acogidas por @mujeressuperviv.
— La Laboratoria (@LaLaboratoria) July 4, 2023
Todo un lujo para pensar juntas ❤️🔥❤️🔥❤️🔥
Mañana y pasado muchas de las compañeras suben al seminario en Madrid 🫶🏼 pic.twitter.com/xoeXapwEwz
En Brasil, la activista y escritora Helena Silvestre lleva más de dos décadas haciendo activismo por el derecho a la vivienda en el país con el colectivo Luta Popular, además es integrante de la Escola Feminista Abdya Yala y editora de la revista Amazonas. “El tema de la vivienda es una gran problemática en Brasil, por la inflación en la tierra y los alquileres, en el campo para la agricultura y en la ciudad para la especulación inmobiliaria. Esto ha generado una expansión de las favelas y ahora es peor porque hay menos tierra y la gente se encuentra en espacios con riesgo”, sostiene la activista. Desde 2003 el colectivo lleva realizando diversas ocupaciones de tierra para generar espacios habitacionales “Nosotros lo que hacemos es ocupar tierras vacías en la ciudad, terrenos que no han servido para nada en las últimas décadas que están solo para la especulación. Ocupamos con gente que viene de situaciones difíciles de alquiler o de vivir en la calle y armamos un campamento, que es bastante precario, pero la gente pone su fuerza porque tiene la esperanza de que se pueda tener una vivienda segura”.
Estas ocupaciones llegan a ser de hasta 4.000 familias, “son pequeñas ciudades” como sostiene la activista, y en ella se decide de forma colectiva los espacios comunes, se construyen los servicios y hasta escuelas y casas de mujeres. Todo ello mientras continuamente se sufre la violenta persecución de las instituciones y se convive con la incertidumbre de que la policía pueda acabar con el proyecto. Sin embargo, Silvestre a través de estas décadas de activismo y la vida en las ocupaciones cuenta con un gran aprendizaje: “Somos el mejor gobierno de nosotras mismas”.
La escritora se define a sí misma como una feminista favelada, a pesar de que creció sin escuchar la palabra feminismo y que cuando la escuchó por primera vez no se sentía representada: “Conocí el feminismo y pensé que lo que estaban diciendo no tenía nada que ver con mi vida, hablaban de no ser frágiles, pero cuando fue que alguien me consideró frágil en la favela si viene la policía a matarme todo el tiempo”. Sin embargo, con los años se ha apropiado de esta palabra como “forma de decirle a mis compañeras de las favelas que lo que hacen todo el tiempo es feminista, trabajar por un mundo mejor para todes y que pueden meterse en cualquier debate”. Silvestre sostiene que desde siempre ha visto feminismo en la favela “Mi madre cuando yo tenía piojos me los quitaba a mí y al resto de niños. Eso es feminismo, es trama comunitaria, es doble poder y es gestión colectiva de la vida”. La activista también incide en la necesidad de tomar la palabra para narrar toda esta realidad y lo ha hecho en su libro Notas sobre el hambre.
En tiempos de desaliento y con la violencia soplando en el cuello, es esencial generar espacios colectivos donde soñar y compartir otros mundos posibles donde nuestra dignidad se encuentre en el centro.