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Extremadura
Víctor Chamorro y la Historia de Extremadura
A lo largo de la primera mitad de los ochenta Víctor Chamorro publicó los siete tomos de su Historia de Extremadura, una obra rica, atípica, viva. Cada tomo se centraba en un periodo acotado en el subtítulo, dispuestos en orden cronológico, siguiendo, en principio, la conocida “flecha del tiempo”. Sin embargo, cada tomo abarcaba un periodo considerablemente más amplio que el siguiente. El primero arrancaba en la prehistoria y llegaba al Renacimiento; los posteriores cubrían siglos; los más recientes, apenas unas décadas. A mayor proximidad del pasado, mayor dedicación del autor. La flecha del tiempo engrosaba con su trayectoria. La decisión no resultaba extraña a tenor de la consabida diferencia entre tiempo cronológico y tiempo histórico: si el primero se despliega regularmente, el segundo se suele medir en cambios e intensidad. No obstante, la mayor atención que Víctor Chamorro prestaba a los procesos recientes resultaba inusual a principios de los ochenta. A la dificultad por la falta de perspectiva y dispersión de las fuentes, se sumaba en el caso de España –tanto o más en el de Extremadura- el temor a escribir una historia marcada por la guerra civil, la dictadura y una transición a la que estaban sobrevivieron las viejas élites y en la que se estaban formando otras muy adaptativas.
Extremadura
Una nueva publicación recuerda la obra de Víctor Chamorro
La Historia de Extremadura de Víctor Chamorro estaba cargada de presente. A diferencia de las enciclopedias históricas tradicionales y de las historias teleológicas de largo recorrido, en la obra de Víctor Chamorro el presente no aparecía como la culminación de una trayectoria (si acaso entrecortada) de ascenso y acumulación. Tampoco aparecía como una ruptura con el pasado, como el momento de liberación del peso muerto de la historia o el lugar desde el que mirar, satisfechos, el lastre secular que se ha dejado atrás. En la Historia de Extremadura de Víctor Chamorro el presente aparecía como conexión con el pasado, como conciencia de un pasado que seguía pesando demasiado, pero que también contenía experiencias de alivio, como una invitación a redimirlo. Para fijar esa conexión Víctor Chamorro eligió como tiempo verbal de su narración el presente histórico. Escribía, por ejemplo: “El segador es contratado por el diezmo de lo que siegue. El pastor recibe el diezmo de los quesos”, “en Zalamea de la Serena la Guardia Civil mata a dos campesinos hiriendo a tres más” o “los ciudadanos de Llerena deciden volar el puente de Valdeolalla para impedir el avance de Yagüe y ganar tiempo” . Frente al uso del pretérito indefinido -habitual y más seguro en la escritura de la historia, que marca distancias entre el lector y el pasado-, el uso del presente histórico sitúa al lector en el pasado y da velocidad y viveza a los hechos, acercándolos a nuestro tiempo. Frente a la narración de una historia lejana, o frente a la narración de una historia que avanza inexorable e impositiva sobre un presente inerme, Víctor Chamorro situaba al lector en el pasado, como incitándole a cambiar, en su tiempo, el curso de la historia. Cada tomo, cada periodo, contaba con un adjetivo de subtítulo. Todos denotaban la marginación o sometimiento de Extremadura a lo largo del tiempo: “uncida”, “iluminada” (en el sentido de fanatizada), “desterrada”, “enclaustrada”, “vejada”, “posternada”. Todos salvo el último, que se correspondía al tiempo presente del autor, 1970-1984, cuyo subtítulo era “esperanzada”.
En la Historia de Extremadura de Víctor Chamorro el presente aparecía como conexión con el pasado, como conciencia de un pasado que seguía pesando demasiado, pero que también contenía experiencias de alivio, como una invitación a redimirlo
El título de la obra y los subtítulos de cada tomo -sugerentes, necesarios para lo que se quería contar y reivindicar- resultaban también problemáticos. Hablar de Extremadura desde la prehistoria a la década de los ochenta del siglo XX podía presuponer la existencia de una entidad territorial más o menos delimitada desde entonces, de una identidad cultural persistente, incluso de un sujeto colectivo (un pueblo) que habría sido objeto de exclusión y opresión a lo largo de los siglos. Así se venía escribiendo sobre la identidad nacional española, idealizada y exaltada de forma ahistórica, para tratar de imponerla a cualquier otra. Sin embargo, esta tentación quedaba contenida en el enfoque general de la obra, desplegado en cientos de páginas, en sus ramificaciones y concreciones. Víctor Chamorro no solo contaba la historia de una sociedad cambiante en el marco de un espacio en redefinición, sino de una sociedad desigual y conflictiva. Era una “historia desde abajo”, en dos de los sentidos que tiene esta expresión: una historia que prestaba atención preferente a las clases populares, y la historia escrita por un autor que quería ver el curso de los acontecimientos desde la perspectiva de la gente corriente y se identificaba con sus reivindicaciones y anhelos. La perspectiva desde abajo funcionaba como antídoto ante la ficción de una comunidad integrada.
Culturas
En la muerte de Víctor Chamorro: Tinta y amistad que curan
En la Historia de Extremadura aparecían personas de toda condición social. También de las condiciones sociales subalternas que se han encadenado o solapado a lo largo del tiempo: esclavos, plebeyos, siervos, jornaleros… Aparecían trabajadores y trabajadoras de actividades distintas. Pastores, escribanos, maestras, médicos rurales, artesanos y campesinos de baja y diversa condición: pequeños propietarios, arrendatarios, yunteros, braceros. Se contaba su relación con el territorio, condicionada por valores y formas originales de vida, por la privación de recursos y niveles de desarrollo tecnológico, por la necesidad y por la violencia: de la sujeción forzosa a la tierra a la trashumancia, las repoblaciones o la migración. Se narraban relaciones de clase marcadas por la apatía, su naturalización o la adhesión a las élites, por el temor y la sumisión, por la toma de distancia y la resistencia pasiva, y por un amplio repertorio de protesta: revueltas, motines, guerrillas, paros, huelgas, ocupaciones de fincas… Era una historia de cultura, en las dos acepciones más básicas y artificiosas que tiene esta acepción: de cultura popular y alta cultura. Era una historia sobre los puentes y la difuminación más real entre esas instancias: de tradiciones orales y poetas del pueblo, de talleres de pintura y tabernas, de cantes hondos. No es extraño que Víctor Chamorro identificara estas zonas de confluencia entre lo popular y lo letrado -mucho más amplia en el pasado de lo contado por quienes han tratado de situarse por encima-, porque él mismo se venía moviendo en este espacio en sus novelas.
En la Historia de Extremadura aparecían personas de toda condición social. También de las condiciones sociales subalternas que se han encadenado o solapado a lo largo del tiempo: esclavos, plebeyos, siervos, jornaleros…
La Historia de Extremadura de Víctor Chamorro era una historia novelada, escrita con pulso y destreza, con un lenguaje rico, cuidado, recreativo a veces, propio. El lenguaje se desplegaba variadísimo (sofisticado, preciso, lírico, castizo), en parte por afán de estilo, en mayor medida para alcanzar, entre la naturalidad y la sorpresa, los extremos del paisaje, los rincones de los pueblos, los recovecos de la vida la gente. Paul Veyne definía la historia como una “novela verdadera” para referirse a una disciplina con capacidad explicativa y probatoria, pero que era también un constructo necesitado de técnicas y recursos narrativos. En la disciplina de la historia la narración no es solo la forma expositiva y divulgativa de la verdad encontrada previamente en un plano, digamos, empírico, analítico o abstracto. Es uno de los procedimientos -uno de los momentos mismos de la investigación- a través de los cuales el historiador construye sus explicaciones y significados. Las fuentes, imprescindibles en la escritura de la historia, reflejan hechos, datos, experiencias, vivencias o sensaciones muy parciales y fragmentarias. La función del historiador consiste en vincular esos hechos fragmentarios; consiste, como dice Veyne, en “proponer una trama”, un entramado, una relación de lo que aparece disperso e inasible en su totalidad. La narración no solo expone la trama, sino que la construye, la propone. La Historia estudia los entramados sociales y su evolución a lo largo del tiempo, sus cambios, sus continuidades, las recurrencias y disrupciones. Aprehender esa motilidad -en que las estructuras, las sociedades y los agentes adquieren su verdadera fisionomía- requiere de una narración. La historia necesita ser contada, y en eso radicaba otro de los valores de la Historia de Extremadura de Víctor Chamorro, en la trama que proponía, en su dinamismo, en su capacidad para contar.
Extremadura
Víctor Chamorro, el arte de desentrañar Extremadura
En su Historia de Extremadura Víctor Chamorro concitaba multitud de voces del pasado, con afán demostrativo y al objeto de ceder y repartir protagonismo en la enunciación. Llevaba constantemente al cuerpo del texto citas literales de protagonistas de la época y reservaba el final de cada capítulo a la transcripción de testimonios extensos, rompiendo con un convencionalismo pensado para asegurar en el relato la primacía de la voz del historiador y su responsabilidad sobre lo escrito. Cada dos o tres párrafos sacaba a escena a personas del tiempo evocado (con la habilidad del dramaturgo) o reproducía lo que había escrito otro historiador (en reconocimiento al trabajo ajeno). Enseguida retomaba su propia voz, un tono personal con el que se hacía cargo de lo sugerido. Dejaba registros de época, y la marca del trabajo arduo que hay detrás de su localización.
Las virtudes de la Historia de Extremadura de Víctor Chamorro explican la buena recepción que tuvo en el momento de su publicación, pero también la marginación o el silencio que sufrió pronto, de la segunda mitad de los ochenta hasta hace poco. Historia de Extremadura, historia del presente, historia desde abajo, historia novelada… e historia desde fuera de la Universidad y las instituciones de la Extremadura autonómica. No encajaba. La obra se movía entre la descripción de la miseria, la marginalidad y la violencia de la región, por un lado, y la reivindicación, por otro, de su riqueza natural, cultural y popular, de sus formas de resistencia y sus ocasiones perdidas. Dedicaba más de la mitad de la obra a la Dictadura de Primo de Rivera, a la Segunda República (especialmente a las promesas de la reforma agraria y la agitación en el campo), a la Guerra Civil, al Franquismo (sobre todo a la represión y la sangría migratoria) y a la transición (a las expectativas abiertas y a los proyectos de libertad, igualdad y verdadera autonomía).
Historia de Extremadura, historia del presente, historia desde abajo, historia novelada… e historia desde fuera de la Universidad y las instituciones de la Extremadura autonómica. No encajaba. La obra se movía entre la descripción de la miseria, la marginalidad y la violencia de la región, por un lado, y la reivindicación, por otro
La obra no encajaba en el discurso de la modernización de los ochenta y noventa, que no quería mirar de frente al pasado reciente, para no reconocer sus continuidades ni la deuda con quienes lo enfrentaron. Ese discurso de la modernización resultaba más limitado y limitante en Extremadura. Las mayores dificultades para sacudirse el pasado reciente se compensaban mirando para otro lado, a veces hacia un futuro de prosperidad que no terminaba de llegar, pese a las mejoras; otras veces muy hacia atrás, como se hizo con los fastos del V centenario de 1492, cuando el discurso sobre el encuentro entre culturas apenas ocultaba el rancio orgullo por la conquista. Los intentos de retomar las alternativas más ambiciosas fueron arrinconados, declarados obsoletos por la pereza a actualizarlos. La reivindicación de la reforma agraria fue desplazada por la subvención europea, dadivosa con la gran propiedad, tacaña con los subsidios a los trabajadores desempleados, gestionada para reforzar las nuevas estructuras de poder regional y local. Emprendedores subvencionados y funcionarios devenidos en burguesía ante el menor coste de la vida en la región poblaron el imaginario aspiracional de Extremadura, sobrepuesto a la realidad de miles de parados y trabajadores precarios y a esa válvula de escape que siempre estuvo ahí: la emigración. La impotencia a la hora de reducir de forma significativa la desigualdad con respecto al resto de regiones se encubría con el ataque al egoísmo real de los nacionalismos periféricos y con la exaltación estentórea de lo propio, un repliegue en forma de ofensiva. La obra de Víctor Chamorro no encajaba en esa atmósfera.
Voces de Extremadura
Víctor Chamorro: “Yo he sido castigado al silencio”
A poco más de una semana del 25 de marzo, conversamos con Víctor Chamorro, el intelectual que más ha hecho por recuperar la historia de las luchas campesinas que marcaron el siglo XX extremeño.
Historia de Extremadura se publicó cuando la Universidad de Extremadura, nacida unos años atrás, entraba en su fase de expansión y afirmación. La joven universidad se reivindicaba profesional, técnica, cualificada y también comprometida con el desarrollo de la región, generalmente en los parámetros del discurso modernizador en boga. La obra histórica de Víctor Chamorro tampoco encajaba ahí. No se había construido con los marcos conceptuales y los métodos de la historiografía del momento, ni con las jergas ni los automatismos que habitualmente les sirven de sucedáneo en el día a día. Estaba novelada, escrita con gusto, en un tono muy distinto al registro generalmente estandarizado de la Historia académica. Y abogaba por el compromiso en un tiempo de descreimiento u hostilidad a las alternativas profundas. En general la obra histórica de Víctor Chamorro no fue reconocida en la Universidad, con excepciones considerables. En 2005 o 2006 impartía, por ejemplo, una conferencia organizada por algunos compañeros en la Facultad de Filosofía y Letras, cuyo título era “Desclasados hacia arriba, desclasados hacia abajo”, a la que tuve la suerte de asistir. Hizo un repaso por figuras de la cultura extremeña que habían roto con sus orígenes sociales, siguiendo sendas direcciones opuestas. Dos polos de atracción para las gentes de letras, de los que el ascendente suele funcionar con más fuerza.
Estaba novelada, escrita con gusto, en un tono muy distinto al registro generalmente estandarizado de la Historia académica. Y abogaba por el compromiso en un tiempo de descreimiento u hostilidad a las alternativas profundas. En general la obra histórica de Víctor Chamorro no fue reconocida en la Universidad
Más allá de sus formas, contenidos y compromisos, la valoración de la Historia de Extremadura de Víctor Chamorro dependió mucho de la posición de su autor, del hecho de que estuviera fuera de los espacios de promoción y reconocimiento del poder regional, en sus dimensiones culturales, institucionales y partidaria. Pero estar fuera de los circuitos del poder de turno permite estar cerca de otros sitios. Creo que a Víctor Chamorro le ha permitido estar vitalmente cerca de las experiencias del pasado en las que la Extremadura oficial ha evitado mirarse, y más cerca de los muchísimo lectores y lectoras que se han acercado y se acercan a su obra por iniciativa propia. Ese es un reconocimiento auténtico, que hoy se hace colectivo en este merecido homenaje.