Energía
La cumbre del hidrógeno en Windhoek y el neocolonialismo alemán

A principios de septiembre terminó en la capital de Namibia, Windhoek, una cumbre de tres días sobre la producción de hidrógeno (“Global African Hydrogen Summit”). Políticos destacados de varios estados africanos se reunieron con representantes de Thyssen-Krupp y Siemens. También estaban presentes consultoras globales y el Ministerio de Economía alemán apostó durante la cumbre por el megaproyecto ‘Hyphen’, en cuyo marco, y hasta finales de siglo, se espera producir un millón de toneladas de amoniaco derivado de hidrógeno verde para su exportación a Europa. El gigante energético RWE ya ha firmado un contrato para su adquisición. Aunque la tinta no se ha secado todavía del todo.
Durante la cumbre también hubo periodistas críticos, así como unos cuantos representantes de la sociedad civil que se oponen al proyecto y que organizaron en paralelo un taller en el que cuestionarion no solamente el proyecto de ingeniería civil, sino también las promesas de los políticos y líderes empresariales de Namibia. Además, trataron sobre la aprobación de las condiciones marco jurídicas de este gran acuerdo.
“No estamos en contra del desarrollo de energías renovables”, declaró Tijpura Tijpura, de la organización Economic and Social Justice Trust (ESJT), una de las responsables de la organización de este taller. “Pero los estados de derecho tienen una responsabilidad hacia su propia población y también hacia las futuras generaciones”, añadió.
Para la población local en Nambia no habrá ni agua ni electricidad, ni una producción agrícola con el amoníaco. “Huele a neocolonialismo”, afirmó Tijpura
Hasta la fecha, el “hidrógeno verde” es en realidad bastante sucio. Y de la transparencia hacia la población no hay ni rastro, como aclara el activista Tijpura al hablar del proyecto 'Hyphen'. “El gobierno namibio ha llevado a cabo la mayor subasta de la historia del país sin publicar detalles ni realizar un estudio de su rigor”. Este secretismo es inaceptable, ya que “están en juego dinero público, recursos e intereses”, apunta.
En el caso de Hyphen no se trata hasta ahora únicamente de una economía exportadora. En un país que declaró una emergencia nacional por sequía y en el que actualmente sólo la mitad de los hogares tiene electricidad, el agua del mar debe desalinizarse y transformarse en hidrógeno con la ayuda de energías renovables. Transformada en amoníaco, una sustancia muy volátil, se cargará en tanques y se transportará hacia Alemania con grandes pérdidas de energía durante su viaje. Allí servirá para ayudar a descarbonizar la industria del acero. Para la población local en Nambia no habrá ni agua ni electricidad, ni una producción agrícola con el amoníaco. “Huele a neocolonialismo”, afirmó Tijpura.
A propósito de colonialismo: la superficie para la producción de energía solar y eólica de 'Hyphen' será de cerca de unos 2.000 kilómetros cuadrados. Esta zona tiene un nombre muy alemán: Sperrgebiet (zona de paso restringido). Ser trata de la región de los nama, uno de los grupos étnicos víctimas del primer genocidio del pasado siglo a manos de tropas alemanas. Después de que se encontrasen diamantes, los alemanes declararon este territorio arrebatado a los nama una zona de paso de restringido.
No sólo Alemania sigue hasta el día de hoy negándose a reconocer el genocidio con sus consecuencias legales, sino que con esta declaración Alemania ha intentado “limpiar su culpa colonial”
Sima Luipert es el portavoz de la Nama Traditional Leaders Association, la asociación que agrupa a los nama y a los descendientes de los supervivientes del genocidio alemán. Luipert citó a Robert Habeck, quien, aunque advirtió de un imperialismo energético verde en Namibia, ha sostenido que el hoy parque nacional Tsau-Khaeb está “vacío”. Según Luipert, “ésta es la misma mirada colonial que permitió a los alemanes incorporar este territorio e intentar explotar hasta su aniquilación a las personas que allí vivían.”
Cuando Alemania y Nambia anunciarion en 2021 un acuerdo de cooperación para la producción de hidrógeno, ambos estados también publicaron una declaración conjunta, descrita por la parte alemana como un “acuerdo de reconciliación”. Se trató de un lavado de cara. No sólo Alemania sigue hasta el día de hoy negándose a reconocer el genocidio con sus consecuencias legales, sino que con esta declaración Alemania ha intentado “limpiar su culpa colonial”, denunció Luipert, “y, con ello, sirve a las mismas imágenes coloniales que entonces. El gobierno alemán actúa como si las tropas coloniales no hubiesen asesinado a personas, sino solamente a 'salvajes'.”
Junto con la Ovaherero Traditional Authorities, NTLA enfatiza la responsabilidad de Alemania, también en la construcción de la infraestructura para la producción de hidrógeno. Con investigadores de Forensic Architecture, ambas asociaciones han reconstruido los crímenes coloniales de Alemania en la isla de Shark Island, en cuyo extremo meridional se encuentra la ciudad de Lüderitz, en la que tuvo lugar la cumbre. En esta “isla de los tiburones” se encontraba un campo de concentración alemán en el que fueron asesinadas miles de personas. Con ayuda de equipos de radar se pudo demostrar que bajo su suelo se encuentran sin sepultar numerosos restos humanos. Para la exportación de hidrógeno deben construirse dos terminales portuarias que destruirían la isla como memorial. “El hambre de energía alemana y el sueño de descabornización amenazan con destruir las huellas del genocidio”, lamenta Sima Luipert. “Alemania nos priva de reparaciones y, en vez de pagarlas ella misma, lo hace a costa de nuestra población local”.
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No lo llame hidrógeno verde, llámelo gas fósil
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